Capítulo 11

Tris

Con el paso del tiempo he aprendido a disfrutar de mis propias emociones, del burbujear en mi estómago ante los nervios repentinos, pero esta vez no estoy segura si es hambre o la ansiedad que me genera saber el estado de mi bebé, quien no ha parado de arruinar mi guarda ropa debido a su rápido crecimiento. Ni siquiera Annie me había orillado tan rápido a abandonar mis pantalones favoritos.

Tres meses y medio de un embarazo sumamente caótico, envuelto en nauseas y asco derivado de ciertos aromas, incluida la loción de Tobias, que ha quedado prohibida dentro del cuarto. Aun con todas las advertencias, me he saltado las últimas revisiones médicas debido a mi falta de tiempo y concentración en algo tan importante. 

El Centro parece ir de bien a mal en solo una mala crítica y una negativa interpretación de nuestra labor, y aunque mis manos no se ven sumergidas en las averiguaciones genéticas, termino siendo afectada administrativamente y he tenido que ocupar algunas horas extras para satisfacer a Matthew y que comprenda que estoy tan comprometida con mi trabajo como él, quien en los últimos meses ha desarrollado un carácter completamente ajeno al Matthew pasivo y relajado que reconocía como alguien cercano a mi y a mi familia. Por Christina, tengo entendido que es un sentimiento general, que ha empezado a apartarse de todos. 

De cualquier manera, la oficina en casa me ha salvado de pasar malestares en un espacio poco cómodo, permitiéndome trabajar y a su vez bajar a la cocina cuando hay algún antojo a satisfacer. Y con ello, días llenos de mimos de Tobias. Su desbordado cariño por nuestros hijos ha transformado toda la convivencia dentro de la casa, la rutina se ha roto con salidas, noches de películas y citas con nuestra pequeña Annie.

Con Annie... han sido semanas difíciles. Visitar a la psicóloga ya no es un problema, sino que comienzo a sentir que hay tantas cosas que puede hablar ahí dentro que no externa con nosotros, y no es que desee invadir su privacidad, pero si saber si puede procesar lo que ahora pasa: tendrá un hermano. O una hermana, y eso implicará que parte de nuestra atención, la de Tobias y la propia, irá por largos instantes hacia él o ella, un ser nuevo en el mundo. Ya no será hija única y somos conscientes de que puede ser un cambio que la aterre.

De igual forma, no se ha mostrado en contra de esto, pero tampoco a estado precisamente entusiasmada, y es comprensible. Aquel evento innombrable le arrebató gran parte de su alegría.

Tobias parece sacarme de mi ensoñación con un par de toques en el marco de la puerta de nuestra habitación, sus ojos posados sobre mi como si realizara una pregunta. Casi ríe al ver que me he quedado trabada antes de ponerme una sudadera cómoda para mi, el bebé y el frío.

— Parece que te congelaste. ¿Estás lista? — se acerca, acariciando con los dedos el tatuaje de mi hombro. Asiento, sonriendo por el toque, pero me estremezco al sentirlo más frío de lo que estaría dispuesta a tolerar. Paso la sudadera por mi cabeza y la suavidad y calidez me envuelven de una. 

— Lista. ¿Hector te ha escrito? — acomodo la suave tela sobre mi vientre, el cual resaltaba levemente.

— Me dijo que no tardaba nada, que había pasado a comprar algunas cosas. — la cercanía de su voz parece vibrar dentro de mi pecho cuando se acerca otro poco a ajustar la gorra, con sus dedos retirando de dentro algunos mechones rubios.

— ¿Crees que estarán bien? — murmuro por lo bajo, alzando los ojos a él, quien suspira y ladea levemente la cabeza con aquel característico ceño fruncido. 

— Eso me gusta creer. Pero no te preocupes, necesitan estar tranquilos... — ambas manos pasan a mi vientre y se recorren a mi cintura, con los pulgares presionando contra su hijo. O hija. Me arranca una sonrisa, pero estiro la mano hasta frotar suavemente entre sus cejas. 

— También necesitamos que tú lo estés. Tranquilo, ¿si? — el sonido del timbre retumba en la casa, mi rostro girándose al pasillo — Seguro es él. 

— Yo abro. Annie está en su cuarto, puede que se anime al verlo... — asiente, tratando de infundirme seguridad al bajar los escalones tranquilamente. Tomo otro abrigo largo, sabiendo que el aire podía calarme hasta los huesos, y me dirijo con mi niña para despedirme y asegurarle cerca de diez veces que volveremos a casa. 

Las voces de los hombres en el primer piso parecen ser absorbidas por las paredes y escalar hasta envolver a Annie, porque en cuanto escucha al más joven, me mira como si preguntara si lo que escuchaba era real. Sonrío y asiento, ambas incorporándonos hasta andar abajo con pasos de deleite: ella por ver a Hector, quien se convirtió en algo muy parecido a su hermano mayor, y yo porque después de meses la veo sonreír ampliamente al arrojarse a los brazos de alguien que no es su papá.

— ¡Hector!

El llamado hace al chico girarse y acuclillarse para recibir a mi niña pequeña, quien le rodea por el cuello y se oculta ahí, sus piernas volando cuando él le alza en brazos.

— Hola, moquito. ¿Cómo estás? ¿Estás bien? 

Mi hija asiente como si eso fuera la respuesta a todo y Tobias no puede evitar pasarle los dedos entre los finos y castaños cabellos, como una caricia de consuelo y apoyo. Sabía que para él era igual o más difícil ver el poco progreso social, apreciar los pedazos quebrados de aquella niña que habíamos criado con tanto amor. 

Mi marido y yo conducimos hasta el hospital. Aun parece un sueño sentir su mano acariciando suavemente mi vientre, creando pequeños círculos de inmensa calma y alivio, estos arremolinándose por encima de nuestro hijo, o hija, mientras que sus largos y precisos dedos de la mano contraria envuelven el volante. Es como un deja vú, pero cargado de nuevos miedos, nuevas advertencias a dar. Un nuevo bebé.

— Entiendo que has estado ocupada, pero no podemos seguir evitando o reprogramando estas citas — las palabras se tiñen de una mezcla de firmeza y calma, sin detener sus mimos —. Tenemos que asegurarnos que el bebé esté bien...

— Lo sé — respondo en un murmullo, mirando el frío paisaje de Chicago en pleno invierno —. No ha sido cosa mía, o a propósito, pero podemos ajustarnos y ambos asistir a las revisiones.

— Así será. — asegura, mirándome unos segundos antes de tomar mi mano y llevar mis nudillos a sus labios. Aquel gesto era tan suave y dulce, no era nuevo, pero el contraste que presenta con el Tobias de hace más de diez años me estremece de alegría.

Estaciona y ambos bajamos, el mayor tomando mi mano y asegurándose de que fuera bien abrigada: aunque mi resistencia a los resfriados era alta, las probabilidades nunca serían cero. El aroma a medicamentos nos envuelve a ambos, y aún con el desagrado por espacios tan blancos, nos vamos a sentar a la sala de espera después de registrarnos. El silencio corre entre ambos con delicadeza, casi discreto entre todo el caos que ha habido últimamente. Parece... la calma antes de la tormenta. 

— ¿Beatrice Eaton?

Mi marido suelta una risita y hasta yo siento como lo fulmino con la mirada cuando nos ponemos de pie, besa mi frente, toma mi mano, e indica que ya estábamos ahí, llevándome dentro del consultorio. La tecnología había avanzado a grandes y rápidos pasos, pero me agradaba que hubieran cuidado humanizar de nuevo el área médica. Al menos había alguien de carne y hueso recibiéndonos, pidiéndonos tomar asiento.  

Las revisiones eran relativamente normales, pero no dejaba de intimidar el tipo de consultorio, era como entrar de nuevo a la boca del lobo de la que me sacaron hace años. Por más rutina, por más cambios que hay en mi vida, no podía desaprender. Ni olvidar. 

— Tris, por favor, recuéstate y levanta tu sudadera.

Lo hago, Tobias deslizándose en el banquito a mi lado. No se si me sonríe para calmarme o solo por reírse de como mi piel se eriza por el cambio de temperatura, pero de igual forma regreso el gesto, pero mi atención se desvía al movimiento de aparatos. Desinfección, un poco de gel y la rutina a repetir con Annie.

Solo que lo que se muestra en la pantalla, no es lo mismo que aquella vez.

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Hector

Balanceo a Annie en el pequeño columpio dispuesto en el patio de los Eaton, aunque realmente tengo que estar completamente inclinado para empujar desde la parte baja de su espalda. Ni siquiera dice nada, es como si estuviera viendo un punto fijo perdida en un mundo al que nadie más ha tenido acceso.

He comentado con Tobias la posibilidad de recorrer los miedos de la menor a través de una simulación, pero sería un peligro tenerla a ella en acción y a nosotros encerrados en su mente sin saber como salir porque la pequeña no podría resolver el problema por si misma. Si bien Eaton se negaba en un inicio, sería una manera de empezar a arreglar las cosas, aunque sea a un nivel más cercano.

— No me gusta.

Me sorprende la repentina frase, casi susurrada, y por un momento pienso en que se refiere al vaivén, por lo cual lo detengo al instante. 

— ¿Mejor?

—  No. Del bebé. — aclara, más para ella que para mi realmente, pero eso si que me hace acercarme a su rostro en busca de una respuesta clara. 

— ¿No te gusta... lo del bebé? — no me mira, pero asiente, y tengo que tomar valor para entenderla, aunque no era nuevo lidiar con un pensamiento potencialmente negativo — ¿Qué es lo que no te gusta?

Sostiene las protegidas cadenas del columpio, impulsándose con las puntas de los pies: no lo hace con la intención de realmente columpiarse, parece más buscar un estímulo que alivie lo denso de la conversación, o al menos, lo denso que la siento yo. Duda, lo noto cuando pasea su mirada por todos lados a nivel del suelo, a excepción de mi. 

 — Sabes que puedes contarme cualquier cosa, ¿verdad? No te voy a regañar ni nada de eso, es más... — me siento en la hierba, a un lado de ella. — no soy el hermano mayor, pero sé lo que es tener hermanas.

— Si...

— Tú también serás una hermana mayor. Como Shau. Tía Shau, solo no seas igual de fastidiosa que ella — arriesgándome un poco, le picoteo las costillas para arrancarle una risa, la cual obtengo, corta y bajita —. Creo que serás una gran hermana, también importa lo que tú sientas.

La miro en espera de una respuesta: nuestra relación con Annie se ha tenido que basar en la paciencia. Paciencia y controlar las ganas de ir a arrastrar a Peter hasta el Abismo. 

Sus palabras llegan minutos después. 

— No quiero que tengan miedo... si... nacen y tendrán miedo, eso no será vida. No es.

Alzo las cejas, sin querer repasar la crisis existencial en la que me acaba de meter una niña de 5 años. 

—... entonces... temes que... vivan miedo — ella parece pensarlo dos veces, pero hasta yo entiendo que el que se lo diga un adulto, después de lo que ha vivido, podría invalidar sus ideas. —. Okay... okay, lo entiendo. Yo... tenía otra hermana — me mira.—. Lynn. Ella... parecía no tenerle miedo a nada. Y era una amargada. Pero... era mi hermana, y la quería mucho.

—... ¿Qué le pasó?

— Murió — digo directamente, sin realmente meditar el que indicaba la muerte para una niña de su edad. —. Creo que le gustaba dar esa sensación de... valentía. De que no le tenía miedo a nada y eso fue también un problema... — le mira — Tener miedo es lo que nos mantiene vivos. Alerta. Sin ese miedo, no seríamos humanos, seríamos máquinas. Como robots. — mueve los brazos, imitando los aparatos. — ¿Te gustaría que tu hermano fuera un robot? — ella niega — Estás chiquita. Y es comprensible que tengas miedo, pero ese miedo no debe desanimarte de hacer lo que tu quieras. 

— Es... no quiero que les duela nada nunca... 

— Será difícil lograrlo, Ann. La verdad. Porque las niñas y niños latosos como tú corren y se caen. — río para calmarle.

— Eso también duele...

— Y duele reír por mucho tiempo. O cuando te abrazan muy fuerte. Hay que buscar dolores que valgan la pena. — aprieto su mejilla con delicadeza y opto por incorporarme, sacudiendo la hierba y tierra de mis pantalones — Ya basta, estás muy niña para estas charlas. — le saco del pequeño cuadro y le alzo directo a montarle en mis hombros. Annie se sorprende, pero ajusta sus piernas y se sostiene de las manos que mantengo cerca de ella. 

Entre brinquitos, carreras cortas y juegos, busco salvarla un poco del pánico que parece estar ahogándole.

Tris

Subir al auto y conducir de regreso a casa es un proceso silencioso, porque ni Tobias ni yo podemos realmente digerir la información. Ni con la imagen entre los dedos soy consciente del significado: mi esposo solo se frota constantemente los labios, su silencio rompiéndose cuando parece soltar una risa de alegría, mezclada con un suspiro.

— Mellizos.

Sonrío. — Mellizos...

~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*

¡He vueltoooo! No puedo decir que ahora si definidamente pero al menos me pelearé con todas mis responsabilidades para traerles un capítulo cada miércoles o sábado:) 

La verdad es que quería escribirles cuando Tris y Tobias le cuentan a Annie que tendrá dos hermanitos pero me encantó ese final para el capítulo. ¿Qué opinan de su relación con Héctor? Un sueño como hermano mayor, me dio la chilladera al recordar a Lynn. 

Esto iba aquí: bananas para ustedes.

-Dana






Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top