Capítulo 3. - 1ª Parte


Me sentía incomoda en mi propia casa.

Había pasado poco más de una semana desde que Kyo me había besado y durante todo el tiempo él había actuado como si no hubiera pasado nada. Su amnesia me ponía de los nervios, sobre todo porque seguía con sus impertinentes frases subidas de tono que intentaban desestabilizarme todo el tiempo. 

La mayoría de las noches cenábamos solos y eso creaba un ambiente tenso entre los dos, en esas noches había procurado subir a mi habitación en cuanto terminaba de cenar para intentar acortar la agonía todo lo posible. Durante un par de ocasiones, Kyo se había retirado primero y yo aprovechaba para sentarme a ver la tele o simplemente leer en algún sitio que no fuera mi habitación, pero al poco tiempo él volvía y se sentaba a mi lado demasiado cerca. Nuestro sofá era enorme, pero siempre procuraba tocarme de alguna manera, ya fuera con la mano cuando pasaba el brazo por detrás del respaldo y esta quedaba que manera que sus dedos casi rozaban mi hombro o cuando aprovechaba el espacio y se tumbaba, dejando su oscuro pelo a un par de centímetros de mi muslo.

Solo pude relajarme un poco el fin de semana, ya que tal y como me había dicho Priya, el club de senderismo organizaba rutas todos los sábados por la mañana que se alargaban hasta la noche, cosa que aprovechaban para acampar y volver el domingo a mediodía. Mi madre confesó que tenía trabajo que hacer, pero que quería quedarse conmigo para que no me sintiera sola y yo le recordé que no tenía siete años y que no debía cambiar sus planes por mí, estaría bien y necesitaba algo de tiempo para mí, cosa que pareció aceptar finalmente.

Aproveché todo el día para dedicarme a organizar los restos de la mudanza que habían llegado durante la semana; rápidamente supe que me iba a faltar espacio en la librería, guardé el resto de mi ropa y en general me dedique a mí. Me di un largo baño mientras leía mi libro favorito, Fahrenheit 451, y escuchaba música, mi mente ni siquiera podía imaginar un mundo donde los libros estuvieran prohibidos tal y como lo planteaba Bradbury. La literatura me había dado tanto y me había pedido tan poco a cambio que el mero hecho de vivir en un mundo sin ella era impensable.

Por la noche pedí algo para cenar y decidí comérmelo en mi habitación mientras veía una serie en mi portátil. La luz de la habitación de Mai estaba encendida desde hacía horas. Había descubierto que nuestras habitaciones estaban una en frente de la otra hacía apenas un par de días, porque aunque siempre tenía una ligera cortina echada sabía que la figura que se movía dentro era la de ella.

Una vez terminé de cenar, encendí la lámpara de luna y me acomodé en la cama con el portátil para seguir viendo una serie a la que no prestaba especial atención con las luces apagadas. 

Durante estos días Mai se había vuelto casi una obsesión, me pasaba las clases mirándola y preguntándome cómo alguien tan brillante podía ser tan inepta socialmente. Mai sabía perfectamente que la observaba porque no me molestaba en ocultarlo cuando me devolvía la mirada, incluso había descubierto que tenía un tic cuando se ponía tensa. En alguna ocasión que nuestras miradas se encontraban, Mai giraba la cara en dirección opuesta a mí y se pellizcaba el borde superior de la oreja con delicadeza. Sabía que lo hacía cuando se ponía nerviosa o se concentraba, ya que en un pequeño simulacro de examen la vi hacerlo durante un buen rato, también lo hacía en la biblioteca cuando estudiaba y recuerdo haberlo visto el primer día que nos conocimos mientras me ignoraba. 

Le había preguntado todos los días si quería comer con Priya y conmigo, pero siempre respondía que tenía que hacer cosas y desaparecía, incluso hacía un par de días, Priya no pudo acompañarme en la comida y pasé toda la hora buscándola sin encontrarla. Me intrigaba mucho a dónde podía ir durante ese rato, pero cuando se lo pregunté pasó de mí totalmente y ni me contestó.

En todos estos días, Mai no me había dado su número de teléfono así que, con la que yo creía era la mejor idea que se me había ocurrido en mucho tiempo, me levanté y escribí en un papel:

<< Buenas noches, Mai >>

Dibujé un autorretrato que provocaría a cualquier dibujante que se arrancase los ojos, después lo doblé en forma de avión de papel y me dispuse a colarlo por la pequeña abertura que había en su cortina. Falle siete veces antes de conseguirlo y para entonces también había empezado a escribir bajo mi retrato en letra pequeña:

<< Este no es mi primer intento, así que más vale que bajes, porque el seto bajo tu ventana está lleno de los que no pudieron entrar. >>

Acto seguido me acosté, realmente no creía que fuera a contestarme y tenía que descansar, ya que mañana volvía Kyo para molestarme de nuevo y lo más importante, mi nuevo padre también volvía de su viaje.



Hideo era un hombre muy amable y extrañamente abierto para ser japonés, mamá había ido a recogerlo al aeropuerto y en cuanto cruzó la puerta se lanzó a abrazarme con una gran sonrisa dándome unas palmaditas en la espalda. Me hizo gracia que, en este aspecto, resultaba que yo parecía más japonesa que él porque el contacto físico de ese estilo siempre me había incomodado un poco. Miré a Kyo con cara confundida pero divertida y este simplemente se encogió de hombros y sonrió. En cuanto la cena estuvo lista Hideo nos animó a todos a sentarnos para poder conversar.

La velada fue muy agradable y después de muchos días parecía que podía ir soltando la tensión que había estado acumulando. Hideo se interesaba mucho por mis gustos y opiniones sobre diversos temas y su personalidad resultaba tranquilizadora. No mencionó el piano en ningún momento, cosa que agradecí en silencio, supuse que mamá había hablado con él antes de llegar para ponerlo en sobre aviso, pero no quiso presionar con el tema. Después de cenar nos tomamos un té mientras Kyo lavaba los platos y conversamos durante bastante tiempo hasta que mi madre anunció que se iba a dormir y poco después Kyo la siguió. Finalmente solo quedamos Hideo y yo que seguíamos conversando tranquilamente sobre libros y música.

— Ona, no lo he comentado antes porque no quiero que te sientas incomoda —empezó a decir Hideo—. Pero te felicito por tu examen de ingreso.

— Gracias, no es para tanto.

— No, sí que lo es —dijo con una sonrisa—. Mira, sé que esto sonará un poco a cliché, pero no tengo la intención de sustituir a tu padre. Quiero que te tomes tu tiempo para conocerme y que algún día puedas pensar en mí como tu familia.

— Te lo agradezco... esto...

— Llámame Hideo, no es necesario que me llames papá si no estás cómoda, aunque espero que algún día me gane el título —rio—. Por mi parte, creo que me han tocado las cartas ganadoras. Apenas has llegado y ya estás contribuyendo al apellido Daiko, estoy muy orgulloso de poder llamarte mi hija.

— Vas a hacer que me ponga roja —dije bajando la mirada.

— Lo digo muy en serio y sobre el tema del piano —o no, allá vamos, pensé—. Sin presión. Es tuyo, tócalo cuando estés preparada o no lo hagas nunca, pero no te sientas forzada a nada.

— Gracias —contesté en un susurro.

— Bueno —dijo mientras miraba su reloj—. Creo que es hora de irse a dormir. Es tarde, mañana tienes clase y necesitas estar descansada para seguir destacando.

— Creo que ya lo hago —dije mientras me miraba de arriba a bajo.

— No te preocupes —dijo riendo—. Esta universidad es muy tradicional, pero acabarán dejándote en paz. Buenas noches y si necesitas cualquier cosa en cualquier momento no dudes en hablar conmigo, a Kyo ya lo he dado por perdido, pero contigo todavía puedo hacerlo bien —bromeó con una gran sonrisa y guiñándome el ojo.

Volvimos a despedirnos cuando llegamos a nuestras habitaciones y en cuanto cerré la puerta me apoyé de espaldas y cerré los ojos suspirando con fuerza. Estaba convencida de que la noche iba a ser un cúmulo de incomodidades y silencios que no harían más que aumentar mi ansiedad, pero Hideo se había esforzado en hacer la situación lo más cómoda posible para mí, demostrando que era una buena persona.

Cuando abrí los ojos vi un objeto encima de mi cama y al acercarme descubrí un pequeño avión de papel perfectamente doblado y simétrico que al abrirlo tenía escrito un número de teléfono acompañado de un discreto "Buenas noches" en una letra cursiva y elegante. No pude evitar sonreír y me dejé caer sobre la cama antes de quedarme totalmente dormida.



La cafetería estaba llena y para mi sorpresa había algo de alboroto en el ambiente, era raro ver el local tan lleno de gente, pero no podía evitar curiosear mientras Priya me hablaba.

— ¿Me estás escuchando o pasas de mí descaradamente? —preguntó Priya haciendo que me desconcentrara de mi sesión de curioseo.

— Te estoy oyendo.

— Seguro, ¿Qué te acabo de decir? —preguntó entrecerrando los ojos.

— Que el café al que te voy a invitar lo quieres con un sobre de azúcar —dije mirándola y sonriendo.

— Bien jugado —dijo negando con la cabeza mientras sonreía—. Pero lo quiero con dos sobres de azúcar.

Me levanté riendo a la voz de oído cocina y poco después volví con dos cafés en mis manos que dejé sobre la mesa, acto seguido le lancé un puñado de sobres de azúcar encima para que se hiciera una isla de azúcar en el café si quería.

— Como te iba diciendo antes de este soborno —dijo removiendo el café—. Este viernes hay una fiesta. Tú vienes, ¿no?.

— ¿Va alguien a quien conozca?

— ¿Pero qué dices? Si llevas aquí casi un mes y tu única amiga soy yo. ¿A quién quieres conocer tú?

— Eso no es verdad —dije fingiendo estar ofendida—. También conozco a Mai.

— Suerte con ello —dijo bufando—. Nunca la he visto en una fiesta y el infierno se congelará antes de que eso pase.

— Pues yo voy a invitarla si no te importa.

— Para nada, invita a quien quieras. Quedamos en la puerta del karaoke a las ocho, te enviaré la ubicación luego.

— ¿Vamos a un karaoke?

— Claro, aquí es supertípico ir a los karaokes. Tienen salas privadas para grupos y puedes pedir bebidas y comida.

— Nunca he ido a uno.

— Pues te va a encantar, ya verás, es toda una experiencia —dijo sonriendo mientras nos terminábamos nuestros cafés y nos levantábamos para irnos a nuestras respectivas clases.

Durante estos días había cogido la costumbre de esperar a Mai para volver juntas a casa. Ella me había pedido muchas veces que no la esperara, ya que al ser algo así como la encargada de la clase, siempre salía más tarde que el resto por diversos recados para la administración, pero no podía evitar esperarla hasta que terminaba.

En una ocasión tuve que ir a secretaría para arreglar unos papeles que tenían que ver con mi cambio de universidad y no pude esperarla, así que pensé que simplemente se iría a casa. Para mi sorpresa, cuando salí del edificio y me encaminé hasta la salida la vi en el gran portón al lado del árbol en el que solía apoyarme para esperarla mientras oía música, mirando de un lado a otro como si buscara algo con cara de confusión. En cuanto me vio se dio cuenta de que la había visto buscándome y volvió a poner su cara neutra mientras me preguntó si ya estaba lista. Lo intenté con todas mis fuerzas, pero por más que lo intentaba no podía quitar la sonrisa que se había instalado en mi cara, lo que provocó que Mai se pusiera roja y se cabreara. Sin apenas mirarme aceleraba el paso, lo que hacía que cada vez yo me riera más fuerte hasta que al final casi volvimos a casa corriendo, ella delante huyendo de mí y yo detrás mientras lloraba de la risa.

Hoy Mai había salido pronto y no tuve que esperarla apenas, después de saludarnos discretamente nos pusimos camina a casa como de costumbre. Cuando entramos en nuestra calle le pregunté antes de que entrara a su casa.

— Este viernes me ha dicho Priya que hay una fiesta en un karaoke.

— Ah... —contestó con cara confusa.

— Himeko, que no te lo estoy diciendo como nota informativa —dije poniendo los ojos en blanco—. Que te estoy invitando a venir.

— ¿Y para qué querría yo ir a un karaoke?

— No sé —dije encogiéndome de hombros—. Para socializar, para divertirte, para contribuir a que llueva... escoge la que más te guste.

— No me siento cómoda con desconocidos.

— Me conoces a mí —dije sonriendo—. Y a Priya, más o menos. —Mai se quedó en silencio mientras lo pensaba—. Venga Himeko, vente. No me malinterpretes, me encantan nuestras vueltas a casa en silencio y cargadas de tensión, pero estaría bien quedar fuera alguna vez.

— No hace falta que sea con tanta gente, pero me lo pensaré si con eso me dejas en paz —dijo finalmente antes de entrar a su casa.

Entré a la casa contenta, no sabía si vendría a la fiesta y algo me decía que se echaría atrás para no venir en el último momento, pero la frase de Mai me había dicho mucho más de lo que esperaba. Me había dejado entender que no había ningún problema en quedar ella y yo fuera de la universidad y eso me hacía sentir feliz, porque después de un mes, por fin parecía que Mai Himeko se estaba abriendo a mí.

Tan pronto me embargó la felicidad, una pregunta apareció en mi cabeza haciendo que se me borrara la sonrisa y me envolviera la preocupación.

Priya era compañera de clase de Kyo.

¿Eso significaba que él también vendría?, pensé.

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