Capítulo 32

El alboroto comenzó sin previo aviso como una exclamación generalizada que se extendió entre los presentes quienes con rapidez se reunieron en el centro del salón, junto al trono, dejando un claro círculo en el medio destinado a los nobles intoxicados.

Agradecí a Demetria por haber logrado su objetivo dado que las fuerzas que me quedaban luego de haberme humillado frente a Marshall Queen para obtener su atención eran mínimas. Esperaba que los sucesos de esa noche se efectuaran tal y como lo habíamos previsto aunque la experiencia me había demostrado que las probabilidades para que ello ocurriera eran escasas.

ꟷ¿Qué está sucediendo? –me obligué a preguntar, para apartar la atención del cuarentón del tablero de juego, al que observaba como si de una joya exótica se tratara.

ꟷAlgún idiota borracho, seguramente.

Miré hacia arriba pidiéndole a algún ser celestial y superior, de existir, que me enviase paciencia para no matarlo usando mis propias manos como instrumentos. Intenté nuevamente llamar su interés.

ꟷCreo que iré a ver –sonreí tontamente, como había practicado en repetidas ocasiones frente al espejo-. ¿Me acompaña, señor?

Finalmente atraje su atención y recolectando sus ganancias, me siguió a través de la sala hacia el tumulto, cada vez mayor, que se había formado para contemplar un duelo que aseguraba ser único. Demetria iba a lograr que lo fuera, no dudaba en sus capacidades.

Tuve que codearme en repetidas ocasiones con algunas mujeres mayores que no me dejaban avanzar pero que al verme finalmente se rendían puesto que era amiga de la princesa, aunque hubiese carecido de títulos de nobleza toda la vida. Llegar al frente resultó una tarea trabajosa y el asombro me invadió al ver a los involucrados.

Malvoro no se encontraba en el centro, tal como habíamos planeado, sino que quienes se movían como bailarines profesionales en una danza mortífera, era uno de los pretendientes de Demetria y Francisco.

Entendí, entonces, que la idea resultaba superior a la inicial dado que nuestro entrenador suponía un mayor reto para la consecución de nuestro plan que el mismo príncipe. Distraerlo suponía un esfuerzo colosal y la princesa lo había logrado de alguna manera.

No obstante, el duelo había comenzado hace minutos y poco le quedaba evaluando a los involucrados: un entrenador que hacía a la vez de seguridad de la monarquía y era el encargado de las fuerzas de seguridad de Pangea, y un muchacho flacucho que se balanceaba a causa del alcohol. Debía de actuar rápido si quería cumplir con mi misión.

ꟷ¿Quién es el muchacho? –pregunté a mi acompañante, en un vago intento de vedar su atención de mí.

ꟷMi hermano menor –sus palabras, emitidas entre dientes, no poseían un atisbo de gracia.

Quise gritar de alegría, en su lugar esbocé mi mejor mueca de tristeza.

ꟷ¿No estás preocupado?

Demetria se había superado una vez más, no sólo había logrado captar la atención de los presentes sino que había encontrado una manera más efectiva de distraer a mi objetivo. Le debía una y esperaba pronto poder retribuirle el favor.

ꟷ¡Por supuesto! –exclamó-. Lo van a destruir.

Asentí, intentando esbozar una mueca preocupada. Cambiaba de expresión a cada minuto intentando mantener una con la que me sintiera cómoda. Por fortuna, el capitán Queen estaba tan intoxicado que no se daba cuenta o no le importaba.

ꟷEspero que todo salga bien para él.

Apreté su brazo, brindándole un inexistente apoyo con la finalidad de bajar sus muros aunque tuviera que hacerlo ladrillo a ladrillo.

ꟷGracias, muñeca.

El muchacho del centro, de unos escasos veinte años, se veía cansado y enrojecido. No faltaba mucho para que finalmente cayera ante una última estocada por parte de Francisco. El tiempo se estaba acabando y no había realizado ningún intento de obtener la llave.

ꟷMe siento un poco mareada –susurré en su oído-. ¿Te molestaría que te espere en mi habitación?

Sus ojos se posaron en los míos y genuino interés los invadió. Quise vomitar en ese mismo instante, quizás podría distraerlo aún más de esa manera si arruinaba sus lustrados zapatos de charol. No obstante, tuve que contener el revoltijo que se había instalado en lo más profundo de mi estómago para poder seguir actuando como una tonta.

ꟷPor supuesto que no.

Sonreí con coquetería.

ꟷTe espero allí, entonces.

Con un rápido movimiento, tiré de la llave que asomaba por el bolsillo de su pantalón y deposité un casto beso en su mejilla, para centrar su atención en la piel de su rostro y no en el robo de un objeto que podría costarle su trabajo.

No iba a encontrarme en mi habitación ni en ningún lugar aunque buscara exhaustivamente, pronto me iría y mi presencia no sería más que un recuerdo borroso de una noche de excesos. Con suerte, creería que la muchacha con la que había pasado parte de la velada era su verdadera acompañante y no la ganadora de un sorteo que carecía de sentido.

Escondí rápidamente la llave entre los pliegues de mi vestido, y con pasos tambaleantes y una mano ubicada en mi frente en un intento de aparentar malestar, me alejé del tumulto visualizando la única puerta que poseía ese enorme lugar que podría causarme pesadillas fácilmente.

Respiré aliviada cuando el aire fresco del pasillo me acarició el rostro, sin embargo, mis manos todavía cosquillaban debido al nerviosismo que me habitaba. Aún quedaba mucho para hacer y sentía mi cuerpo vaciarse paulatinamente de energía.

Era la adrenalina drenándose y los sucesos de los últimos días atacándome en un intento de debilitarme, según mis sospechas.

Avancé por el pasillo, utilizando la pared como apoyo y apurando cada vez más cada uno de mis pasos. Me sentí en libertad cuando doblé hacia la derecha en una bifurcación, siguiendo el plano que había aprendido de memoria sobre la ubicación de las escaleras que me llevarían al príncipe marcado.

Samuel había deshabilitado las cámaras de seguridad de los lugares por los que debía atravesar, para simular un espacio vacío en caso de que alguien estuviera vigilándonos. Aun así, sentía un par de ojos posados en mi espalda a pesar de que no había nadie tras de mí al voltearme.

Necesitaba llegar urgentemente a mi destino o probablemente me desmayaría, pues el peso de lo que estaba por venir me estaba ahogando como una cuerda apretada a mi alrededor.

Descendí por los numerosos escalones tres pisos, apegándome a la pared donde las cámaras tenían dificultad para ver sólo por si nuestros planes no salían como lo deseábamos. Al llegar al descanso, abrí la puerta que me separaba de los pasillos de la cocina para apresurarme a llegar al otro lado del piso, donde se encontraba las escaleras que me llevarían al invernadero donde Perseo debía estar esperándome.

Corrí los metros que me separaban de las escaleras, con temor de que algún cocinero o camarero saliera en ese mismo instante de su lugar de trabajo y me encontrara caminando por allí con un vestido de gala que ninguno de ellos, ni yo en otros tiempos, se podía permitir.

Empujé la puerta con fuerza, pues sabía que la misma tenía un seguro que la volvía pesada para evitar que la misma se azotara en caso de quedar mal cerrada. No obstante, lo único que encontré fue más y más resistencia por el lado de adentro. Estaba atascada de eso no cabía duda.

Sentí mis huesos helarse pues sabía que algo andaba mal y en un torpe intento, miré mi brazalete para comunicarme con Samuel aunque tenía certeza que para ese momento todos los servidores estarían apagados.

ꟷSam, necesito ayuda –exclamé contra el pequeño micrófono y solté un suspiro de resignación al ver que mi mensaje era rechazado.

Me adentré en una de las habitaciones, que gracias al riguroso estudio que había hecho de la embarcación, sabía que se utilizaba a modo de depósito. Tomé asiento sobre una caja e intenté recobrar el aliento, mientras repasaba mentalmente los planos para encontrar un camino que me permitiera llegar a destino sin cruzarme con guardias.

El ascensor era mi única posibilidad, el mismo que se encontraba fuera del gran salón del cual acababa de escapar. Con los sistemas hackeados, podría ingresar a cualquier piso reservado pasa uso oficial pero a su vez, carecía de alarmas en caso de que Malvoro o sus custodios se acercaran.

Para añadir más complicaciones estaba segura de que el duelo debía haber concluido al menos quince minutos atrás y que Francisco estaría buscándome. Solté una maldición que en cualquier otro momento me hubiera resultado un pecado, y poniéndome de pie me decidí por llegar al invernadero aunque debiera arrastrarme por el suelo para lograrlo.

Abrí la puerta con ímpetu y me sentí endurecer en el mismo instante en que mis ojos se cruzaron con un par de globos oculares de un peculiar color violeta.

ꟷCreí que no iba a encontrarte nunca.


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