I
I. Letonía
—¿Estás seguro que este es el camino correcto? —cuestionó el joven bajando del caballo mientras observaba con recelo los altos troncos de los árboles.
—A eso venimos, ¿no?. Tenemos que encontrarlo. —demandó el otro compañero, amarrando al animal en uno de los árboles.
El otoño había llegado, las hojas duras y rechinantes caían constantemente sobre ellos. Su misión era simple. Localizar una travesía que sea sencilla de atravesar, pues en la última batalla fue una cantidad excesiva de guerreros quienes tan solo perdieron la vida al querer atravesar el bosque y no en el combate mismo.
Un conflicto en vano que el Rey no permitiría que sucediera de nuevo.
—Ojalá salgamos de aquí con vida —. Refunfuñó con preocupación mirando hacia adelante, donde las hojas de los árboles parecían enredarse entre sí y las ramas que fácilmente podrían confundirse como espinas de gran tamaño.
—¿Convertirte en Rey no es suficiente para ti? Y sobretodo, ¿No te es suficiente con desposar a la Princesa? —preguntó, marcando una gruesa línea con su espada contra los árboles con cada paso que daban.
—Y aunque llegué a serlo, ninguno tendrá el poder de uno, solo es un título. La Princesa necesita alguien con honor —. Respondió con decisión y una risa sarcástica salió de su compañero.
—Tal vez la iglesia sea quien tome las decisiones pero el título de Rey nadie te lo quita —soltó una risa irónica —. Además, tú, el que le teme a un desabrido bosque, ¿Crees que eres merecedor de la única más grande creación del Rey?. Esa belleza está resguardada para el mejor.
—Aún con la maldición de la Princesa. ¿Estás dispuesto a casarte con ella?. A mi parecer, solo quisiera hacerla libre, es por eso que estoy aquí.
—Siendo Rey, ninguna maldición podría hacerme flaquear, querido compañero. Tenerla como esposa sería la corona encima de todo mi oro.
Su amigo detuvo su paso, enfadado por el egocentrismo del hombre quien observaba el mapa con detenimiento mientras avanzaba a pasos lentos. Dio un fuerte suspiró antes de seguirle el ritmo nuevamente.
Bastaron segundos para que se adentraran en el rebosante y oscuro bosque, los rayos del sol eran su guía en su andar, el sonido de los cuervos y los pájaros se mezclaban entre sí, haciendo eco en todo el lugar. Un fuerte temblor se presenció en las piernas de uno de los caballeros, el miedo predominaba en él, y no estaba de más, pues no era la primera vez que se realizaba una expedición de alto riesgo como esta, ya que los que fueron enviados jamás pudieron regresar.
Y es que la recompensa siempre fue tentativa e incapaz de rechazar por cualquier caballero perteneciente a Normandía.
Poseer el poder de un Rey.
—¡Andrew! —exclamó, cuando sintió algo duro debajo de sus pies. Distrayendo a su amigo quien seguía tratando de seguir su camino.
—¿Una abeja te quiere comer? —preguntó con ironía sin prestarle atención.
—Deja tus bromas banales, mira esto. —dijo esté alzando con su mano derecha un maletín polvoriento con manchas de sangre resecas entre un cumulo de montaña de hojas.
—¿Es tuyo? —cuestionó dándole una mirada rápida.
—No, es del soldado Owen —informó, tragando saliva y obteniendo la atención de su compañero —Tiene su sangre.
—Estamos en su misma ruta —afirmó en signo de victoria —Tenemos que seguir, hay varios caminos por tomar.
—Creo que es mejor volver —opinó, dejando el bolso en su lugar.
—¿Y perderme la oportunidad de mi vida? Claro que no. No seas idiota y avanza, Ernesto. —demandó, escupiendo hacia el piso mientras se daba media vuelta para emprender de nuevo su viaje.
Al temeroso soldado no vio otra elección más que seguirlo. Apresuró sus pasos, teniendo cuidado pues las ramas cada vez más rozaban la tela de su ropa.
Pasaron horas luchando contra los espacios estrechos y los turbios sonidos que el bosque emitía, hasta que sus rostros se iluminaron al ver todo un campo abierto ante sus ojos, al parecer, el plan de Andrew estaba yendo a la perfección.
Atravesaron el terreno sin ningún problema, con la esperanza de que aquel punto era el ideal para centrar un próximo ataque, sin embargo, todo eso se vio interrumpido cuando el canto de los cuervos se hizo más sonoro y los aleteos de estos se hicieron mucho más fuertes, junto a toda una bandada alejándose en apenas unos segundos.
Ellos ya no eran los únicos en el lugar.
El sonido de las hojas siendo pisadas con fuerza y velocidad se hacía eco alrededor del pequeño campo, parecían estar en todos lados. Los muchachos miraban a su alrededor con desesperación sin lograr ver algo que les indicará una advertencia de huir, pero solo bastó el relincho de los caballos y el metal colisionando contra un objeto del mismo calibre, para que supieran que a aunque corrieran, ya era demasiado tarde.
Los jóvenes cada vez más se posicionaron en el centro del círculo cuando los caballos de color café oscuro se hacían notar entre los troncos de los árboles, llevando en su lomo a los soldados del Reino de Letonia, amenazando a ambos con sus espadas a tal punto de tenerlos totalmente rodeados.
—No quisimos incomodar, señores... Lo lamentamos mucho. —se excusó Andrew con la voz temblorosa, mirando con piedad hacia el único de los hombres quien llevaba una insignia de la bandera de Letonia.
—Nadie puede cruzar este terreno a no ser que sean del pueblo. Eso lo saben todos, hasta los asquerosos de sus habitantes —escupió sin lástima hacia los débiles muchachos.
—Nosotros no... —murmuró Ernesto siendo interrumpido por el mismo hombre.
—A mí no me entreguen su sucia excusa, yo no soy el que los sentenciara —afirmó el soldado, haciendo que el caballo diera media vuelta, abriendo un espacio entre el círculo.
Los oficiales guardaron sus espadas haciendo un rechinado inquietante para los dos caballeros, sin embargo, su pavor aumentó cuando un caballo de color negro azabache se asomaba al recinto, dando pase a un joven que se distinguía por completo entre los demás.
Su piel blanca no era capaz de opacarse con el sombrío bosque, su cabello castaño con ligeras ondas saliendo de su frente parecían no ser tocadas por los tallos o tan siquiera el polvo de las hojas resecas. Todo lucía reluciente en él, como si atravesar todo aquel baldío no tomará esfuerzo alguno.
Andrew y Ernesto mostraron cobardía ante el hombre de mirada hostil, mucho más que todos los soldados quienes los rodeaban. Ellos dos sabían que era alguien muy relevante entre todos, tanto, como para ser el único quien lleve un animal mucho más grande y robusto que el de todos, dando a la misma semejanza que su dueño quien lo ocupaba.
Al principio, sospecharon que aquel hombre era el Rey, sin embargo, lucía muy joven como para serlo. Nadie había vuelto del bosque para ser capaz de relatar quienes se encontraban ahí, pero nadie en su más sano juicio hubiera pensado que el mismo Príncipe de Letonia era el máximo amo de todo el bosque donde pocos se atrevían a entrar y ninguno volvía a salir. Este era su turno.
—¿Quién los mandó aquí? —preguntó con molestia manteniendo sus ojos firmes ante ellos.
—Nos perdimos, venimos del Este, su alteza —justificó Ernesto con la mirada hacia el suelo.
—Dije, que quien los envió, no lo volveré a repetir —manifestó con poca paciencia, sin creer lo que él asustadizo chico acredito.
Ninguno de ellos habló durante los pocos segundos que el Príncipe les otorgó. No haberlo aprovechado era una blasfemia, pues ni siquiera el tiempo era digno de conceder a un intruso.
—Tuvieron las agallas de entrar pero no para dirigirle la palabra a su superior. —comentó, dándoles una última mirada luego de descender del caballo con suma serenidad.
Sus botas de color negro resaltan entre el pasto verdoso y su camisa de un azul oscuro iba de acuerdo al mismo tono que tenía el estuche de su espada que se encontraba en su cadera izquierda.
—Entrégueme lo que tiene ahí escondido —dictaminó, señalando hacia las manos de Andrew quienes se mantenían detrás de él.
El Príncipe lo espero, las manos temblorosas del hombre eran imposibles de ignorar pero a la vez acababan con su carente paciencia por lo que retiró aquella hoja de sus manos con brusquedad.
—Es la tercera vez en el año que intentan engañarnos, su alteza —opinó el hombre de la insignia obteniendo una mirada de aprobación del príncipe.
—¿En serio creyeron que su nefasta mentira con poca credibilidad lograría engañarme? —preguntó con ira hacia los dos, arrugado el papel y arrojándolo hacia algún punto del bosque —Se necesita mucho más que solo palabras. ¿Qué te ofreció tu gran rey para venir a invadir esta tierra?.
Ernesto suspiro en rendición, observando a su amigo quien temblaba del miedo y quien no era capaz de ni siquiera respirar de manera adecuada. Sin ninguna escapatoria dijo:
—El Rey Henry ofreció su sucesión y la mano de la Princesa a cambio de encontrar un camino estable hacia su reino, su alteza.
En ese momento, el Príncipe dio un silencioso momento donde todos sus soldados miraban con odio hacia los dos hombres. Shawn, pensó en lo absurdo que eran aquellos hombres quienes estaban frente suyo pues un Rey jamás podría ceder su trono ni por un millón de monedas de oro proveniente de un plebeyo. Su curiosidad incrementó cuando se dio cuenta que el Reino del Sur no estaría dispuesto a tener a una Reina. Información valiosa para él y el Reino, pues nadie era conocedor de aquél drama que ahora su Reino enemigo vivía ya que ninguno ha cruzado sus fronteras desde hace veinte años.
—De rodillas, ahora.
Los sujetos se quedaron sin habla ante la petición del hombre, mientras los soldados con rudeza hicieron que acatarán la orden.
—Tu amigo es un cobarde de primera —comentó hacía Ernesto, colocándose de pie frente a Andrew quien sólo lloraba desconsoladamente —Si vas a querer que te llamen Rey, ten el coraje de comportarte como uno, aún si estas a un paso de la muerte. Que mal que no morirás como uno.
A tan solo un parpadeó, con fiereza, cogió entre sus manos la gran espada de punta filuda que sin permitir un último respiro de su víctima, está penetró la piel. La sangre corrió por toda su vestimenta, hasta que un recio peso colisionó contra el césped, su cuerpo sin vida de Andrew cayó al mismo tiempo que su cabeza.
Ernesto estuvo más que consciente de su destino.
—Tal vez merecías ser Rey —habló el príncipe —Pero nadie lo sabrá.
Aquello fue lo último que Ernesto escuchó, obteniendo la misma fría muerte que el anterior.
Como era de esperarse, nunca más volvieron a su reino, y nadie más sabría que quien acabó con sus vidas no fue solo el bosque sino el dueños y amo de este.
La tarde caía y luego de un largo camino, Shawn llego a las fueras del palacio junto a sus escoltas, los caballos fueron llevados a sus establos y los caballeros atendidos por los sirvientes. El príncipe tenía grandes noticias que contar al Rey, eso lo supo también Jeor, segunda mano del Rey y de vez cuando era el acompañante de confianza del Príncipe Shawn.
—Un momento su alteza, algo me dice que le dirá a su padre lo que presenciamos hoy. Si es así, estaré aquí con mis hombres para cualquier eventualidad que el Rey quiera llevar acabo. —anunció Jeor hacia el Príncipe quién acababa de entregar su caballo al mozo de cuadra.
—Gracias, Jeor. Se lo comunicare en la brevedad posible. —afirmó Shawn asintiendo una vez con la cabeza mientras el hombre hizo una reverencia antes de que el heredero se retirará.
Hacía mucho tiempo que no se sabía algo tan personal del Reino del Sur por lo que era una total hazaña para Shawn haberlo encontrado. Anteriores infiltrados en Letonia nunca llegaron a decir algo como aquello pues muchos de ellos morían por las atrocidades del bosque o mentían hasta su muerte cuando eran atrapados por los soldados. Los Normadíos suelen ser tan leales a su Rey que les es de cobardes admitir la verdad de su monarca aún estando al borde de morir por ello. Aunque siempre habría excepciones.
Una vez que Shawn retiro los guantes de cuero negro de sus manos, prosiguió a subir las escaleras con la ansiada noticia, sin embargo, el murmullo de los sirvientes en la entrada le hicieron entender que alguien había llegado. Como lo previsto, la figura masculina de Caleb se hizo presente en el salón.
—Te estaba esperando, hermano. —musito Shawn, elevando la comisura de su labio.
—¿Ah si? Creí que te estabas divirtiendo con los pumas del bosque —comentó con una sutil risilla al final de la oración mientras se deshacía de sus guantes.
—Ellos no salieron a la vista, lamentablemente. Tengo que darle una noticia a nuestro padre. ¿Estás disponible?.
—No podría negarme.
Ambos subieron las escaleras con destino al despacho del Rey quién había vuelto de un viaje de una semana hacia uno de los pueblos más remotos quienes ahora vivían una escasez de alimentos y que el monarca aún se encontraba en planes en como satisfacer aquellas necesidades básicas de su pueblo.
Estando en el tercer piso, el pasillo que tenía salida hacia su jardín daba pase a risas agudas y femeninas. Los dos hermanos detuvieron sus pasos a esperar a que aquellas voces se hicieran presentes en su forma física. Cinco mujeres en un vestido de seda transparente haciendo lucir sus notables pechos fueron vistas enternecidas con el acicalado y apuesto hombre que ellas llamaban entre risas al nombre de Tybalt.
—¡Hermanos míos! No se queden ahí, tengo mucho que compartí con ustedes —replicó con una sonrisa de oreja mientras daba un rápido beso en la mejilla a una de sus damas quien se sonrojo al instante.
Shawn se acercó a Tybalt antes de que pudiera llegar cerca de las escaleras. Las mujeres se deleitaron con la presencia cercana de el príncipe hacia ellas que algunas lanzaban miradas que hasta el más tímido hombre podría olvidarse de que lo es.
Muchas mujeres del pueblo añoraban tan siquiera un saludo del heredero que tenerlo ahí solo para ellas, las hizo sentir superior al resto. A pesar de su tan delicado título en la sociedad.
—Estoy complacido de escuchar sus risas en el salón, señoritas. Pero me temo que ahora no es el momento, disculpen al señor Mendes por hacerlas venir en momentos de urgencia. —lamentó Shawn con una mano en el pecho mientras bajaba la mirada en signo de disculpa.
—No se disculpe, su alteza. De todos modos estamos a su disposición a cualquier hora del día. —dijo la pelirroja quien con sus demás acompañantes hicieron una reverencia y luego de una leve sonrisa, se retiraron del castillo.
—Odio que seas capaz de opacarme sin hacer absolutamente nada —dijo Tybalt tomando un ligero sorbo de alcohol.
—Guarda eso y agradece que nuestro padre no haya escuchado tus impertinencias. Sabes que las damas de compañía tienen su propio lugar fuera del castillo. —mencionó Caleb.
—Mi comodidad prevalece aquí.
—Solo te pido que te arregles en el camino, hay noticias importantes para el Reino. —comunicó Shawn quien prosiguió su camino y detrás de él prosiguieron en ir sus dos hermanos.
Los Trillizos Mendes eran sin excepción, el tema más hablado entre las mujeres del pueblo y no había duda pues la belleza de los tres hermanos era inigualable. Sin embargo, tenían cualidades que los hacían diferentes y mucho más cuando del trono se trataba.
Shawn fue el primero en nacer, es por ello que es considerado como el heredero supremo a la corona, el pueblo lo conoce como su protector, alguien que sería capaz de defenderlos ante cualquier mal, ninguno de los tres hermanos tenía más altas expectativas del pueblo que hacía el mismo Shawn. Caleb fue el segundo en nacer con un minuto de diferencia, es conocido como el justo del Reino desde que ayudó a su padre con la sequía de alimentos que azotaba a muchas comunidades del país y que aportó a su gran disminución. El tercero y último en llegar al mundo fue por supuesto Tybalt, su nacimiento fue un canto de gloria y alabanza pues todos los hijos del Rey habían resultado ser varones. A diferencia de sus hermanos, Tybalt es conocido como el más liberal de ellos, rompiendo protocolos reales y escapando del castillo cada vez que podía sin embargo había algo que siempre prevalecía en los tres y era su peculiar elegancia en todo lo que hacían.
—Mi señor, sus hijos están aquí —comunicó el sirviente al abrir el portón dando un reverencia y por consiguiente saliendo del salón luego del ademán del Rey.
—¿Sabían que están interrumpiendo a su padre? —cuestionó con un ceja levantada.
—Mi presencia aquí es en contra de mi voluntad, así que yo también deseo saber lo que los tienen tan deseosos, padre —. Dijo Tybalt con las manos detrás de su espalda mientras que un mechón de su cabello azabache caía por su frente.
El Rey observó confundido a sus otros dos hijos debido al comentario del tercero. Lo que llevó a que Caleb se pronunciará en segundos.
—Debo decir que tampoco tengo algún conocimiento. Sin embargo, Shawn hizo saber la urgencia del caso y henos aquí, padre.
—¿Shawn? Ya decía yo el porque de su tan temprano retorno. Confío en ti, hijo. ¿Qué tienes que divulgar?. —comentó, acomodando los libros que había dejado regados por el escritorio sin esperarse que fuera lo que estaba por oír.
—El Reino de Normandía está buscando un sucesor a cambio de entregarles información sobre cómo cruzar nuestro bosque. —anunció Shawn despertando la curiosidad de su padre y la molesta tendencia de Tybalt al subestimar a su hermano.
—Lamento informarte, hermano. Que es otra mentira de esos forasteros. Los reyes tienen hijos, ¿Porque les entregaría una herencia de tal calibre a algún pueblerino? —mencionó el tercero de forma evidente.
—Esa es la molestia, nunca tuvieron hijos varones, fue una niña la que concibieron. La corona y su mano es el premio por descubrir el camino. Tal vez, padre, esa sea la razón por la que en ninguno de estos años haya ocurrido alguna guerra. —supuso Shawn mirando hacia un punto fijo tratando de averiguar más pistas que pudieran concretar su hipótesis.
—¿Si es una mentira más? —preguntó Caleb con el ceño fruncido.
—No puede serlo —confío, mirando hacia su padre dijo:— Es lo único más razonable que algún vez escuché decir a un forastero antes de su muerte.
—No nos hemos acercado a su territorio en años —aclaró el Rey con una mirada pensativa, tratando de hallar una oportunidad que aquella información le daba.
—¿Y porque esperar? Deberíamos actuar ahora —demandó Tybalt con ambos ojos abiertos de par en par.
—¿Con una probabilidad de la que podría ser casi nula? —cuestionó el Rey de pie y mirando con el ceño fruncido hacia Tybalt —Gracias pero esto debe hablarse con el parlamento.
Caleb dio una mirada de aprobación hacia Shawn mientras el tercero esperaba a que este declinara pues esperaba involucrarse en ello y no apartarse del tema como su padre solía hacer con él.
—Esta bien, esperamos tener noticias sobre el asunto —dijo Shawn recibiendo una afirmación desinteresada por parte del Rey quien ahora su mente se encontraba ocupada.
Los tres hermanos salieron del recinto de manera calmada a excepción de Tybalt quien se había enojado por la falta interés de su hermano en ayudarlo a ganarse la admiración de su padre en lo que parecía ser una nueva gran oportunidad para lograrlo.
—Si vas a involucrarme con la intención de ayudar, créeme hermano que no lo estás haciendo. —escupió, dando una mirada desafiante a los dos hermanos para luego irse a pasos agigantados.
—¡Tybalt! —exclamó Shawn esperando que este volteara pero no lo hizo.
—Déjalo, de todas maneras su impulsividad fue el culpable de hacerle ver a padre que Tybalt aún no está listo. No te disculpes con él. —demandó Caleb ya que no era la primera vez en que el tercero solía presentar escenas así.
—¿Qué crees que ocurra? —cuestionó el hermano luego de un suspiro —No estoy muy seguro en que nuestro padre tome el caso con el parlamento.
—¿Sabes cuánto tiempo nuestro reino está buscando en ir por lo que le pertenece? Incluso las brujas de los más recónditos lugares están buscando de su oro. Si lo que dices es verídico, tenemos esperanzas. Viniendo de ti, estoy más que seguro que padre lo está reconsiderando, hay que darle tiempo y prepararnos para lo que sea que se nos presente.
Luego de una palmada en el hombro y un signo de apoyo, Caleb se retiro. Dejando a su hermano a solas frente al despacho del Rey. Shawn miro hacia atrás de él notando que su padre aún no salía por aquella puerta y que en lugar de ello solo se escuchaban el choque de los libros que caían sobre la mesa junto a las constantes pisadas ansiosas. El príncipe llego a entender que tal vez Caleb tenía razón, que sus palabras si que pesaban ante su padre, pero esta noticia no se igualaba a las anteriores pues significaba traer consigo un futuro incierto no solo para la familia real sino tambien para todo el pueblo. Veinte años sin una guerra sonaba armonioso pero no para ellos pues la hambruna era latente y si Shawn tenía en sus manos una ventaja para acabar con ello, lo tomaría. Incluso si había un riesgo de perderlo todo.
¿Qué podría salir mal?.
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