—¡LLega! ¡Va a rematar! ¡¡Y se corriiiiioooooooó señores!!

Quique gira el brazo como si jaleara en una final de fútbol y aúlla.

—Tus vecinos nos van a matar —advierte Iván, sentado a su lado en el sofá y con una fuente de palomitas en el regazo.

—Que va, grandote. Ya andan acostumbrados. ¿La volvemos a poner?

—Otra vez no, no fastidies. Si ya te la sabes, no es que sea larga, ni complicada.

—Para calentar motores. Estás de impresión, grandote. Pareces un pin-up de Tom de Finlandia. 

—La chica me hizo un corte fenomenal —Iván se acaricia la nuca—. Y eso que íbamos con prisa. 

—Y la barba. Te da pinta de tío duro. Ayyyyy. ¿No te lo había dicho yo?

Quique vuelve a poner la cinta y acelera hasta llegar a sus encuadres favoritos. 

—El otro actor también me pone a mil. Mira ese culo... tiene un morbazo. ¿Lo has vuelto a ver? ¿Habéis quedado para conoceros después de follar? 

—No me van los tíos.

Quique le lanza una caída de ojos con mucho revoloteo de pestañas.

—Pues para no gustarte, nos dejamos una pasta en condones.

—No, los pillo de los muestrarios que mandan los proveedores. Marina me los regala a cambio de que haga luego la reseña.

—Anda. Y yo que pensaba que tenías un rollo raro con los condones de fantasía... pues los fosforescentes eran graciosetes, pero sabían a rayos...

—Y desteñian. 

—Sí, mi váter todavía parece el retrete de chernobyl... Pero ¿Ves a lo que me refiero?  Estás follando con un tío. Te gustan los tíos.

—No, es distinto, tu me caes bien.

—Eso espero. ¿Y?

—Que a una tía guapa, yo me la tiraría aunque me cayera mal.

Quique vuelve a aullar, esta vez de risa. 

—Grandote, tienes menos doblez que el traje de gala de Leonardo di Caprio. Bueno, me alegro de tenerte solo para mi. Ya verás lo que voy a fardar, me estoy tirando a un actor porno...

Iván baja la vista y cierra el pico. Había sido Clara la que al despedirse le había tendido una tarjeta satinada en rosa fucsia. 

—Dame un toque cuando tengas el día libre. Fuera del trabajo soy muy "vainilla", creo que nos llevaremos bien