El encuentro


Te encuentras en tu cama, desnudo y concentrado,

Escribiendo un relato, a lo que ya estás acostumbrado,

Lo que no te esperas es que yo llegue a tu morada,

A apagar este fuego, que por mensajes se había cultivado.

A tu pequeño teléfono, para nada anticuado,

Te llega un mensaje completamente inesperado,

Dice: "Ábrele la puerta a tu chica acanelada",

Por lo que te quedas completamente anonadado.

A tu puerta caminas, con rapidez y desesperado,

A verificar que es real ese mensaje que te ha llegado,

Cuando abres tu puerta y me ves toda arreglada,

Sabes qué es lo mejor que hace días te ha pasado.

Frente a mí te quedas totalmente congelado,

Al darte cuenta que nuestro deseo es demasiado,

Yo, orgullosa de mi locura realizada,

Te empujo dentro, a empezar lo que hace días he esperado.

Al cerrar la puerta, directo a la cama te he llevado,

Y con poca sutileza, toda la ropa me he quitado,

Pero al ver tu cara levemente ruborizada,

Me doy cuenta que te sientes abrumado...


En esta próxima parte, el poema cambia/continúa como relato. Me di cuenta muy tarde que no tenía las suficientes rimas para todo lo que quería escribir. Pero aun así tienen un 2 en 1.



... Me doy cuenta que estoy yendo muy rápido, así que me relajo y hago las cosas con más calma, más romanticismo, más pasión.

-¿Estás bien? -le pregunto a Andrés, dudosa de haberle asustado.

-Sí, sí... Es sólo que... Me abrumaste con tu rapidez, con la fuerza que sacaste de momento. -me responde nervioso y con una pequeña sonrisa.

-Jajaja. Lo siento, es que el deseo me estaba consumiendo desde que decidí venir, olvidándome de todo, y solo pensando en nosotros.

Mi propia honestidad me sorprende, pero debe ser su encanto, su esencia, su vibra positiva la que me motiva a soltarme. También, el verlo completamente desnudo y tan cómodo en su cama, con los codos apoyados en sus rodillas y viéndome de esa manera, no ayuda en nada al esfuerzo que estoy haciendo por mantenerme tranquila. Me está empezando a poner nerviosa a mí, sólo con esa simple mirada... Mirada que refleja deseo, lujuria, pasión, añoranza, pero más que todo, admiración. Me ve como si yo fuese lo más hermoso del mundo, el diamante más brillante, la flor más colorida, o el cielo más estrellado.

-¿Por qué me miras así, Andrés? -digo, dándole a entender que me está poniendo nerviosa.

En su rostro se refleja una sonrisa que muestra todos sus blancos dientes, sonrisa que me dice que no está pensando nada bueno. Se levanta de la cama con demasiada calma, lo que provoca que se me acelere el corazón. Camina lentamente hacia donde me encuentro, que es solo a 5 pasos de la cama, y me mira fijamente a los ojos. Puedo sentir el rubor en mis mejillas subiendo de tono, cada vello de mi cuerpo erizándose, mis pezones sintiéndose como roca y un leve cosquilleo en mi vientre. Ese es el poder que tiene, lo que más me gusta de él... Solo con mirarme como lo está haciendo, provoca demasiadas cosas en mí, y mi cuerpo las termina reflejando.

-¿Quieres que te diga por qué te miro así? -me dice con la voz más grave de lo normal.

-Pues sí, pero no tienes que... -antes de terminar la oración, pone su dedo índice en mis labios, silenciándome.

-Escucha y calla. -dice -. Te miro así por muchas razones, pero en vez de decirlas todas, puedo mostrártelas. Dime tú cual prefieres.

No me esperaba este cambio de mando, pero me encanta. El hecho de que, a pesar de que quiere tomar la batuta de lo que pueda pasar, tome en cuenta mi opinión, me fascina.

-Qui... quiero que me las muestres, Andrés -le respondo luego de que quita su dedo de mi labio, y pasa su mano derecha a mi mejilla izquierda. Pero me doy cuenta que yo también quiero jugar, así que continúo -. Pero yo también quiero mostrarte algo.

Se sorprende un poco al escucharme, pues hace unos minutos estaba temblando de nervios.

-Está bien, vayamos por turnos entonces. Comienzan las damas, así que adelante señorita -responde.

Ahora mi mente empieza a maquinar en cómo puedo comenzar con algo leve, pero que lo sorprenda aún más de lo que ya está. Lo examino, a cuerpo completo, desde su cabello oscuro, bajando por su cara con una pequeña cantidad de barba, luego a su pecho levemente velludo, continuando con su abdomen y vientre notablemente ejercitado. Mis ojos se encuentran con su miembro levemente levantado, y siguen bajando por sus piernas hasta llegar a los dedos de sus pies. Vuelvo la vista a sus hermosos ojos del mismo tono que su cabello, y llego a la conclusión de que me gusta tal cual es, completo, sin hacer excepciones.

-Tengo que decir que esto es muy difícil de decidir, pero haré lo mejor que pueda. Primero que todo, me gustas tal cual eres, hasta con las pequeñas imperfecciones que tengas, completo, de pies a cabeza. Pero me iré con esto... -digo en voz baja, pero lo suficientemente alta para que Andrés me entienda.

Con calma y sensualidad me voy acercando a donde se encuentra, y pongo mi mano derecha en su pecho empujándolo hacia atrás con lentitud. Al dar 4 o 5 pasos, la parte trasera de sus piernas chocan con el borde de la cama, lo que provoca que caiga en ella sentado.

-Súbete un poco más y acuéstate -le ordeno, a lo que él reacciona y hace las cosas tal cual le dije.

Con algo de rapidez se acomoda bien en la cama como le dije que hiciera, y pone almohadas bajo su cabeza para estar un poco levantado. Ahí tengo una de las mejores vistas... Un Andrés completamente desnudo en su desorganizada cama con colchas de color rojas, con su cabello negro totalmente desordenado, con las manos debajo de su cabeza dando un poco más de apoyo, con los músculos más notables que siempre por la pose que tiene, y con sus oscuros ojos viendo cada centímetro de mi cuerpo. Yo, tranquilamente camino hasta la cama, y al llegar a ella, empiezo a gatear en ella hasta estar entre las piernas de Andrés.


-¿Qué pretendes hacer, Gabriela? -dice él, con una sonrisa pícara en el rostro.

Lo ignoro y en vez de detenerme en ese tentador lugar, donde su verga clama por mi atención, voy gateando sobre su cuerpo hasta que mis nalgas tocan su estómago. Ahí me siento con mucha lentitud para no lastimarlo con mi peso, y levanto la cabeza para ver su expresión. Justo frente a mis ojos, un poco acostado, lo tengo viéndome con emoción y excitación al mismo tiempo.

-¿De verdad quieres saber lo que pretendo hacer, mi provocador? -digo con la voz más suave que nunca he usado, y con un corazón palpitando 3 veces más rápido de lo normal -. ¿O prefieres que te lo muestre?

Él suelta una risa leve y grave que me eriza los vellos del cuerpo, me da cosquillas en la parte trasera de mi cuello y me prende aún más de lo que estoy desde que lo vi en la puerta completamente desnudo.

-Ahora es tu momento de hacer lo que quieras conmigo, porque cuando me toque a mí... -no acaba la oración y me mira a los ojos provocándome, lo que me deja con mucha intriga. Pero logro controlar las ganas de querer preguntarle, y continúo con mi momento.

Miro alrededor y veo una corbata entre las almohadas de color roja, suave y lisa, como la seda. Estiro mi cuerpo un poco sobre el de Andrés, lo que provoca que mis senos lleguen a rozar su pecho. Ese pequeño contacto entre nuestros cuerpos provoca que mis pezones se endurecen más y más de lo que nunca había imaginado. Tomo la corbata y vuelvo a donde estaba, sentada sobre el estómago de él, y lo miro a los ojos. Su mirada oscura, la que refleja lo excitado que se encuentra, me hechiza por unos segundos y no hago nada más que ahogarme en ese mar oscuro y lleno de deseo, que lo único que hace es consumir mi alma.

Después de unos 10 segundos de solo contacto visual, por fin salgo de ese hechizo y sigo en lo que estaba. Con la corbata que tengo en la mano, suavemente voy sobando su pecho, pasándola por los pezones cafés oscuros, llegando a su ombligo y repitiendo el proceso 2 veces más. Veo que su respiración se va intensificando, así que hago lo que era mi intención hacer desde que vi la corbata: vendarle los ojos. Voy acercando mi cara a la suya hasta que conseguimos sentir la respiración del otro, caliente, rápida, llena de deseo y lujuria. Cuando ya estoy rozando sus labios, digo en susurros...

-Esto te va a gustar, muñeco, pero no tienes permitido tocarme. No importa las ganas que tengas de sobar mis tetas, o mis nalgas, o tan siquiera un pelo de mi cabeza, no lo harás, ¿entendido?

-S... Sí, sí, sí, entendido -responde Andrés con los ojos abiertos y un poco nervioso -. Como digas, haré lo que digas.

-Muy bien, así me gusta.

Luego de darle mi respuesta, dejo un leve beso en sus labios, y vuelvo a la posición que tenía justo cuando lo veo cerrar los ojos. Con mucha delicadeza, levanto su cabeza y acomodo la corbata alrededor de ella, tapando los ojos bien para que no pueda ver nada. Ya todo está listo para mi momento, pero sé que falta algo que encienda aún más el momento. Justo en el suelo de su cuarto veo mi teléfono, lo que me hace pensar en algo. Lentamente me levanto del cuerpo de Andrés y me bajo de la cama para tomar mi teléfono en mano y poner una de mis canciones favoritas: Gold Chains de Tyde Levi. No sé si vaya a gustarle, pero es la canción más acorde con el momento... Es sensual, es relajada, es romántica y más que todo, es pasional, las cosas que demuestran nuestro encuentro. Cuando consigo la canción, le doy play y dejo el teléfono sobre la mesita de noche de color marrón oscuro, donde se ven algunos libros y cosas personales. Al acomodarlo bien, vuelvo a sentarme sobre él, y me pregunta...

-¿Y esa canción, muñeca? Me gusta como suena.

-Lo sé, mi provocador... Es la canción perfecta para este tipo de momentos. Pero ahora, te mantendrás calladito, porque es mi momento de hacer lo que quiera contigo, ¿ok? -digo yo, poniéndome en papel de mandona.

-Está bien, hermosa. Como gustes -dice Andrés con algo de gracia.

-¡Bien! -exclamo -. Ahora, a lo que acordamos... Lo que más me gusta de ti no existe, porque me gustas completo. Pero este pecho y hombros son lo más que me prenden -digo pasando mis manos suavemente por los lugares mencionados.

Con mucha delicadeza y sensualidad paso mis manos por su pecho, frotando muy suavemente, mientras la música de fondo le da aún más ambiente a la escena. Cuando ya llevo unos segundos en su pecho, subo a sus anchos hombros a repetir el mismo proceso. Cuando lo veo medio inquieto y siento su estómago subiendo y bajando con más intensidad, me detengo y acerco mis labios a su oído para susurrarle...

-Estas partes de tu cuerpo provocan en mí muchas cosas, muñeco -digo bajito, y pasando mis labios por el lóbulo de su oreja izquierda -. Me fascinan cuán bien proporcionadas a tu cuerpo están, cuan anchas son, lo increíblemente protegida que me siento cuando estamos así de cerca.

Cuando termino de hablar, paso mi lengua justo debajo de su oreja, bajando por su cuello y llegando a su hombro para dejar ahí una leve mordida. Empiezo a dejar unos cuantos besos regados en esa área, mientras froto mí ya húmedo coño justo en su vientre.

-Gabriela, no deberías hacer eso, en serio -dice él, notablemente desesperado y respirando más fuerte de lo normal.

-Dije calladito, ¿verdad que sí, Andrés?

-Sí, pero no...

-¡Pero nada, harás lo que diga, porque es mi momento, punto! -exclamo fuerte, pero muriendo de a risa por dentro, ya que se ve sorprendido.

Cuando consigo calmar la gracia que me ha dado, y las ganas de reír, prosigo en lo que estaba. Ahora llevo mis labios a su oído derecho y repito lo anterior... Lamo, beso y muerdo a mi gusto mientras muevo mis caderas de atrás a adelante, haciendo fricción entre mi feminidad y el vientre de Andrés. Poco a poco voy bajando de su cuerpo gateando hacia atrás, pero al mismo tiempo voy besando todo a mi alcance. Beso su pecho donde me encuentro sus pezones, los cuales lamo y dejo un poco de saliva en ellos, para después besarlos muy sutilmente. Beso su abdomen y lo muerdo, provocando que Andrés jadee de desespero. No me detengo en ningún momento hasta que llego a su vientre y mi vista choca con su miembro completamente erecto, el cual tiene varias gotas de líquidos preseminales en el glande. Me le quedo viendo por varios segundos, hasta que Andrés empieza a apretar las sabanas rojas entre sus manos, evidencia que demuestra que no aguanta más.

­-Ahora, te mantendrás calladito y sin tratar de tocarme, ¿ok? -digo calmada y ahogada de deseo.

-Ajá... Ajá -me responde Andrés notablemente excitado.

Lentamente acerco mi mano derecha a su erección, y la envuelvo lo más que puedo para luego apretarla un poco -¡Oh, Gabriela! -gime él gracias a mi acción. Una gran sonrisa aparece en mi cara al sentir emoción por lo que haré. Acerco mi cara a su gran miembro, y con mis labios soplo ese pequeño orificio que se encuentra justo en la punta de su glande. Inconscientemente su cuerpo tiembla, provocando que una risilla se me salga, al igual que a él.

-Te gusta, ¿no es cierto, muñeco?

-Ay, Gabriela. Ya verás lo que te pasará, pagarás por esto que me estás haciendo. Eres muy mala. -me contesta él.

-Ah, entonces soy mala, y me harás pagar. Ummm, que bien.

Con la intención de torturarlo un poco más, vuelvo a soplar el glande, pero en varias ocasiones y sin parar. Ahí empieza a removerse sobre la cama, acción que provoca que mi mano vuelva a apretar su miembro. Al ver como bajan los líquidos preseminales hasta tocar mi mano, un gran cosquilleo se produce en mi vagina, la cual está igual de húmeda. La mano izquierda, que es la que tengo desocupada, la paso entre mis labios vaginales y cuando observo mi mano, me doy cuenta de lo realmente húmeda que estoy. Con todos esos fluidos que emanaron de mi interior, lubrico el pene de Andrés y me aseguro que esté cubierto con ellos.

Lentamente voy acercando mis labios a él y empiezo a lamerlo, como si fuera un helado derritiéndose, tratando de evitar que se desperdicien algunas de esas deliciosas gotas de su esencia. Paseo mi lengua por cada pequeño espacio libre, por cada vena, hasta dejarlo completamente limpio. Aun así, quiero más de él, así que meto lo más que puedo de su masculinidad en mi boca, provocando que el suelte un gran gruñido. Por unos 5 minutos, me mantengo dándole un oral, lamiendo, chupando y mordiendo a mi gusto. Sintiendo como salían más y más esos líquidos de su orificio, como palpitaba su glande en cada parte de mi boca, como se le erizaban los cabellos existentes en su cuerpo. Cuando de la nada se quita la corbata de los ojos, se levanta de la cama y me mira.

-Ya se acabó tu jueguito... ¡No aguanto más, Gabriela! -exclama con varias gotas de sudor bajando por su frente y notablemente desesperado.

Sin siquiera verlo venir, me toma de las caderas, me pone exactamente como él estaba en la cama y se coloca sobre mí. Aun sin estar aplastándome, puedo sentir su miembro chocando con mi vientre, lo que me eriza la piel automáticamente.

-Ya muñeca, no puedo soportarlo más. Estoy que reviento de deseo por ti, y tu provocándome de esa manera -me confiesa, muy cerca de mi cara, dónde puedo sentir su respiración chocando con la mía.

-Entonces ya, Andrés, haz lo que quieras conmigo. Ahora soy toda tuya, completa y enteramente tuya.

Al escucharme decir eso en susurros, sonríe complacido y me besa... Me besa lento y fuerte, con pasión y romanticismo. Al sentir el contacto de sus labios en los míos, miles y millones de cosquilleos atacan mi vientre, pero es una sensación hermosa y morbosa al final del día. Con mucha calma pasa su mano derecha detrás de mí rodilla izquierda y la levanta levemente, con la intención de que la coloque justo en su espalda baja rodeándolo con ella. En esa posición tiene el acceso perfecto para penetrarme cuando quiera, pero no lo hace. De momento deja de besarme y se separa de mí para verme a los ojos.

-¿Pasó algo? -le pregunto asustada.

-No, no, no... Bueno, sí -dice, pero se queda callado, no continua y mira a la mesa de noche a su izquierda.

-Andrés, me estas asustando. Te estas arrepintiendo, es eso, ¿verdad? Si es así solo tomo mis... -le comienzo a decir sintiéndome mal, y empezando a sentarme con él frente a mí. Pero antes de que continúe hablando o moviéndome, me empuja hacia la cama de nuevo, haciendo que me acueste y me besa con mucha fuerza. Me sorprende lo intenso que se volvió, pero me gusta en cantidades iguales, por lo que lo tomo de la nuca y lo pego más a mí. Cuando nos quedamos ambos sin respiración, nos separamos y me dice...

-¿Gabriela, cómo crees que me voy a arrepentir de esto? Es con lo que he soñado desde que te conocí... Ahora, lo que pasa es que quiero que lo hagamos sin condón. No sabía cómo decírtelo, porque no sabía cómo ibas a reaccionar. De verdad, solo quiero que estés... -mi risa lo interrumpe, y me mira entre confundido y con gracia.

-Muñeco mío... -digo pasando la palma de mi mano derecha en su mejilla izquierda y volviendo a rodearlo con mis piernas. - No tienes que preocuparte, porque estoy preparada para que vacíes todo ese deseo dentro de mí. Una semana antes de venir empecé a tomar los anticonceptivos, y también tengo mi implante subdérmico, así que vamos -le susurro cerca de los labios al mismo tiempo que pego su cuerpo más a mí.

-¿Cuándo dejarás de sorprenderme, preciosa? -me pregunta él mientras lleva sus labios a mi punto débil: mi cuello.

-Jamás, eso es seguro. Pero vamos, ¿qué esperas para entrar en mí? -digo, erizándome al sentir sus labios donde más me gusta.

Pero lo hago pagar, bajando mi mano izquierda entre nuestros cuerpos y agarrando su miembro.

Justo en ese momento suelta un jadeo que hace que me humedezca más, y se mueve de donde estaba para mirarme a los ojos. Nos vemos con atención y nos sonreímos el uno al otro, demostrando que esto es lo que ambos queremos, lo que ambos hemos estamos deseando desde hace mucho tiempo. Se separa sólo unos centímetros de mi cuerpo, y agarra su miembro justo después de que yo lo suelto.

Me mira profundamente a los ojos y con mucha calma empieza a masturbarse frente a mis ojos. Bajo mi mirada por su pecho hasta que choca con su virilidad, y me hipnotizo. Ver su mano de grandes dedos frotando ese aparato de la forma en la que lo está haciendo, sólo me excita más. Cuando empiezo a ver los líquidos preseminales salir de ese orificio, no aguanto más... Lo tomo por ambos hombros y lo pego a mi cuanto sea posible. Acerco mi boca a la suya a confesarle...

-¡Ya basta, Andrés! No aguanto más este deseo que solo me consume más y más. Acaba y hazme el amor como siempre has querido.

Segundos después siento el glande de su pene chocar con la entrada de mi vagina. Se nos escapa un jadeo un jadeo a ambos, pero él decide jugar un poco más con mi paciencia... Empieza a mover las caderas de atrás a adelante, provocando que su pene y mi clítoris hagan una gran y deliciosa fricción.

-Oh, Andrés... Sigue por favor, no te detengas -gimo yo en sus labios gracias a la cercanía.

-¡Wow! Mi muñeca anda pidiendo más de mí. Eso me gusta, preciosa, sigue gimiendo para mí -gruñe él con sus ojos fijos en los míos.

-¡Ahhh, si, si, si! Sigue, quiero más, haz que grite tu nombre.

De una sola estocada me penetra por completo, lo que provoca que grite por la sorpresa y el leve dolor que me impacta. Él se mantiene en su lugar sin hacer nada más que mirarme los labios con intensidad, y permitiendo que mis paredes vaginales se acostumbren a la invasión de su miembro en mi cuerpo.

Cuando ya me siento ajustada y cómoda con la estocada que me ha dado, yo misma empiezo a mover mis caderas, invitándolo a moverse a mi ritmo. Sonrío inconsistentemente, pues lo veo a los ojos y me doy que solo me ve a mí. Me ve con deseo, pero a la vez con preocupación...

-Cálmate, estoy bien. Puedes moverte como gustes ya -le digo bajito, esperando transmitirle mi calma de alguna forma.

-Pero el grito que pegaste, Gabriela. ¿Te lastime, por eso el grito, no? Mejor vemos...

-¡No Andrés! -exclamo -Te dije que estoy bien, no tienes nada de qué preocuparte. Vamos, muévete.

-Pero Ga... -empieza a decir él, tratando de separar nuestros cuerpos, pero no lo permito y le doy un beso con fuerza tomándolo por la nuca y uniendo nuestros labios con fuerza.

Sutilmente, me levanto un poco quedando sentada en la cama con él de rodillas frente a mí. Aún con los ojos cerrados y manteniendo nuestros labios unidos, lo pongo en el lugar donde estaba yo acostada y me siento sobre su vientre. Cuando nuestros pulmones no aguantan más sin oxígeno, nos separamos, pero no nos alejamos lo suficiente.

-No quisiste hacerlo a las buenas, ahora tendrá que ser a las malas -digo poniendo sus manos sobre su cabeza y haciendo presión con mi peso en ellas para que no pueda moverlas. Cuando me ve extrañado y divertido al mismo tiempo, continuo -. Vine aquí con la intención de que ambos tengamos nuestro momento con el otro, pero te estás haciendo el difícil pensando demasiado y no cooperando como debe de ser. ¡Ahora! -exclamo, mientras acomodo mis caderas en el lugar correcto para sentarme, siendo penetrada por su pene -. Haremos las cosas a mi modo, ¿ok?

Él me observa, conteniendo las ganas de reírse de mi papel de mandona, pero cuando menos se lo espera me dejo caer sobre su miembro, y ambos gemimos por el impacto. Segundos después empiezo a mover mis caderas de adelante a atrás, sintiendo como nuestros sexos encajan a la perfección, como su virilidad toca ese punto dentro de mí que me amansa.

Con lentitud suelto las manos de Andrés y coloco las mías en su pecho para mantener mejor mi balance sobre su cuerpo. Él, al verse libre de ataduras, pone sus manos en mis senos, los cuales se bambolean a diferentes direcciones por mis movimientos, y los aprieta.

Con la yema de sus dedos va apretando y pellizcando mis pezones a su gusto, pero ese simple acto envía miles de sensaciones a mi parte íntima. Ambos estamos soltando gemidos bastante altos y de vez en cuando soltamos una que otra incoherencia dado al increíble placer que nos estamos dando el uno al otro.

Después de estar unos 7 minutos en la misma posición, manteniendo los movimientos, Andrés deja mis senos y pone sus manos en mi cintura, al mismo tiempo que se sienta. Por la posición en la que estamos, nuestras caras están muy cerca, nuestros pechos se rozan y la fricción es más intensa.

Con mis piernas, envuelvo su cintura y le subo el ritmo a mis movimientos, haciendo que más gemidos salgan de mí. Él, con un poder descomunal, pasa su mano por mi espalda y toma mi corto cabello rizo en un puño, echando mi cabeza hacia atrás.

-Sigue, muñeca, no dejes de moverte de esa manera tan sensual -susurra él, mientras va dejando varios besos en mi expuesto cuello, bajando cada vez más, hasta que llega mi seno derecho.

Yo, aún con la vista en el techo y moviendo mis caderas con cada vez más intensidad, siento como pasa su lengua por mi pezón, ese pezón que estaba duro y esperando por algo de atención.

-¡Oh, Andrés! -gimo con fuerza cuando lo siento pegando sus dientes en él y haciendo algo de presión.

Él al escucharme vuelve y repite la acción de morder mi pezón, pero con algo más de fuerza, ocasionando que yo gima aún más fuerte. Luego de estar unos minutos más en mi seno derecho y dejarlo completamente duro y húmedo, pasa al izquierdo a repetir exactamente lo que hizo con el otro: morder, chupar y lamer.

Logro sentir su lengua húmeda y caliente rodeando mi pezón, sus finos labios succionándolo, y sus blancos dientes mordiéndolo. Es una increíble sensación en general, pero el hecho de que me lo esté haciendo él, en su cama, y con ese deseo, lo hace 100 veces mejor.

-Preciosa, estoy por correrme dentro de tu hermoso cuerpo. No puedo aguantar 1 minuto más -dice él, soltando mi cabello y permitiendo que lo vea a los ojos.

Ahí me doy cuenta de lo bien que se ve... Con varias gotas de sudor bajando por su frente, su cabello levemente húmedo y caído, con los labios en un tono rojizo, y con los ojos llenos de un sentimiento clave en estos momentos: pasión. Una forma intensa y romántica de verme que me enloquece, que me eriza la piel, y que penetra mi alma hasta hipnotizarme.

-¡Ah! Hazlo, mi rey, hazlo. Lléname de tu esencia como siempre lo hemos deseado -le digo a pocos segundos de llegar a tan esperado momento: el orgasmo.

A ambos se nos acelera aún más el corazón, se nos eriza la piel, se nos contrae el vientre al tocar el cielo con las manos, al dejarnos llevar por una ola de deseo, al liberarnos de manera completa el uno con el otro.

-Ohhh, ya Gabriela, ya -me gime y avisa él en los labios, cuando sabe que está llegando a el momento.

-¡Sí, sí, sí, juntos mi cielo! Oh sí, ahhh... ¡AH!

Juntos empezamos a soltar gemidos y chillidos cuando llegamos al orgasmo. Yo por mi parte, pego mi boca a su hombro para dejar ahí un mordisco y paso mis manos a su espalda aruñándolo levemente. Él simplemente se deja hacer mientras deja salir sus fluidos dentro de mí, gruñendo y apretando mi cintura con sus manos.

Yo podía sentir su semen dentro de mi cuerpo, y se sentía fascinante... Leves olas de líquidos calientes fluyendo a su antojo en mi vagina, aunque también sentía el pecho de Andrés subiendo y bajando con rapidez, al igual que el mío.

Nuestros cuerpos sudados y con olor a sexo se separan, y al ver mi entrepierna me emociono. Se logra apreciar como bajan varias gotas de nuestros fluidos mezclados entre sí, lo que me hace pensar en algo. Acerco mi mano derecha y con 2 dedos recojo un poco de los fluidos que se encuentran entre mis labios vaginales. Con cara picara y una sonrisa ladeada miro a Andrés, quien se encuentra viendo cada uno mis movimientos acostado en la cama. Lentamente llevo los dedos con las gotas de fluidos a mi boca y los chupo sensual y tentadoramente.

-Eres una chica muy mala, Gabriela -dice él viéndome sonriente y pícaro, mientras acerca su cara a la mía para dejar varios besos por ella.

Yo, después de dejar mis dedos completamente limpios y sin rastros de fluidos alguno, busco sus labios con los míos. Nos besamos con calma, sin prisa, pues ya hicimos lo que más deseábamos. Ya en ese momento culminaba nuestro encuentro, pero sólo nosotros decidiríamos si se repetía o no. Mientras nos besamos, al mismo tiempo nos separamos un poco para ambos susurrar al mismo tiempo...

-Espero que se repita.


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N/A: Este relato/poema, no es de mi autoría. Pertenece a una amiga que no se anima a subir y, por ende, la he querido ayudar: @gabydoo2000

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