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Danielle :

Los viejos muelles del colchón crujen al segundo de mi aventón.

  Al parecer estudiar en California le parecía un buen pretexto a papá para no reemplazar los muebles de mi habitación.

  Pero ¿Cuántos años tiene ya está cama? Estoy segura de que podría igualar mis 21.

  El cansancio opaca mi idea de, al menos, quitarme las converses, así que mis ojos se deshacen hacia abajo hasta que el timbre predeterminado de mi nuevo celular me causa un mini infarto.

— Odio los timbres. —le respondo a Brianna al descolgar.

— Y yo odio la carretera, muy poca diversión.

—¿Carretera? ¿Dónde estás? —me  incorporo en la cama. Mentalizaba a mi mejor amiga en su departamento a unas calles de aquí.

— Pasando la entrada del pueblo, Ash. —gimotea la última palabra alejada del celular

—¿Entrando o saliendo? —me asusté

— Entrando, boba. —rió

— Pe-pero, pensé que habías llegado hace una semana.

— Hoy tuve que ir al aeropuerto desde temprano.

—¿Problemas con equipaje? —interrogo— Llegué hace menos de dos horas, te hubiera avisado para que me recogieras.

— Danielle, te quería sorprender pero ahora que lo pienso no es como si fuera a tocar a tu puerta con una caja de regalo.

—¿Eh? Para, para el circuito. —intento que deje de parlotear.

— Mis primos pasarán el verano aquí. —soltó rápida.

—¿Tú tienes primos? —pregunto a la vez que mi cabeza procesa información y luego frena de pronto— Oh, esos primos.

Exploté el globo de mi chicle sin querer.

En cinco segundos mi mente había dado un recorrido por todas las conversaciones que tuvo Brianna sobre esos seres . Y eran muchas.

— Oh dios, Brianna, ¿Qué ha pasado? —susurro sin saber si pueden oír.

— Nada en específico, solo hablaron de conocer el pueblo y pasar el verano conmigo, y por otro lado mamá me obligó a aceptar.

  Una parte de mi sabía o sospechaba que eso último lo había dicho solo porque ellos estaban al otro lado del celular junto a ella; y aunque no se  percibiera en el ambiente yo sí captaba la inmensa emoción oculta.

—¿Danielle? —no me di cuenta de que había guardado silencio.

— Y ¿Dónde nos encontramos? —sentencio.

— Donde siempre, ella ya va de camino.

Tras la última palabra Brianna ya había colgado y yo ya me estaba amarrando de nuevo los cordones de mis converses.

  A papá seguramente no le sorprendía el hecho de que llegué hace nada y ya estaba cruzando de nuevo el umbral de la puerta.

  Quité el candado de mi antigua bicicleta, repasé las gomas unos segundos y me subí sin más.

  El camino hacia el muelle no era corto, pero tenía material de sobra para pensar.

  Los Suárez. Los primos de Brianna.

  No compartían ningún lazo consanguíneo. Solo de crianza y si se trataba de familiaridad, Brianna era como una hermana para ellos, y viceversa.

  ¿Y viceversa?
 

No, no es así.

  Jamás los he visto, jamás han puesto un pie en Krousten Sells, pero desde que tengo memoria sobre el inicio de nuestra amistad, Brianna me ha hablado de ellos.

  Al principio me hablaba de los dos, aunque se notaban pequeñas predilecciones.

Con el paso de los años, habían más temporadas en las que Brianna los visitaba, hasta que decidió pasar la Universidad allí, en Sevilla, España.

  Empezaba a hablar de cada uno por separado, o de cualquier mínima cosa que pudiera incluir el tema Suárez. Me habló tanto de ellos que si que podría reconocerlos y diferenciarlos en cuanto los tenga en frente.

  Cosas que debo saber por ahora :

  El mayor es un Casanova, o así lo empezó a describir Brianna cuando avanzó nuestra adolescencia, por alguna razón esta característica hizo que ella dejara de confiar bastante en él, o al menos eso percibí.

  El menor es mucho más serio, y aunque las diferencias son evidentes entre los dos, Brianna siempre me ha resaltado que la hermandad es lo más importante para ellos.

  No es sorprendente que mi técnica para bajar de la bici no mejore con los años. Personas atando barcos, a la vez, se me quedan mirando mientras camino. Ya se está poniendo el sol y a unos pasos de distancia del viejo muelle puedo divisar que Brianna aún no ha llegado, pero distingo perfectamente el cuerpo de espaldas en la orilla.

—¿Aprendiste a caminar por encima del agua? —digo llegando hasta ella al ver cómo se balanceaba.

  Camille se da la vuelta mostrándome su sonrisa clásica, la típica entrada triunfal, como si hubiera sido yo la que estuviera esperando por ella.

—¿Cómo es que siempre llegas antes que yo? Y que todos. —bufo

— Soy una persona ansiosa. —se encoge de hombros— Ya he recibido un spoiler sobre esa sorpresa que se trae Brianna, ¿Qué hay de ti?

— Oh si, corrige, dos sorpresas.

— Supongo que la caja de envoltorios es el auto. —hace una seña y me volteo para ver a Brianna bajar de su escarabajo.

  Llevaba la sonrisa encrustada y el abrazo resultó ser más un choque contra nuestros cuerpos.

— Bueno, aquí viene el bombazo. —chilla Brianna ahora que el aura de intimidad se había creado entre las tres.

  Cuando la puerta del auto se cerró mi mente ya no prestaba atención Brianna.

  Mis ojos tampoco, porque estaban repasando a Eider Suárez.

  La definición de masculinidad la tenía a unos pasos de mi. A este chico no le saldrían arrugas hasta después de los 60.

  Algo que olvidé recalcarme a mi misma y recordé enseguida :

  Brianna jamás podría, ni podrá ver a este chico con ojos de hermana, mucho menos prima.

Y de un tiempo para acá esto se volvió recíproco.

Que tonta me vi preguntando en la llamada si tenía primos. ¿Dónde quedaron mis neuronas de todos estos años cuando hice esa pregunta?

  La puerta del asiento trasero fue la siguiente en sonar y en llevarse mi atención, y la de todos.

  Solo faltaba un puesto en la lista de incidentes y era de él : Xell Suárez.

No sabía que pasaba por la cabeza de los demás pero aunque no quisiera no pude evitar estudiarlo.

  Era guapo. Contaba con los rasgos del europeo clásico. Sus facciones eran totalmente contrarias a las de su hermano. Su cabello rubio no portaba de un peinado perfecto, pero tampoco lo necesitaba.

¿Sus ojos eran azules acaso? Desde aquí no lo visualizaba.

  Se iba acercando y mirando a todos como si nos conociera.

¿En qué momento Eider había llegado hasta nosotros? Daba igual.

  Xell tenía un andar suave, despreocupado, como si no le fuera inconveniente estar siempre derecho.

  Hizo una parada para inclinarse sobre unos tablones y escupir.

  Si, eso hizo.

  Si fuera a basar mis conclusiones en que la primera impresión es la que cuenta, estaba perdida.

— Okey... —esa había sido la voz de Cami— ¿Quieres parpadear o vas a esperar a mañana?

  Mierda. Me ruboricé al momento.

—¡Cami! —chillo bajito— ¡Qué dices!

— Oh vamos Danielle, iba a comprarte unas servilletas para la baba en tu barbilla. Está bien cucu, —susurra en mi oído— solo es un europeo, tu puedes.

—¿Acaso Camille no era consciente de que el hermano de ese europeo estaba justo al lado?

  A una parte de mi no le sorprendió que nisiquiera nos saludara. Pero sigue siendo un gesto borde.

— No lo conozco, solo es el primo de mi mejor amiga.

— Disculpen, siempre quise echarme perfume en la boca pero no fue tan divertido como pensaba.

¿En qué momento él había llegado frente a mi?

Tenía su mano extendida en forma de saludo. ¿Por qué específicamente hacia mí?

Tonta.

¿Por qué saludaría a su hermano y a Brianna si acaba de salir de un carro donde estaban los tres?

  Por otro lado, Camille se había posicionado detrás de mí; eso fue un jaque.

  El tacto fue cálido al instante y si, sus ojos eran azules.

— Xell. —dijo, las comisuras de sus labios bastante elevadas.

— Lo, lo sé. —digo.

—¿Ah sí? —ríe y me doy cuenta de lo que acabo de decir.

  Nisiquiera levanto la cabeza para mirar a Brianna, ni a nadie. Solo retiro la mano y me dedico a calmar mi posible rubor.

  Siento como también saluda a Camille detrás mío. ¿Por qué yo no pude tener un saludo normal?

— Da gracias a Dios de que no lo conoces, aún. —rió Cami.

— Hey, —le golpeo el hombro— solo es un europeo, —repito lo que ella misma dijo hace minutos, tratando de sonar divertida— un guiri.

—¿Segura? —me enarca una ceja y la pregunta queda en el aire.

¿Segura?

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