Entrevista a @ktlean1986 (Parte 2/3)
—Oh, por Dios. Sí, lo he hecho... —murmura traviesa. Daniel da un respingo. —Déjame recordar... —continúa mirando al techo—. La que se me viene ahora a la cabeza es una escena de Los detectives salvajes.
Se echa a reír y me abstengo a decir que eso suena a porno del bueno.
—Es una escena del narrador —continúa—. Por lo que recuerdo, es su primera experiencia sexual.
—¿Y es muy candente?
—No sé si taaaaaaan candente, pero tal vez ese día andaba con la guardia baja.
—¡Vaya que eres valiente! —admito—. Pensé que esta era comodín seguro y ya me estaba preparando para, no sé, ¿la pregunta al público?
Hubiera sido divertido saber lo que tenían que decir sus seguidores al respecto.
Se echa a reír.
—No lo descartes, porque si hay más preguntas como esa...
—La siguiente es más suave, tranquila. ¿Cuál consideras que es tu peor defecto como escritora?
—Supongo que el hecho de que siempre escribo de lo mismo. Soy muy obsesiva con los temas que me gustan y me cuesta abandonarlos. Aunque tampoco estoy dispuesta a escribir de temas que no me interesan.
—Ser fiel a uno mismo es una característica admirable, pero supongo que en algún momento se te acabarán las ideas. ¿Qué sueles hacer para inspirarte?
—La verdad es que no creo en la inspiración. Cuando llego a un punto de mis libros que me cuesta un poco más, no me fuerzo y dejo que las respuestas lleguen cuando hace falta. Solo trato de no impacientarme. Lo cierto es que jamás he tenido un bloqueo, si entendemos eso como falta de ideas.
—Es curioso que no lo hayas tenido.
—Quizás suena un poco altanero, pero es cierto. Quizás influye el hecho de que trabajo mis ideas durante mucho tiempo antes de ponerlas sobre el papel. En el caso de El Club, por ejemplo, por casi diez años. Fue la primera obra que estructuré en mi vida como escritora y le tengo mucho cariño.
—¿Oyeron eso? —suelta Daniel.
—¿Qué cosa? —dice Ktlean.
—Como si alguien tocara a la puerta.
—Entonces ve a abrir —digo yo. Daniel me hace una mueca.
—No es la puerta, estoy seguro. La puerta tiene timbre.
Mira al suelo con el entrecejo fruncido.
—Son ideas tuyas —le digo manteniendo la calma y le susurro a Ktlean—: Los personajes se ponen algo paranoicos cuando mencionas el nombre del libro del que vienen.
—Ah, entiendo —dice ella que ya había comenzado a preocuparse—. Trataré de no mencionarlo otra vez.
—Entonces, prosigamos...
—¡No estoy paranoico! —exclama Daniel y toma un paraguas del perchero—. Aquí pasa algo extraño. ¡Los ruidos vienen de abajo!
—Suelta ese paraguas —le pide Ktlean—. No es nada.
—¡Claro que sí! Es tarde y mis amigos no han regresado.
Suspiro y miro el reloj.
—Admito que lo descubriste más pronto de lo que pensé —suelto.
—¿Qué sucede? —pregunta Ktlean.
Sherlock ingresa al salón y se sienta a mi lado.
—La siguiente no es una pregunta, es una cuestión de vida o muerte. —Ella me mira sin entender, pero la tranquilidad con la que lo he dicho la mantiene con la guardia baja—. Tengo a los amigos de Daniel en el sótano. Cuando dé la orden, nuestro querido amigo Sherlock soltará un veneno que los matará al cabo de... ¿Cuánto tiempo estima, detective?
—Diez minutos —carraspea el viejo—, depende de cuánto se resistan a respirar.
—Digamos que quince para no errar —sonrío y la señorita Mala Suerte no sale de su perplejidad. Daniel no deja de apuntarme con el paraguas, pero de nada le servirá—. Así que bien, solo hay una forma de salvarlos: tú decidirás quien se sacrificará en nombre de todos. Una muerte a cambio de cuatro vidas. Es un trato justo y como sabes, si lo matas aquí, morirá en tus libros.
—Esto debe ser una broma —murmura asustada.
—No es una broma.
—No pienso sacrificar a nadie —acota decidida—. Usaré un comodín.
—Temo que eso no será posible —enuncia Holmes. Lo veo alzar un revólver y quitarle el seguro con un sonoro clic—. Alguien debe morir, Lady P. Elija con cautela.
Daniel se coloca frente a ella y abre el paraguas. Dejo escapar una carcajada.
—Cooperen y esto acabará rápido —acoto.
—Sherlock, no puedo creer que se prestara para esto —farfulla Ktlean.
—Qué puedo decir, la vida cotidiana está acabando conmigo. Lord Rothfuss me ha recordado que puedo salir de mi retiro. —Detona el arma y la bala se entierra a unos cuantos centímetros en la pared tras Ktlean. Doy un respingo, no esperaba que estuviera cargada—. Mi puntería no ha cambiado, Lady P. Le pido con amabilidad que colabore con nosotros, lamentaría lastimarla.
Ya no sé si Holmes está hablando en serio o solo está actuando. Sea lo que sea, le echo una mirada significativa esperando que se calme y le hago una seña para que baje el arma. Ni siquiera me mira.
—Escoge a alguien —le pido a Ktlean en un intento por ganar tiempo.
—No lo haré —suelta impasible.
Holmes ríe por lo bajo y da un paseo por el lugar sin dejar de apuntarla.
—Está bien. Dejaremos que Daniel escoja—. Apunta al chico—. Dime jovencito, cuál de tus amigos merece morir.
Daniel está temblando, apenas si puede sostener el paraguas.
—No tienes que hacerlo —le dice su creadora.
—Yo diría que Frank —responde él sin apartar los ojos del arma, está muy asustado—. Es demasiado bueno como para vivir con la culpa de que alguien muera por él.
—Buena elección. ¿Procedemos, Lord Rothfuss? —Señala a Ktlean con una sonrisa trastornada—. Usted tiene que hacerlo, Lady P. Es su creación. ¿Cómo le gustaría hacerlo? ¿Con las manos? ¿Con un cuchillo?
—Me temo que esto ha llegado muy lejos. —No voy a negar que me estoy divirtiendo, pero Holmes se está pasando de la raya—. La Señorita Mala Suerte tiene derecho a usar los comodines.
Ktlean respira aliviada y me mira como si siempre hubiera sabido que me iba a echar para atrás, pero Holmes no baja el arma, al contrario, la mueve con furia frente a los dos.
—¡No dejaré que arruines el caso que me sacará del retiro! —carraspea. Tiene los ojos inyectados de sangre y un hilo rojo le escurre por una fosa nasal—. Si Lady P lo mata, podré llevarla ante la justicia. Volverán a confiar en mí. ¡Ya nadie confía en las deducciones de un viejo adicto como yo! ¿Han olvidado todos los casos que resolví? ¡A las familias reales que salvé! ¡Ahora todo es ADN, luz ultravioleta y esos fastidiosos capítulos de CSI! ¡VOY A EMERGER COMO EL MÁS GRANDE DETECTIVE DE LA HISTORIA Y UNOS JOVENCITOS INEPTOS NO ME DETENDRÁN!
Meto la mano en el bolsillo en busca del anillo, pero Holmes es más rápido y dispara. Un dolor agudo me atraviesa el costado, doy unos pasos hacia él con las manos en alto y ocurre otra detonación que me derriba.
Vislumbro como Daniel intenta quitarle el arma y hay una tercera detonación, un grito. El muchacho está en el suelo junto a mí.
Busco con la mirada a la señorita Mala Suerte, pero la anciana casera está detrás de ella y acaba de retirarle un pañuelo de la nariz. Sonríe en dirección a Holmes, mientras Ktlean cae de lado, incosciente.
—El caso que me sacará del retiro —repite Holmes y yo intento incorporarme, pero resbalo... en mi sangre—. ¿Cómo voy a llamarlo? ¿La Mala Suerte acaba con cinco chicos? No, se escucha nefasto. Estoy viejo para los nombres rimbombantes. ¿Cuánto dinero cree que ganemos, Mrs Abbot?
Parpadeo y la inconsciencia me arrastra.
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