IV


IV.  Sueños


Hoy se cumplía una semana desde que el señor Dankworth llegó como invitado a nuestro palacio. Tuve altas expectativas en cuanto a lo que mi madre me mencionó sobre las intenciones que él tenía conmigo, sin embargo, todos estos días no habíamos cruzado palabra alguna. Lo único que sabía sobre él era que solía pasar horas hablando con mi padre y algunos otros caballeros que conformaban la iglesia.

Cuando lo veía pasar por los pasillos, solo nos atinábamos a cruzar nuestras miradas o alguna que otra reverencia de su parte. Aquello me estaba generando inquietud, dudando inmediatamente sobre lo que mi madre se atrevió a decirme. ¿Y si el señor Dankworth también estaba siendo obligado a casarse conmigo? Tal vez sea esa la razón por la que no entablamos ninguna conversación, su agonía al verme lo debe de estar destruyendo por dentro.

—Buenos días, princesa. ¿La puedo ayudar en algo? —me pregunto en tono de preocupación al verme con polvo de harina en las puntas de mi cabello. 

—Buenos días. Estoy intentando hacer una tarta de manzana... para nuestro invitado —respondí intentado sacudir mis manos llenas de harina.

—Oh, su alteza. No se preocupe, lo puedo hacer por usted —se ofreció.

—No —respondí inmediatamente —Gracias... quisiera hacerlo por mi misma. Es un regalo para el duque. 

—¿Hannia? —escuche la voz de Alanna detrás de la mujer que estaba conversando conmigo —Hannia, tu institutriz está buscándote. ¿Paso algo?. —preguntó al verme junto al desastre que hice.

—Estaba intentando hacer una tarta... para el duque. —dije avergonzada.

—Esta bien, yo lo haré. Ahora te necesitan en el jardín —me aviso.

Asentí, procedí a lavar mis manos y sacudir el polvo de mi cabello para luego ir hacia donde me indico Alanna. Al llegar, observe a Leda y a mis padres hablando junto a los duques quienes habían llegado hace ya dos días. Por otro lado, vi un arco y unas cuantas flechas en una pequeña mesita haciendo que recuerde que hoy era mi entrenamiento con el arco para la ceremonia de inicio. Llevaba semanas practicando y aunque era buena en ello, para Leda no era suficiente y si ella decía que no lo estaba, para mis padres tampoco. 

—Buenos días, padre —saludé haciendo una reverencia ante él —Madre... —repetí mi acción. 

—Es un gusto verla por aquí, princesa —mencionó el padre de Raen quien me recibió con una reverencia al igual que su esposa.

—Igualmente, señor Dankworth. Estoy agradecida por haberse tomado el tiempo de estar aquí —comenté con una media sonrisa.

—No se preocupe, su alteza. Volver a verla ha valido cualquier pesar durante el camino, se lo aseguro —confesó mi querida tía quien era la madre de Raen.

—Buenos días, su alteza —dijo mi institutriz —Tendremos que hablar sobre su puntualidad, mi princesa —mencionó Leda —Traigan el arco —ordenó a los sirvientes quienes estaban alrededor del área. 

Uno de ellos me hizo entrega de aquél objeto junto con un guante que cubría mis tres dedos para evitar el roce con la cuerda en mi piel. En cada esquina del lugar, había un pilar alto y arriba de esta se posaba un nido de trozos de madera y carbón bañados previamente en alcohol. Cada flecha era prendida en fuego en su punta, con ellas tenía que encender esos cuatro pilares ya que según la tradición se demostraba lo fuerte y prosperó que es y será nuestro reinado.

Los murmullos de mis padres con los duques me hacían tambalear ligeramente. ¿Qué era lo que hablaban de manera tan entusiasta en plena mañana?. No podría saberlo aunque quisiera.
Sus miradas estuvieron puestas en mi en cuanto tire de la flecha hacia el primer pilar, el ruido de sus aplausos llamó mi atención para mirarlos y verlos con una sonrisa de oreja a oreja. El segundo tiro hacia el pilar fue tan rápido como el primero, el tercero fue la tensión pues vi llegar a Alanna junto a otras sirvientas con el postre que se ofreció a hacer por mí, aquello no fue impedimento para que diera en el punto exacto, sin embargo, el cuarto y el último fue mi repentino fallo pues había llegado Raen quien había sido llamado por Alanna dándole aquel postre.

—Tiene que ser más precisa —me ordenó Leda —Practicarás después, tiene que hablar con el duque, su alteza —me susurró, como si se tratara de una emergencia mientras me quitaba las cosas de la mano. 

Acomode mi cabello antes de seguir mi camino hacia el pequeño circulo que todos habían formado para platicar. Sin embargo, mis pasos se detuvieron en cuanto observé a Raen salir del círculo para sentarse en una de las bancas que había por el jardín y de pie se encontraba Alanna quién me dio un poco de calma al saber que no estaría sola con el duque.

—Buenos días, su alteza —saludó Raen con una reverencia al mismo tiempo que yo me incliné hacia él. 

—Buenos días, señor Dankworth —mencioné con una sonrisa —Espero le haya gustado el postre que hizo mi amiga Alanna por mí. Si me permite divulgarlo, intente hacerlo por mí misma esta mañana pero las actividades me llamaban, lo siento mucho.   

—Disculpe, su alteza. ¿La señorita Greengras y usted son amigas? —me preguntó desprevenida. Alanna asintió sin decir nada.

—Si, nos conocemos desde pequeñas. Mis padres no fueron estrictos en cuanto a mi lazo con ella aunque parezca sorprendente de escuchar —dijo sonriendo. 

—La señorita Greengras tiene suerte de tenerla como amiga —confesó Raen a lo cual mis ojos se achinaron al momento de sonreír.

—Voy a diferir y es que yo soy la que tiene suerte aquí. —pausé — Prometo hacer un postre hecho por mí para usted, es lo menos que puedo hacer.

—Me encantaría, su alteza. —me dijo haciendo que la comisura de sus labios se elevara. 

La mañana se paso entre las charlas sobre el próximo baile y como todas las mujeres que vendrían al palacio estaban más que preparadas para ser presentadas. No era fácil ser una de aquellas señoritas, pues yo misma he pasado por ello. El arte, la música, los modales, los idiomas, la historia, todos esos conocimientos eran requisitos si esperas destacar entre todas. Y estar en mi puesto era tener que aprender todo ello el doble de lo que lo harían ellas. Todo esto nos servía solo en el momento en que nuestros esposos deseaban destacarnos entre su círculo social. 

Mi madre y mi tía llenaron las horas con delicadas indirectas sobre mí y Raen. Atiné mi atención en las reacciones que Raen manifestaba y todas ellas eran parecidas a la mía: una sonrisa tímida sin nada más que decir. Ambos parecíamos saber sobre nuestro destino que no había sorpresa alguna ante ello, nuestro compromiso se volvería realidad el día del baile y deseaba que ese momento llegara pronto. 

Tan pronto como Raen y yo chocamos miradas en la mesa, le concedí una sonrisa que este devolvió pero que instantáneamente bajo la mirada para aclarar la garganta y volver a comer del platillo servido. Su timidez significaba para mí aquél cascarón que escondía su verdadero ser, solo pensaba en los días que pronto podríamos estar solos y volver a ser como éramos antes. Mis días solitarios se acabarían pronto y mis ideas dejarían de estar encerradas en mi cabeza para concederlos a él, suspiré, imaginando mis mañanas diferentes a las de ahora. Tal vez caminando por el campo junto a Raen, ir juntos a conocer lugares en los que no había estado jamás, descubrir nuevas flores, nuevas texturas, nuevos sabores. Raen siempre deseó que fuera libre tanto como yo, y ese deseo de niños estaba por cumplirse. 

—Madre... necesito hacerte una pregunta —divulgue en medio de la noche mientras íbamos hacía nuestras habitaciones. 

—Dime, pequeña —respondió.

—¿Sobre... mi maldición... yo... —mi madre aprovecho mi dificultad para completar aquella oración que me interrumpió en cuanto pudo. 

—Hannia, hija, eso esta olvidado. —sentenció. 

—¿Por qué nunca deseas hablar de ello? —pregunté a lo que ella me observó con asombro y enojo —Madre, me casaré. El lord Raen algún día preguntará por ello, ¿Qué es lo que le diré?.

—Tendrá a una princesa como esposa, eso le bastará. Esa maldición no existe, ni existirá, Hannia. Es un mito y se quedará como tal. No quiero volverte a escuchar hablando sobre ello, menos cuando falta menos de tres días para tu compromiso. —dijo con euforia mientras tomaba un camino separado al mío con grandes pasos apresurados. 

Cansada, cerré por un momento los ojos bajo mi frustración al no poder seguir haciendo nada. Esta no era la primera vez que se lo decía, sin embargo, nunca he sacado ninguna información por parte de mi madre más que solo un no  por su parte. 

Ya estaban por ser las nueve, las sirvientas estaban por irse a descansar así que me apresure para bajar con la esperanza de que Alanna aún este ahí. Para mi suerte, estaba siendo una de las últimas en marcharse, di unas cuantas miradas hacia los pasillos esperando que nadie me viera y entre a la cocina. 

—Hola, Hannia —me saludó confundida —¿Qué haces despierta a estas horas? ¿No te vio Leda?.

—Ella está en su habitación. Debe estar más cansada que yo por lo de hoy. —comenté mientras me sentaba en una de las sillas que había por ahí.

—Si, noté que llegaron muchas decoraciones. Están preciosas. —halago con una sonrisa mientras guardaba algunos cubiertos. 

—Alanna, ¿Puedo hacerte una pregunta? —cuestioné con un suspiro mientras jugaba con mis dedos.

—Claro, ¿Qué es lo que te preocupa? 

—¿Crees que... el señor Dankworth me quiera con todo y... lo que soy? —pausé —Es decir, nos conocemos desde niños, se que me aprecia lo suficiente pero ahora seré su esposa... me asusta y a la vez me emociona —dije soltando una risa nerviosa al mismo tiempo que se formaba un nudo en mi garganta. 

Alanna estuvo a punto de responder, sin embargo, alguien más había entrado al recinto.

—Lo siento si soy una entrometida, pero no puedo escuchar a mi niña diciendo tal barbaridad —comentó una voz dulce entrando y caminando hacia mí.

—¡Nana! —exclamé por lo bajo emocionada pues había salido del palacio por días con el propósito de traer las decoraciones perfectas que hoy llegaron junto a unos cuantos escoltas más. —Te extrañe mucho —la abrazé.

—Oh, no es para tanto. Solo fueron unos días, mi niña. —me dijo mientras se despegaba de mí —Ahora volviendo al tema. Yo creo que eres más que suficiente para el duque, quien te amé lo hará aún con todo un tornado detrás, lo prometo. 

—Gracias nana, pero no estoy segura si él este dispuesto a hacerlo. —comenté cabizbaja.

—El duque es un hombre honorable, si acepto casarse contigo es por una razón, mi niña. Estará encantado de tenerte como esposa —dijo mientras acariciaba mi mejilla.

—La señora Louisa tiene razón, Hannia. Dijo todo lo que podría decirte —contestó con una sonrisa mientras apretaba los labios —Yo... tengo que irme, buenas noches. —mencionó con una pequeña reverencia.

Asentí, recordando que quería preguntarle acerca de su asistencia al baile, sin embargo, agradecí no haberlo hecho pues se le notaba cansada y no creía que tendría la fuerza necesaria para debatir todo ello. Solo esperó que no se niegue a estar conmigo esta temporada. Alanna merecía una oportunidad. 

Faltaban pocos días para que iniciara el cambio de mi vida, y está de más decir que mis noches no han sido de todas placenteras, como las de hoy. Me había despertado a las cuatro de la mañana, intenté dormir nuevamente, sin embargo, ya me parecía molesto tener que intentarlo. Mi mente se aclaró cuando supe que este era buen momento para cumplir mi promesa con el duque, estaba segura que un dulce postre no vendría nada mal en una mañana cálida.

Ninguna de las sirvientas se había levantado aún, por lo que la cocina estaba completamente sola para mí. Sonreí con entusiasmo y agarre los ingredientes que necesitaba, esta vez haría una tarta de fresa. La ultima vez que hice este postre fue cuando tenia once años, lo hice junto a mi nana para el cumpleaños de mi padre, sonreí enternecida al recordarlo pues ahora lo hacía para mi futuro esposo, algo que jamás esperaba que se volviera realidad.

Los minutos pasaron y con ello mi emoción iba aumentando pues solo estaba ansiosa de ver su reacción. El reloj tocó las seis de la mañana, pensé en lo mucho que me había demorado haciendolo pero no me quitaba mérito pues era la segunda vez que lo hacía luego de muchos años. 

Con manchas en mi vestido, un poco de polvo de harina en las puntas de mi cabello y en mis manos el adorado postre, subí las escaleras entre risas bajas pues tan solo mi mente se proyectaba la risa que Raen me regalaría luego de verme en una apariencia tan burlesca como solía hacerlo antes. 

Si que lo extrañaba mucho.







Hola, hola, después de meses vuelvo a actualizar, perdón :c 

Espero les haya gustado el capítulo de hoy. No se olviden de comentar y votar, por favor.

¿Cuándo será que Hannia y Shawn se conozcan?... Pronto pronto jajajajaja

Los amo ❤️

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