Capítulo 1

Febrero de 2018

Soledad salió de la cocina con una bandeja en la mano y se la pasó a Marissa que se veía concentrada en la televisión.

—Trabajar, te pagamos por trabajar —señaló Teo que acababa de llegar a la cafetería y empujó a la muchacha con el hombro para que se moviera.

—Lleva eso a la mesa ocho, por favor —pidió Soledad y Marissa emitió un bufido a modo de queja.

—¿Cómo ha estado el movimiento esta mañana? —inquirió Teo una vez que se puso el delantal y se colocó tras la barra.

—Normal, es un día tranquilo —comentó Soledad y una imagen llamó su atención en la pantalla plana que colgaba de uno de los pilares de la cafetería—. ¿Dónde está el mando a distancia? —inquirió con urgencia.

Teo lo buscó en el cajón donde siempre lo guardaban y se lo pasó, ella subió el volumen para oír lo que decían.

—Y es que Renato Vicoli está dando de qué hablar, ha quedado nominado entre los tres empresarios jóvenes más renombrados del país dijo una de las conductoras de nombre Esther.

—Además de joven es guapo —añadió Laura, la otra conductora del programa mañanero más visto del país.

—Y al parecer este será su año, no solo por esta nominación y por lo bien que le va con la empresa que dirige, sino también porque se ha prometido con su novia de hace dos años, Chantal Di Marco informó Esther al tiempo que se veía una foto de la pareja en la pantalla.

—Renato ha dejado asombrados a todos por la manera en que ha sabido manejar el imperio de su padre, aunque en un principio, nadie tenía demasiadas esperanzas en él.

—Los Vicoli tienen la cadena de farmacias más grande del país desde hace años, pero hubo un tiempo en el que Roberto Vicoli, padre de Renato, estuvo a punto de perderlo todo.

—Exacto, fue cuando su mujer lo abandonó y el empresario se sumió en la bebida y la depresión. Entonces, Renato, que aún estudiaba en la universidad, tuvo que hacerse cargo.

—Así mismo es, y con tan corta edad ha sabido sacar a flote el negocio, lo que lo ha llevado a convertirse en uno de los empresarios más poderosos e influyentes del país.

—Además dicen que es muy caritativo, dona una gran cantidad de dinero a hogares de niños y hospitales.

—Bah... todos los millonarios hacen eso para pagar menos impuestos —se quejó Teo.

—Calla —lo regañó Soledad llamando su atención, no solía ver noticias ni estar pendiente de la farándula o cualquiera de esas cosas.

—¡Quién fuera Chantal Di Marco! —exclamó Esther.

—Bueno, a ella tampoco le hace falta dinero, ¿eh? Su familia es dueña de una gran cadena de hoteles internacionales.

Soledad cambió entonces el canal y respiró agitada.

—¿Te sucede algo? —inquirió Teo acercándose a ella. La muchacha negó, pero se llevó una mano al estómago y comenzó a respirar como su psicóloga le había enseñado. La ansiedad la estaba tomando presa y no podía permitirse tener un ataque de pánico en su trabajo—. ¿Sole? ¿Qué sucede? —volvió a preguntar Teo que tomó un mechón de su cabello que subía y bajaba al ritmo de su respiración y se lo llevó atrás de la oreja—. ¡Marissa, un vaso con agua! —exclamó.

La muchacha corrió a la cocina en busca de uno y se lo acercó.

—Tómalo, respira... —susurró con ternura.

No era la primera vez que era testigo de lo lejos que podía transportar a Sole un ataque de ansiedad, pero estaba más acostumbrado y sabía cómo manejarlo.

La primera vez fue desconcertante. Ocurrió en una fiesta en la que coincidieron, ambos habían sido contratados como parte del servicio de meseros, y aunque no habían hablado mucho, a él le había llamado la atención la belleza de la muchacha y la mirada tan triste de sus ojos. Pero entonces, cuando los invitados de aquella elegante fiesta comenzaron a llegar, ella se transformó, salió corriendo por la puerta de servicios y se quedó afuera. Él la vio y la siguió, la encontró recostada por la pared, con la mano en el pecho y la respiración agitada, tenía los ojos vidriosos y perdidos, como si no pudiera enfocar la mirada. Él trato de hablarle, pero no tenía sentido, ella no estaba allí.

Sin saber qué hacer, le acercó un vaso con agua y la invitó a respirar con él como había aprendido en sus clases de yoga. Ella lo ignoró al principio, pero él siguió y siguió hasta que finalmente logró estirarla de aquel lugar oscuro en el que se había escondido.

Soledad volvió en sí y le agradeció la ayuda, le pidió disculpas por el mal rato y le pidió que la cubriera en el servicio, pues ella debía retirarse. Él asintió y le dijo que no se preocupara, que no diría nada, y antes de que ella se marchase, le dio su número de teléfono, ofreciéndole ayuda para lo que necesitara, ya fuera tomar un café o charlar de lo que quisiera.

A Sole eso le pareció extraño, la amabilidad y cercanía de alguien era algo que hacía rato no experimentaba, pero aquel chico la hizo sentir bien, se preocupó por ella y le regaló un poco de paz. Y lo más importante, no le resultaba amenazante.

Cuando llegó a su casa, le mandó un mensaje de agradecimiento y desde allí, no dejaron de conversar.

Teo sabía que ella ocultaba cosas, no le dejaba verla por dentro, solo veía el contorno, la forma, lo externo, lo que ella deseaba mostrarle. Y, aunque sabía que era la persona más cercana a la muchacha, también era consciente de que su verdadero ser estaba muy lejos de él, en el fondo de su alma, en algún sitio oscuro en el que a veces se perdía y la ansiedad la tomaba presa.

Cuando Sole volvió en sí, Teo la abrazó, ella recostó su cabeza en el hombro de aquel chico al que tanto quería y suspiró.

—Lo siento...

—No lo sientas, ¿quieres hablar? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta.

—No, no te preocupes... estoy bien.

Se alejó de él, se secó las lágrimas con el dorso de la mano y luego se limpió las manos con el delantal, dibujó en su rostro una sonrisa que no llegó a sus ojos e ingresó a la cocina a hacer lo que más le gustaba: cocinar.

Teo la dejó ir a sabiendas de que intentar ahondar en ella era difícil, pero preguntándose qué más podría hacer para ayudarla. La conocía hacía dos años y, aunque había logrado convencerla de que fuera a terapia, sentía que debía hacer algo más por ella, algo que la ayudara a enfrentarse con sus demonios, que la impulsara a vencerlos.

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