Entrevista a @Guideonh (Parte 2/3)
—¿A quién tengo que seducir? —dice alguien y no tengo que voltear para saber que es Kassia. El joven de cabellera blanca tiene un tono característico que lo delata—. Rothfuss, has llegado por fin —agrega en mi dirección y luego lo escucho en mi mente—: Es un desperdicio que no te acompañe cierta narradora.
—Tienes que seducir a Andrada —dice Alejandro, entusiasmado.
—Pues dudo que esté por aquí, ¿o sí? —intervengo y observo con desdén el esmoquin de cuero que lleva Kassia. Es esbelto como una cuchilla, nadie pensaría que con verlo que es un ser poderoso.
—La subestimas, ese es tu problema —suelta Kassia—. Ahí está.
—¡Andry! —llama Alejandro. Son buenos amigos.
Me pido otra cerveza —¿en qué momento terminé la primera? —para escudarme tras algo mientras ella se acerca. Lleva un vestido verde, de corte griego; la cabellera recogida en una trenza le da un aire más maduro. Cuando se cruzan nuestras miradas, estoy avergonzado. Nuestra entrevista se salió de control. Kaadel, que la sigue de cerca, me echa una mirada oscura; no me ha perdonado. Me gustaría decirle que tampoco me he perdonado, ni a Fox... sobre todo al imbécil de Fox. Pensar en lo que pudo haber sucedido si él se hubiera salido con la suya, me hace resoplar y apretar la jarra con furia. Cierto escozor crece en mi pecho.
—Si voy a seducirla, tengo mis condiciones —dice Kassia en un susurro.
Alejandro resopla.
—Casi olvido que te creé así. ¿Qué quieres?
—Bueno, digamos... que en lo que está por venir entre Caleb y Risae... quiero que me des lo que deseo. Ya sabes el qué.
Alejandro asiente con fastidio y Kassia se dirige al encuentro de Lady Moisa. Al mismo tiempo, el aire se rasga con las suaves notas de un violín. La canción moderna cambia a otra más... medieval.
Andrada se detiene ante Kassia, cerca de nuestra mesa. Lo estudia con la mirada, pero Kaadel sigue de largo y me increpa.
—¿Dónde está ese desgraciado pelirrojo?
—No hagas mucho escándalo —le advierte Andrada y el arquero bufa.
—Siempre diplomática, Lady Moisa —le dice Kassia con la voz suave, aterciopelada.
—¿Os conozco? —replica ella.
—No, que yo sepa. Pero yo a vos sí. ¿Dónde ha dejado a sus huargos?
—Al parecer no podían entrar sin invitación —Compone una mueca irritada—. Creo que ciertos entrevistadores han tenido algo que ver en el asunto. —Me mira con reproche—. No entienden que son inofensivos si nadie se pasa de la raya. Y ahora, ¿quién sois?
—No se me ocurre una situación en la que un huargo, por excepcional que sea, pueda ser peligroso. —Kassia se encoge de hombros—. En cualquier caso, los entrevistadores tampoco son nada del otro mundo. No sé de dónde han sacado la fama de torturadores...
Bufó y pienso que no le gustaría saber de dónde la hemos sacado. Kassia regresa la mirada y sus ojos, antes tan tranquilos, se abren con horror. Ha encontrado en mi mente ciertos recuerdos que yo preferiría borrar. Le sonrío y tomo de mi cerveza.
—Disculpe mi descortesía, me llamo Kassia —se presenta, aunque la voz no le sale tan segura como antes.
Andrada alza las cejas y su indiferencia se esfuma.
—El famoso Kassia en persona. ¿Por qué no te he visto antes?
—He ido a recorrer la fortaleza; tiene una arquitectura peculiar. Vivo entre pasadizos y túneles, por lo que esto llama mi atención.
—Es interesante que Alejandro te haya escogido como acompañante. Un placer conocerte al fin. No esperaba que vinieses tú.
—El bueno de Alejandro cree que ha sido él quien lo ha decidido. —Kassia sonríe y Alejandro deja escapar una carcajada—. No sabe que esa decisión tiene poco de suya. Sabía que la encontraría por aquí, querida. La pieza que está sonando, ¿le agrada? ¿Identifica cuál es? ¿Le gusta el autor?
—No logro ubicarla, algo bastante frustrante teniendo en cuenta que mitad de mi vida la paso entre partituras.
Kassia mira de nuevo a los violinistas, que comienza a tocar a un ritmo frenético. Se acerca y le susurra algo a Andrada.
—¿No es peligroso contarme estas cosas? —suelta ella, apartándose, pero una sonrisa le pinta la boca y mira a Alejandro, que sigue comiendo—. ¿Quién dice que no revelaré ese secreto cuando tenga la oportunidad?
—Él sabe que es un clásico muy antiguo de mi tierra —dice Kassia refiriéndose a la música, supongo—. Se dice que aquellos que no la bailan no encontrarán jamás la fortuna en el amor. Diría que me sorprende que el violinista la conozca, si no fuera porque la está tocando expresamente para vos, a orden mía, mi señora. —Hace una reverencia y bufo ante su pomposidad. Me acabo la cerveza de un trago y pido la tercera—. En cuanto a nuestro pequeño secreto... Digamos que conozco alguno de los vuestros, sé que os gusta jugar duro. No me hará revelarlos a periodistas de verdad, ¿no?
—¿Has dicho jugar duro? —pregunto, interesado.
—También hemos hablado de periodistas de verdad, así que no sé por qué te das por aludido —suelta Kassia.
—Los periodistas "de verdad" son aburridos —repongo y tomo de la cerveza que acaba de aparecer ante mí.
—Rothfuss —dice Andrada como si acabara de reparar en mi presencia—. Es una sorpresa verte por aquí. Veo que te has recuperado bastante rápido del frío del Norte. ¿Y tu compañero? ¿No viene contigo?
—Fox podría estar asándose en las brasas de Mordor, que poco me interesa —acoto con desdén—. Es un placer verla de nuevo, Lady Moisa. Espero que nuestra aventura no la haya alejado del fuego para siempre —le guiño.
—Por tu propia seguridad no quieras comprobarlo —suelta con brusquedad.
Mi osadía me sorprende y lo oculto tras la cerveza. El que nada puede ocultar es Kassia, que me mira con fastidio. Sus ojos me taladran y siento el impulso de irme, pero resisto. El imbécil trata de ejercer su poder sobre mí.
—Gracias por la dedicatoria —añade Andrada, dirigiéndose a Kassia— pero me temo que si quieres algo de mí, deberás esforzarte un poco más. Guardo mis secretos con recelo, dudo que lo que ha llegado a tus oídos sea fiable.
—-Concédame este baile, mi señora, y así discutimos sobre sus secretos. Hay cierta leyenda sobre su patria, Rumania, que genera no pocos rumores en torno a su persona.
Andrada lo mira pensativa y yo deseo que lo ignore por completo y se siente en la mesa, con nosotros. Noto que Kaadel se ha marchado, ¿por qué no está cuando su creadora más lo necesita?
—Debo advertir que a la hora de bailar, tengo dos pies izquierdos —evade Andrada.
—No se preocupe, yo tengo dos pies derechos y soy zurdo. Entre los dos haremos un completo —responde Kassia, guiñándole un ojo.
Resoplo ante el doble sentido de sus palabras.
—No digas luego que no te lo advertí —cede ella y ambos se alejan por la pista. Se abre un corro a su alrededor, supongo que Kassia lo ha ordenado.
—Desde aquí no escuchó nada —me quejo, observando como la toma de la cintura para guiar sus pasos.
—No tenemos que escucharlos para saber si Kassia ha completado el reto —dice Alejandro—. Bastará con lo que veamos.
—Quiero escucharlos —insisto.
Me levanto y me tambaleo, mareado. ¿Pero cómo? Apenas me he tomado... ¿Cuántas cervezas? ¿Cuentan las que bebí en la Deus Ex Machina? ¿Cuánto he bebido desde que Fox y yo...?
Entro a la pista, ignorando los cálculos y entiendo que sin pareja me veo ridículo. Diviso a Beatrice, sentada en una de las mesas.
—¿Quieres bailar? —le pido algo brusco y le tiendo una mano.
—Yo... —duda y mira al hombre que tiene a su lado, un borracho que se ha quedado dormido sobre la mesa. Su cabello rubio me suena de algo, entonces lo recuerdo...
—¡Él! —digo señalándolo—. ¡Él estaba en el Cuervo Sediento!
—Shh, ¡no lo despiertes si quieres bailar! —avisa y toma mi mano. Me arrastra entre las parejas y chocamos con unas cuantas, entre ellas la de Granuja y Madame_Miau, que más que bailar, discuten sobre los pormenores de su mudanza.
—Lo siento —me disculpo y nos encamino hacia Kassia, pero es imposible vadear a las parejas que nos rodean.
—Mierda —siseo. Mi altura me permite verlos, pero no escucharlos.
—¿Te he pisado? —pregunta Beatrice y se aleja para verme los pies.
—No es eso, es que quiero oír lo que dicen Kassia y Andrada, pero hay un muro de cuerpos ante nosotros.
Un muro que Kassia ha plantado, sin duda.
—¿Es tan importante saber lo que dicen?
—Es para la entrevista.
—¿Recuerdas lo que te mencioné? —dice resiguiendo el dije. Por un segundo mi atención se centra en ella—. Si tuvieras que usar tu magia, el citra te ayudará a proyectarla.
—¡Lo había olvidado! —Concentro mi atención en la pareja y pronuncio—: audiunt.
—¿No crees que exageras? —Está diciendo Andrada con un tono de desconfianza—. Me gusta pasar desapercibida.
—Tranquila, tan solo los vemos nosotros —contesta Kassia—. Es nuestro concierto privado. Nadie más escucha la melodía.
—Todo un detalle de tu parte —dice Andrada con sarcasmo—. ¿Te importaría decirme ahora qué pretendes con tanta pomposidad?
Kassia voltea a mirarme con fastidio, sabe de mi pequeña estratagema.
—¿Qué pretendo, querida? —pregunta, pero no la mira a ella, sino a mí. Sonríe—. Es muy sencillo. Os pretendo a vos.
—Si es una broma, es una de mal gusto —le contesta Andrada.
—No soy muy dado a las bromas —continúa Kassia—, pero soy un amante... de la música y la belleza. Y creo que en vos se han aunado ambas.
—He de admitir que tienes buen gusto —concede Andrada, pero no parece muy seducida que digamos. Río ante el pensamiento.
Kassia me lanza otra mirada y de repente escucho un lejano eco en mi cabeza, es su voz.
«Creo que he conseguido más avances que tú en menos tiempo», le escucho decir y siento como algo frío asciende por mi columna. Resoplo.
—No le hagas enojar —advierte Beatrice, intuitiva, e intenta que nos alejemos de la pista, pero me abro paso en dirección contraria.
—Con permiso —le digo a Kassia y me interpongo entre él y Andrada. Ella me mira con el entrecejo fruncido—. Te mostraré como se hace —agrego y la llevo lejos de él.
—¿Qué se supone que pretendes? —espeta ella, molesta, siguiéndome porque la tengo agarrada por la muñeca.
Paro y le susurro al oído:
—Hago lo que debería haber hecho desde un principio.
—¿De qué estás hablando?
—¿Hablar? —Sonrío mientras deslizo mi mano por detrás de su cintura—. Creo que eres una mujer con la que sobran las palabras. Esa lengua que tienes se sabe todas las respuestas, ¿no es así?
—Esta en concreto no, así que haz el favor de ilustrarme —sisea.
—¿En serio quieres que te ilustre? —Estoy sonriendo de manera perversa—. Dicen que el pez muere por la boca.
Ella parece entender de qué voy.
—Atrévete y acabarás en urgencias con un tacón clavado en el empeine —advierte.
—Creo que me voy a arriesgar —acoto y subo mi mano hasta su nuca. Siento el poder de Kassia, intentando detenerme, pero es inútil...
La primera ronda de entrevistas está por concluir. ¿Qué creen que pasará a continuación?
¿Han descubierto ya quienes se casan? He dejado muchas pistas sueltas por ahí.
Y si piensan que los cameos han terminado, no, no han terminado. Ya verán...
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