Entrevista a @CiruelaAcida ( Parte 1/2)

Cómo y por qué esta entrevista terminó en un anuncio de boda, lo leerán a continuación. Así que les recomiendo quedarse hasta el final.

Comencemos.

***

Rodeada por una muralla derruida, la fábrica de chocolate de Willy Wonka se levanta sobre un pueblo fantasmal, tan desolado que ni siquiera las ratas se atreven a escarbar entre la basura. Es el lugar que la autora de No Cruces el Bosque ha elegido para entrevistarse con nosotros.

Admito que el excéntrico dueño de la fábrica se cuenta entre mis preocupaciones más grandes: su locura ha saltado de cómica a escalofriante con el paso de los años. Si los rumores son ciertos, nuestra incursión a la Montaña del Destino bien podría pasar por una visita a la tienda de dulces comparada con esta. ¡Qué ironía!

—Algo te picó —le digo a Fox y le señalo la plasta roja que tiene en la barbilla.

—Es mi alergia —responde con la garganta seca. Frunce la nariz como si el olor a chocolate que inunda la callejuela lo asqueara.

—¿Alergia?¿Cuál alergia?

—¿No lo recuerdas? ¡Soy alérgico al chocolate!

—Ni lo recuerdo ni te creo —suelto escéptico.

—No solo al chocolate —continúa abriéndose los botones de la camisa. Tiene plastas rojas en el cuello y estoy comenzando a pensar que no bromea—. Soy alérgico a todo lo dulce, empalagoso, azucarado, incluso a lo dietético. Por no mencionar los fanfics de Harry Styles, BTS y todo el Omegaverse. El antihistamínico no está surtiendo efecto.

—No mames, cabrón —suelto contrariado—. Wonka huele la debilidad a kilómetros. Se te echará encima cuando te vea así. Ya sabes lo que les pasó a esos niños.

—Sí, ya lo sé —dice y tose—. Por eso me quedaré por aquí y me inyectaré otro antihistamínico. Te alcanzaré cuando me sienta mejor.

Bufo contrariado.

—Pues qué se le va a hacer —siseo—. Dame el anillo de poder entonces.

—¿El anillo?

—El anillo de oro que tiene una inscripción en la lengua negra de Mordor —suelto con sarcasmo—. Dámelo.

—Pero si se quedó en la estación con el resto del equipaje.

—¡Cómo que se quedó en la estación! ¡Se suponía que lo ibas a cuidar!

—¡El casillero mágico lo cuida mejor que nosotros!

—Idiota...

—Además, solo enfrentarás a una ciruela. Lo peor que puede pasar es que te dé acidez.

—No es ella quién me preocupa.

Con la mandíbula apretada y un mal presentimiento, dejo a Fox en la choza y traspaso los portones oxidados de la fábrica. El lugar está desierto a excepción de un gato que me observa desde un rincón. El silbido del humo al salir de las gigantescas chimeneas es lo único que interrumpe la calma, pero entonces, con el repicar de unos zapatos de tap, aparece Wonka. Lo reconozco por la chistera negra que lleva en la cabeza, el frac de terciopelo color ciruela —¿coincidencia?— y los pantalones verde botella. En su mano tiene un bastón con mango de oro y empieza a cantar dando la bienvenida a niños inexistentes.

Retrocedo alarmado.

No luce saludable. La barba enmarañada le llega hasta medio pecho y pinta canas; las sombras de unas ojeras terribles se hunden en su cara. Cuando termina de bailar y cantar, resbalando en varias ocasiones como si estuviera borracho, aplausos secos y espaciados salen de la nada. Mi alarma se intensifica. Alguien desciende desde una ventana rota, una figura flotante que bien podría ser un Willy Wonka joven, pero con cuernos y el cabello de un escarlata furioso.

—El famoso Ari —comento al reconocer esa sonrisa ladeada que no augura nada bueno—. ¿Me has estado vigilando todo este tiempo?

—¿Vigilar a un humano sin gracia como tú? —pregunta en tono burlón—. Solo me divertía con el pequeño Willy.

Wonka ríe nervioso. Lo escucho llamar a Charlie a gritos trémulos.

—¿Dónde está la ciruela escurridiza? —pregunto.

—¿No quieres que Willy baile de nuevo? No irá a Broadway, pero tiene un estilo pintoresco.

—Lo siento, pero si quisiera que me bailen iría al mundo de La La Land. Estoy aquí por la entrevista. ¿Me dices dónde está Ciruela o tendré que buscarla por mi cuenta?

—Pero que aburrido eres —se queja con una mueca—. Te llevaré con ella, no tienes que chillar. ¿Te apetece un viaje astral?

—Nada de viajes astrales. —He leído lo suficiente como para estar prevenido—. ¿Podríamos solo caminar? Ya sabes, como humanos con un par de piernas funcionales.

—Aburrido —suelta, arrastrando las palabras—, pero si quieres caminar, tengo una idea.

Saca una flauta y comienza a tocar. No tengo tiempo de taparme lo oídos. La tonada me llena de una tranquilidad antinatural, todo lo contrario de Wonka, que grita y se encoje en el suelo como si le fueran a pegar.

Ari me lanza una mirada perversa mientras flota adentrándose en la fábrica. Lo sigo sin resistencia, como un títere enlazado a notas musicales. Mientras contemplo los ríos de chocolate secos y las máquinas de caramelo que ahora acuñan arañas, los Oompa Loompas salen a nuestro encuentro y se ponen a cantar:

"Rothfuss, Rothfuss, en problemas te has metido,

no saldrás vivo si el anillo no has traído..."

Una lánguida sonrisa aparece en mi rostro, como si la canción no hablara sobre mi muerte.

Entramos a un salón de estanterías que se encumbran repletas de dulces hasta donde alcanza la vista. Las esferas azucaradas se ven brillantes, irresistibles, apetitosas, el polvo no las ha tocado. Desconfío. Comienzo a preguntarme de dónde han salido tantos dulces si las máquinas estaban paradas. ¿De dónde sale el humo y esos ruidos...?

La pregunta se pierde cuando Ciruela capta mi atención. Está sentada en un sillón de alto respaldo que bien podría estar hecho de chicle endurecido. Levanta la mano lánguidamente haciendo que Ari deje de tocar y enarca una débil sonrisa que podría significar cualquier cosa.

—¡Eso no era necesario! —me quejo, recuperando la voz.

—¿Te molesta que tu recorrido haya sido tan placentero? —dice Ari flotando boca arriba—. Los humanos son tan contradictorios...

Tomo asiento en la silla de madera que Ciruela ha dispuesto para mí. Lleva una sudadera donde pone "I love cocodrilos", que a manera de capucha tiene la cabeza de un cocodrilo con sus dientes expuestos. Es algo dulce y tétrico, al igual que su expresión.

—¿Qué tal Ciruela? ¿Estás lista? —digo intentando acomodarme. ¡Las piedras en la Montaña del Destino eran más cómodas que esta silla! Sacó la vuelapluma que le robé a Rita Skeeter y la pongo sobre la libreta.

—Aaaah, vamos allá —responde con desenfado—. Ten piedad de mí, que si me haces daño, suelto ácido.

—Pues eso sí me lo creo. ¡Qué difícil ha sido concertar esta entrevista! ¿Son ciertos los rumores? ¿Eres la clase de escritora que se esconde en las sombras?

—Pues no. Yo no me escondo nunca. Salvo cuando me quieren proponer una relación amorosa donde requiera ser fiel y esas cosas.

—Así que la fidelidad no es lo tuyo —acoto malicioso.

—Para nada. Acabaré sola por eso, rodeada de gatos y pelusas.

—Puedo imaginarlo. —Se me cruza la imagen del gato que vi en el patio. ¿Un espía tal vez?—. Ya tendremos tiempo para ahondar en el tema más adelante. Por el momento, comencemos con una pregunta que nuestros lectores querrán saber dado tu éxito. ¿Cuál es el obstáculo más difícil que has encontrado como escritora?

No se lo piensa demasiado.

—Supongo que ser constante —declara—. Antes releía lo que escribía y me daba cuenta que era una mierda. Perdía la confianza, empezaba otra historia y así iba; de historia en historia, pero sin acabar ninguna. Por suerte, descubrí el mundo del cuento y escribir cuentos me ayudó a mantener un ritmo de escritura.

—Esa pérdida de confianza ha tenido que ver alguna vez con los lectores de Wattpad. ¿Has tenido alguno muy hater?

—Diría que no. Pero alguien que menciona mis errores sin tapujos es MapacheFisgon y se lo agradezco. A veces es bien fijón para notarme los errores gramaticales o de coherencia.

¿Un Mapache fisgón bien fijón? Río internamente. Parece algo que cantarían los Oompa Loompas; que por cierto no han venido a molestar, lo que no es muy de ellos. Adoran meterse en conversaciones ajenas y burlarse de la desgracia de otros. Serían una bomba en Twiter.

—Entonces eres una fruta sin haters, bien por ti. Aunque bueno, hay de odios a odios. Hay cosas que odiamos por fuera, pero que interiormente disfrutamos. Y eso nos lleva a la siguiente cuestión: Nombra tres obras de Wattpad que te has avergonzado de añadir a tu biblioteca, pero que interiormente disfrutaste.

Todos tenemos calzones sucios en nuestra biblioteca privada, Ciruela no puede ser la excepción.

—Pues nunca me avergüenzo de los libros que leo —responde fresca como una lechuga y me hace rodar los ojos—. Pero antes de hacerme una cuenta en Wattpad, solía leer muchos fanfics de una serie llamada One Piece, con mucho fanservice y cosas así. Los leía de pura fanática. En esa época, era muy fanática de ese manga.

Ari ríe de buena gana, parece que entre más salseo mejor la pasa. Puede que el pelirrojo y yo tengamos algo en común después de todo.

—Estás siendo muy suave con las preguntas —comenta Ciruela—. Haz una cruel de verdad, vamos.

«No deberías retarme, Ciruelita».

—Tranquila —le digo—. Hay que calentar antes de correr un maratón. Y hablando de calentar, ¿qué piensas del erotismo en Wattpad?

Se echa a reír.

—No he leído cosas eróticas, pero por lo que dicen, parece que son escritas por gente sin nada de experiencia en el tema. Una vez, eso sí, leí una historia rarísima sobre ponys que tenían cosas eróticas muy fuertes.

—¿Ponys? —suelto alzando una ceja y ríe más fuerte—No voy a escarbar en ese asunto. Pasemos a algo más controversial. ¿A qué nivel crees que llega el machismo en Wattpad?

—¡Wattpad es cuna para machistas! —dice asqueada—. Lo peor es que ni siquiera son los hombres los machistas acá. De hecho, comentarios anti-machistas los he leído de parte de autores hombres. Son las mujeres, que en sus novelas suelen tratar muy mal a su propio género, las que crean hombres abusadores y piensan que es algo sexy.

—Concuerdo. Parece que el ideal adolescente es enamorarse de un hombre que te vea como un objeto, pero que sea guapo y un animal en la cama. Por cierto, ¿estás enamorada?

—Nop —dice con rapidez, pero luego se lo piensa mejor—. Bueno, sí, pero él no existe. Es Spike de Cowboy Bebop —suelta con anhelo en la voz.

—¡Eso no se vale! —Estoy decepcionado —. ¿Nadie real ocupa tu corazón?

—No tengo corazón... —suelta en un tono que asusta un poco.

Sonrío, nervioso y noto que Ari ha desaparecido.

—Ah, ¿dije eso?—murmura.

—¡Sí que lo dijiste!

Trata de poner expresión angelical, pero no me la creo ni por un segundo. Es una ciruela de cuidado y la vuelapluma lo escribe. De hecho escribe PELIGRO llenando casi toda una hoja antes de pasar a la siguiente. Comienza a oírse un golpeteo, como si el corazón que le falta a ciruela lo tuviera la fábrica en alguna parte. Seguramente son imaginaciones mías.

O eso espero.

—¿Te has enamorado de alguien del mismo sexo? —La pregunta logra borrarle la sonrisa de la cara.

—Una vez me metí sexualmente con una mujer mayor que yo (yo tenía 19 y ella 28). Pero enamorarme jamás.

—¿Te engatusó con sus artes mágicas de mujer mayor? —pregunto con malicia.

Ríe de buena gana, pero sé que algo oculta bajo tanto desenfado.

—Era muy convincente y yo muy curiosa. Pero prefiero a los hombres.

No son imaginaciones mías, el golpeteo de la fábrica no cesa. Parecen pasos, pasos que se acercan. Trago salvia.

—La siguiente pregunta tiene un lugar especial en mi corazón —agrego intentando mantener la calma—. Es muy natural, muy... no sé. ¿Alguna vez has escrito influenciada por algún tipo de droga?    

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