Entrevista a @portaldelibros (Parte 1/4)


Cómo y por qué esta entrevista terminó con la inminente destrucción del universo que conocemos, lo leerán a continuación. Así que les recomiendo quedarse hasta el final.


Comencemos.

***

Partimos hacia el sur buscando despistar a la sacerdotisa.

Para la Guardia es un lujo desprenderse de un par de caballos, por lo que una carreta destartalada que huele a nabos se convierte en nuestro medio de transporte. Vamos a paso de tortuga, jalados por una yegua vieja a la que nombramos Maribel. Fox no para de quejarse del frío, el vacío en el estómago y el dolor en las posaderas.

—La próxima rentamos un dragón —resopla, acomodando las nalgas sobre la madera vieja—. Me apuesto que las escamas no son tan dolorosas como esta chingadera.

Le grita a Maribel que apure el paso. La yegua no tarda en pararse a arrancar los pocos hierbajos que crecen a un lado del camino. Ambos resoplamos.

Es medio día cuando encontramos la desviación hacia Fuerte de la Noche. Estamos ateridos y el bosque tupido nos arropa en una penumbra somnolienta. Maribel sigue la marcha, con nosotros dando cabeceadas sobre la carreta. De pronto, una voz me despierta.

—¿Hacia dónde os dirigís?

Es un campesino y estamos a un lado de sus sembradíos. Veo a la yegua comiendo lo poco que queda de las zanahorias y atisbo un torreón derruido.

—Fuerte de la Noche —respondo, somnoliento y le doy un codazo a Fox para que despierte—. ¿Falta mucho?

El hombre se persigna y murmura algo que no alcanzo a comprender. Le da un golpe a la yegua y la carreta traquetea por el camino otra vez.

—Ese campesino acaba de persignarse —le digo a Fox.

—Seguro te mentó la madre y ni te enteraste. Estas personas tienen formas muy raras de insultar.

Pero yo estoy seguro que fue el símbolo de la cruz. A menos que Martin se haya decantado por el cristianismo, aquello es insólito.

Me mantengo despierto, ahora alarmado. El paisaje se torna más extraño, como si hubiésemos atravesado la frontera a otro mundo sin notarlo. No lo puedo asegurar, pero incluso el bosque ha cambiado de tono y el aire escasea, como si estuviésemos a una gran altura.

Recuerdo las historias que rondan en torno a Fuerte de la Noche, un castillo ahora abandonado que en sus inicios fue la residencia más importante de la Guardia. Las leyendas son muchas, cada una más escalofriante que la anterior. Con decir que alguien sirvió a un príncipe en una empanada y otro recorrió las habitaciones con un hacha, matando a sus hermanos. No imagino como una muchacha puede dormir tranquila en un lugar como ese.

La tarde está llegando a su final cuando la pobre Maribel alanza los bajos del castillo. Siento un escalofrío ante los bordes dentados de las almenas y los torreones caídos. Ninguna luz ilumina los ventanales. Despierto a Fox, que ronca entre el equipaje.

—Déjame dormir —dice con voz pastosa.

Tengo que insistir para que pase delante. Lo hace de mala gana. Solo el aullido de un lobo logra acallar sus quejas.

—Se me olvidaba —dice restregándose los ojos y bostezando—. Melisandre me dio unos regalos.

Bajo su capa aparecen un par de varitas. Una es blanca y roja como un arciano, la otra es negra y plateada, como la luna sobre la noche. Tiembla mi mano sobre la blanca y roja, pero el anillo, que ahora cuelga de un cordón sobre mi pecho, escoce, y retiro los dedos a milímetros de alcanzarla.

—No debiste aceptarlas —murmuro sombrío.

—Nos harán falta. ¡Dijo que Andrada es un vampiro! Y que lo mejor que podemos hacer es acabarla. Dijo que tú... —Me mira como si no me conociera—. Me dijo muchas cosas, Roths. Tiene poderes proféticos.

—Dice ver cosas en el fuego —corrijo impaciente—. Ni siquiera sabe qué es un vampiro. No confío en ella y tú tampoco deberías. En cuanto podamos nos desharemos de las varitas.

—Me quedaré con la mía —asegura.

—Es una trampa.

—¡Andrada es una trampa! ¿No me oíste? ¡Es un vampiro! Hombres murieron durante su estancia en el Castillo Negro.

—Jon me lo dijo, pero dudo que Lady Moisa haya tenido que ver. ¿No ves que Melisandre busca a quién quemar? No pudo con Edric Tormenta y ahora quiere que otro tome su lugar.

—Si tú lo dices...

La entrada a Fuerte de la Noche es una rampa que hiende la colina y que a duras penas Maribel puede remontar. Estamos a pocos metros de alcanzar la cima, cuando un silbido y una sombra encabritan a la pobre yegua.

—¡Hijo de tu chingada madre! —exclama Fox y lo veo señalar las almenas sombrías. Una figura se yergue iluminada por los últimos rayos del sol. Arco y flecha brillan hacia nosotros—. ¡Imbécil! ¡Pudiste sacarme un ojo!

—¡Muy inteligente de tu parte insultar al que te puede dejar tuerto! —grita el desconocido tensando la cuerda—. ¿Quiénes sois?

—¡Lo mismo pregunto!

—Mi identidad no os incumbe.

—¡No somos enemigos! —aseguro—. Somos periodistas. Hemos venido a hablar con Lady Moisa y es de suma importancia que lo hagamos lo antes posible. ¿Sabes dónde se encuentra? ¿O podrías llevarnos con ella?

—Habláis muy raro —comenta el arquero—. Que sepa dónde se encuentra y que os lleve con ella son dos cosas muy distintas. Una de ellas implica la odiosa acción de moverse innecesariamente. —Hace girar la flecha entre los dedos—. ¿Qué queréis en realidad?

—¡Necesitamos verla, idiota perezoso! —le grita Fox impaciente.

Otro silbido le corta la mejilla a la altura del pómulo. Fox prorrumpe en insultos apretándose el corte sanguinolento.

—Ten cuidado, o puede que no te queden ojos para verla —le advierte el arquero. Por lo que puedo deducir se trata de Kaadel, el protagonista de Juego de Sombras, la novela de Lady Moisa.

—¡Imbécil! —Brama Fox.

—Cálmate —le advierto en voz baja—. Ya viste lo que es capaz de hacer, así que no lo provoques.

Kaadel ha desaparecido tras las almenas.

Bajamos de la carreta en el patio desierto. Una vez equilibrados sobre nuestros pies, Kaadel toma las riendas de Maribel y la deja en una caballeriza derruida.

—Lady Moisa no se encuentra en el castillo, pero no anda lejos —nos informa—. Llevaré a uno de vosotros. El otro podrá entrar al castillo mientras tanto. —Pasea su mirada de ojos negros entre ambos—. ¿Y bien? La noche se nos echará encima.

Fox está que echa chispas.

—No te burles de nosotros, arquerito de feria —sisea. Por supuesto ya lo odia—. ¿Quién disfrutaría la estancia en un lugar como este? Ya te tomaste la molestia de bajar, ¿no?, así que llévanos a los dos.

—Si queréis pasar frío, adelante —dice y se encoje de hombros, impasible.

Nos conduce entre las ruinas y no responde a mis preguntas. Vadeamos torres caídas y árboles que se han abierto paso entre las piedras. En un recoveco, lo pierdo de vista y por más que lo busco del otro lado, no lo encuentro.

—¿Viste por dónde se fue? —le pregunto a Fox.

Un gruñido es su única respuesta. Regreso la mirada y me doy cuenta que apenas si puede mantenerse en pie. Balbucea, tiene la cabeza caída y se sostiene la mejilla como si le escociera.

—Ese... arquerito... de feria —escupe dando tumbos.

Lo sostengo antes que caiga y lo tiendo en el suelo helado. Mueve la cabeza de un lado a otro y se nota como lucha por mantener los párpados abiertos.

—Te dije que no te bebieras el tequila —bromeo preocupado.

—Esa flecha tenía algo... —dice con voz pastosa y se toca la mejilla—. Ese cabrón nos engañó. Ese...

—Fue Melisandre —digo y busco las varitas bajo su capa, pero despacha mi mano antes que pueda alcanzarlas.

—Fue el arquero —sisea—. Siento la mejilla como si estuviera... al rojo vivo. Esa flecha... tenía algo. No me hagas... repetirlo o te cortaré... los huevos.

—Está bien. —Me deshago de su agarre y examino la herida bajo la luz mortecina. Tiene un extraño color azulado—. ¿Veneno?

—No —balbucea, está cayendo en la inconsciencia—. El veneno no se siente como esto... Es... no sé qué es, pero tratan de separarnos. No quieren que... que yo... No dejaré que lo arruines esta vez... —Saca la varita y me apunta en la sien—. ¡Mixtio!

Un pinchazo conocido me atraviesa. Dejo escapar un gruñido de dolor cuando noto un pedazo de la consciencia de Fox en mi mente. Alejo la varita con un manotazo, pero no es necesario. Fox ya no la sostiene, está dormido o eso parece, pero también está en mi cabeza susurrando. Me golpeo la sien, pero sé que no saldrá.

«No soy el que debe preocuparte», resuena su voz entre mis sienes. «Levanta la mirada.»

Ojos ambarinos brillan en la oscuridad. Las fauces aparecen después, dando desdentadas. Retrocedo de la impresión y mi espalda choca contra una piedra caída.

—¿Lord Rothfuss? —pregunta alguien desde las sombras.

—¿Quién es? —murmuro, tragando saliva. Intento alcanzar la varita sin perder de vista a los huargos, pero ellos avanzan como si supieran que pretendo hacerles daño.

«Es un vampiro, no confíes en ella.».

—¿Lady Moisa? —pregunto y su figura aparece detrás de las bestias.

—¿Esperabais a alguien más? —responde y cuando su mirada me encuentra, comprendo lo que intentaron advertirme los hombres de la Guardia. Comprendo también que la he visto antes, en Londres, que ha chocado conmigo y me ha dejado su perfume. Y, me estremezco, porque la he visto en otro lugar, en mi sueño, sobre la nieve manchada de sangre.

—Tu arquero le hizo algo a mi amigo —suelto, acercándome a Fox. Ella se acerca también y se agacha para examinarlo.

—No es veneno —asegura—. El azul es somnífero. Vuestro amigo está dormido. Despertará en cualquier momento, os lo aseguro.

«Es un vampiro, Roths, no te dejes engañar por ese rostro dulce ni esa mirada inocente», insiste Fox en mi cabeza.

—¿Por qué Kaadel querría dormirlo? —pregunto. Las inmediaciones atraen mi mirada, pero el arquero no aparece.

—Tal vez equivocó la fecha —dice Andrada alzándose de hombros.

Encamina sus pasos hacia el túnel oscuro del que ha salido. La sigo. El túnel es curvilíneo y me cuesta no tropezar en cada vuelta. Respiro aliviado cuando salimos a un patio donde un árbol de tallo blanco y hojas rojas crece a sus anchas. Es un arciano. Sus raíces se hunden en un espejo de agua que refleja el cielo ennegrecido y una hoguera que refulge a su lado. La nieve alrededor es tan blanca como el tallo.

Andrada toma asiento sobre un montículo de gruesas pieles que ha dispuesto bajo las ramas y con un movimiento de mano, me invita a sentarme junto a ella. Los huargos pasean alrededor.

—¿Encuentras agradable tu visita al Fuerte de la Noche? —pregunto.

«¡Deja las amabilidades! Recuerda la primera pregunta que debes hacerle.»

Lo ignoro y saco libreta y vuelapluma.

—Estoy aburrida, he de admitirlo. La vida sin emoción es bastante monótona.

—Entonces llegué justo a tiempo.

Me mira curiosa. Se ve joven, demasiado joven. El cabello castaño le cae sobre los hombros y sus ojos marrones son difíciles de ignorar. Trago. Los botones de su abrigo son de plata con forma de huargos gemelos. Fox se ríe y escupe la palabra «vampiro» una vez más

—Te buscamos en el Castillo Negro, pero nos informaron que tu estancia en ese lugar tuvo ciertos inconvenientes.

—¿Inconvenientes? A mí me resultó de lo más placentera.

«Bebiendo sangre y coleccionando orejas. ¡Claro que le resultó placentera!»

Me golpeo la sien.

—¿Te encuentras bien? —pregunta.

—Sí, es el frío. —La vuelapluma traza un par de ojos marrones en la libreta—. Me enteré de las muertes que sucedieron durante tu estadía.

—No tengo nada que ver con esas muertes.

—¿Segura? ¿No guardas un secreto?

—¿Solo uno? —Sonríe misteriosa—. Me subestimas.

—Entonces —carraspeo— ¿qué es lo te mantuvo viva en el Castillo Negro?

—Mi encanto. —No ha dejado de sonreír—. Además, tengo guardaespaldas.

—¿Kaadel? El muy cobarde desapareció.

—Oh, Kaadel sabe vigilar desde la distancia. Eso si no se queda dormido del aburrimiento. Pero su puntería es muy buena. Confío en él.

—¿Y yo puedo confiar en ti, en que me dirás la verdad?

—No soy de las que mienten.

—Entonces, hacer un juramento de veracidad no te importará. Los Antiguos Dioses se encargarán de tomar tu vida si lo incumples.

—¿Qué clase de juramento es ese? —pregunta desconfiada.

—Uno muy divertido. Solo tienes que hincar la rodilla frente al arciano y decir: La noche se avecina, ahora empieza mi tortura. No terminará hasta que vacíe todos mis secretos en esta entrevista. No diré mentiras, no poseeré prejuicios, no engendraré resentimientos ni odio hacia mi buen entrevistador.

—Punto número uno, no pienso arrodillarme. —Se voltea hacia la cara tallada en líneas rojas del árbol —. Punto número dos: La noche se avecina, ahora empieza mi diversión. No terminará hasta que consiga todos los secretos de mi entrevistador. Diré lo que me convenga, no poseeré prejuicios, intentaré no engendrar resentimientos ni odio hacia mi buen y extraño entrevistador. Y por cierto —sonríe sardónica y señala un punto detrás de mí. Volteo y encuentro a Kaadel que mueve una flecha entre sus dedos—. Él no promete nada.

—¿Te divierte cambiar el juramento que haces frente a los dioses?

—¿Y a ti que me arrodille?¡Como si fueras una especie de rey! No me vengas con milongas. Comienza con las preguntas de una buena vez.

—Eso tendrá que esperar —dice el arquero y señala el cielo—. Una tormenta se avecina. Entremos al castillo.

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mixtio: Hechizo que permite que la consciencia de otro habite en la nuestra. 

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