Capítulo 1
Santa Mónica, verano 2023
Regresar a Santa Mónica me produce emociones encontradas; por un lado, la felicidad inunda mi pecho, ya que tengo oportunidad de reencontrarme con los que amo; pero al mismo tiempo, una sensación de miedo e intranquilidad me embarga. Recargarme con el sol radiante y respirar el aire salino de la ciudad, apenas descendí del avión, me hizo sentir en casa; visitar a mi mejor amigo, Ricky, ni se diga, eso fue solo equiparable a abrazar a Lio, mi casi padre, y compartir con la familia que hace poco más de dos años no veía.
Cuando eres un testigo protegido, toca cambiar de identidad, apariencia, vivienda y andar bajo perfil. Sin embargo, si tu protector es Cornelio Evans, hay que sumarle, obedecer sus reglas, acatar sus decisiones —así sean contradictorias— y agradecerle por ser un extremista. Exagero, me ha mantenido vivo, lo que es decir bastante.
No obstante, cuando me sacó del país, pidió aferrarme a la nueva vida e identidad y permanecer en el extranjero por mi propia seguridad. Sin embargo, aquí estamos después de dos años. Sentado en el mullido sofá color champán de su opulenta oficina en Renacer, su centro de operaciones y a la vez, la galería de artes más grande de la ciudad; nervioso, aunque soy consciente de que sus hombres están apostados por todo el perímetro, a la espera de que el lindo y extravagante enano con larga cabellera dorada que decidió citarme en este lugar aparezca.
—¡Maldito hobbit, debería estar entrenando!
Abandono mis cavilaciones mentales y fijo la vista en esa puerta color oro tallada que acaba de abrirse, por la cual ingresa un joven desconocido. Me observa confundido, la verdad es que yo también lo miro.
Se ve alto, asumo más bajo que yo, pero su contextura atlética le da un aspecto de deportista. Además, viste pantalón deportivo y la chaqueta a juego del uniforme, la lleva doblada sobre el hombro derecho, usa una camiseta entallada negra con calaveras y cosas raras. Su cabello rubio y rizado lo tiene amarrado en la parte superior de la cabeza. Es guapo, de eso no hay duda, aunque nunca como yo; luce confuso o quizás sus ojos verdes, grandes y brillantes, cuales gemas me estudian.
—Lo siento —dice al terminar de entrar—. ¿Has visto a Cory? Pidió reunirme con él.
Cory es el apodo que usa Evans con sus allegados, por lo que deduzco que este chico debe ser amigo suyo. Me encojo de hombros en respuesta porque yo también quiero saber en dónde se metió.
—Súmate al club, cariñito, también espero al enano.
El chico suspira con fuerza, luego sonríe antes de sentarse a mi lado y tenderme su mano.
—Soy Johan. —Se presenta con una amable sonrisa que replico al devolverle el apretón.
—Ke-Paolo, mi nombre es Paolo...
A veces me cuesta presentarme como Paolo Montezco, detesto este nombre desde que se volvió mi nueva identidad.
Al tener más cerca al chico y platicar con él, descubro que mi suposición no estaba lejos: es nadador y las diferentes insignias en su chaqueta lo corroboran. Capta mi atención los anchos brazaletes que utiliza, son de cuero con muchas púas metálicas, pero también medallas, algunas parecen trofeos en miniatura e incluso, una tiene el logotipo de las olimpiadas Tokio 2020, eso enciende mi curiosidad.
—¡Oh!, ya se conocieron, malditos mocosos —anuncia la chillona e irónica voz de Cory al entrar, así que tocará esperar para preguntarle. Ambos le lanzamos una mirada de obviedad mientras se acomoda en su silla similar a un trono, ubicada tras el estrambótico escritorio dorado—. ¡Por todos los osos Teddy! Se ven tan lindos juntos.
El chico y yo nos contemplamos con extrañeza, luego a él sin comprender de qué van sus palabras.
—¡Déjate de juegos, hobbit! —exige Johan exasperado y se me escapa una risita por el apodo que a Cory incomoda, así como la actitud del chico—. ¡Anda, tengo entrenamiento!
—Sí, Cory, me hiciste venir de Barcelona, ¿qué ocurre?
—¿Barcelona? —indaga Johan con la vista en mí y asiento sonriente—. Hey, no pareces muy español.
—Es porque soy de aquí, solo vivo allá, tonto.
—¡Vaya! He estado en Europa, pero aún no voy a España.
—Pues deberías...
—¡Ay, ya, malditos mocosos! Si acabaron de ponerse al día, ¿creen que podamos continuar?
Johan y yo guardamos silencio para fijarnos atentos en Cory a la espera de su explicación; pero el desgraciado, teatral como de costumbre, sonríe y se dirige hacia una especie de minibar, nos convida un té que ambos rechazamos, así que él en su infinita paciencia decide prepararse uno, ignorando nuestras peticiones de soltar la sopa.
—Delicia —expresa sonriente después de un sorbo, y lo vemos contonearse despacio hasta su escritorio. Creo que el desgraciado disfruta el sonido de sus tacones.
—¡Cory! —exigimos de nuevo.
—Está bien, está bien... tomaré mi té mientras me responden: ¿les suena el nombre de Ally?
—¿Tienes idea de cuántos nombres he escuchado? —Es Johan quien contesta, fastidiado—. Hobbit, tendrás que darme algo más.
Sin embargo, esta vez no me río; permanezco en silencio, incluso cuando la penetrante mirada de Cory se queda fija en la mía, quién sabe por cuánto tiempo. Volteo el rostro para evadirlo porque de repente siento una rara sensación de vértigo dentro de mí.
—¿Para eso me hiciste venir? —inquiere Johan, un poco altanero, y hasta se levanta del sofá. En definitiva, este chico es malcriado— ¡Cory, pudiste enviarme un mensaje o llamarme!
No obstante, en cuanto intenta cruzar la puerta, el enano vuelve a ponerse de pie. Luce bastante molesto.
—¡Detente allí, maldito puberto! ¿He dicho que puedes largarte? —demanda Cory, enojado. La verdad es que mete un poco de miedo cuando está así.
Veo a Johan suspirar antes de girar una vez más y cruzarse de brazos; observa a Cory sin decir una palabra. Siento el corazón al galope y necesito mantenerme sereno, pero este no se calma, ni siquiera con el gesto sonriente que adquiere el enano al sentarse en su escritorio y tomar otro sorbo de té.
—En serio, es una delicia. Bien, ahora que tengo su amable atención, la pregunta va para ti, maldito mocoso... —me dice y puedo sentir los ojos de Johan también clavados en mí—. ¿Te suena Ally?
Niego con la cabeza reiteradas veces porque no me sale la voz y, una vez más, Johan suspira con fuerza.
—¡Ya te dije que son necesarios más datos!
—Shh, shh, le pregunté a él, maldito puberto. —El enano levanta el índice como pidiéndole al chico esperar, pero su mirada no deja de estudiar mi actitud o reacción en ningún momento—. Entonces, ¿seguro que no conoces a Ally?
—Co-cory...
—¿Quieren más datos? Bien... —Cornelio acaba su té y una vez más se levanta. Después de ubicar la taza en el minibar, rodea el escritorio y se sienta sobre este. Mi respiración se acelera, temo lo que diga, aunque ya no me contempla a mí, sino a Johan, que sigue luciendo fastidiado e incluso chequea un segundo su celular con mala cara, quizás sea la hora—. ¿Sabías que tu padre tuvo algo como una aventura; bueno, tal vez no debería llamarle así, con una chica bastante joven?
—¿Qué? —Johan contesta confundido o incrédulo, despega los ojos del teléfono y se lo guarda enseguida—. ¿De qué hablas? ¿Por qué dices eso?
—Es la verdad. Ally era el nombre de la joven prosti...
—¡Cory, ¿qué diablos?! —El exabrupto del chico le interrumpe—. ¡¿Me citaste aquí para esto?! Entonces, ¿debo sumar a las mierdas de John el que haya engañado a mi madre con una zorra cualquie...?
«¿John?», ese nombre se queda en mi cabeza; siento escalofríos, mis dientes castañean, mis manos se empuñan. Sin más, le impido terminar de hablar; en realidad, ni siquiera he sido consciente del momento en que mi cuerpo decidió moverse por sí solo, pero permanezco sobre Johan, lanzando puñetes.
—¡Basta! —La voz de Cory suena autoritaria, aunque distante; en este momento solo atiendo a la ira producida por el niñito mimado—. ¡Kevin, Johan, sepárense! ¡¡¡Seguridaaaad!!!
Dos gorilas de Cory ingresan enseguida para detener la pelea. Pude haberlo matado, pero me lo impidieron; no estoy dispuesto a permitirle decir mierdas...
—¡¿Qué pasa contigo, lunático?! —me grita Johan de vuelta mientras forcejea con el tipo que le aplica una llave para evitarle moverse. La sangre le escurre de la nariz y boca, en sus ojos se nota que quiere matarme por atacarlo—. ¡Suéltame!
—¡¡¡Vuelve a hablar así de mi madre y voy a desfigurarte, niño bonito!!!
—¡Ding, ding, ding! —expresa Cory en alto e incluso aplaude con fuerza un par de veces—. Así que, tú sí conoces el nombre de Ally.
No digo nada, mi respiración va acelerada, la ira me embarga y mi único deseo es soltarme para descargar todo lo que siento con el niñito mimado que observa al enano, confundido. El hijo de John...
—¡¿A qué viene todo esto, Cory?! —exige el chico en un grito y escupe sangre al costado antes de volver a forcejear—. ¡Suéltame, maldición!
—John solicitó verlos.
Las palabras del enano suenan en completa calma, pero un escalofrío recorre mi columna, la furia se multiplica dentro de mí. Ese tipo...
—¡¿Crees que quiero ver al asesino de mi madre?!
—¡¿Qué dijiste?! —Johan suena sorprendido, de hecho, su tono tiembla. Claro, de seguro, el niñito mimado jamás imaginó que su querido papito fuese un criminal—. Cory, ¿es eso cierto?
—Claro que sí, ¡tu adorado padre es un pederasta! —le grito furioso y veo sus ojos temblar, parece contener el llanto, pero poco me interesa su dolencia, sigo adelante—: Un violador, golpeador y asesino también. ¡Bienvenido al mundo real, niñito de papi!
—¿Niñito de papi? ¡No sabes ni una mierda sobre mí!
—¡Ay, cállense los dos! —exige Cory, parado entre ambos y masajeándose la sien, aunque me observa fijamente a mí—. ¿Dónde quedó la camaradería de hace apenas un rato? —añade con ironía.
«Maldito enano del demonio», el pensamiento cruza veloz y también siento deseos de ahorcarlo.
—Alekay Jones —dice Cory con una sonrisa. Mientras yo deseo soltarme y matar a ambos, él se regodea en suerte de victoria. A veces lo odio—, ¡increíbles que siempre te tuve en frente! Me tocó embarcarme en una investigación para descubrir tu paradero y resulta que eres tú. —Me señala con ambas manos.
—¿Alekay? ¿Qué no eras Paolo? Espera... —Johan ladea la cabeza y frunce el ceño por un rato antes de continuar—: ¿Jones? —añade, confundido e incluso deja de luchar, por lo cual, Cory le indica a su guardia que lo libere. El cuerpo del chico tiembla lo mismo que su voz— ¿Có-cómo que Jones?
—Maldito puberto, ¿debo explicarte todo con manzanitas?
—Sí, niño mimado, Jones; igual que John, tu papito —espeto airado.
El chico no para de hiperventilar, de hecho, me parece que vomitará por la forma en que se reclina y apoya las manos sobre sus rodillas.
—¿E-eres mi her-hermano...? —Apenas consigue balbucear sin mirarme, aunque yo niego con mala cara.
—No, niño bonito, no tengo hermanos; tu padre me quitó lo único que tenía. —Mi cuerpo tiembla, mantengo las manos empuñadas por la rabia y frustración—. Tú y yo solo compartimos la misma desgracia genética.
—Alekay, ¿cómo terminaste en la calle? —demanda Cory, pero solo le contemplo furioso; él me sostiene el gesto y por un rato permanecemos en medio de una guerra silenciosa.
—¡Basta! —le grito al fin.
Me enfurece que ese maldito enano siga usando tal nombre. Sin embargo, pronto mis ojos se nublan y siento mermar las fuerzas porque es la voz de él la única que resuena en mi cabeza. «¡No, no!, se ha ido». El pensamiento cruza mi mente y ni siquiera puedo mantenerme en pie; acabo de rodillas, sentado sobre mis talones en el suelo.
Ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que me llamaron con ese nombre. Jamás se lo dije a nadie por temor a olvidar el sonido de su voz...
—Solo ella debía llamarme así.
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Hola, mis dulces corazones multicolor, 💛 💚 💙 💜 💖 de nuevo les doy la bienvenida a un nuevo viaje y en serio amaría saber qué les parece hasta ahora. Nos leemos lueguito, los loviu so mucho.
Así, aquí les dejo una fotito del par de hermanos.
Ahora sí, hasta lueguito, mis corazones. 💛💚💙💜💖
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