Capítulo II
El viento helado soplaba con fuerza en Nyvaris, haciendo crujir las ramas de los pinos que bordeaban el límite del territorio. Harry se detenía en silencio bajo el resplandor de la luna, sus ojos clavados en el horizonte donde comenzaba el bosque de Vorath. Sabía que estaba prohibido cruzar, pero el anhelo de explorar lo desconocido quemaba en su interior.
Desde la muerte de su madre, su padre le había enseñado que el territorio Nyvaris era sagrado, un lugar donde la luna bendecía a los suyos y prohibía relacionarse con la manada Vorath.
Harry no debería estar allí, lo sabía. Su lugar estaba dentro del territorio de Nyvaris, donde los lobos de su manada lo veían como un símbolo de pureza y tradición.
Era el hijo del líder, el futuro de su linaje, un omega destinado a preservar la sagrada conexión con la luna y los antiguos pactos entre las manadas. Pero todo eso le resultaba asfixiante.
El deber. La tradición. La obediencia.
Pero nunca se había atrevido a desafiar las reglas, su padre y su hermano lo protegían demasiado, evitando que saliera de los bosques de Nyvaris.
—¡Omega!— Se escuchó una voz.
Frunció el ceño y llevó su mirada hacia atrás, en donde vio a Karl, su alfa prometido.
—Hola alfa.— Caminó hacia él, lo abrazó.
—¿Qué haces aquí afuera?—
—Me sentía un poco mareado, quise tomar aire fresco.—
—Esta bien, vamos adentro, no traes capa y te puedes resfriar.— Asintió sonriendo.
Caminaron abrazado hacia la cabaña, al entrar Thalion y Niall sonrieron al verlos.
—Tu prometido estaba preocupado.— Tomaron asiento frente a su padre y su hermano.
—Lo se papá, quería tomar un poco de aire, pero ya estoy aquí.— Abrazó a Karl, el alfa sonrió y correspondió el abrazo.
El timbre sonó, Niall se colocó de pie y atendió la puerta.
—No se que opinen, pero pensábamos que su boda fuera el próximo mes, ya que habrá luna llena.—
—Buenas noches.— Se escuchó la voz de Erynn, su suegra.
—Mamá.—
Se colocaron de pie, saludaron a la omega.
Después de eso tomaron asiento en el sofá. Harry estaba al lado de su prometido sonriendo.
—¿Y te dijeron sobre la boda?— Asintió.
—Si, que será el próximo mes de luna llena.—
—No se que opinan ¿Cambiamos fecha?—
—La luna saldrá los últimos días del mes.— Les dijo Niall.
—Me parece perfecto ¿Y a ti?— Le preguntó al omega.
—Si, me parece bien, dejemos esa fecha, no hagamos modificaciones.— Sonrieron y asintieron.
—Esta bien, en ese caso tendremos que preparar la seda, los arreglos florales... ¿Gustan viajar para su unión?—
—Posiblemente, mejor dejemos ese lugar pendiente.— Asintió.
—El Santuario de las lunas gemelas estará disponible.—
—Esta bien, en ese caso debemos irnos, ya es tarde.— Asintieron.
Después de despedirse de Karl y Erynn, su padre y su hermano fueron a la cocina, mientras que Harry subió a su habitación, caminó hacia su balcón.
Frunció el ceño al ver la luna llena, no era temporada y tampoco habrían rituales en esos días, su mirada se clavó al bosque, su curiosidad era demasiado grande...
—¿Pidiéndole a la luna que bendiga tu matrimonio?— Se escuchó a voz de Niall.
Llevó su mirada hacia atrás y sonrió.
—Si, se que la luna lo cumplirá.—
—Ven.— Tomaron asiento en el borde de la cama, Niall lo abrazó.
—¿Qué pasa?—
—Gracias, gracias por pensar en el futuro se nuestra manada, si tu no te casas con Karl, papá estaría muy preocupado.—
—Sí, pero papá sabe que no deshonraré a la luna, prometí que cuidaría de la manada que nos vio creer y eso haré, se que con el tiempo podré amar a Karl con todo mi corazón.—
—¿Estarás de acuerdo con tu matrimonio si tu tatuaje no se convierte en luna llena?—
—Niall, lo quiero, y un tatuaje no me hará amarlo o dejarlo de amar, no. Quiero ser feliz a su lado, al lado de la manada y tener paz.— Sonrió.
—¿Ya no crees en esa historia?—
—No, creo que solo era un cuento para dormir que mamá usaba.—
—Mamá me hubiera matado si yo te lo hubiera dicho.— Rieron.—Mamá te amaba demasiado Harry.— Calmó su risa.
—Yo también la amaba demasiado, me hace tanta falta.— Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Lo se omega, pero ahora hay que mantenernos unidos, se que mamá quería eso.— Asintió.
—Si, protegeremos a toda la manada y seremos felices.—
—Así es pequeño omega.— Sonrió.
—Te quiero.—
—Yo igual.—
Sonrieron, después se separaron un poco.
—Papá y yo tenemos una reunión con los líderes de otros pueblos, vendremos un poco tarde, duerme temprano ¿Si?— Asintió.
—Sí, está bien, por favor tengan cuidado.—
—Lo haremos omega.— Dejó un corto beso en su frente y salió de la habitación.
Caminó nuevamente hacia el balcón, suspiró al ver el bosque, necesitaba saber porque lo llamaba. Vio como su padre y su hermano salían de la casa, corrió hacia la puerta principal, tomó su capa de lana verde musgo. Abrió la puerta y corrió hacia el bosque.
Harry sabía que estaba rompiendo todas las reglas al cruzar la frontera entre las manadas.
Las historias que su padre le contaba de los Vorath eran suficientes para aterrorizar a cualquier miembro de Nyvaris: lobos salvajes, crueles y despiadados que no respetaban la luna ni las tradiciones. Pero Harry no podía evitar preguntarse: ¿Y si no es verdad? ¿Y si ellos también son como nosotros?
Mientras avanzaba, el bosque parecía más vivo, más vibrante que cualquier cosa que hubiera conocido.
Corrió hacia “El paso de la media noche”, era un lugar para cruzar sin ser descubierto, ya que los lobos de la manada de Vorath protegían la frontera del río “Umbrío”
Al llegar, detuvo su paso, tenía que subir una colina, pero escuchó algunos pasos.
Comenzó a buscar con su mirada hacia todos lados, no veía a nadie, se escuchaban las ramas de los árboles romperse.
Fue entonces cuando lo vio. Entre los árboles, un lobo negro se mantenía alerta, sus ojos fijos en él, sus ojos eran color azul, Harry se congeló.
Una pequeña colina los separaba, pero el vínculo que sintió en ese momento era innegable. Había escuchado historias de los ancianos sobre los vínculos destinados, sobre cómo la luna conectaba a las almas que estaban hechas la una para la otra.
Siempre había pensado que eran cuentos para mantener a los jóvenes obedientes. Pero ahora, al mirar a ese lobo desconocido, Harry sintió que tal vez eran ciertos.
Una extraña calidez comenzó a extenderse por su muñeca. Bajó la mirada y vio su tatuaje: la medialuna que había tenido desde que tenía memoria. Siempre había sido un símbolo de su linaje, pero ahora brillaba con un leve resplandor. El corazón del omega se aceleró.
Sabía que debía correr, pero en lugar de huir, dio un paso adelante. Para su sorpresa, el lobo no atacó. En cambio, lo observó con curiosidad, como si también estuviera intentando descifrarlo.
Quería acercarse, quería saber más. Pero entonces recordó las historias de su padre, las advertencias sobre los Vorath, sobre cómo un solo encuentro con ellos podría poner en peligro a toda la manada.
El lobo se acercó poco a poco, Harry detuvo su paso aún asutado, la luz de la luna reflejó al lobo a unos pasos de él, aquel lobo grande, de pelaje negro y ojos azules.
Al verlo tan cerca comenzó a caminar hacia atrás, sin quitarle la mirada al lobo, el animal comenzó a gruñir, se abalanzó encima del omega.
—No me hagas daño.— Sus ojos se llenaron de lágrimas, tenía al lobo gruñendo encima de él.
—¿Qué quieres?— La voz del lobo era áspera y demasiado gruesa.
—¿Sabes hablar?— Negó.
—Solo tu puedes escucharme.—
—¿Por que?—
—No eres tan puro para estar en la manada Nyvaris.—
Los ojos del omega seguían derramando lágrimas, el lobo sacó su lengua y comenzó a lamer las lágrimas, con sumo cuidado.
—Vete antes que ellos vengan, no vuelvas.— El lobo se bajó de su cuerpo, corrió hacia los árboles nuevamente.
El omega se colocó de pie y salió corriendo del bosque, esa noche, después de regresar al territorio Nyvaris con el corazón latiendo rápido decidió irse a dormir
Pero le era imposible, seguía dando giros en su cama, las palabras del lobo seguían en su mente, aún habían demasiadas cosas que no podía explicar por si solo.
—¿No soy puro para la manada Nyvaris? ¿Qué trató de decir?—
Se colocó de pie y caminó hacia el balcón, la luna llena seguía, tenía el ceño fruncido, su tatuaje comenzó a brillar.
—Él no puede ser mi destinado, es un lobo.— Susurró viendo a la luna.
Suspiró y llevó su mirada al bosque, en donde logró ver un lobo, frunció el ceño, pero el lobo se fue en cuestión de minutos.
Se recostó en su cama llevando su mano izquierda a su pecho. No podía explicarlo, pero sabía que esa tendría que ser la última vez que vería al lobo.
Y aunque el miedo a desobedecer a su padre lo carcomía, una parte de él no podía evitar desear verlo algún día.
Borró todos sus pensamientos, sabía que estaba traicionando la confianza de la manada y de su familia, decidió tratar de dormir, pero una pregunta estaba ardiente en su mente: ¿Quién era ese lobo?
Doble actualización en algunos minutos.
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