CAPITULO 30

EL SUPREMO

Cuando desperté, recordé de inmediato lo ocurrido, me incorporé notando que llevaba puesto un vestido largo color negro, de chifón. Me encontraba en una habitación con paredes ocre, recostada en una cama enorme, con sábanas rojas de satín, y el único mueble en la estancia.

Miré a mi alrededor, para mi tranquilidad no había señas de Adiraet, observé una ventana de doble ala de madera, al asomarme, la oscuridad lo cubría todo, como un manto infinito. Al fondo se escuchaban lamentos que me erizaron la piel, la cerré alejándome unos pasos, al voltearme mi corazón se desbocó, al tener a Adiraet en frente de mí, mirándome a través de esos ojos azul glaciar.

-Has sido mala Agatha, recuerdas lo que te dije que haría si me decepcionabas.

Tragué saliva, y empecé a respirar con dificultad, sin el medallón me encontraba completamente a su merced, cada parte de mi cuerpo lo anhelaba, aunque mi mente trataba de luchar en vano, mi voluntad no era mía, sino suya.

-Ven. –Me ordenó, obedeciendo. –No sabes cuánto quiero poseerte Agatha, me vuelves loco. –Me habló al oído recorriéndome un escalofrío la columna.

-Tú eres mía. –Señala la marca.

Las lágrimas comenzaron a resbalarse por mi mejilla, tenía miedo pero a la vez, mi cuerpo respondía a su voz, estremeciéndose.

_Tan hermosa. _Su dedo traza una línea sobre mi cara.

_Por favor. _Rogué para que no me dañara.

_Ahora suplicas. _Sus ojos parecen arder, rojos como el carmesí.

Se acercó tomándome entre sus brazos, me encontraba muy débil como para defenderme. Nos trasladamos a una clase de cámara de tortura, donde amarró mis manos a la pared con grilletes.

_ Debo marcharme, tengo asuntos que atender, no me extrañes esposa, cuando regrese...... _Ladeó la boca formándose una sonrisa que me congeló la sangre en las venas. -Te atormentaré hasta que aprendas que me perteneces, estás sola, tus poderes en este lugar son nulos, nadie te ayudará, ni siquiera tu amado Reivel.

Abro los ojos como platos ante su aseveración.

_No te sorprenda, Diana me contó lo de ustedes, no sabes cuánto me enfado. _Oprimió mi mentón con su mano lastimándome.

_Ahhh. _Me quejé.

_Cuando termine contigo, desearás la muerte, tú eres la responsable de tus actos, por lo tanto, pagarás con creces.

Me dio la espalda, cerrando la pesada puerta cuando salió. ¿Es este mi fin? ¿Seré su esclava por la eternidad como tanto temí? Solloce pero no derramé ninguna lágrima, llorar no soluciona mi decadente situación. Pienso en Reivel, lo preocupado que estará, sé que Adiraet irá por él, es un presentimiento.

En el silencio de aquel sitio, frío y siniestro, dejo ir una plegaria, esperando ser escuchada.

***************

-Debes dejarme hablar con él. –Le gritaba a Zadquiel.

-Comprende, no puede recibirte ahora.

-Es importante, él la tiene, le hará daño. –Me sentía tan impotente

-Reivel lo entiendo pero no es posible.

-Pues no me marcharé hasta que converse conmigo.

-No permitas que tus sentimientos nublen tu sensatez. –Me recomendó.

Una puerta que antes no estaba ahí, se abrió, Zadquiel suspiró, haciéndose a un lado.

_Él te llama. _Me sonríe.

La habitación de un blanco inmaculado, permanecía vacía, me desalenté, hasta que una voz se escuchó como si viniera de todos lados.

- Joven Reivel, Guerrero del Señor, ¿Cuál es tu urgencia?

-Tú la conoces Supremo. _Caigo de rodillas, me atreví a levantar un poco la vista, encontrándome con una figura de luz, tan brillante que me cegaba. -Por favor ayúdame a encontrarla, te lo suplico. –Una lágrima corre por mi mejilla.

-¿La amas? –Preguntó con tono amable.

Asentí con la cabeza avergonzado, no por reconocer mis sentimientos hacia Agatha, sino porque estoy quebrantando la ley, fallándole como el ángel que soy.

-Conoces que las relaciones entre ángeles y humanos es prohibida, y si he hecho que esto sea así es por una razón.

_Lo sé mi Señor. _Mis manos se apoyaron en el piso, arrepentido de mi proceder, nunca planee enamorarme, solo sucedió.

-Pero he dado el libre albedrío, así que es tu decisión si deseas continuar con ella.

_No comprendo. _ Lo miré con el rabillo del ojo por unos segundos, la luz no me permitía visualizarlo bien.

-El amor es el sentimiento más puro, yo mismo descendí a la Tierra, nací como hombre y entregué mi vida por la humanidad, porque los amo, como mis hijos, mi creación.

-Entonces Supremo, permíteme salvarla.-Las lágrimas corrían ajenas a mi control.

-Tendrás que decidir al final del camino, no puedes ser un ángel y estar a su lado, ¿Renunciarías a tu divinidad? ¿Entregarías tu vida por la suya Reivel?

-Sí.-Contesté sin titubear.

Sentí su mano sobre mi hombro, toda la angustia y el dolor que me atormentaban desaparecieron.

-Agatha es muy afortunada por tenerte, tu petición ha sido cumplida.

Sentí un mareo, cuando abrí los ojos Agatha estaba conmigo.

-Reivel ¿Estás bien? –Quiso saber.

Me levanté asustado, nos encontrábamos debajo del árbol donde Adiraet se la llevó.

-Reivel. –Me vuelve a llamar, poniéndose ella de pie también.

Fue entonces cuando lo comprendí, el Supremo devolvió el tiempo, nos hallábamos en el momento en que Agatha fuera traicionada por Diana. La observé abrazándola, suspirando aliviado.

-Te estás comportando muy extraño. –Me aclara correspondiendo a mi abrazo.

-Te amo. –Le declaro.

Nuestras frentes se tocan acunando sus mejillas entre mis manos. Ella me mira a través de aquellos ojos dorados que se han convertido en mi debilidad.

-También te amo. –Me contesta, sintiendo como la alegría me inunda.

-Ya puedes salir Diana, sé que estás ahí. –Le ordeno.

La ninfa aparece con las manos sujetas por detrás.

-Sé de tu trato con Adiraet.

Ella reacciona nerviosa, negándolo: -No sé de qué hablas.

-Sé cuándo mienten, lo olvidas.

-Reivel ¿Qué ocurre?-Indaga Agatha.

-Hizo tratos con Adiraet, para entregarte a él, porque la muy ilusa cree que el demonio me dará en bandeja de plata a ella.

-¿Qué? –Pregunta Agatha sin comprender nada.

-Diana sé que ustedes tienen su propio mundo, con el poder que me es concedido por el Poderoso, te destierro de la Tierra, para nunca más regresar.

Un portal resplandece, la ninfa es succionada en su interior.

-No por favor. –Pero es tarde, se ha ido y la puerta se cierra.

-¿Cómo te enteraste?

"Ella no debe saber" se escucha en mis pensamientos.

_ No cuestiones, confía en mí.

-De acuerdo. – Me mira frunciendo el ceño. -¿Qué le dirás a Triccia?

-La verdad.

-¿Y cuál es la verdad?

-Que su hermana se alió con el mal. Entremos debemos comunicar a los demás entre más pronto, mejor.

Agatha me sonrió, no renunciaré a ella, aunque esto signifique, dejar de ser un ángel, para convertirme en mortal.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top