CAPITULO 35

-Hace mucho frío Reivel. –Me indicó Mara abrazándose a sí misma, se escucharon relámpagos y pronto comenzó a llover. La poca visibilidad que había, desapareció por completo, nos refugiamos debajo de un frondoso árbol cuyo tronco formaba un hongo con sus raíces, dejándonos resguardarnos de la copiosa lluvia.

Nos sentamos y abracé a Mara quién literalmente temblaba, pienso en Márbelle ¿Sabría ella que al llegar quedaríamos sin habilidades? Seguía sin confiar en las ninfas, en realidad en ningún ser mágico. Ellos no son obra del Supremo, son criaturas de otras dimensiones que han llegado a la Tierra y no han querido regresar.

El agua comienza a subir de nivel, tanto que un charco se forma a nuestro alrededor para dar paso en pocos minutos a un lago. Percibo movimiento en las aguas, Mara capta hacia donde se dirige mi mirada.

-¿Qué sucede? –Consulta con el ceño fruncido.

-Quédate aquí. –Le ordeno y salgo a investigar.

Siento cada extremidad de mi cuerpo entumida, pongo atención y ahí está, una onda sobre el agua, no me gusta nada, me siento tan vulnerable, recapacitando lo que seré cuando pierda mi gracia.

-¿Todo bien? –Mara está a mi lado.

-Vuelve al árbol. –Le indico. Ella mira a su alrededor tiritando, al voltearse, es envuelta por un tentáculo, o no estoy seguro de lo que realmente es y jalada hacia la profundidad.

-Reivel. –Gritó al tiempo que desaparecía de mi vista.

Me tiré al agua, sumergiéndome, en aquella oscuridad no podía ver nada.

-Mara. –La llamé desesperado.  –Mara. –La volví a llamar con la esperanza que me contestara.

Los relámpagos seguían lastimando el cielo, la lluvia no cesaba, por el contrario se pronunciaba con más fuerza.

-Reivel. –Escuché mi nombre y la vi, luchando por salir  mientras que una clase de tentáculo la jalaba hacia sus entrañas. -Ayúdame. –Me imploró con el cabello pegado a su rostro, y la voz cargada de angustia.

Nade en su dirección, la tomé del torso y comencé a tratar de zafarla sin éxito. Sentí como se iba resbalando poco a poco y comprendí que debía llegar a lo que fuera que la estaba envolviendo. La solté, consumiéndome, la oscuridad me envolvió a excepción de una pequeña luz que se fue incrementando. Una criatura que jamás había visto apareció a mi vista, con dos tentáculos con los cuáles rodeaba a Mara.

La luz provenía de su cabeza, un cristal incrustado en su cráneo alumbraba a su alrededor. Me dirigí a esta, sacando una daga que traía oculta, cuando se dio cuenta de mi presencia con el segundo tentáculo intentó sujetarme esquivando su agarre, me precipité sobre el primero cortándolo. Mara apenas estuvo libre salió a la superficie. Aquella abominación, abrió la boca mostrando una hilera de dientes filosos, intentó aprisionarme pero esta vez no tuve tanta suerte, me inmovilizó, comenzó a apretar sintiendo la presión en mis costillas.

Llevaba mucho tiempo aguantando la respiración, ya no podía más, solté la daga, la muerte me abrazaba y a la única persona que tenía en mi mente es a Agatha. Con la vista borrosa pude ver como Mara tomaba la daga y a una gran velocidad se lanzó sobre aquel ser y hábilmente la clavaba sobre el cristal. De inmediato este se partió en tres partes y la criatura me soltó, ambos salimos tomando grandes bocanadas de aire. Nadamos hacia las prominentes raíces, con las últimas fuerzas y ayudándonos mutuamente subimos a estas, respirando con dificultad.

-¿Qué era esa cosa? –Preguntó Mara recuperando el aliento.

-No tengo la menor idea. –Respondí encontrándome con su mirada.

Una pequeña luz resaltó sobre las aguas, alertándonos pero resultó ser un pedazo de cristal, lo saqué subiendo a la copa del árbol ya que el agua seguía subiendo y necesitábamos ponernos a resguardo.

**************

-¿Tienes una idea que cómo deshacernos de estas cosas? –Le pregunté a Agnes que al parecer las conocía.

-Con agua, no les gusta, aunque son de piedra, el agua las ahuyenta.

-¿Dónde está Agatha cuando la necesitas? –Expresé frustrado.

-Aunque estuviera con nosotros, no creo sería de mucha ayuda si se encuentra en nuestra misma situación. _Refiriéndose a la pérdida de los poderes.

-Buen punto señalé.

Estábamos completamente rodeados, se acercaban sintiéndome impotente, coloqué a Agnes detrás de mí, trataría de escudarla con mi cuerpo, o entretenerlos para que ella pudiera huir, debía protegerla. ¿Así terminaríamos? ¿Convertidos en piedra? Se escucharon unos estruendos y comprendí que eran relámpagos, ambos miramos hacia el cielo, aunque el tupido follaje nos impedía ver más allá, sabíamos que era seña inminente de lluvia y sentí alivio cuando la primera gota cayó sobre mi frente.

Los hombres de roca fueron retrocediendo, los vimos ocultarse en una caverna, jamás en mi vida me alegré tanto de lloviera. El agua estaba helada, tanto que se sentía como pequeñas navajas que taladraban la piel, el cauce comenzó a subir, pronto nos llegó a los tobillos.

-Creo que será mejor subir a un árbol. –Sugerí

-No es recomendable, nuestros cuerpos actuarán como una clase de imanes atrayendo los rayos.

-¿Tienes una mejor idea? –Consulto.

Me señala la caverna

-¿Estás demente? –Le grito.

-No subiré a un árbol. –Me sostiene.

-Y yo no iré con nuestros amigos rocosos. –Me cruzo de brazos.

Pronto el agua comenzó a subir, ya nos llegaba más arriba de las rodillas.

-Decídete pronto. –La miro fijamente.

-Bien, tú ganas. –Sonreí triunfal.

Con dificultad comenzamos a movilizarnos, el musgo complicaba que nos sujetáramos pero logramos acomodarnos en una rama, esperando que el nivel del agua no se elevara más.

-Tengo frío Adriel. –Agnes temblaba.

La abracé y la lleve junto a mi pecho, tratando de infundirnos calor. No permitiría que nada le ocurriera, ella es mi responsabilidad.

************

-Agatha debemos buscar donde resguardarnos de la lluvia. –Me indicó Sebastián.

-Sí, pero ¿Dónde? –Consulté.

-Vengan conmigo. –Una voz de mujer hizo que nos volteáramos al mismo tiempo.

Su cabello es cobrizo, dando la impresión de largas lianas, sus ojos emitían una leve luz amarilla, su cuerpo parecía ser hecho de la misma corteza de los árboles. Jamás había visto a alguien así en mi vida.

-No teman, no les haré daño, quiero ayudar, sé a qué han venido.

El agua técnicamente casi alcanzaba nuestras rodillas, no teníamos muchas opciones así que la seguimos, al menos no se veía amenazante.

Se volvió casi imposible caminar, unas gradas labradas en la piedra nos recibieron, comenzamos el ascenso hasta llegar a lo que parecía ser una choza, entramos y la calidez nos envolvió, una chimenea chispeaba, tanto Sebastián como yo nos pusimos cerca de la misma a la calidez del calor.

-Soy Damay, guardiana del Bosque Siniestro, bienvenidos a mis dominios.

-No nos dieron un agradable recibimiento. –Proferí molesta.

-Pido disculpas por lo acontecido, pero era necesario.

-"Necesario". –Repitió Sebastián frotando sus manos cerca de las llamas.

-Les ayudaré a encontrar lo que han venido a buscar, después de que deje de llover, se reunirán con sus amigos.

-¿Sabes dónde están? –Pregunté esperanzada.

-Lo sé, yo controlo todo lo que sucede aquí.

-Si es así por qué permitiste que esa serpiente nos atacara.

-Eran pruebas que debían superar, cada uno de ustedes tenía que trabajar en equipo y demostrar que eran merecedores de la llave.

Sebastián y yo intercambiamos una mirada, ahora todo tiene sentido.

-Descansen, necesitan recuperar fuerzas.

Sus palabras me tranquilizaron, cada vez estábamos más cerca de lograr nuestro objetivo.

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