¿Una vez al mes?


Había pasado un mes desde la última vez que lo había visto. Todo comenzó el día que me dijeron que debía viajar por trabajo. 30 días, 720 horas lejos de mi hogar, 720 horas lejos de él.

Medicina espiritual era el tema central, aburrido pensé. Sin embargo, no esperaba que dentro de todo esto nos hablaran de sexo tántrico, una manera espiritual de experimentar y hacer retardar el orgasmo, si claro, como si una quisiera esperar y esperar para llegar al tan ansiado éxtasis.

Estaba a punto de salir de ese lugar cuando algo llamó mi atención, mejor dicho, uno de los budistas que impartían el curso dijo que en la filosofía tántrica no había superioridad de un sexo, no había distinción entre lo puro e impuro, la belleza y la fealdad, el bien o el mal. Y fue ahí cuando supe que debía saber más del tema.

El curso acabó y lo único que tenía en mente era regresar a casa y poner en marcha con Noah todo lo teórico que había aprendido. Una de las principales leyes del sexo tántrico era que se volvía tan alucinante la experiencia que era recomendable practicarlo una vez al mes, así la energía sexual se acumularía volviendo la cama un templo libre de distracciones

Justo el tiempo que llevaba sin él, y la energía sexual a flor de piel...

Cuando llegué a casa los nervios me invadían, ¿y si no salían las cosas como quería?, ¿y si él no accedía a hacer lo que le decía? Suspiré con pesar y recordé todo lo aprendido, no sabría sino lo ponía en marcha. Para mi fortuna la casa estaba sola, sabía que él llegaría muy tarde, así que, sin pensar más, salí directo a comprar todo lo que usaría esta noche. Velas aromáticas con olor a canela, porque él odiaba lo dulce y, por ende, la esencia de vainilla no sería de gran ayuda. También compré fruta y aceites.

Al estar de vuelta en casa, me di cuenta que debía apurarme sino él llegaría y la sorpresa estaría arruinada. Corté la fruta para luego ponerla en pequeños tazones de cristal, tomé un encendedor del cajón y subí directo a nuestra habitación a preparar todo. Para mi sorpresa el cuarto estaba en orden, sonriendo me dije que después se lo agradecería. Comencé a colocar las velas en puntos específicos, cambié la ropa de cama por unas sábanas de seda color crema, y puse los tazones en una mesa cerca de la cama.

Todo estaba listo, solo debía calmar mis nervios y esperar a que él llegara...

Aún faltaba una hora, así que preparé la tina con sales e ingresé al agua. Entre las sales de baño y la espuma comencé a pensar cómo plantearía la situación para que él no se negara, era obvio que después de 30 días la tensión sexual sería enorme, algo que logró calentarme más. Con los ojos cerrados comencé a imaginar cada punto que debía tocar de su cuerpo, las respiraciones y cada extremo de su piel por saborear. Por todas las deidades, lo necesitaba ya. Salí de la tina y sequé cada parte de mi cuerpo, pasando tortuosamente la toalla por mi excitado cuerpo, busqué una pequeña bata rosa que tenía y fue lo único con lo que envolví mi desnudez, puse un poco de maquillaje a mi rostro y peiné mi cabello delicadamente.

Estaba todo listo, cuando escuché la puerta de abajo cerrarse...

Cuando Noah entró a la habitación yo estaba parada frente a la ventana. Más tarde en voltear, en lo que él ya tenía sus brazos alrededor de mi cintura con su boca en la curvatura de mi cuello soltando su cálido aliento, ese suave vaho logró que de inmediato mi piel se estremeciera.

-No sabes cuánto te he echado de menos, Lía -posó sus fríos labios en mi cuello, besándolo lentamente.

-Yo también te he echado de menos cariño, te tengo una sorpresa -él se despegó de mi cuello y me giró dulcemente.

-¿Una sorpresa? -dijo levantando una ceja, a lo que yo solté una risa traviesa y asentí. Cuanto había extrañado sus expresiones.

-Te necesito totalmente relajado, la tina esta lista, date una ducha. Yo te esperaré aquí -él simplemente con una mueca de sorpresa accedió a mi pedido y entró al baño.

Bien, ahora debía encender las velas y esperar a que saliera. Sin embargo, tragué grueso al ver como mis manos temblaban sin control, mordí mi labio al tiempo que cerraba los ojos para intentar calmarme. Sabía que estaba tan ansioso como yo, no obstante, lo confirmé cuando en menos de diez minutos ya estaba en el marco de la puerta con una toalla atada alrededor de su escultural cuerpo, y su cara era todo un poema para mí.

-Lía, ¿qué es todo esto? -con pequeños pasos, combinado con un ligero movimiento de mis caderas me acerqué a él y le di un corto beso.

-Confía en mí, durante mi viaje aprendí sobre un tema llamado: "Sexo tántrico" -cuando alcé mi mirada tuve que contener la risa que asomaba en salir, Dios, este hombre no entendía nada y antes de que pensara peor, decidí aclararle todo -. El sexo tántrico es una práctica budista que maneja la denominada energía sexual del individuo para alcanzar el éxtasis, el tantrismo utiliza una serie de técnicas para prolongar el placer sexual y retardar el orgasmo -sus gestos me indicaban que estaba a punto de negarse, pero antes de decir una sola palabra puse uno de mis dedos en sus labios y le dije con mirada picara -. Es algo muy atractivo en el occidente, además de que está orientado al placer masculino -si se negaba no me quedaría de otra que abandonar mis planes, pero que sorpresa me llevé cuando la comisura de sus sensuales labios comenzó a curvarse en una sonrisa que era capaz de hacer temblar mis piernas.

-Bien, sorpréndeme Lí-a -al terminar de decir mi nombre, dejó su boca abierta y tan solo me dieron ganas de meterle mi lengua hasta arrancarle el último de sus suspiros.

Pero no podía tirar todo por la borda, entonces apreté ligeramente mis piernas al tiempo que tomaba su mano para guiarlo a la orilla de la cama. Le pedí que no interrumpiera lo que estaba por decir y le quité con manos temblorosas la toalla, esta cayó al piso haciendo un ligero sonido, pero en ningún momento dejé de observarlo a los ojos, e inmediatamente me percaté de que aquella mirada había cambiado, estaba llena de toda emoción existente: Lujuria, pasión, temor a lo desconocido, confianza y amor.

Tomando todo eso desenvolví el nudo de mi bata y con la mirada fija en la de él, la dejé caer a mis pies...

Estábamos desnudos frente a frente, le dije que como primer paso necesitábamos crear una conexión entre ambos, esta ya existía, pero tenía que ser mucho más intensa, por eso le pedí que cerrara los ojos y regulara su frecuencia respiratoria. Le hablé de la respiración tántrica y que debíamos controlar tanto la inspiración, como la expiración, centrando la atención en la entrada y salida de aire por la nariz. Pasaron unos minutos y pude darme cuenta que nuestras respiraciones se habían fusionado, habíamos conectado y disfrutábamos de esa pequeña experiencia como una sola entidad.

-Abre los ojos amor, necesito que te recuestes sobre la cama, ya que comenzaré con una serie de masajes -le dije y asintiendo sin despejar sus negros ojos de los míos, se recostó boca abajo sobre la cama.

Los masajes cumplían la función de despertar y desbloquear las sensaciones corporales. Yo tenía el rol activo, así que debía concentrarme en mis manos, concentrarme en su gratificación sexual y no en la mía, una tarea que era realmente muy difícil. Lo tenía desnudo y a mi merced, mi cuerpo pedía a gritos ser atendido, sin embargo, aún no era el momento.

Vacié un poco de aceite sobre la palma de mi mano y comencé a masajear desde sus tobillos para luego ir subiendo lentamente hasta llegar a sus nalgas, las que se apretaron ante mis caricias. Después bajé por la cara externa de sus piernas y regresé a los tobillos. Se sentía tan bien, mis manos fueron vagando y de un momento a otro ya se encontraban masajeando sus muslos internos.

Estaba excitado, lo sabía, ya que los pequeños gemidos que salían de sus labios lo confirmaba. Sin embargo, decidí que debía sufrir un poco, entonces regresé mis manos hasta llegar al nacimiento de sus torneados glúteos y subí sin prestar más atención. Escuchando un quejido por parte de él, fui recorriendo su ancha espalda deslizando tan solo las yemas de mis dedos, y de vez en cuando mis uñas jugaban en su caliente piel, sin embargo, debía parar.

Me detuve en sus hombros y dejé un pequeño beso en la curvatura de su cuello.

-Boca arriba -él obedeció sin más, entonces me coloqué a horcajadas sobre su abdomen. Sus ojos tenían un brillo único, el cual era el reflejo de que realmente lo estaba disfrutando.

Le sonreí al tiempo que puse la palma de mi mano sobre su abdomen inferior, y tocando con mis dedos el extremo superior del hueso púbico, fui subiendo mis manos poco a poco hasta llegar a sus brazos, coloqué mi mano en su muñeca y fui deslizándola hasta subir a sus hombros. Él tan solo suspiraba y gemía, y eso solo hacía que la humedad entre mis muslos aumentara.

Sin perder el contacto de sus negros ojos posé mi boca cerca de su oído y le susurré que esta era mi parte favorita, los besos, podía besarme como quisiera, pero no debía tocar mi cuerpo. Me levanté y le ofrecí un trozo de mango el cual, para mi sorpresa, no tardó en saborear y tragar. No obstante, sentí como si fuese a mí a quien degustaba, ya que sus párpados se entornaron cuando chupo mis dedos.

Sentí escalofríos...

Lentamente me acerqué a sus labios y pasé la punta de mi lengua por ellos, su sabor era exquisito, abrasador, algo realmente deseable. Nuestros besos eran con los labios cerrados después abiertos, secos y húmedos, activos o prácticamente inmóviles, vehementes o tiernos, era el cielo en la tierra.

Mordió mi labio inferior y al separarse de mí, sopló sobre él con su cálido aliento. Allí fue cuando experimenté una corriente en todo mi cuerpo, una, que me estremeció de la cabeza hasta los pies. Oh, por todos los dioses, acababa de tener un orgasmo y aun no me tocaba. Mi cara se tiño totalmente de rojo cuando vi su expresión de superioridad, él sabía lo que acababa de suceder y lo estaba disfrutando con demasía.

-¿Y ahora, qué sigue? -no podía creer hasta donde habíamos llegado y aún lo que nos faltaba.

Estaba tan excitada, tan encendida, tan mojada y, sé que él también y que podía palpar la humedad de su miembro, eso me tenía enferma, así que sin más le susurré.

-. Tócame.

Estiró su mano y vacío un poco de aceite, seguía sentada sobre él, por lo que sus manos comenzaron un delicioso e insinuante camino. Primero mi cuello, después mis hombros y mi clavícula, sus ásperos dedos bajaron y se situaron en mis senos, sus yemas tocaban y apretaban mis pezones haciéndome esclava de sus manos.

Estaba tan concentrada en sentir cada terminación de mi cuerpo que no me percaté como una de sus manos iba bajando, mis ojos se abrieron de par en par cuando uno de sus dedos se perdió entre mis pliegues, si lo dejaba seguir no llegaría muy lejos así que con todo el control que aún poseía saqué su mano y le dije que aún no era tiempo, aunque su erecto miembro opinara lo contrario.

-Noah, mírame, la penetración debe ser lenta y profunda. Tú no deberás de moverte, solo déjate llevar y pase lo que pase no te corras hasta que yo te diga -después de asentir le pedí que se sentara y cruzara sus piernas para poder sentarme a horcajadas en él.

Era increíble la conexión entre nuestras miradas cargadas de deseo, sin despegar mi mirada tomé con mi fina mano su miembro para guiarlo a mi entrada mientras que con la otra masajeaba su demás anatomía, me levanté un poco y aun ritmo embriagador fui bajando. Él respiró profundamente y sus ojos se cerraron.

Mi interior estaba caliente y húmedo, su miembro duro y excitado...

Abrió sus ojos y supe que el momento había llegado, comencé a moverme sobre él mientras una de sus manos se encargaba de mis senos y la otra bajaba para estimular mi clítoris. Sabía cuánto le encantaba que tomara el control, estaba segura que este era el momento más erótico que habíamos tenido. Estaba a punto de llegar a un maravilloso orgasmo, pero recordé los ejercicios de respiración, que con estos aplazaría el momento y que al soltar el aire el orgasmo sería abrasador, nunca había sentido tanto placer. Coloqué mis brazos alrededor de su cuello y me pegué más a él, haciendo que mis erectos pezones tocaron su caliente y sudoroso pecho, besando el lóbulo de su oreja le dije.

-Tu turno cariño -sus ojos se abrieron y tomo mis caderas.

Comenzó a moverse en perfecta sincronía conmigo mientras daba pequeños pellizcos a mis glúteos, sabía que había guardado lo mejor para el último, comenzó con una secuencia de movimientos circulares para después realizar embestidas directas y de una profundidad máxima. Arqueé mi cuerpo hacia él, estábamos a punto de llegar, lo sabía y aun que deseaba escucharlo decir mi nombre, él jalo de mi nuca y unió nuestros labios en un beso cargado de deseo y pasión mientras se corría dentro de mí. Nuestros labios se despegaron y nuestros ojos se encontraron, lo único que podía hacer en ese momento era recargar mi frente perlada de sudor sobre la de él.

-Oh Noah, cariño. Esto ha sido... -mi respiración aún no se regulaba por lo que las palabras no lograban salir.

-¿Maravilloso? Creo que deberías salir a tomar más cursos como este, te amo Lía -ambos nos miramos y comenzamos a reír.

Nos habíamos amado con sensibilidad, con conciencia de lo que hacíamos y habíamos conectado en más de una manera posible, logrando que juntos emergiéramos en un orgasmo de esos alucinantes, de esos que te dejan con la vista desenfocada y los ojos llorosos.

Cuando se vive la unión sexual tántrica, ya nunca se olvida...


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N/A: Este relato no es de mi autoría, sin embargo, gracias mi amor por regalarmelo. Te amo.

Y ya saben, a practicar el sexo tántrico porque es muy placentero. ;)

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