23: Averiguaciones

Asthur

¿Qué estoy haciendo? ¿Acaso tengo un límite? Provocarla así me pone a mil y encima no tengo derecho. Esto parece un tira y afloja sin fin, pero es su culpa por confundirme. Debería odiarme, no dudar de sus emociones y, aun así, la provoco.

Debo ser un psicópata por estar del otro lado de la cuadra, observándola, mientras sigue en su taller de cerámica. No me culpo, no tengo amigos, no es como si pudiera pedirle a alguien un maldito consejo. Aunque, ¿quién quiere uno? Yo solo deseo empotrarla contra una pared.

―¿Me viniste a buscar? ―consulta cuando termina.

―Eh... sí.

No voy a admitir que me convertí en su acosador personal.

Frunce el ceño y avanza, así que la sigo, continuando con mis manos en los bolsillos.

―Todavía sigo enojada contigo ―advierte.

―¡Ja! ―objeto―. ¿Tú? ¿Y qué hay de mí?

―Qué egoísta. ―Refunfuña.

―Soy un demonio, es normal.

―¿En serio vas a escudarte con eso?

―Sí.

Se detiene y se gira a mirarme, mantiene el ceño fruncido.

―Yo no te mentí ―me aclara―. Quizás haya algo, no lo sé, pero sigue sin ser mi prioridad, así que deja de sentirte atacado.

―No me siento atacado ―me defiendo.

―¿En serio? ―Enarca una ceja.

―Bien, puede ser ―lo admito―. Aun así, debes aceptar que ya no hay otra prioridad, por lo tanto, sí puedes pensar. Mejor todavía, recházame de una vez, sería más fácil.

―Ya te rechacé ―declara, indignada.

Mi turno de alzar una ceja.

―¿En verdad?

Se sonroja y traga saliva.

―Si hay una prioridad. ―Parece que cambia de tema, pero en realidad termina conectándolo―. Y tiene que ver con nosotros, eso es lo que me confunde, tú lo relacionas románticamente y yo...

―Vale, entiendo, te estoy molestando. ―Giro mi vista a un costado, avergonzado.

―¡No! ―grita, nerviosa―. Lo que quiero decir, es que no me estás ayudando.

―¿Más?

Bufa.

―Este no es solo mi problema, Asthur Wedengraf.

―Sí que me odias. ―Me río.

―Eres un imbécil.

―Me encanta la confianza que nos tenemos.

Me observa, extrañada, pero luego sonríe y rueda los ojos.

―¿Nos concentramos? Por favor.

―Bien, ¿cómo quieres que te ayude? Princesa.

―Averigüemos más de los condenados, las conexiones, Norville, no sé, algo que me diga qué estoy buscando.

―No sé si quieres ir a hablar con un hombre lobo o visitar el museo, ya me confundiste.

Vale, lo admito, yo quería acción, no salir de paseo. Maldita sea, odio hacer sociales. Para lo único que utilizo el habla es para los negocios, y antes podía mandar a Zijo, pero me quedé sin intermediario. Nadie me explicó que tener una supuesta novia, me haría realizar cosas que no me gustan. Tendría más sentido, siendo mi pareja, pero no, ni mínimamente, eso son solo fantasías. Si estamos conectados, seguro el destino me odia, pues no encuentro razón para que me ponga a sufrir así.

Las cosas que uno hace por amor, qué asco.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top