Capítulo 7
Christina
— ¿Es una broma?
— Una muy mala. — Tris se deja caer hacia la cama, cayendo de espaldas antes de colocar sus manos sobre todo su rostro.
— ¡Claro que no, idiota! — sacudo la prueba de embarazo con emoción, sonriendo. Siento la sangre subir hasta mis mejillas, llena de alegría me tumbo a su lado, su delicado cuerpo rebotando por la acción. — ¡Es increíble! ¡Otro bebé!
— ¡Lo sé! — grita, con una sonrisa, aunque termina con un suspiro — Pero... ¿Te viene a la cabeza de quién es hijo?
— Mío no es. — bromeo mientras me encojo de hombros, el gesto se va cuando veo su rostro, totalmente serio. — ¿Qué dijo el numerito?
— ¿Lo ves por aquí? — extiende los brazos hacia el cuarto, fijando sus turbios ojos en mi — Mentira, está en su curso para el ascenso, pero fue su salvación. Los últimos días ha estado tan distante, tan bloqueado de emociones que no sé qué pensar al respecto. Dice "Te amo", pero hubieras visto su reacción al bebé, fue tan hiriente sentirme sola — se detiene unos segundos, y si algo he aprendido es el dejarla terminar antes de comentar cualquier cosa. —. No habla de lo que siente, solamente se molesta y grita e insiste en repetir los errores que hemos tenido. Estoy tan cansada de eso, Christina. Tan cansada de que se guarde todo lo que le duele, lo que le preocupa y que lo único que sepa decirme o repetirme son... las cosas en las que hemos fallado. No me da soluciones, solo parece querer... otorgarme problemas.
Guardo silencio por unos instantes, mi mente maquinando a gran velocidad una posible respuesta. La mayoría de las veces comprendía la posición de ambos, y es que casi siempre esa era mi postura, de mediadora y aún así me parecía complicado descifrar a mi mejor amiga esta vez: no era que me agradara no poder apoyarla, pero lo que sale de mis labios podía ser tomado como un brusco comentario.
— ¿En serio solo te ha dado problemas? — me incorporo hasta quedar sentadas, mi severa vista en ella — Tris, Cuatro ha dado casi su vida por verte bien. Desde tu coma hasta tus últimas crisis. Está dejando su alma en tratar de sostenerte a ti y a ahora a Annie. ¿Cómo piensas que le sienta otro bebé? Se guarda lo que siente porque ni él mismo sabe descifrarlo. Es culpa, es dolor, es... toda una ola de emociones negativas. Lo de Annie no fue sencillo para él, sé que tampoco para ti, pero no fue en ti en quien recayó la culpa. Le reclamaste hasta que tuviste a tu hija en brazos...
— Christina... — su voz no es más que un lloroso murmullo, pero yo ya no podía detenerme. Tal vez eran mis raíces de Verdad, pero si alguien tenía la capacidad de hacer sentar cabeza a alguien era yo.
— Lo sabes, Tris — retengo mi tono de voz, aunque quería gritarle para saber si así entendía —. Siente que te ha fallado como padre, como esposo, como ser humano. Tú no cargaste con ese peso, con ese miedo de arruinar las cosas porque a tu punto de vista actuaste perfecto. Y probablemente lo hiciste, pero no justifica tu exigencia a que te demuestre sus sentimientos cuando lo único que puede expresarte es la culpa que le hiciste sentir.
Casi suspiro cuando termino, el aire en mis pulmones agotándose al hablar con tanta rapidez, lo que no pude predecir fue el contraataque de la rubia. Comienza a reclamarme la posición que había tomado aunque parecía que yo estaba bajo el agua, me esforzaba por escucharla, pero el verla tan molesta no era nuevo y sabía que nada de lo que decía era lo que realmente sentía. Veo sus labios moverse con furia y sus manos siendo lanzadas de un lado al otro en explicativos ademanes, no interfiero en su agresiva explicación hasta que mi cerebro retiene una frase.
—... ¡No es mi culpa este embarazo!
— ¡No lo es! ¡Pero también es su bebé! — a percepción mía, pega un ligero brinco ante mi explosiva declaración. Obviamente no era algo nuevo para ella, pero necesitaba que realmente lo captara. — También es su bebé, también serán sus noches de desvelo, sus cuidados y su cariño. Pero si ve que con Annie sucedió esto y que tú no dejas de recriminarle con la mirada cada que tiene un ligero desliz no querrá saber nada, porque sabe que por más que se esfuerce, por más que se involucre con tu embarazo tú tendrás el pánico de otro descuido. Y llámalo egoísta, pero lidiar con todo eso ha de ser una mierda.
El silencio que queda después de aquello llena el aire con una honesta tensión. Ahora si permito que mis pulmones se alivien con un suspiro mientras Tris enfoca un punto muerto, en algún lado de la habitación. La idea de disculparme me parece absurda, pues era lo que ella necesitaba oír, pero sabía que había sido dura con ella.
Cuatro siempre ha buscado proteger a su esposa a toda costa, a su hija. Son las dos luces de su vida y cualquiera con dos ojos podía notarlo. Es más, hasta la gente ciega lo notaba.
El lazo que ambos tienen es demasiado fuerte, los dos podían ser independientes, necios e incluso idiotas, pero si se involucraba el bienestar del otro eran capaces de mover cielo, mar y tierra para protegerse. El problema es cuando el daño se lo causan el uno al otro: entre el orgullo y el bloqueo sentimental que ambos llegaban a presentar es un gran obstáculo en su relación y con esta reciente pelea me es posible contemplar como eso no había cambiado, ni siquiera con el secuestro de Annie.
Salgo de mi ensoñación cuando los brazos de mi amiga me envuelven con una notable timidez, aunque el gesto iba impregnado de algo similar al agradecimiento. Claro que la rodeo con ambos brazos y ruedo los ojos. Era una idiota, pero era mi mejor amiga.
— Tienes razón... — murmura contra mi hombro. Se remueve lentamente para poder quedarse ahí. — todo este tiempo... estuve tan a la defensiva porque no quiero que pase de nuevo. Annie ha mejorado pero yo... no dejo de tener ese miedo de que suceda otra vez. Es humano, tiene errores...
— Y tendrá muchísimos más, créeme — no me muevo para poder otorgarle, literalmente, un hombro en el cual llorar —. Pero debes entender que si no le das la oportunidad de redimirse él no será capaz de abrirse a ti sin sentir que le reclamaras algo.
— Fui egoísta, ¿no? — su voz no pasa de ser un murmullo.
— Un poco, pero mira, tantos años sin serlo tenían que cobrarse en algún momento. — retomo las bromas: juntarme tanto con Uriah y con Mar se reflejaba en mi comportamiento, lo cuál llegaba a ser divertido.
Ella me otorga una ligera risa en respuesta, tallándose los ojos para desenredar sus húmedas pestañas.
— Si, supongo que es cierto... — deja la frase incompleta al aire. Odiaba que hiciera eso porque sentía que decir algo más era interrumpir sus ideas y, después de dejar Verdad y las facciones atrás, era lo que más evitaba.
— Por cierto, ¿y Annie? — miro alrededor del cuarto como si pudiera encontrarla entre los muebles, en el armario o en las paredes.
— Con Caleb y las gemelas — suspira, y sé que de nuevo una idea negativa le ronda la mente —. Quedó destruido con lo de Susan...
— Lo sé — asiento, pues era cierto que todos podíamos apreciar tanto la ausencia de la rubia como del distanciamento de su marido —. Pero, hey, tener a las gemelas ocupadas con Annie puede hacer que trabaje en sí mismo y que Annie recupere sus habilidades sociales, lo dijo la doctora.
Ella vuelve a asentir y una fantástica idea llega a mi mente, sonrío casi con maldad y le tomo por la muñeca.
— Vámonos.
— ¿A dónde? — me mira con confusión.
— A tatuarnos. ¿A dónde más?
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Tris se acaricia la nuca con una risa, saliendo del pequeño y oscuro local. Durante el par de horas ahí dentro, parecía que todo malestar a causa de su relación marital parecía haber sido olvidada. Digo que parecía porque sabía que su mente aún maquinaba preguntas, problemas y soluciones al respecto: la conocía demasiado bien, no podía mentirme.
— ¡No puedo creer que me convencieras de esto!
— Como en los viejos tiempos — río, alzando el tobillo para mostrar mi tatuaje. Una pequeña balanza alineada perfectamente, el símbolo de mi antigua facción con una modificación: mi deseo de justicia. En Verdad la balanza se mostraba siempre inclinada hacia un lado, en mi piel no, en mi piel deseo que todo sea parejo y justo, en mi vida. —. Además, sabes que lo necesitabas, Seis.
— Son bonitos recuerdos... — en sus labios se dibuja una sonrisa casi imperceptible, en su cuello varios números. Eran dos coordenadas: dónde todo había iniciado, y dónde todo había tomado rumbo, el lugar dónde renació.
— Cuando Annie sea mayor, quiero ser quien la traiga a tatuarse. — declaro, enganchando mi brazo al de ella. El sol nos golpeaba el rostro de frente, causando que mis ojos quedaran entrecerrados y me guiara con cuidado.
— Si crees, ¿no? — me molesta, empujándome haca un costado. Río al ladearme hacia la orilla de la banqueta.
— Hey, al menos dije que cuando fuera mayor y no en este mismo instante. — alzo los hombros.
Ella ríe genuinamente, asintiendo.
— Bueno, ¿gracias?
— De nada, cuando quieras.
Desconozco el momento exacto en el que nuestra salida se vuelve un casual paseo por la ciudad, pero caminamos tranquilamente una al lado de la otra, hablando banalidades y riendo por las estupideces que hacíamos.
Era agradable tener esos momentos de convivencia, en pequeños gestos se reflejaba nuestra falta de infancia... normal: dábamos vueltas y jugábamos a no pisar la línea. Incluso era extraño visualizarnos teniendo una vida adulta de esa manera: habíamos visto a nuestros padres crecer y desarrollarse bajo pesados estándares sociales, integrarse o morir. Ahora era común ver a la gente vestir del color que se deseaba sin señalar la pertenencia a una fracción, se respiraba la libertad, la integración.
A la mayoría nos había costado, desprenderte de tus raíces era complicado, pero no siempre era malo: demostraba nuestra capacidad de adaptación e incluso una madurez considerable. Tris y yo a veces visitamos la biblioteca principal, era enorme, y tras tantos lomos podíamos apreciar los cambios sociales desarrollados durante la guerra, durante los experimentos. Diez y seis años era una edad absurda para decidir el resto de tu vida, para elegir tu modo de vivir. Así lo veo yo.
Tris no lo admite, pero durante todo nuestro recorrido espera comunicación por parte de su marido. Cuatro tendía a ser necio y terco, pero la amaba, y amaría al bebé que crece dentro de ella, era más que obvio. Al volver a mi departamento cierro la puerta tras de mi y la bloqueo: tras lo sucedido cono Mark había tomado medidas, la puerta solo se desbloqueaba con huella dactilar y código.
Recorro las cortinas a los lados, los ventanales recibiéndome con una asombrosa vista de la ciudad renacida, viva y latente. Me coloco cómoda, una fina bata cubriendo mi moreno cuerpo y en la mano una copa de vino. Esto se veía solo en libros y poder vivirlo era increíble: reviso algunos de mis casos en la computadora, mi trabajo como abogada nunca quedaba de lado, siendo siempre constante pero con amplio orden.
Admiro el atardecer desde el sofá de la sala, tan tranquila con mi soledad que ni siquiera era apropiada esa palabra: era una mezcla exquisita de amor propio e independencia. Es justo cuando los últimos rayos del sol besan el cielo que reconozco mi voluntad de crecer, de mejorar no solo para los demás, de hacer de mi alma y mente una cálida manta que proteja mis ideales.
*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
¿De qué lugares son las coordenadas? 🤔
No creí volver, tengo que admitirlo. Escribir se ha vuelto algo tan informal para mi que pido me perdonen por abandonar este proyecto.
¡Pronto se vienen cosas fuertes! 😬 ¿Qué opinan de la postura de Christina? ¿Fue buena amiga? ¡Y de Tobias! ¿Qué piensan?
Sigan conmigo y tal vez les deje descubrirlo.
Las amo, bananas para ustedes.
- Dana.
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