Pacheco

Tal como cada vez que teníamos una buena discusión, lo consecuente era un tiempo de "reconciliación" en que todo siempre iba mejor, Aim estuvo más atenta a mí, y hasta llegamos a salir mas de lo que habíamos hecho en las últimas semanas, me agradaban esos tiempos de calma, era lo único positivo que resultaba de nuestras peleas mas fuertes.

El día 25 de octubre llegó mi cumpleaños, una fecha que aun no le hallaba emoción, en los últimos años lo festejaba mas por compromiso con Aim, por parte de mi hermano él se limitaba a mandarme un mensaje simple, pero al parecer este año sería un poco diferente.

Para empezar, no esperaba que la alarma sonara, ya que era domingo, día en el cual solíamos dormir hasta que el hambre nos despertara, lo siguiente fue la canción con la cual abrí los ojos, se trataba de nada mas y nada menos que Cepillin cantando las mañanitas, estaba estupefacto, Alan no estaba a un lado así que esto había sido un plan de el, no pude evitar soltar una carcajada ante sus ocurrencias, me quedé escuchando con una sonrisa de oreja a oreja, jamás había empezado tan bien mi cumpleaños después de que mi mamá se fuera.

La alarma se apagó estaba por levantarme para ir a buscarlo cuando entró con un pastel en las manos y una enorme sonrisa.

—Me alegra que te haya gustado, hasta la cocina oí tu risa—tomó asiento en la orilla de la cama, yo me senté.

—Habiendo tantas versiones y eliges esa—le dije aun con una sonrisa en el rostro.

—Pero te saqué la risa—no pude decir nada ante ese punto así que mejor cambié de tema

—¿De donde lo sacaste?—-pregunté señalando el pastel.

—Lo hice yo—respondió con un evidente orgullo, me quedé sombrado, mire mi celular apenas y marcaban las 10 ¿En que momento lo hizo?

—¿Tu solito?

—Claro, aunque no se como haya quedado. Es el primero que hago sin supervisión de un adulto—puse los ojos en blanco.

—Tu ya eres un adulto Alan—le recordé

—Un adulto sabio y responsable, en fin, ya te canté las mañanitas

—Relativamente fue Cepillin—el río.

—Pero cuenta, así que lo siguiente es...— él sacó unos cerillos de la bolsa de su chamarra—soplar los cerillos.

—¿Cerillos? —cuestioné divertido.

—-No eres el único olvidadizo, además creo que se podría volver una peculiaridad nuestra—respondió, colocó tres cerillos en el pastel y los encendió—ya sabes que sigue.

—Lo se, debo pedir un deseo—cerré mis ojos y pensé que lo único que deseaba es que en los años siguientes Alan pudiera seguir estando y que el pastel no estuviera quemado, ya me había llegado un tufo de pan quemado, una vez pensando mis deseos , soplé y volví a abrir los ojos.

—Muy bien—Alan aplaudió luego dejó el pastel sobre la cama y cortó un pedazo.

—Eres como una maleta andante.

—¿Eh? —exclamó confundido.

—Con un montón de espacios, ¿de donde te sacaste los cerillos, el cuchillo y los platos?

—Son amplias las bolsas de mi chamarra y el pants también tiene.

—Ah.

—Prueba—me pidió expectante, me pasó el plato con una rebanada y una cuchara.

Cuando comí la primera cucharada sentí un retroceso en el tiempo, era pan de plátano, ese sabor me recordó a mi madre.

—Esta delicioso. —opiné, no mentía hacía mucho tiempo que no comía un pastel así de rico, pese al olor no sabía a quemado.

—Descansa mi alma, creí que sabría quemado, insípido o...

—Muy bueno—interrumpí mientras seguía comiendo bocado tras bocado, me recordó a esos pasteles caseros que nunca faltaban en este día, sin importarlas circunstancias, no pude evitarlo las lagrimas comenzaron a brotar de mis ojos.

Alan no me preguntó ni dijo nada, comenzó a hablar hasta por los codos, después de la rebanada me fui por todo el pastel, casi me lo terminé, y me di cuenta de que ni la prueba le estaba dejando.

—Aun queda un pedacito—le dije apenado, Alan sonrió.

—Es tu pastel, puedes terminártelo—lo callé metiéndole un bocado en la boca.

—¿Que tal?

—Soy genial—concluyó aún mascando—no inventes me quedó mas rico que cuando lo hacía con mi mamá —él me arrebató la cuchara y comenzo a atacar lo que quedaba, no podía dejarlo, empezamos una pequeña pelea por la cuchara y el pastel.

Pese a que quería que probara su creación, me arrepentí en cuanto se abalanzó sobre lo que quedaba, algo que no podía permitírselo ya que el bocado final, era lo mas rico.

El resultado fue la cama llena de migajas.

—Te va a tocar aspirar—le advertí.

—Solo porque es tu cumpleaños, tienes migajitas en el pelo — se me acercó para sacudírmelas, lo tenía a escasos centímetros de mí, no pude evitar quedarme como menso viéndolo, se alejó carraspeando.

—Tu también tienes moronas en la cejas.

—No esperaba que quedara tan bueno.

—¿Por eso me lo diste a probar primero?

—Claro—respondió con una sonrisa yo le di un zape—voy a llevarme todo esto.

Se levantó y tomó lo que había traído, mientras yo me senté en la orilla de mi cama y tomé mi cartera, desde que había encontrado la lata con las cosas de mi mamá, guardé una foto suya tamaño infantil en mi cartera, me hacía sentir que siempre iba conmigo, la saqué y la contemplé.

No supe en que momento Alan había vuelto, él ya estaba rodeando mis hombros, yo tomé sus manos y se las apreté un poco, me soltó y me giré a verlo, me miraba como sabiendo que me pasaba, eso me gustaba, no necesitaba explicarle nada con mirarme ya lo sabía.

Se sentó a mi lado y me tomó la mano entrelazando nuestros dedos, se la apreté con una ligera fuerza.

—Hacía años que no comía un pastel casero, ¿te dije que el que más me gusta es el de plátano?

—No, eso lo intuí—lo miré asombrado.

—¿Como?

—Cuando pedimos postres siempre buscas pan de plátano.

—Eres muy observador.

Se fijó en la foto que sostenía en mi mano.

—Ah, eso me recuerda—el me soltó y se rodó al otro lado de la cama y desapareció.

—¿Alan? —escuché su voz provenir del piso, volvió a aparecer con algo en las manos.

—Tú regalo— estiró sus manos hacia a mi, me acerqué y lo tomé, estaba mal envuelto con un folleto.

—¿También ocupaste papel del super? — se levantó y volvió a la cama.

—Es mas ecológico —dijo con una sonrisa

—¡No inventes ¡¿¡80 pesos el kilo de aguacate!?

—¡Y luego dices que soy yo! —exclamó disgustado, me reí.

—Lo siento, pero eso es un escándalo.

—¿En serio esta en ese precio? —me preguntó acercándose a comprobarlo. —¡Olvida eso! —soltó de repente —ábrelo—me ordenó.

—Esta bien, esta bien—solo tuve que quitar el papel ya que estaba sobrepuesto, me quedé bastante sorprendido al ver su contenido.

—¿Que tal?

—Alan—fue lo único que pude decir, la caja era de una cámara polaroid color blanca —Pero ¿Por que se te ocurrió darme esto?

—Te dije que quería capturar los momentos que compartamos.

Saqué su contenido, después de batallar un poco para entender como usarla por fin quedó lista. Alan aun guardaba las cosas en la caja cuando solté un disparo, el me miró confundido y la foto comenzo a salir.

—Me voy a divertir.

—No te gastes el rollo, solo compré uno.

—Luego compro otros—la foto se reveló y yo me reí al ver la cara con la que había salido.

—A ver—e inmediatamente me la arrebató —Marck es de mis peores fotos —se quejó—trae—me quitó la cámara y se dejó caer encima de mí, tirándome a la cama y disparó hacía nosotros, cuando la foto se reveló pudimos ver que salió borrosa.

—¿Y dices que no gaste el rollo?

—Aunque no salió también es un bonito recuerdo.

—¿De cuando me sacaste el aire?

—Que exagerado.

—¡Me diste un buen codazo!

Nuestra discusión se vio interrumpida ya que mi celular sonó.

Me sorprendí por que no solo se trataba de mi hermano si no de una videollamada, contesté.

—Marck, te marcamos antes de ir al negocio.

—¡Muchas felicidades! —apareció mi cuñada ahora que lo recordaba era la primera vez que me felicitaba.

—Gracias no esperaba que llamaran.

—Fue idea de Cata ¿Esta ahí Alan?

—¿Alan?

—Veo su mano—en ese momento se estaba estirando

—Sí, aquí estoy, hola—saludó resignado, medio asomándose.

—¿Quien es él? —preguntó Cata confundida.

—Es quien está organizando la boda.

—Ah ¡Mucho gusto! Espera ¿Porque están en la misma cama? —mi hermano nos echó una mirada extraña pero no comentó nada.

—También es su roomie —le explicó a su esposa.

—Vaya, vaya a eso le llamo llevarse el trabajo a la casa—exclamó ella con una sonrisa.

—Bueno tenemos que irnos Marck, espero tengas un buen día, por cierto, tu regalo lo escondí.

—¿En serio Sergio?

—No hay que perder la bonita costumbre—respondió con una sonrisa.

Terminamos la llamada.

—Aun me pone de nervios tu hermano.

—Tienes suerte de que no vas a tener que convivir mucho con el, no puedo decir lo mismo de Aim.

—Por cierto ¿Vas a ir con ella? —consulté la hora en mi cel.

—Quedé de verla a las 3, creo que debería ir bañándome.

—¿Vas a querer otra cosa de desayunar?

—Con el pastel me bastó—sonreí palmeando mi estómago satisfecho.

—Bueno yo si comeré algo más porque alguien apenas y me dejó una morona.

—Tu dijiste que era mi pastel —él sonrió y sacudió mi cabello.

—Lo sé, me hace feliz que lo hayas disfrutado.

—Gracias, Alan—le palmee su mejilla.

Cada quien se fue a su destino, él a la cocina y yo al baño, el día iba bien, parecía ser que después de todo sería un buen cumpleaños.

Me había alegrado el pastel casero y la videollamada, eso me hizo recordar respecto al regalo de Sergio, le gustaba hacerme buscar mi regalo cada cumpleaños lo hizo hasta que tuve 16, seguramente si no hubiera pasado lo que pasó lo hubiera seguido haciendo, claro ejemplo es que cumpliendo 26 me tendría de nuevo buscando.

Salí del baño y me vestí, me decidí por algo un poco mas formal, cuando me senté en la cama para ponerme los zapatos vi la foto que tomó Alan entre la colcha, la agarré y sonreí, en definitiva, debía ponerla en el refri, una vez listo tomé mi cartera, mi celular, la cámara y la foto, llegué a la sala desde donde vi a Alan quien cantaba felizmente mientras cocinaba.

—Alan—lo llamé y justo cuando volteó le tomé una foto.

—¡Marck! ¿Otra vez? —me reclamó, yo solo sonreí con travesura, mientras iba acercándome.

—Me gustan estas fotos así de improviso.

—Se me ve el ojo chueco—se quejó.

—Te ves bien—pasé junto a él y me dirigí al refri, donde puse las dos fotografías, la primera que le tomé la dejé la mesita de noche.

—Marck—me llamó, volteé hacia el en el justo momento en que sacó una foto.

—¡Oye!

—Estamos a mano—dijo con una sonrisa —ten —me dio la foto, si de por si nunca salía bien en las fotos en esa menos

—¿La quieres poner en el refri?

—Claro, tu pusiste esa que salgo todo asimétrico.

—Los humanos son así.

—¡Pero en esa es más evidente!

—Esta bien, la pondré—la tomé y la puse junto a la suya—Alan, se te está quemando tu quesadilla.

—Oh, rayos—el regresó su atención al sartén—carboncito, mmm, que rico—me reí de su desgracia.

—Eso te pasa por distraerte.

—¡Tu fuiste quien me distrajo!

—Te hago otra—estiré mi mano para tomar la espátula, pero me dio un manazo.

—No te corro, pero vete de la cocina, te vas a apestar —me empezó a empujar fuera hasta que acabe la sala, resignado me quedé ahí mientras veía la tele.

Ya cerca de las 3 tomé camino para ir con Aim, quien ya me esperaba a fuera de un bonito restaurante, la besé saludándola y entramos, pero en vez de dirigirnos a una mesa, me llevó al fondo dónde había un salón lleno de gente.

—¿Y esto Aim?

—¡Sorpresa mi vida! —exclamó con alegría mientras me jalaba hacia las personas, acabé saludando a gente que si a penas las había visto una o dos veces era mucho.

Cuando acabé, hui acercándome a la mesa donde estaba la comida, para mi desgracia solo eran bocadillos, Aim me alcanzo después de un rato.

—¿Por qué siempre te apartas? —me reclamó intentando sonar tranquila.

—Sabes que no me gusta mucho las reuniones con tantas personas.

—Esto lo hice por ti —comenzaba a dejar de lado su tono calmado, me le acerqué y la abracé.

—Te lo agradezco, pero sabes que este día no me gusta hacer mucho, solo quería pasarlo contigo—ella se alejó y me miró molesta.

—Vaya forma de agradecerme—espetó ya sin disimular su enojo y se fue perdiéndose entre la multitud. Sólo había externado mi opinión, suspiré Aim había organizado esto para mi, debía intentar convivir con los invitados, aunque muchos ni siquiera sabía quienes eran, me lancé a sumergirme en el mar.

Traté de involucrarme en alguna conversación, pero solo fui saltando de grupito en grupito regresando a mi zona segura, que era la mesa donde estaba la comida, aunque esas cosas tan pequeñas no se les podía llamar así. Mi estomago comenzaba a exigir algo más que eso, Aim reapareció.

—¿De nuevo aquí?

—Nena, no conozco a nadie de aquí.

—Esta Ale, Sofía, Ana—y siguió con la lista.

—Apenas y hemos cruzado dos o tres palabras desde que estoy contigo Aim—comenzaba a molestarme y el hambre no ayudaba.

—Deberías acostumbrarte, desde que te comprometiste conmigo este va a ser tu mundo, todos ellos van a ser nuestros amigos.

No sabía si se podía considerarse amigos a más de 20 personas.

—Por ti asistiré a cualquier evento, si es tu cumpleaños y así lo deseas los invitaremos, pero al menos en mi cumpleaños me gustaría que respetaras como quiero celebrarlo.

—Siempre estoy haciendo cosas por ti y así me lo pagas.

—Aim—ella se dio la vuelta muy ofendida.

Tomé una copa de vino y me la tomé de un trago, no es que no agradeciera lo que hacía por mi, pero al menos consideraba que en mi cumpleaños tenia el derecho de pedir como quería celebrarlo.

Después de esa pequeña discusión, Aim como siempre fingió que todo estaba bien entre nosotros, partimos pastel, hubo un pequeño brindis y al fin terminó el evento. Despedimos a los invitados y subimos los regalos al coche.

Llevé a Aim a su departamento, el camino fue silencioso e incómodo, cuando llegamos me estacioné, tomé un poco de aire y me atreví a hablar.

—Te agradezco que hayas hecho esta fiesta para mí, pero en años consiguientes me gustaría celebrarlo solo tú y yo. Solo contigo he encontrado un motivo por el cual celebrarlo Aim, sabes el trabajo que me ha costado en estos años hallarle algo bueno a mi cumpleaños.

—Lo siento, no esperaba que te molestara.

—No me molesta, solo que no creo que a los invitados les guste que sientan mi incomodidad.

—Esta bien, no volveré a hacer nada—en su tono de voz aun notaba enojo.

—No lo tomes así.

—¿Te vas a quedar? —preguntó evadiendo el tema, miré hacia el edificio.

—Si tú quieres.

—No te he dado tu regalo.

—Está bien, subamos.

Ambos descendimos del auto, me gustaría que el ambiente fuera mas relajado, pero la tensión entre nosotros bien podría ser cortada con un cuchillo. Agradecí que en el elevador estuviera mas gente por que al menos pude distraerme escuchando conversaciones ajenas.

Una vez en el departamento, Aim fue a su habitación y fue hacia mí con una caja azul con un moño alrededor.

—Espero te gusté—me lo dio, yo lo tomé y lo abrí, resultó ser un bonito reloj dorado. Le sonreí.

—Gracias nena, esta genial— me quité el que traía que ya estaba algo viejo y me coloqué el nuevo.

—También tengo algo más—fue hacia la cocina y regresó con un pequeño muffin.

—No podía faltar—sonreí—gracias por este día Aim, perdón si se malinterpreto lo que dije—ella se alzó de hombros.

—Esta bien, ya se que no hacer— aun se sentía tensa, deje sobre la mesa el muffin y la abracé por atrás rodeándole la cintura, dándole pequeños besos, no la solté hasta que empezó a relajarse, al fin se dio la vuelta y me besó, de nuevo dejamos fuera de la habitación los problemas.

Hasta al día siguiente, llegué a mi casa después del trabajo, Alan me recibió con unos chilaquiles.

—Mi día fue ayer.

—Si, pero te fuiste, además aplica al resto de mes.

—Siendo así...

—No pienso hacer chilaquiles el resto de Octubre—me reí.

—De lo bueno poco Alan, solo te iba a pedir otro pastel—supliqué.

—Mira que coincidencia— dejó un plato con otro pequeño panque.

—¿Es lo que mis ojos ven? —chillé emocionado.

—El de ayer ni lo disfrutaste, espero esto lo saborees con más calma.

—Dudo, si esta igual de bueno que el de ayer no prometo nada— me acerqué al plato dispuesto a quitarle un pedacito, pero Alan me dio un trapazo deteniéndome.

—¡Primero come! —me mandó.

—Pero, pero, pero—tartamudee.

—¡Come! —gritó.

Me senté con resignación, mientras comía los chilaquiles mantuve toda mi atención en el pastel que estaba entre nosotros, quise apresurarme en acabármelos, pero solo terminó en que casi me ahogo.

—¡Me muero! Ya no llegué a los 27—grité entre tosidos.

—¡Deja de hablar! —Alan casi me empapa en agua, después de tomar casi tres vasos, empecé a recuperarme.

—La sentí cerca.

—Eso te pasa por atragantarte—me regañó, yo hice un puchero sin reprochar nada, seguí comiendo con mayor calma, anhelando el pastel.

Por fin me terminé mi plato, Alan quitó todo lo de los chilaquiles y trajo otros platos mas para comer el pastel al igual que café, estaba por cortar el pastel cuando lo detuve.

—¿Así nomás?

—¿Qué quieres decir?

—¿Y las mañanitas?

—Eso era ayer.

—Dijiste que era todo mi mes—de nuevo hice un puchero.

—Estas son las mañanitas que cantaban el rey David. A la bio, a la bao, a la bim bom ba. Marck, Marck Ra ra ra —canturreo sin mucho entusiasmo mientras movía el cuchillo en su mano al ritmo de la porra, yo solté una carcajada que no pude detener, sentí que mi estómago dolía por la risa, Alan acabó contagiándose y me acompañó con su risa, lo cual ocasionó que me riera más, acabamos los dos riendo hasta ya no poder ni respirar, terminé en el suelo.

—No puedo mas—me sostenía el estómago mientras trataba de jalar aire.

—¿Cómo acabaste ahí? —preguntó divertido.

—Ni idea.

—Te ayudo a levantarte—estiró su mano y yo la tomé, de un jalón me puso de pie—¿Ya podemos comer el pastel?

—Está bien, pártelo.

El que había hecho estaba aun mas delicioso que el de ayer, estaba jugosito y esponjoso, y acompañado del café sabía a gloria. Una vez satisfechos, nos fuimos a sentar al sillón, fue cuando me acordé del regalo de mi hermano, me levanté de golpe haciendo que Alan cayera ya que estaba recargado encima de mi.

—¿Qué pasa? —se quejó.

—No he buscado el regalo de mi hermano.

—Cierto... ¿Es algo que solía hacer? —sonreí

—Desde que tengo uso de razón, siempre me hizo batallar. Bien veamos... ¿Que lugar no usamos casi?

—Las alacenas las revisé ayer para ver que faltaba.

—Entonces la cocina la descartamos.

—¿El anaquel del baño? —me dirigí hacia ahí y busqué sin hallar nada, Alan ya estaba fuera esperando.

—Nada.

—¡Arriba del clóset!

—Ese sería un muy buen lugar para esconder algo—traje unas escaleras y examiné el hueco de arriba del clóset, pero solo estaba lo que había dejado la última vez que limpié.

—-Nada.

—¿En el cuarto de lavado? —negué, no había mucho donde esconder nada.

—La sala—se me ocurrió, ambos regresamos, yo examiné por la tele y él por el librero debajo de la ventana.

—Tampoco... ¿Dónde más pudo esconderlo? -

—Si al menos supiera el tamaño o algo...

—El coche—gritó de repente.

—¿El coche? Pero si lo ocupo todos los días—repliqué.

—¿También el asiento de atrás?

—Ah, tienes razón —nos pusimos chanclas y bajamos al estacionamiento, busqué y en efecto abajo del asiento del copiloto, había un paquete pequeño envuelto con papel de regalo.

—Ingenioso.

—¡Lleva aquí mas de una semana! —me senté a abrir el regalo, me reí al desenvolverlo.

—¿Que es? —preguntó curioso.

—Es un tambor que suena—lo agité y las pelotitas que tenia colgado a cada lado chocaron.

—Trae una nota—señaló agachándose a recogerla el me la dio y la leí.

"Creo que te debo esto desde hace 20 años, lo siento nunca es tarde xD"

Me carcajee al leer eso, lo había olvidado por completo.

—¿A que se refiere?

—Mi mamá siempre se caracterizó por ser una persona tranquila, pocas veces se alteraba, pero hubo una ocasión que ni recuerdo bien el motivo, le dio una santa regañada a mi hermano y típico de las madres buscó un misil, lo único que tuvo a la mano fue mi tambor. Mi hermano lo evitó y acabó rompiéndose. Recuerdo que lloré, hice berrinche y me enojé, cosa que nunca hacía, imagínate como fue para mí que me rompieran mi tamborcito.

Mi mamá trató de reponérmelo, pero nunca volvió a encontrar uno. Con el tiempo se me fue olvidando. Nunca creí que Sergio me lo repondría—empecé a jugarlo, me volví a sentir de 6 años.

—Al menos agradece por tu hermano, le hubiera dolido si le atinaba—me reí.

—Tampoco es que le haya dado a matar.

—Bueno logrado el objetivo, subamos.

—Me acabo de acordar, en la cajuela traigo lo que me dieron los amigos de Aim.

—¿Eh?

—Ah, si no te conté, ella me organizó una comida.

—No te oyes nada feliz.

—Apenas le estoy encontrando el gusto a mi cumpleaños, por el momento solo quiero festejarlo con las personas mas cercanas, ya después quizás me de lo social, pero, en fin, no debo ser tan malagradecido.

—La verdad es que debes respetar la voluntad del cumpleañero, en mi humilde opinión, vamos te ayudo—el se dirigió hacia la parte de atrás, me levanté siguiéndolo, quizás tenía razón.

Entre los regalos hubo algunas lociones, corbatas, calcetines y en su mayoría tarjetas de regalo para algunas tiendas, Alan era quien iba con mas cosas ,ya que yo con la mano libre iba jugando con el tamborcito.

—¿En serio vas a estar con eso los 5 pisos? —mi respuesta fue obvia, ya que no dije nada simplemente seguí entretenido—Te vas a romper algo—lo ignoré, solamente me volteó a ver mientras refunfuñaba, negando con la cabeza, mientras se acomodaba las cosas en un solo lado y me tomó de la muñeca para dirigirme—A veces puedes ser tan infantil—dijo por último con una sonrisa en el rostro.

Aun pese al pequeño desacuerdo que tuve con Aim disfruté mi cumpleaños como hacia mucho no lo hacía, por primera vez me sentía realmente feliz en ese día, un pastel casero y mi hermano de nuevo en mi vida era quizá lo que había estado necesitando desde hace muchos años atrás.

Notas del autor:

Por si se preguntan, este es el juguete que le regaló Sergio a Marck. Es muy entretenido por cierto 😂

¡Muchas gracias por leer hasta aquí! ❤❤❤❤❤

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