32: Rueda de indecisión

Alice

Remodelar la casa se ha convertido en mi pasión. Quizás me gusta la decoración de interiores y no lo sabía. Aunque me siento como una esposa a punto de mudarse, para estar en el nidito de amor con su marido. ¡Dios! ¿En qué estoy pensando? Me agrada más la idea de mi vocación. ¿Por qué mierda de un segundo a otro pasé a imaginarme en matrimonio? Asthur mueve las cajas y, por suerte, no se ha quedado mirándome como siempre. No quiero que se ponga a percibir mis pensamientos y se haga ideas equivocadas. Además, es un demonio, ni creo que se casen, sería en contra de su raza o algo así. No obstante, su especie es muy distinta al monstruo tradicional de los libros y películas, así que...

Necesito dejar de sobrepensar.

«¡¿Y por qué estoy roja?!», cavilo al intentar sacar el espejo roto de la pared, el cual no se mueve ni un centímetro.

Mi corazón se acelera y retumba fuerte cuando tengo cerca al demonio con el cual estuve fantaseando hace unos instantes.

—Debiste pedirme que lo mueva —comenta Asthur, agarrando el marco.

—Yo... yo puedo. —Trato de ocultar mi sonrojo con mi cabello, pero eso es imposible, el maldito reflejo me delata más.

Asthur sonríe cuando termina de bajar el enorme y antiguo espejo.

—¿A dónde quieres que lo ponga? —pregunta, pero siento que se burla de mi fallido intento de ocultar mis expresiones—. ¿Alice? —insiste al yo no responderle rápido.

—Tíralo, buscaremos otra cosa que poner en la pared.

Me sobresalto cuando se aproxima, entonces toca debajo de mi ojo dañado.

—Desde que estamos en esta casa... —Hace una pausa, observándome de manera intensa—. Te titila mucho, ¿hay peligro?

—Hay sombras —murmuro, eligiendo centrarme en ese tema—. Aunque es lo que buscaba, aquí encontraré más respuestas.

—Sigo opinando que no me parece seguro. —Mantiene la seriedad, luego suspira—. No obstante, es tu decisión, estaré para ti. —Sonríe, regalándome un gesto de cariño.

Siempre tan atento, siempre entregando todo.

¿Seré yo que me estoy imaginando cosas y en realidad no se ha dado cuenta o siquiera especulado sobre lo que pienso? Aunque son muy lindas sus palabras, quedo aturdida, porque siento que me estoy preocupando por nada. Me siento bastante tonta, solo debo centrarme en lo que vine a hacer aquí, aunque, lamentablemente, el día tiene veinticuatro horas y en algunas de estas la mente se distrae.

—Si tú me has dado todo, ¿yo qué te he dado? —consulto de repente.

La pregunta lo sorprende, ya que enarca una ceja.

—Ya me has dado algo —sugiere.

Frunzo el ceño.

—¿Mi cuerpo?

Se ríe, pero continúa amigable.

—Tu corazón —expresa con convicción, como si fuera una verdad absoluta.

—Tú estás enamorado —niego y siento más calor—. Yo estoy confundida y quizás un poco caliente.

Su risa va en aumento, formando una carcajada.

—Tan a la defensiva. —Parece que lo disfruta.

—Es cierto —afirmo, luego me quejo de sus actitudes—. Estabas disimulando en que no sabías lo que pienso.

—No sé lo que piensas. —Se ríe un poco más leve—. Además, acabas de decírmelo, pero si estabas fantaseando conmigo antes de eso, me alegro un montón.

Suspiro y ruedo los ojos.

—Lo que sea, seguiré con mis cosas. —Me giro para buscar qué es lo siguiente que voy a arreglar de esta casa vieja.

Ojalá pudiera solucionar mis pensamientos, pero supongo que eso puede llevar un poco más de tiempo. Giro un poco mi vista para ver a Asthur otra vez y él también se pone a continuar con lo suyo, volviendo a agarrar las cajas. Por un lado, me agrada el respeto que le tiene a mis decisiones, por otro, quisiera ir corriendo y gritarle por qué no insistió. Soy una rueda de indecisión en medio de un caos misterioso y paranormal. No debería haber tiempo para esto. Un cursi y extraño romance tendría que ser prohibido para mí. Aunque aquí estoy, fantaseando con un demonio.

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