12

El tan anticipado baile había dado inicio. Charles estaba en la entrada, al lado de Carlos, debía ser el encargado de dar el primer paso del plan.

― Calos, cuando sientas el aroma de Lewis, tienes que decírmelo de inmediato.

― ¿Por qué me arrastraron a este plan? ― preguntó el alfa, frustrado ― no tengo ganas de jugar a ser cupido.

― Porque sí, Calos ― respondió Charles, mirando distraídamente sus uñas antes de voltear hacia su novio ― anoche no dijiste lo mismo.

Carlos no pudo evitar sonrojarse al recordar lo que sucedió anoche.

― Así que no tienes derecho a opinar, alfa tonto ― sonrió Charles, dándole un beso en la mejilla al español.

― Pero miren a quién tenemos aquí  ― interrumpió una tercera voz con un tono juguetón ― si no son los adorables novios Sainz, ¿acaso están aquí para robarse el show?

― Lewis ― saludó Carlos, dándole un ligero golpe a Charles para que también se uniera al saludo ― es un placer tenerlos aquí. ¡Qué alegría verles juntos!

― Buenas noches ― saludó Sergio con una sonrisa fingida ― un gusto verlos.

― Hola ― saludó Charles a Lewis de manera seca, sin mucho entusiasmo. Luego se giró hacia su amigo ― hola, Checo, ¿cómo has estado? Espero que todo bien.

Hamilton solo pudo rodar los ojos ante la actitud de Charles, sintiendo que su paciencia se ponía a prueba. Apretó con más fuerza su agarre en la cintura de su esposo.

― Hola, Char ― saludó, ignorando el leve dolor que comenzaba a sentir por el agarre firme de su esposo. A pesar de la incomodidad, su tono era amistoso, como si nada pudiera afectar su buen humor.

― Bueno ― volvió a hablar el mayor de los cuatro, mirando a los demás con una sonrisa ― mi esposo y yo nos retiramos, iremos adentro. Los dejamos para que puedan seguir saludando a los invitados. Vamos, Sergio

― Espera ― intervino de nuevo el monegasco ― Sergio, ¿por qué no te quedas conmigo? Hace mucho que no tenemos una buena charla, y tengo tanto que contarte. ¡No quiero que te vayas tan pronto!

― No, no puede ― respondió Lewis con un tono seco, sin dejar lugar a dudas ― mi esposo tiene que pasar tiempo conmigo, no con sus amigos. ¿Cierto, omega? ― preguntó, mirándolo intensamente a los ojos mientras lo acercaba más a él, como si quisiera reforzar su punto.

Sergio se encontraba en un dilema, sin saber qué decir. Por un lado, tenía a su amigo, que claramente deseaba pasar tiempo con él, y por otro, estaba su esposo, cuyo descontento sería evidente si elegía a alguien antes que a él. La presión de la situación lo hacía sentir atrapado, y sabía que cualquier decisión podría desencadenar una tormenta en su relación.

― Lo siento, Charles ― murmuró Sergio, la voz temblorosa y cargada de tristeza ― iré con Lewis, con permiso.

Observó la sonrisa triunfante del alfa y solo deseó poder derribarlo al suelo y arrancarle la máscara. Quería golpearlo hasta cansarse, liberar toda la frustración y rabia que se acumulaban en su interior.

Vio cómo el matrimonio se desvanecía entre la multitud, como si se tragara a su amigo en un torbellino de rostros y risas.

― Dios ―rompió el silencio Carlos, la frustración evidente en su voz ― tuve tantas ganas de golpearlo.

Charles solo pudo suspirar al sentir lo mismo.

― El girasol va para allá - hablo por el audífono, comenzó a desesperarse después de solo tener respuesta de Lando - ¿Dónde está Max?

(...)

La puerta fue tocada tres veces, un eco en la quietud de la casa. Carola, con el corazón latiendo con fuerza, se apresuró a abrirla, llena de esperanza. Era la única en casa y anhelaba que al otro lado estuviera la persona que tanto había estado esperando.

― Carola ― saludó después de que la puerta haya sido abierta ― ¿Estás sola? Espero que no hayas creído que era una broma lo que te dije la otra vez.

― Señor Wolff, pasé ― saludó mientras dejaba pasar al contrario ― créame, sé que no bromeaba.

― Max, dime Max ― insistió ― siento que te refieres a mi padre.

― Claro ― rió un poco ― Max, pude conseguir un poco de la información que pediste. No encontré mucho, pero logré obtener algo.

Le entregó varias carpetas y papeles sueltos. Max se sorprendió por la cantidad y no podía evitar pensar en lo que habría sucedido si Carola hubiera encontrado todo lo que le había solicitado.

― Todo son copias ― comenzó a explicar tras entregar la información ― nada es original. No quisiera que Lewis se diera cuenta de que falta algo.

― Conseguí algunas cosas que pediste, además de algunas que me parecieron interesantes ― aseguró ― lo más importante no lo tengo completo; tal vez esté en su oficina.

― Gracias, Carola ― dijo mientras cargaba las carpetas ― espero que esto me sea útil.

― No te preocupes, lo hago por Checo. Hay unas carpetas que son interesantes ― habló con algo de duda en su voz ― son un poco... ¿raras? No estoy segura.

― ¿Raras? ― preguntó, intrigado ― ¿A qué te refieres?

― Ya lo verás. Ahora tienes que irte; se te hace tarde para el baile ― apuntó hacia el reloj de la pared.

(...)

― ¡Maldita sea! ¿Dónde estabas, Max? ― preguntó Lando, exaltado ― Sergio llegó hace rato.

― Lo siento ― se disculpó, notando el ceño fruncido de su hermano debajo de la máscara ― tuve que ocuparme de algo antes de llegar.

―¿Más importante que Sergio?

― Olvídalo, Lando. Tenemos que convencer a Lewis de que se aleje de Sergio.

― Está bien ― dijo el menor, fastidiado; solo quería irse a casa y dormir ― ¿Cómo lo haremos?

― Yo no puedo ir ― aclaró Charles ― ese idiota de Lewis no me permitirá acercarme a Sergio.

― Ni se diga de mí ― habló Max ― sería muy sospechoso que un alfa se le acerque. Hamilton sabría que soy yo, y no quiero imaginar lo que podría pasar.

Ambos mayores miraron a Lando, sabiendo que tendrían que recurrir al plan B tras la pequeña pelea entre Charles y Lewis en la entrada.

― Mierda ― maldecía mientras se tomaba su trago de un sorbo ― iré yo. Cuando puedan, quiten a Sergio.

Ambos observaban al menor, que caminaba con confianza.

(...)

Sergio no había tenido una noche tan mala como la de hoy. Después de la pequeña pelea — entre comillas — entre Charles y Lewis, este lo había ignorado, y aunque lo agradecía, sabía que tarde o temprano tendría que hablar con él.

Las personas iban y venían; algunos se detenían a saludar a su esposo. Eran pocos los que también lo saludaban a él, y estaba bien, porque no tenía ganas de hablar hoy.

Cuando pensó que Lewis ya se había cansado de la multitud y le diría que era hora de irse, apareció un chico castaño con el pelo ondulado. Su aroma delataba que era un omega. No le sorprendió en absoluto cuando comenzó a coquetear con su pareja; ya era habitual que lo hicieran frente a él.

No pudo evitar sonreír al ver cómo Lewis seguía el juego de coqueteo con el chico. Era algo habitual, como si su presencia no importara en absoluto. En su mente, imitó a su pareja, recordando todo lo que siempre decía; a todos les ofrecía las mismas palabras, y eso le dolía, porque él también había sido destinatario de esas frases.

Finalmente pudo respirar cuando lo soltó de la cintura. No sabía cuánto tiempo había pasado sintiéndose así, como si fuera la primera vez que inhalaba en años. Agradeció internamente al chico; ahora Lewis no sería un problema para él durante un buen rato.

Se asustó al sentir que lo jalaban de la mano. Estuvo a punto de gritar, pero un aroma familiar invadió su nariz, nublando por un instante su instinto.

No se percató de cómo había llegado a una habitación apartada de los demás; el ambiente le decía que era el baño. Su corazón latía con fuerza cuando, al mirar a su alrededor, contuvo un chillido al darse cuenta de que su omega no había fallado: era él. La sorpresa y la emoción le inundaron, como si todo lo que había sentido hasta ese momento cobrara vida en un solo instante.

― Max - susurró, con el corazón en un puño, temiendo que solo fuera un espejismo de su imaginación. El eco de su voz resonó en la habitación, llenando el aire de una mezcla de esperanza y ansiedad -.

― Sergio - pronunció, y al instante vio cómo una sonrisa iluminaba el rostro de su alfa al mencionar su nombre - hola - Su voz temblaba con una mezcla de alivio y felicidad, como si finalmente todo encajara en su lugar -.

― ¿Cómo? - preguntó, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo. Hace solo unos minutos, Lewis lo tenía agarrado de la cintura, y ahora se encontraba frente al alfa del que su omega se había enamorado.

― Es una larga historia - sonrió al notar la expresión de confusión en el rostro del otro - Luego te la contaré, pero ahora tenemos poco tiempo.

― ¿Era cierto tu mensaje? ¿Solo me utilizaste para darle celos a Lewis? - preguntó al fin Max, sintiendo que un peso enorme se desvanecía de su pecho. Necesitaba escuchar la verdad salir de sus labios, como si esas palabras fueran la clave para liberarlo - dímelo, y eso será suficiente para que me aleje. Me iré del país si así lo deseas.

― ¿Mensaje? ¿De qué mensaje me hablas? - preguntó, la confusión reflejada en su rostro - no tengo teléfono; Lewis me lo quitó justo después de hablar contigo. Él llegó y me lo arrebató.

― ¿No fuiste tú? - preguntó, y al ver la confusión en los ojos de Sergio, supo que no estaba mintiendo. Un suspiro de alivio escapó de sus labios. - gracias, gracias a cualquier dios que me esté escuchando. - La carga que llevaba se desvanecía poco a poco, y la esperanza comenzaba a florecer en su corazón -.

Max no pudo soportar más la tensión que lo envolvía y, en un arrebato de valentía, se lanzó a los labios de Sergio. Desde hacía tanto tiempo anhelaba probar esos labios, y aunque nunca había imaginado que su primer beso sería en medio de una tormenta de emociones, la felicidad lo inundó.

― Wow - fue lo primero que dijo el omega, su voz entrecortada tras separarse, luchando por recuperar el aliento. - yo también te extrañé, Maxie.

Unieron sus frentes sin vergüenza, conscientes de que podía parecer cursi, pero para ellos era un momento íntimo y sagrado. Sergio sonrió al sentir a su lobo inquieto dentro de él, vibrando de felicidad. Era como si el mundo se desvaneciera a su alrededor.

Pasaron un tiempo así, con sus frentes unidas, disfrutando de la calidez del momento, hasta que el audífono de Max interrumpió su burbuja. La voz de Charles resonó, informándole que Lando ya se había alejado de Lewis. Aunque no quisiera, una punzada de tristeza le atravesó el corazón al darse cuenta de que debía dejar que Sergio regresara con el otro alfa. La realidad golpeaba con fuerza, recordándole que a veces el amor también significaba soltar.

― Girasol - habló Max, su voz suave y cargada de emoción. - tienes que regresar. Lewis te buscará, y es mejor que vayas con él.

El omega de Checo ronroneó suavemente al escuchar el apodo, sintiendo cómo una oleada de calidez lo envolvía. Era la primera vez que alguien le decía algo tan lindo, y ese pequeño gesto encendió una chispa de alegría en su corazón. Se sintió especial, como si Max hubiera tocado una parte de él que siempre había anhelado ser reconocida.

― No creas que te harás tan fácilmente de mí - dijo el menor, separándose de Sergio aunque su corazón se resistía a hacerlo. - seguiré contigo, tengo un plan para que seas libre, créeme. No dejaré que dure mucho con él. - Con una suavidad casi reverente, juntó las manos de Checo y les dio un dulce beso - ve, luego te alcanzaré.

Checo agarró su máscara y, con determinación, salió del baño colocándosela con cuidado. En cuestión de minutos, su noche había dado un giro inesperado hacia lo mejor. Una sonrisa iluminó su rostro, reflejando la nueva energía que lo envolvía.


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