Entrevista a @ktlean1986 (Parte 1/3)
Cómo y por qué esta entrevista terminó con el clímax y la muerte de cierto adolescente, lo leerán a continuación. Así que les recomiendo quedarse hasta el final.
Comencemos.
***
«Todo sea por el deber periodístico», me digo cuando bajamos en King's Cross. Con el equipaje al hombro y una mirada agridulce, luchamos contra la marea de gente que recorre la estación en la hora pico.
No quiero sonar a vlogger de viajes, pero diría que visitar Londres en esta época del año no es buena idea. Se distingue, tras el domo, un cielo color pizarra que desanima a cualquiera. Sobre todo a mí, que detesto la lluvia, el frío, la nieve, Frozen y...
Alguien choca conmigo.
Regreso la mirada, pero la chica se aleja entre la multitud y solo vislumbro una bufanda y un broche plateado con la forma inconfundible de un par de huargos.
—¿Has visto a esa chica? —le pregunto a Fox.
—¿Eh? ¿Cuál chica?
—La que va por allá —intento señalarla, pero termino golpeando a alguien.
—Por allá hay como veinte, pendejo.
—La que acaba de chocar conmigo, imbécil. Tenía una bufanda y un broche de huargos.
—¿Y quieres robárselo o qué? ¿No tienes suficiente con tu colección de Juego de Tronos? Ya vas por las trescientas piezas, ¿no? Eres un nerd.
—Son doscientas cuarenta y tres y ninguna casa tiene de emblema un par de huargos o recuerdas alguna que sí lo tenga.
—No realmente, pero eso no importa ahora. —Me golpea en la nuca y casi me hace tropezar—. Concéntrate cabrón. ¿No se suponía que Sherlock vendría por nosotros?
Gruño y lo empujo. Ya casi alcanzamos la salida, pero ni rastro del detective.
—Seguro se le olvidó —sisea Fox.
—No estés tan seguro.
Señalo al puberto que sostiene un letrero con nuestros nombres. Tiene la impaciencia del mundo tallada en el rostro y la gente lo evita, como si desconfiaran de él.
—Tú debes ser Daniel Martínez —le digo. Es el personaje que acompañará a Ktlean en la entrevista.
—¿Nos vamos ya? —dice el chico y echa a andar.
—Toda una joyita —murmura Fox.
Tomamos un taxi. Las calles encharcadas se convierten en laberintos húmedos y vacíos que evocan lo fríos y pomposos que pueden ser los ingleses.
—¿Qué nos puedes decir de Ktlean? —le pregunta Fox al chico—. ¿Qué clase de persona es?
—¿Por qué tendría que saberlo? —responde mirando el paisaje con indiferencia.
—Porque pareces un chico inteligente y me apuesto que la conoces muy bien.
Daniel hace una mueca.
—Ella me cae bien por ahora. Además, no puedo dejar de agradecerle esta personalidad increíble que me ha dado.
Nos echamos a reír.
—De humilde no tienes un pelo, ¿o sí? —le dice Fox—. Pero vamos, que eres su marioneta después de todo. ¿No hay nada que la marioneta quiera decir? ¿No hay trapitos sucios de aquella que mueve tus hilos?
Se queda pensativo.
—Como has dicho, ella mueve los hilos, así que es buena manipulando gente, aunque no infalible. Como una sanguijuela, o un virus, su efectividad depende de la debilidad de la víctima. Ha logrado manipular de forma terrible a personas con nula autoestima y mucha ingenuidad. Y también les ha metido un par de goles a presas más difíciles, pero han sido pocos.
Esta vez no reímos y Daniel parece satisfecho, aunque su renovada indiferencia no lo deja traslucir.
—Lo dice alguien que la conoce muy bien —le murmuro a Fox.
—Deberíamos separarnos, atacar por dos frentes, no sé si me entiendes —murmura de vuelta.
—¿Ya quieres escapar de nuevo? —escupo.
—Claro que no. Estaré al pendiente. Basta con que me envíes un mensaje y vendré corriendo. Además, alguien tiene que poner a buen recaudo eso que llevamos. ¿Y si las cosas salen mal? No queremos que nuestra arma caiga en manos equivocadas, sobre todo con el Ministerio de Magia tan cerca.
—Está bien, vete pues. Pero estate atento, cabrón.
Fox golpea el hombro del taxista y baja con el equipaje.
—¿Por qué te abandona? —pregunta Daniel.
—Tiene otros asuntos que atender. Y no me está abandonando.
—Claro que sí—replica y parece algo triste—. Todos los amigos lo hacen de un momento a otro.
Es la anciana casera quien abre la puerta del 221 B. Nos reprocha las botas sucias y nos invita a deshacernos de los abrigos. Daniel le pide chocolate caliente y ambos entran a la cocina. Yo prosigo hasta el segundo piso donde encuentro al viejo Holmes.
Si no están familiarizados con él, lo describiré como un tipo alto, casi tan alto como yo que mido 1.80. Encorvado por los años, no tiene cabello del que pueda presumir y las arrugas le atenazan la piel a un rostro en exceso huesudo. Su nariz irritada y destruida no le deja caminar sin prescindir de un pañuelo, pero conserva, eso sí, la mirada penetrante y esa expresión de viveza que ciertas dosis de un polvo blanco agudizan. Al menos no lo está usando cuando entro en la habitación.
—Lord Rothfuss —carraspea. Me echa un vistazo abstraído—. ¿Sigue metiéndose en peleas?
—¿Peleas?
Señala mis nudillos lastimados.
—Ha dado un buen derechazo —comenta—. Le pone tenso venir a Londres.
—Es la época.
—No intente ser afable, cuando los dos sabemos que odia a los londinenses y sus maneras rigurosas de "ser afables".
Me permito reír.
—También parece que le preocupa una mujer —carraspea.
—Diría que no es preocupación, pero la señorita que voy a entrevistar...
—No hablo de Lady P. Ha chocado con una señorita en la estación, le ha quedado el perfume. ¿Ha soñado con huargos?
Parpadeo. El tren... el sueño... la sangre.
—¿Cómo...?
—¿Lo he sorprendido? —Se regodea para luego toser los pulmones sobre el pañuelo blanco—. Pues esta vez me guardaré mis deducciones. Por cierto, ya tengo el veneno preparado. Usted me dirá cuándo empezamos. ¿Ha traído el pago?
Le entrego el dinero prometido. A Holmes le brillan los ojos mientras cuenta los billetes. Me supongo que su vida en el retiro no le provee riquezas.
—Sobre los jovencitos... —comenta en baja voz y le echa una mirada a la puerta cerrada—. Daniel comienza a sospechar. Por eso lo mandé a King's Cross. Y mi casera está horrorizada. Estuvo a punto de llamar a la policía. La detuve argumentando que se trata de un experimento.
—Hizo bien. —Le guiño un ojo y sonríe. Le faltan un par de dientes—. Por Daniel no se preocupe, lo mantendré ocupado. ¿Piensa que sus amigos fueron a recorrer Londres?
—Sí, pero cómo le dije...
—Y los chicos, ¿siguen dormidos?
—No tardarán en despertar.
—Intentaré no demorar con las primeras preguntas. ¿Tiene el archivo sobre Ktlean?
—Puede buscarlo en el índice, pero no encontrará demasiada información.
No me cuesta localizarlo. Una foto acompaña el archivo, que como ha dicho Holmes, no es muy extenso.
Nombre: Aileen P. R., mejor conocida como @ktlean1986 en una red mágica llamada Wattpad; y hace poco apodada Lady Mala Suerte por T. J. Rothfuss.
Edad: 27 años
Residencia actual: Chile.
Profesión: Escritora, vendedora de aparatos mágicos, torturadora ocasional.
Descripción: No gusta mucho de la gente, no más que los libros. Es muy dual en las cosas: puede ser caótica para algunas y muy pasiva en otras. A veces le gusta hacer experimentos sociales y claro, descarga toda su sociopatía cuando escribe.
Libros publicados: El Club, Las Tres Pipas, Elemental Imaginario, Cadáver sin nombre, Agencia Paranormal Almahue.
Debilidades: No tiene el sentido del olfato.
Obsesiones: YO, Sherlock Holmes.
Ruedo los ojos hacia el detective, que dice algo entre dientes mientras se marcha de la habitación. Solo regresa para avisarme que Ktlean ha llegado. Bajo los escalones y la encuentro en el salón, Daniel está a su lado.
—¿Rothfuss? —pregunta, entornando los ojos tras las gafas.
—El mismo que entrevista y tortura. ¿Lista para comenzar?
Asiente. Se ve tensa, pero decidida. Mira de reojo mi libreta y la pluma a vuelapluma.
Daniel, por su parte, tiene toda la pinta de estar aburrido. Cuándo le pregunto si ha disfrutado el chocolate, solo hace una mueca y se encoje de hombros barriendo el salón con una mirada cansada. La señorita Mala Suerte me dice que Daniel prefiere que lo dejen tranquilo.
—Es el más directo de todos, por eso lo escogí —agrega con una sonrisa—. Será el que diga las puteadas y no yo.
Reímos. Si todo va bien... habrá mucho de eso.
—Bueno Daniel, ¿estás listo para dejar de lado esa seriedad?—El muchacho no da señales de haberme oído y Ktlean parece disfrutarlo. Centro mi atención en ella y sonrío—. Señorita Mala Suerte, vamos a comenzar con algo divertido. Escogí a tres de los autores que sigues en Wattpad. Te invito a decirme con quién te casarías, a quién matarías y con quién tendrías una noche de sexo sucio. Tendrás que escoger entre PendejaOdiosa, L-ZigZag y TyGwyn.
—¡Puras mujeres! —Me traspasa con la mirada—. ¡Maldito!
—Gracias —sonrío de oreja a oreja.
—Okey, no me daré por vencida con la primera pregunta —se decide con un suspiro.
—Eso espero —le guiño.
Se queda pensativa.
—Tendría sexo sucio con... PendejaOdiosa —afirma mirando el techo—. Me parece muy interesante su forma de pensar, sus gustos. Siento que el post sería una buena charla y eso es lo más importante.
Dejo escapar una carcajada.
—Ya quiero saber con quién te casarías. Por cierto, te casarías pero nunca tendrían sexo.
—¡Entonces no cuenta! —Se tapa la boca con las manos—. No, mentira. Ok, sigo. Mataría a... TyGwyn, pero antes le haría firmar un documento en el que me ceda el derecho sobre sus obras. Por Dios, es la autora de Io, Saturnalia.
Lo tiene todo muy bien pensado. No sé si eso debería alarmarme.
—Solo nos queda L-ZigZag. ¿Por qué te casarías con ella?
—Es una de las autoras que más respeto —dice tranquilamente—, y eso es esencial en el matrimonio. Además, es muy exitosa.
—Y eso último es lo principal —comento, malicioso—. ¿Para ti qué significa alcanzar el éxito como escritora?
—Antes estaba preocupada por el hecho de publicar en físico, ganar algún concurso, o un fondo; pero cuando publiqué en Wattpad me di cuenta que con el simple hecho de que me lean ya es un éxito. —Sonríe con afecto—. Es decir, aun quiero que me publiquen en físico, pero el que una lectora te diga, por ejemplo, que se quedó hasta las cuatro de la mañana leyendo tu libro o que quieran hacerte un fanart; o ver que alguien lee capítulo tras capítulo durante un fin de semana... Eso para mí es éxito, aunque suene cursi.
—Sí que suena cursi —admitió y ella ríe—. Cursi en el buen sentido, si es que hay un buen sentido para esa palabra. Todos queremos ser leídos.
» Pero de lo cursi pasaremos a algo más pesado. Espero estés preparada.
Me aclaro la garganta en un intento por mantenerme serio. Es un tema delicado, pero nada puedo hacer contra el azar. ¡Qué mala suerte le ha tocado!
—¿Te has masturbado durante o después de leer una novela? —Estoy conteniendo las carcajadas—. Tendrás que decirnos cuál fue la obra si la respuesta es afirmativa.
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