Capítulo 9(III)

«Estás asustado, eso es todo, te sientes nervioso por lo que ha ocurrido», pensé tembloroso sin apartar los ojos de ambos, aunque no tuve ni una idea de qué hablaban. Vi sus bocas moverse o reír sin emitir algún sonido, ellos tampoco parecieron notar el trepidar de mi cuerpo.

Una sensación abrumante de soledad plagó mi cuerpo. Me abracé a mí mismo como un intento por volver a sentir el calor de mamá o Karen. No funcionó, el frío se volvió más fuerte y el peso de mi decisión lo sentí como un castigo.

—Ángel, ¿ocurre algo? —La voz de R consiguió regresarme al aquí y ahora, a ese momento en el cual ambos me contemplaron, expectantes, pero yo no tuve idea de qué dijeron. Asentí en silencio, nervioso y me bajé de la silla alta del desayunador.

—Solo un poco abrumado, mejor me voy a mi cuarto.

Ni siquiera esperé una respuesta de su parte o me despedí del otro tipo, les di la espalda y a paso veloz regresé a la alcoba, allí volví a encerrarme y nervioso como me sentía, acabé ovillado a los pies de la cama, en el suelo.

—Tienes que calmarte, no puedes ver al tipo sin rostro en todas partes —murmuré, temblando.

En medio de mi pánico, la cerradura sonó, alguien intentaba ingresar y grité aterrado en cuanto la puerta se abrió. Sentí el corazón a punto de abandonar mi pecho.

—¿Qué pasó, brodercito, te asusté?

Por un instante no comprendí lo ocurrido, me pregunté qué hacía Felipe allí con su overol de Murano, manchado y sucio como cuando regresaba del trabajo. Sin embargo, al contemplar alrededor, una sensación de seguridad se apoderó de mí. El trepidar de mi cuerpo era notorio, aunque de algún modo, me sentí feliz por encontrarme al interior de esa recámara grisácea con paredes a medio revestir que compartimos hasta hacía escasos días.

—¿Qué haces, eh? ¿Por qué tan nervioso? —me dijo Feli, una vez entró y negué con la cabeza antes de correr para abrazarlo un rato. Él revolvió mi cabello en respuesta.

—Me asustaste, so-solo leía —le dije bajito y sin dejar de presionarlo, necesitaba sentir que era real y estaba allí, conmigo.

—Adivinaré, El principito, ¿no te cansas de releer?

—No —respondí sonriente, un poco más tranquilo por estar con él, aunque no del todo, la taquicardia continuaba; pero en ese momento, la vida con R pareció una imagen distante, o algo que ocurrió en un sueño.

—Ya sé, ya sé, es tu favorito. Traje algo para ti.

Lo contemplé expectante. Felipe me lanzó un empaque de cartón que evité tocar. Este aterrizó en la cama.

Él y yo teníamos por costumbre jugarnos bromas, la última vez fue durante su vigésimo cumpleaños. Quedó sorprendido porque mandé a preparar un pequeño, pero rico pastel de chocolate y fresas, su favorito; además, puse en sus manos un enorme obsequio.

—Alí, ¡qué sorpresa, no esperaba nada de esto, brodercito! —me dijo muy emocionado, sonreí por su expresión de felicidad, sus ojos brillaban de una manera que me calentó el pecho.

Lo abracé por la espalda, porque permanecía sentado, frente a los últimos trozos de pastel.

—Brodercito, gracias —susurró a mi oído y me besó la mejilla. Un cosquilleo en la panza me forzó a hacerme a un lado.

—¡Qué lo abra, qué lo abra, qué lo abra! —grité en medio de aplausos y Feli comenzó a desatar el moño, entusiasmado.

No obstante, al quitar la tapa, chilló como bebé cuando saltaron sobre él un montón de cucarachas falsas realistas, incluso algunas tenían alas y parecían volar. Yo morí de risa. Habría deseado una cámara en ese momento para filmar su danza del horror, con zapateo incluido. Se detuvo en cuanto comprendió que no eran reales.

—¡Alí, me la vas a pagar!

Corrí en medio de risas alrededor de la habitación, salté por todas partes, tratando de escapar. Feli me siguió los pasos muy de cerca hasta conseguir alcanzarme, allí nos hizo caer sobre la cama y descargó una lluvia de cosquillas hasta dejarme sin aliento.

—Pe-perdón, vi la o-oportuna, oportunidad y la usé —me costaba hablar, Feli movió la cabeza en una lenta negación, como un reproche, aunque apretaba los labios para contener la risa.

—Alí, ¿cómo quieres que confíe en ti? —me dijo con la misma fingida seriedad y se me escapó una risa baja. Volvió a arremeter contra mi abdomen por no tomarme en serio su regaño.

Felipe me había mantenido las manos apresadas sobre mi cabeza con una de las suyas para inmovilizarme, usó la otra en su venganza y una vez consumada me liberó, pero permaneció encima de mí, apoyado sobre sus codos, con esa misma negación silenciosa que me reprochaba.

Me sentí muy extraño en esa posición sin entender el motivo, no era la primera vez que Feli usaba cosquillas para castigarme o sermonearme en el proceso. Sin ser muy consciente, me aferré a sus mejillas e intenté juntar nuestros labios.

Mi corazón pareció un redoble, una mezcla de miedo, nervios y anhelo me inundó; sin embargo, aquel extraño coctel que a la vez me aportó algo de... ¿Felicidad? Finalizó presuroso cuando él se hizo a un lado, sin dejar de observarme, confundido.

—A-Alí, ¿qué-qué crees que haces?

—Fe-Feli...

Intenté decir algo, pero las palabras no salieron y él, enseguida, se levantó. Lo vi andar hacia la puerta, de prisa, me asusté porque pensé que se iría. En cambio, caminó intranquilo de un lado a otro durante un momento. Después me tendió su mano para ayudarme a sentar, él lo hizo a mi lado, tras un suspiro.

—Alí, ¿por qué hiciste eso? —preguntó en tono bajo, no supe ni qué decir, agaché la cabeza e intenté hacerme diminuto, él volvió a suspirar antes de decir algo más—: ¿Te gustan los chicos?

Me encogí de hombros, no sabía responder esa pregunta.

—¿Te gusto yo?

La respuesta fue igual; entonces, Feli ubicó su puño bajo mi mentón y presionó para forzarme a observarlo. No se veía molesto, eso me tranquilizó.

—Alí, yo te quiero mucho, pero no de esa manera...

Sentí algo romperse dentro de mí, tras escucharlo. Incluso, empuñé las manos y empecé a restregarlas sobre mis muslos.

—Brodercito, no quiero hacerte sentir mal, ¡tú eres mi hermanito...!

—Pero no de verdad. —repliqué, intentando no llorar. Feli revolvió mi cabello y me jaló la cabeza para abrazarme.

—Cierto, no de sangre, pero sí de corazón. —Me besó la coronilla—. No está mal lo que sientes, Alí, eso tenlo por seguro, jamás dudes; lo malo es a quien diriges esos sentimientos.

Me separé de él para observarlo, confundido, costó comprender sus palabras.

—Eres un niño, Al; yo, un adulto. Tal vez no tenga una gran altura, pero lo soy... —Eso me hizo reír, así que volvió a abrazarme—. Escucha, si yo correspondo a esos sentimientos, sería igual a aprovecharme de ti.

—¡¿Por qué?!

—Porque eres un niño, Alí, todavía estás aprendiendo acerca de esta vida de mierda y, aunque seas un pequeño supermaduro, porque te ha tocado crecer a las malas; tu cabecita no está preparada para lidiar con cosas de adultos. Eso te hace susceptible y vulnerable a abusos, manipulaciones y un sinfín de cosas. —Revolvió mi cabello y volvió a apretarme en un fuerte abrazo.

—¿Si tuviese dieciocho sería distinto?

—No insistas, brodercito.

Felipe rio fuerte; me soltó de un pequeño empujón y regresó a la mesita para terminar de quitar las cucarachas falsas que restaban al interior del obsequio. Sonrió en cuanto sacó la camiseta negra con estampa de las tortugas ninja que le regalé.

—Gracias por esto, Alí —me dijo contento, sonreí en respuesta.

A pesar de lo ocurrido, me sentí tranquilo porque Feli fue muy comprensivo y aunque por un momento, algo dentro de mí se rompió con su rechazo, la sensación duró poco, sus palabras fueron un vendaje al corazón. Además, contrario a lo que creí, aún tenía a mi hermano y nada cambió entre nosotros.

Hasta esa noche en que me dejó. «Lo siento, brodercito», la imagen de su despedida retornó y abrí los ojos. Seguía en esa bonita habitación con acabados modernos, ovillado a los pies de la cama que R dispuso para mí. Aquello que me transmitió serenidad y aplacó mis nervios era el verdadero sueño. Me abracé mucho más fuerte.

—¿Quieres hablar al respecto, Ángel? —R permanecía de cuclillas frente a mí y ni siquiera noté cuándo entró, estuve perdido en ese bonito recuerdo quién sabe cuánto tiempo— ¿No te agradó mi amigo?

Me quedé en silencio, no quería hablarle acerca de mi vida con mamá o esa sospecha que la voz de aquel, en mí, encendió.

—Angelito, tranquilo, él cuidará de ti en mi ausencia, es un tipo confiable.

—¿De-de verdad lo crees? —le dije, nervioso, él asintió en silencio.

—Además, si se atreve siquiera a ponerte un dedo encima, tendrá que lidiar conmigo —R habló en un tono pausado que me aportó calma, luego levantó su fuerte brazo derecho y lo flexionó para remarcar sus bíceps. Eso me hizo reír—. Así quiero verte, Ángel, hermoso y feliz.

—Lo siento, intentaré sonreír más.

En ese instante, comencé a sentirme seguro y mucho más tranquilo en su compañía. Salimos de la recámara y el tal S ya no estaba, eso me calmó mucho más. R tomó las llaves y me tendió la mano, costó tomarla, pero al final accedí.

Salimos del departamento, rumbo al estacionamiento subterráneo y de allí, hacia el posible nuevo colegio para conocerlo. Pasé todo el trayecto asomado por la ventanilla, emocionado por cada nuevo sitio, parques, centros comerciales. R dijo que visitaría todo eso y más.

El colegio era hermoso, desde la entrada con sus grandes jardines, también muy elegante; todo el personal utilizaba trajes finos, el uniforme también lo era. Agradecí a R por llevarme de compras antes de llegar allí.

Él y yo caminamos tras la encargada del tour, tomados de mano todo el tiempo, no le di importancia; de cierto modo, su gesto me mantuvo tranquilo. Fue imposible contener un silbido de admiración al ingresar a la biblioteca, había un montón de libros, corredores repletos a cada lado.

—¿Le gusta leer, joven Raynolds? —indagó la mujer y respondí enseguida.

—¿Quién? —Yo estaba tan absorto en la cantidad de libros que olvidé todo el asunto de mi nueva identidad, por un instante.

—Usted, joven Raynolds.

—Sí, sí, claro, yo... Ángel Raynolds —dije entre risas bobas, luego me aclaré la garganta—. Lo siento. La verdad, sí, me gusta. Creo que pasaré un buen rato aquí.

La mujer sonrió complacida y continuó adelante, hablando sobre los autores increíbles que podía conseguir en esa biblioteca y cantidad de cosas a las cuales no presté mucha atención, ya que R y yo íbamos detrás, conteniendo una risa burlona por mi reacción. A pesar de lo elitista que pareció todo el lugar, me sentí ansioso y emocionado por el inicio próximo de clases, aunque para poder ingresar al sexto grado de primaria que me correspondía por la edad, tocaba prepararme para una serie de evaluaciones durante el verano y eso me hizo sentir nervioso, no sabía si podría lograrlo.

—Tranquilo, Ángel, yo te ayudaré a estudiar —me dijo R una vez abordamos el auto para marcharnos, asentí en silencio—. También tendrás un tutor porque no soy precisamente un genio —añadió en un tono de resignación que me provocó una buena carcajada. Él sonrió, complacido.

En los días posteriores me mostró mis documentos legales de identidad, también la matriculación al colegio; empezamos a estudiar para las pruebas de nivelación, pero pronto perdió la paciencia y se levantó, frustrado para realizar una llamada. Yo no podía dejar de reír, es que, si bien resultaba difícil aprender muchas cosas, otras áreas fueron más sencillas y lo divertido del caso fue que él parecía mi alumno.

—R, no es tan grave —le dije entre risas, pero solo me devolvió una seña con su índice mientras llamaba al tutor. En cuanto terminó de hablar volvió a sentarse a mi lado.

—Bien, tendremos un profesor particular.

—¿Tendremos? R, yo daré las pruebas.

—Sí, pero me cuesta creer que soy tan burro como para que tú me enseñes algo que ya debería saber.

Mi carcajada fue épica. En realidad, reía mucho con él y cada vez que me sentí mal por cualquier motivo, consiguió animarme; nos hicimos amigos. Con el pasar del tiempo, empecé a verlo como a ese hermano mayor que necesitaba y eché en falta cuando me abandonó.

Poco a poco dejé de pensar en Felipe. No tenía tiempo para lamentarme por su partida o recordar los buenos momentos juntos, estaba concentrado en mis estudios. Cuando no tenía tutorías, hacía prácticas con R y si él no se encontraba en casa, lo hacía por cuenta propia o hasta con S, a través del intercomunicador de la puerta. No confiaba del todo en él y durante mucho tiempo me costó darle acceso al departamento.

El verano empezó a refrescarse y con ello, las hojas comenzaron a caer de los árboles; los vientos de otoño revolvían la hojarasca en calles y parques donde disfrutaba jugar por las tardes con R, cuando se encontraba conmigo. Aquella estación trajo consigo también mis pruebas, a las cuales, él me acompañó. Sentí nervios en cuanto ingresé a esa aula, pero daría todo mi esfuerzo para no decepcionarlo. Había apostado por mí y de verdad, mi vida dio un giro rotundo en pocos meses.

Una semana debimos esperar para conocer el resultado, pero en cuanto llegó, la emoción nos embargó y saltamos de la alegría por haberlo conseguido. R me cargó e hizo girar. Entonces, después de tanto tiempo, volví a pensar en Feli cuando repetí el mismo tonto error que con él, pero algo muy diferente ocurrió.






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Hola, mis dulces corazones multicolor, 💛 💚 💙 💜 💖 un placer volver a leernos, espero les haya gustado el capítulo y si es así no duden en comentar. Los loviu so mucho y gracias por su apoyo 💖

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