Capítulo 4. - 2ª Parte

¿Pero quién cojones había estado jugando al fútbol con mi cabeza?

Un intenso dolor se clavó en mi cerebro cuando intenté abrir los ojos, la luz del flexo que había en el techo era demasiado intensa para mis pupilas y tuve que parpadear varias veces para acostumbrarlas a la claridad.

— Estás despierta —oí que alguien me decía cerca de mí.

Tapándome los ojos con una mano y presionando mi sien con la otra la única contestación que pude decir fue un leve gruñido de dolor. Me sentía horrible, como si hubiera estado clavando clavos a cabezazos. Después de varios segundos al fin pude abrir los ojos y vi que ya no estaba en el almacén, sino en una pequeña habitación blanca y azul claro, sobre una cama rodeada de cortinas.

Me incorporé despacio y la cabeza volvió a darme un picotazo de dolor antes de ver que Mai estaba sentada junto a mi cama, en una silla metálica, abrazada a mi mochila de piel. La preocupación se reflejaba en su cara y, medio escondida detrás de mi mochila, no dejaba de mirarme.

— Joder —mascullé por el dolor—. ¿Estoy en el hospital?

— No, estás en la enfermería de la universidad.

— ¿He dormido mucho? —pregunté con una ligera sonrisa, pero Mai no me la devolvió.

— Dos horas más o menos.

— Madre mía... —susurré mientras me masajeaba las sienes—. ¿Llevas ahí sentada todo el rato?

Mai no contestó, se limitó a seguir inspeccionándome con una mirada que bailaba entre la preocupación y el enfado, cuando iba a disculparme por preocuparla se levantó.

— Voy a avisar a la enfermera —dijo al dejar mi mochila sobre la silla—. Han llamado a tu persona de contacto. Tu prometido está fuera hablando con tu madre, entrará en seguida.

— Sí, vale... —dije cerrando los ojos—. Espera, ¿prometido?

En cuanto terminé la pregunta Kyo corrió la cortina de un tirón y me lanzó una de sus estúpidas sonrisas.

— Hola, mi florecilla —dijo acercándose a los pies de la cama.

— ¡Tú! —grité al tiempo que le lanzaba una de las almohadas que tenía detrás—. ¡Puto payaso! ¿Se puede saber qué mentira le has contado?

Kyo atrapó la almohada antes de que le golpeara y la gastó como escupo al tiempo que se reía.

— Solo le he dicho la verdad —dijo con una sonrisa maliciosa—. Que hace dos meses no nos conocíamos, que nuestros padres nos presentaron, que dormimos en la misma casa y que nuestra relación es especial. El resto lo ha supuesto ella solita.

— Y por supuesto tú no las has corregido, ¿no? —grité—. ¡Yo te mato! ¿Por qué no le has dicho que somos hermanos, idiota?

— ¡Oye! —dijo fingiendo falsa ofensa—. Yo considero que ser hermanos es algo especial.

— Más te vale que no me dejen irme a casa ahora mismo, porque como te pille te van a salir volando los dientes como una bandada de palomas —le amenacé al tiempo que le tiraba la otra almohada.

Kyo la bateó con la suya y esta salió disparada hasta la cara de la enfermera que acababa de entrar. Los tres quedamos paralizados, sorprendidos por la aparición de la mujer y preparados para recibir una bronca monumental.

— Veo que se encuentra mucho mejor, señorita Daiko —dijo con un gesto tranquilo mientras recogía la almohada del suelo y la depositaba a los pies de la cama.

— Lo siento mucho —intenté disculparme.

— No se preocupe, me alegra verla tan despierta —dijo al tiempo que se giraba hacia Kyo y le tendía la mano para que le diera la almohada—. Siendo el centro de atención como siempre, señor Daiko.

— Lo siento —se disculpó mientras se la entregaba.

— Como puede ver, señorita Daiko, hemos llamado a su hermano en cuanto la hemos traído.

— Sí... gracias —dije entre dientes.

— ¿Sabe lo que le ha pasado? —preguntó—. La señorita Himeko la encontró inconsciente dentro del almacén de un club.

— No lo recuerdo muy bien, supongo que me habré quedado encerrada y con lo torpe que soy seguro que me di con algo en la cabeza —dije sonriendo.

Mentira, pensé.

Claro que recordaba lo que había pasado. Recordaba perfectamente como esas tres niñatas me habían encerrado y como pretendían dejarme allí hasta que alguien me encontrase por la mañana.

— Pues yo apostaría a que primero colapsó y como resultado se golpeó la cabeza contra el suelo —dijo la enfermera con firmeza. Mierda—. Aunque puedo equivocarme, por supuesto.

Miré a Mai que seguía mirando al suelo desde hacía un buen rato, su cara dejaba claro que no se había tragado mi excusa ni por un segundo y parecía que todavía estaba molesta por lo que había pasado con Kyo.

— ¿Está durmiendo suficiente? ¿Se ha acostumbrado bien a la diferencia horaria desde que llegó? —volvió a preguntar la enfermera.

— Al principio me costó, pero ahora ya duermo bien.

— ¿Y el cambio de alimentación como lo está llevando?.

— La verdad es que eso no lo estoy llevando bien —confesé.

— ¿Ha perdido peso?.

— Sí, algo.

— Pues debería cuidarse un poco más, señorita Daiko —respondió—. Ha pasado por un cambio importante, si no se cuida le prometo que volveremos a vernos. Descanse y coma suficiente.

— Descuide —contesté sonriendo.

— Puede irse a casa cuando quiera, estoy segura de que sus compañeros estarán encantados de acompañarla—dijo la enfermera mirándonos a los tres—. Si empieza a sufrir náuseas vaya inmediatamente a un hospital y si siente dolor de cabeza tome algunos analgésicos. Cuídense, señorita Daiko.

La enfermera hizo una pequeña reverencia y salió entre las cortinas hacia su despacho.

Me levanté rápidamente de la cama, recogí la mochila que Mai me entregó y nos encaminamos a la salida. Kyo nos apartó la cortina y nos hizo una teatral reverencia para que saliéramos primero, Mai salió sin decir una palabra y yo le metí un puñetazo en el hígado cuando pasé por su lado. Lo oí mascullar algo como "¡bruta!" al tiempo que se agarraba el costado y reía.

Esto es incómodo. Esto es MUY incómodo, pensé.

Kyo había insistido en volver todos juntos en el coche, era bastante tarde y no quería que volviera andando, ya que, por leve que fuera, me había golpeado la cabeza. Acepté sin discutir, siempre y cuando lleváramos también a Mai, no era justo que después de esperar a que me despertara la dejáramos ir a su casa andando, pero en cuanto entramos en el coche me di cuenta de que no había sido buena idea.

Íbamos los tres en el asiento de detrás, Mai y Kyo se habían sentado lo más alejados posible el uno del otro, por lo que a mí me había tocado sentarme justo en medio. Notaba la rigidez de los dos a cada lado y ambos se dedicaron a mirar por sus ventanas en absoluto silencio.

— Por cierto Himeko —rompió el silencio Kyo—. Dinos dónde vives y te acercaremos.

— Vivo en vuestra misma calle —dijo Mai sin mirarlo.

— Vive en la casa de al lado —dije casi en un susurro.

— ¿No me digas? —respondió Kyo con la que seguramente era la más falsa de las sonrisas que había visto en mi vida—. Es genial que seamos vecinos, ¿verdad Ona?

— Sí —dije mientras le pisaba el pie lo más fuerte que podía intentando que Mai no lo notara.

— Bueno —siguió hablando Kyo—. Tengo entendido que Ona sacó más nota que tú en el examen de ingreso.

Vamos, no me jodas.

— Sí —dijo Mai girándose con asombrosa tranquilidad hacia él—. Y también más que tú.

— Ah, pero yo no le doy importancia a eso —dijo poniéndome una mano sobre la rodilla—. Estoy orgulloso de mi hermanita y nos llevamos tan bien que esas cosas no afectan a nuestra relación.

No tenía que haber despertado nunca, consideré.

Mai y Kyo se quedaron mirando durante lo que a mí me pareció una puñetera eternidad. Los notaba retándose a cada lado de mi cabeza mientras a mí la opción de tirarme del coche en marcha me parecía cada vez más apetecible. Él seguía manteniendo su mano encima de mi rodilla y podía ver como los ojos de Mai bailaban entre los de Kyo y mi pierna, discretamente aparté su mano, la cual me ofreció un poco más de resistencia de la que esperaba.

Tardamos unos veinte minutos en llegar a casa, pero a mí me parecieron horas, en cuanto bajamos Mai agradeció que la lleváramos y se encaminó a su casa.

— Un placer poder hablar contigo, Himeko —se despidió Kyo.

Lo miré con cara de pocos amigos, un gesto que él me devolvió antes de atravesar la verja y entrar a casa.

— Espera —supliqué a Mai antes de que entrara a su casa.

Mai se detuvo delante de su entrada, parecía muy molesta, apenas me miró hasta que me acerqué y le roce el brazo con la punta de los dedos.

— Gracias por quedarte conmigo —dije inclinando la cabeza intentando que me mirase—. Y gracias por encontrarme.

Ambas permanecimos en silencio, Mai parecía tener una disputa interna, aferrada a su bolso.

— Bueno... —continué—, pues buenas noches —dije caminando hacia mi casa.

— Deberías haberlo dicho —pronunció Mai.

— ¿El que?

— Que no ha sido un accidente —dijo mirándome.

— Siento haberte preocupado —dije con una ligera sonrisa intentando que lo dejase correr—. Buenas noches.

En cuanto entré a casa vi a Kyo, que estaba apoyado sobre la barra de la cocina con un refresco en la mano, observando a la lata con la mirada perdida y me encaminé hacia él, enfurecida por su comportamiento de hace un rato.

— ¿Qué ha sido eso, Kyo? —dije mirándolo con dureza.

— No sé a qué te refieres —dijo levantando la mirada con media sonrisa.

— ¿No? —dije cruzándome de brazos—. ¿Qué mosca te ha picado en el coche?

— Solo la estaba molestando un poco.

— Pues a mí me ha parecido otra cosa.

— No ha sido para tanto, Ona.

— Yo decidiré si ha sido para tanto o no —dije mirándole fijamente a los ojos—. Has sido un idiota con mi amiga, ¿y a mí me tiene que parecer bien?

— Ya... ¿Seguro que es solo es tu amiga? —dijo con una carcajada amarga.

— Eso no es asunto tuyo, Kyo.

— Claro que no —dijo levantando un poco la voz—. Nada es nunca asunto mío, ¿verdad?

— ¿Cuál es tu problema, tío? —dije gesticulando tan furiosamente como si estuviera espantando moscas—. Creía que lo habíamos dejado claro. Nada de celos y nada de numeritos. ¡Joder, si fue la primera regla!

— ¿Tú me hablas de reglas a mí? Tienes que estar de bromeando —dijo mientras pasaba por mi lado en dirección a las escaleras.

— ¿Te parece gracioso?

— ¡Graciosísimo! ¡Vamos, es tronchante! —dijo en mitad de las escaleras—. No te atrevas a reprocharme las reglas, cuando a mí me parece que, incluso antes de ponerlas, tú ya estabas rompiendo una.

Kyo desapareció dejándome en mitad del comedor, plantada, sola y muy frustrada. Pensaba que nuestra relación estaba clara desde el principio y no entendía por qué se comportaba de esa manera.

De acuerdo, no iba a negar que Mai me había perturbado desde el mismo día en que la conocí, pero estaba convencida de que ella nunca iba a mostrar ese tipo de interés en mí. Solo quería ser su amiga y eso era suficiente para mí, pero las palabras de Kyo llenaron mi cabeza de cientos de preguntas.

¿Es que acaso él había visto algo que yo había pasado por alto?

— Como no dejes de mirar el móvil te juro que lo lanzo al jardín —dijo Priya

— Déjala en paz, Pri —dijo Akxel riendo—. ¿No ves que está nerviosa?

Habían pasado dos días desde el incidente del almacén y desde entonces no había tenido noticias de Mai. Nunca la encontraba cuando la buscaba y los únicos mensajes que había recibido de ella eran para decirme que no la esperase porque tenía cosas que hacer.
Kyo también me estaba poniendo las cosas difíciles, en casa apenas hablaba conmigo y aunque seguía pinchándome de vez en cuando, el ambiente entre vosotros había cambiado. Nuestra relación era más distante y, por supuesto, no nos habíamos vuelto a acostar.

Había quedado con Priya, Akxel y Rokuro para comer como siempre y tenía los nervios crispados.

— Nerviosa me está poniendo a mí de verla —dijo antes de quitarme el teléfono—. ¡Ya esta, confiscado hasta nuevo aviso!

— ¡Oye! — me quejé mientras intentaba recuperarlo.

— Te contestará cuando ella quiera, Ona —dijo apartándolo de mí—. Y no va a responder más rápido cuanto más lo mires.

— Pero es que no entiendo por qué me está ignorando.

— Cualquiera tendría que recuperarse después de que Kyo se ponga en modo molesto — rio Akxel.

— No fué solo molestar, Akxel. Se comportó...

— ¿Como un capullo? —preguntó Priya

— Como un capullo —afirmé con un gran suspiro—. Estos días sentía que Mai había empezado a abrirse a mí y ahora creo que he retrocedido todo el camino.

— Mira Ona, hasta un ciego puede ver que Himeko se comporta contigo como no lo hace con nadie —dijo Priya mirándome—. No sé si es porque le caes bien, porque le das pena o porque eres como un martillo pilón, pero eso es así — explicó mientras me devolvía el teléfono—. Dale tiempo.

Akxel asentía al tiempo que Priya hablaba, pero antes de que pudiera replicar Rokuro apareció con nuestra comida.

— ¡Tengo Yakishoba pan! —dijo dejando la bandeja encima de la mesa.

— ¿Qué diablos es esto? —pregunté estupefacta delante de lo que había traído.

— ¿No lo has probado nunca? —preguntó Akxel—. Normalmente lo hacen en los festivales, pero en nuestra cafetería lo cocinan de vez en cuando.

— Pero esto es una guarrada —dije mientras lo inspeccionaba—. ¿No son fideos yakishoba metidos en un bollo de perrito caliente?

— No lo juzgues si no lo has probado —dijo Priya antes de darle un mordisco.

Sin pensarlo mucho le di un mordisco y disfruté de la fantasía que tenía dentro de la boca.

— Me gusta —dije dando otro mordisco—. Pero no me podéis negar que esto es el equivalente a comerse una lasaña de hamburguesas.

— No intentes desviar el tema principal —dijo Akxel—. ¿Soy el único al que no le parece bien que Ona no comunique al director que fue el trío calavera quien la dejó encerrada?

— Tendrías que decirlo, Ona —dijo Rokuro.

— Por favor, dejadlo — dije mientras bebía mi refresco—. No voy a darles la importancia que creen que tienen.

— Pero es importante —dijo Priya—. Por muy absurda que fuera su jugada, la cosa es que provoco que te golpearas la cabeza. Creo que se han pasado y deberían al menos sufrir alguna consecuencia.

— Vale, vale —dije levantando las manos—. Hablaré con el director.

— Es una pena que Yumiko esté tan loca —comentó Rokuro—. Es bastante guapa.

— Sabes que está comprometida, ¿verdad? —le advirtió Akxel.

— Espera, ¿comprometida de comprometerse? —pregunté confundida—. ¿En plan matrimonio?

— ¿Hay otro tipo de compromiso?

— ¡Pero si tendrá nuestra misma edad! ¿Quién se compromete tan joven?

— Matrimonio concertado —dijo Rokuro.

— ¿Qué dices? ¿Pero todavía se hace? —pregunté sorprendida.

— Por supuesto —dijo Priya cruzándose de brazos—. Mira a tu alrededor, la mayoría de las personas que nos rodean tienen una posición social y dinero para enterrarnos a los cuatro, al menos la mitad tienen un matrimonio concertado para mantener ese estátus —dijo—. Aunque me horroriza, no me sorprende porque de donde yo vengo también es algo bastante común, pero entiendo que te choque.

— Creo que se me ha secado la boca por culpa de esta revelación —dije buscando mi vaso.

— Míralo de esta manera —comentó Akxel—. Si no fuera así, ¿crees que alguien estaría lo suficientemente loco como para casarse con Yumiko?

El acertado comentario de Akxel nos hizo reír a todos, tanto que el resto de alumnos empezó a mirarnos mal por el alboroto que estábamos creando.

El viernes por la tarde no tenía clases y como mamá estaba trabajando y Kyo había salido con unos amigos decidí limpiar mi habitación. Me coloqué los cascos de música que tenía desde hace años y, trapo en mano, me dediqué a quitar polvo, pero sobre todo a ordenar mis cosas.

Nunca había sido muy organizada y si me descuidaba un poco mi habitación empezaba a parecerse a la casa de un acumulador.

Tenía la música muy alta y me desplazaba por la estancia bailando como si fuera la protagonista de un videoclip, a veces dejaba de limpiar y solo bailaba de un lado a otro moviendo los brazos como si nadie pudiera verme. Pero sí que había alguien mirándome.

En cuanto sentí unos ojos en mi nuca me giré hacia la ventana y pude ver como Mai, sentada en su escritorio, volvía girar su cara hacia el libro que estaba leyendo. Aunque volteó rápidamente la cara, sabía que había estado mirando el espectáculo que estaba dando y ahora quería fingir que no.

Desde hacía unas semanas, Mai tenía la ventana abierta y las cortinas recogidas, en parte porque empezaba a hacer mucho calor, pero sobre todo porque no dejaba de enviarle avioncitos de papel cuando me aburría. Me había repetido decenas de veces que para que me había dado su número si iba a seguir enviándole avioncitos, pero yo me defendía diciendo que los aviones eran más divertidos y además me gustaba su letra.

Me apoyé sobre el marco de la ventana, pensando en cómo podría llamar su atención. Al menos me estaba mirando hacía un rato, así que muy enfadada no podía estar conmigo.

Y entonces hice lo único que sabía que se me daba genial hacer, el ridículo.

Encendí el altavoz y le acoplé mi portátil al tiempo que buscaba algo de atrezzo para el que, seguro, iba a ser el espectáculo más bochornoso que se vería nunca. Arranqué una hoja de un cuaderno que tenía sobre la mesa y antes de doblarlo en forma de avión escribí:

<< ¿Sabes quién mató a la estrella de radio? >>

En cuanto aterrizó al lado de Mai le di al play, subí el volumen todo lo que pude y seguí limpiando el marco de la ventana como si nada hubiera pasado.

Mai me miró confundida y cuando se levantó para preguntarme sobre la nota, la música empezó a sonar. Estaba segura de que media calle iba a oír la canción, pero no me importó. En cuanto la letra empezó, levanté la cabeza, cerré el puño como si estuviera sosteniendo un micrófono y empecé a interpretarla.

I heard you on my wireless back in '52

Lying awake, intent at tuning in on you

If I was young, it didn't stop you coming through

Me puse unas gafas de sol horrendas que tenía escondidas detrás de mí para interpretar la parte de las coristas cambiando la dirección de mi cara.

Oh-a, oh-a

Mai me miraba fijamente con los ojos muy abiertos, con una mezcla de confusión, sorpresa y seguramente vergüenza ajena. En cuanto volvió a cantar el hombre empecé a mostrar como si mi hombro, al ritmo de la música, se moviera solo sin que yo pudiera controlarlo.

They took the credit for your second symphony

Rewritten by machine and new technology

And now I understand the problems you can see

El ritmo se iba extendiendo por todo mi cuerpo.

Oh-a oh-a

I met your children

Oh-a oh-a

What did you tell them?

Y entonces, con las gafas de sol puestas, me puse a bailar. Si a eso que hice se le podía llamar bailar, claro.

Video killed the radio star

Video killed the radio star

Pictures came and broke your heart

Oh-a-a-a oh

Nunca se me había dado bien bailar, o al menos bailar como si no tuviera problemas psicomotores, así que descarté la idea de hacerlo bien y simplemente me dispuse a disfrutar y a causar el mayor bochorno que pudiera. Zarandeaba mi cuerpo delante de la ventana, ofreciendo un espectáculo atroz e intentaba imitar todos los movimientos de baile de los 70' que tenía en mi repertorio.

Mai me miraba hipnotizada a la par de horrorizada, pero no podía esconder que mi humillación le resultaba divertida. Una sonrisa empezaba a inundar su cara y cuando más sonreía ella más bailaba yo. Mai se cruzó de brazos y se tapó la boca con una mano mientras intentaba reprimir la risa y me observaba, incluso desde donde estaba podía ver que sus ojos habían empezado a brillar.

Envuelta en mi euforia, salté encima de la cama y me puse a bailar dando saltitos mientras movía la cabeza tanto que sacudía mi pelo en todas direcciones.

Por primera vez desde que la conocí la vi reírse, reírse de verdad y fue genial.

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¡Hola a todos!

Espero que hayáis disfrutado de este capítulo, la tensión entre Kyo y Mai empieza a poner nerviosa a Ona
¡ y no es para menos !

Por si no habéis caído, la canción que hay en la cabezera del capítulo es la que Ona pone a todo trapo en su habitación.

Antes de despedirme,
¿ qué os parece el nuevo separador de escenas?
Si gusta lo insertaré en los capítulos anteriores.

Recuerden votar, dejar sus comentarios con cosas bonitas, insultos o amenazas y sobretodo darle mucho amorsito.

¡Un abrazo y un lamentón en la cara para todos!



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