4: ¿Quién es Alice Holbrook?

Asthur

Qué dolor de cabeza es tener mercancía que está viva y se mueve. El cliente pudo haber querido una planta, pero no, desea a una humana. De todas maneras, ¿para qué la necesita? Es alguien promedio, regular, y por donde la mires, tiene algún desperfecto.

Me acerco a su jaula, la cual tiene la puerta abierta, desde que la puse a limpiar la casa. Alice duerme en el suelo, así que observo sus imperfecciones. Su piel es muy pálida, se ve enferma. Su ojo derecho se encuentra en mal estado, hay veces que en esa zona se nota deteriorada más que en otras. Me agacho y miro su brazo, se vislumbra que muchas agujas han pasado por esas venas. También pude advertir cicatrices cuando me la crucé desnuda en el baño.

No sé por qué pagarían tanto por algo como esto.

Aparte de oler bien, no le veo la gracia. Aunque no creo que sea una broma, ya que me dieron por adelantado algunas partes de los elementos que quiero para mi arma. No obstante, se están tardando demasiado en llevársela.

Suspiro, me alejo, y busco mi celular, para llamar al intermediario.

―Zijo ―digo cuando me atiende―. ¿Cuándo te llevas la mercancía? Ya ha pasado demasiado tiempo y no soy niñera, sabes que me gusta estar solo.

―¡Cálmate, hombre! ―expresa del otro lado de la línea―. Te lo expliqué, el cliente es una sociedad, o sea, hay varios interesados y no se deciden con quién se va a quedar. Están muy ansiosos, nunca pensaron que la obtendrían tan rápido, pero entiende, ellos no sabían que eres bueno en tu trabajo. ―Se carcajea.

―¿Es un clan? ―averiguo.

―Exacto.

―Cómo los detesto. ―Refunfuño.

―Son divertidos, yo vivo en uno.

―¿Acumulación de demonios? No, gracias.

―Te juzgan porque vives en el bosque. No me culpes, tú solo te haces ver como un salvaje. Ni que fueras hombre lobo. ―Se carcajea.

Sonrío.

―Qué asco. ―Hago una pausa, volviéndome a poner serio―. Como sea, dime el maldito clan, iré a hablar con ellos.

―¿Para qué estoy yo de intermediario? Sabes que a nadie le caes bien, no te dirán nada, solo ten paciencia.

―Nada más dime si es Trido, Alixo, Mareum o alguno fuera de la región, quiero mi maldita arma terminada.

―Relájate.

―Te voy a ir a buscar ―amenazo.

―Oh, por todos los infiernos, la hora. ―Me corta la llamada.

―Será hijo de...

Freno mi insulto cuando oigo la reja, me giro, entonces visualizo a Alice avanzar. Nuestras miradas se cruzan, ella traga saliva, luego se apresura para ir al baño. Cierra con fuerza y bastante rápido.

―¡No me rompas la puerta! ―me quejo.

Estoy de malhumor.

Voy a la heladera y saco una mano de ahí. Muerdo un dedo, entonces me lo trago con hueso y todo, luego tiro la extremidad, devolviéndola al electrodoméstico. Mi parte favorita de la comida son las manos, pero no debería ponerme a comer, tendría que concentrarme en otros negocios. Es culpa de ese olor delicioso que sale del baño. ¿Por qué es humana? Debió haber sido otra especie, así no me daba antojos. No puedo arrancarle ni un brazo, debo dejarla intacta. La mercancía tenía que ser comida, ¿en serio? Por todos los infiernos, qué molestia.

Alice sale arreglada del baño y se pone a limpiar, tomando la escoba.

―Y entonces... ―Hace una pausa antes de seguir con su voz temblorosa―. ¿Eres un demonio? ¿Cómo es posible?

Me giro y se sobresalta, luego sonrío para burlarme.

―Pensé que nunca me lo preguntarías.

Su fuerza de voluntad ha disminuido de manera considerable, pero todavía percibo en sus pensamientos la necesidad de escapar. Es bastante fuerte, considerando la cantidad de cicatrices psicológicas y físicas que noto en ella. No suelo pensar esto, pero qué admirable, incluso para un humano.

―¿Vas a responderme? ―cuestiona, preocupada―. ¿O te vas a quedar mirando?

Me carcajeo.

―Sí, soy un demonio, creí que fui evidente cuando viste mi forma.

―No sé, me los imaginaba diferentes. ―Sus labios siguen tiritando.

―Lo sé, hablas de esos que se meten en los cuerpos y andan por el mundo de los muertos. Estás muy equivocada, princesa, eso sería aburrido.

―No hay manera de que te convenza de que me dejes ir, ¿verdad?

―Estás en lo correcto, ¿alguna otra pregunta? ―Mantengo la sonrisa.

Veo el miedo en sus ojos.

―¿Voy a morir?

―Acabo de descubrir que mi cliente es un demonio ―aclaro sin ninguna sutileza―. Así que es muy probable.

―¿Qué puedo hacer?

―Aceptar tu inminente muerte y ya ―respondo, tranquilo.

―Eso es maldad, pero, ¿sabes? Me he dado cuenta de algo, no puedes hacerme daño.

No voy a evitar reír, me causa gracia esta muchacha.

―¿De dónde has sacado que no? Puedo arrancarte los brazos y partirte las piernas cuando quiera.

Le titila ese ojo tan particular y el contorno de sus parpados se le oscurece, como si toda la sangre se le acumulara allí.

―No creo que tal acto le guste a tu cliente.

¿Estoy seguro de que es humana? Empiezo a dudarlo.

―Ven aquí. ―Le hago señas con mi dedo índice―. ¿Cómo sabes que mi cliente te quiere intacta? Yo no te conté eso.

―Yo observo todo.

―Ven aquí ―insisto.

Deja la escoba y se acerca, despacio. Tomo su barbilla, entonces miro su ojo. Las venas del parpado se extienden hasta el surco.

―¿Qué? ―expresa, nerviosa.

―¿Te duele?

Se toca la cara y se tapa el ojo.

―Me molesta.

―Te lo repetiré de nuevo. ―Entrecierro los ojos―. ¿Cómo sabes que mi cliente te quiere intacta?

―Es evidente.

―Quizás, pero no pudiste llegar a esa conclusión, pues te he arrastrado entre los condenados, ni siquiera he respetado ese pedido, así que no tiene lógica lo que sugieres. ―La obligo con brusquedad a sacar la mano de su rostro―. Quita, estoy viendo.

Su ojo le titila, pero está normal otra vez. No pudo haber cambiado tan rápido. ¿Qué no se da cuenta de que eso no es común en un humano? Puede haber acumulación de sangre, pero no con esa velocidad.

―Me lastimas ―se queja por hacer fuerza, ya que sostengo su muñeca para que no vuelva a poner la mano en su cara―. Suéltame.

―¿Quién eres? ―pregunto, firme―. ¿Por qué quieren llevarte?

―No sé de qué hablas.

―Ando curioso, necesito saber lo que estoy intercambiando.

―A nadie, nadie especial ―expresa, nerviosa.

―¿Quién eres? ¿Dónde naciste? ¿Por qué llegaste a Norville? ¿Qué hacías en la carretera? Exijo todas las respuestas ahora o te rompo el brazo.

―Eh, uh, soy Alice, no lo recuerdo, vine a Norville porque estaba huyendo y me robé el auto. ―Mis preguntas son respondidas rápido, de manera automática―. No me rompas el brazo ―ruega, asustada.

La suelto de inmediato y continúo el interrogatorio.

―¿De quién huyes? ―consulto, más tranquilo.

Le titila el ojo afectado.

―Del psiquiátrico.

―¿Del psiquiátrico? ―Enarco una ceja al repetir su respuesta―. Yo te veo bastante cuerda, con algún que otro arrebato, pero no creo que estés para una institución así. ―Me río.

Los demonios tenemos la habilidad de percibir pensamientos y emociones. No con exactitud, solo sirve para tenderle una trampa a tu presa. Con esta, puedo asegurar que la mente de Alice es totalmente capaz. A menos que se me escape algo, no lo creería nunca. Se ve perturbada, pero como mucho la enviaría a un psicólogo.

―Gracias ―murmura.

Con su agradecimiento, hasta me dio asco haber opinado.

―No me agradezcas, quiero arrancarte la cabeza. ―Me río otra vez.

―Oh. ―Solo atina a decir.

―¿Y bien? ―insisto―. ¿No tienes miedo?

―Bueno, es que... no es la primera vez que me escapo de un psiquiátrico. Siempre que me están por dar el alta, me cambian de sede... ―Se ríe―. Por lo tanto, supongo que hay un complot. En todo caso, he vivido casi toda mi vida prisionera, así que no siento tanto miedo. Además, tengo algo que me tranquiliza.

Su canción.

―¿Me cantas? ―Sonrío.

Me observa, extrañada.

―No.

―Asumo que no entiendo la letra, te escuché cantar, pero es como si fuera otro idioma, como si se bloqueara el dialecto en que la pronuncias. ¿Acaso eres una sirena? ¿Dónde está tu cola? Creí que eran hermosas ―me burlo.

―No sé de qué hablas, pero solo canto para mí.

Más paso el tiempo con Alice, más intrigante me resulta. Si continuamos así, ya no voy a querer intercambiarla, y eso podría ser un problema. El cliente no es un único demonio, son varios. Antes de entregarla, al menos necesito entender, ¿por qué tengo esta pieza en mi colección?

¿Quién es Alice Holbrook?

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