CAPITULO 23

                          EL DON

Caminábamos atravesando el bosque, un poco siniestro, en estos parajes viven criaturas que los humanos ni se imaginan, seres nombrados en la mitología pero no ficticios, tan reales, como el desagradable Sátiro.

Se escucharon varias risas y ligeros pasos corriendo a nuestra redonda. No eran brujas de eso estaba segura. Adriel se detuvo en seco y sonrío a sus anchas, moviendo la cabeza a los lados y cruzando los brazos. Mi ángel por el contrario sus facciones se endurecieron.

-Salgan ya, no me gustan sus estúpidos juegos.

Amenazó Adriel mirando a un punto en específico. Pronto tres mujeres aparecieron, jóvenes y hermosas, con sus rostros ovalados, ojos verde musgo, sus cabellos largos los traían trenzados, una de un amarillo muy claro, casi blanco, otra zanahoria y la última negro como la noche. Lo que me encanta de las ninfas son las pequeñas alas que sobresalen de su espalda, cristalinas, dando la impresión de las gotas del rocío.

-Hola Adriel. _Saludó la de cabello rojo con voz cantarina. Sus cortos vestidos se movían al ritmo de sus movimientos, una corona de flores adornaba sus cabezas.

-Triccia, cuánto tiempo.

-No tanto en realidad querido Adriel.

Se acercó a él y pude ver como él se tensó a su proximidad, las ninfas son traviesas por naturaleza pero a la vez traicioneras, no se puede fiar de ellas. Las otras dos se arrimaron a Reivel fascinadas.

-¡Un ángel! ¡Es un ángel! _Exclamaron las dos emocionadas, como si se tratara de todo un suceso.

-Que apuesto es. _Expresó  la rubia colocando sus manos sobre el pecho de mi ángel, mordiendo su labio inferior. Las ninfas son unas coquetas y por primera vez en mi vida sentí una punzada de celos.

-Suficiente. _Expresó Reivel librándose del agarre de la de cabello azabache.

-¿Falta mucho para llegar a dónde vives? _Consultó a Adriel.

-No, está aquí cruzando aquella arboleda.

-Bien. _Siguió su camino y vi como las ninfas hacían pucheros ante la indiferencia de Reivel.

-Tu amigo es muy antipático. _Afirmó Triccia, rodeando a Adriel con sus delgados brazos.

-Yo por el contrario soy muy sociable. _Respondió el aludido sonriendo. Ambos se besaron con demasiado ímpetu. -Debo irme bonita, nos veremos más tarde. _Le insinúa Adriel al oído y ella le muerde con delicadeza el lóbulo de la oreja.

-Qué amargado eres. _Le reprocha a Reivel mirándolo de reojo.

-No me gustan las ninfas.

-Tengo un acuerdo con esas señoritas, son casi mis amigas.

-Venderían tu alma, si te descuidas. _Reivel fija su mirada en una choza que se encontraba en un claro.

-Lo sé. _Contestó Adriel frotándose la nunca. –Pero son hermosas. _Dijo a modo de disculpa.

-¿Es ésa tu casa? _Reivel frunció el ceño con interrogación.

-Bienvenido a mi humilde morada. _Enunció Adriel con modestia.

-Es una casucha mal trecha. _Volvió a hablar Reivel.

-Heyyy, más respeto, nadie les dijo que vinieran conmigo, se pueden ir si lo desean.

-No, no Adriel, es perfecta, agradecemos su gentileza al recibirnos. ¿No es así Reivel?

Éste me mira con reproche pero entiende mi indirecta.

-El palacio de cualquier hombre. _Pronuncia de los dientes para afuera.

La choza consistía de dos platas, en la planta baja, una amplia estancia con una mesa y algunas sillas a su alrededor, la cocina, el baño y un cuarto. Arriba, dos habitaciones más. 

Me instaló en la que sería mi recámara y me dejaron sola. Me senté y en silencio recité un hechizo, al momento el libro apareció en mis manos y lo acuné en mi pecho. Lo escondí debajo de la cama colocando un encantamiento, nadie podría sacarlo de allí, sólo yo.

Estaba cansada así que me recosté, escuchaba a Reivel y Adriel discutiendo desde la cocina. Estos dos no se llevan bien, tienen choques de personalidad, será difícil hacer que trabajen juntos.

Me quedé analizando todo lo sucedido, cuántas cosas me han ocurrido hasta este momento, las enumeré en mi cabeza: la iniciación, Adiraet, la marca, mi huida, conocer a mi padre, la muerte de ambos progenitores, y por supuesto, Reivel y ahora nuestro inesperado aliado.

Sentía un cosquilleo en el estómago al pensar en Rei, cada vez que toma mi mano, su contacto me acelera el corazón, tratando de disimularlo. Sin embargo, él siempre en completo control de sus emociones, inexpresivo hasta el punto de no comprender del todo su comportamiento.

La habitación se iluminó tanto, que por un instante tuve que cubrir mi vista, cuando logré enfocar bien, una imagen se formó y sentí desfallecer al reconocer a mi madre. Parecía un holograma, podía ver a través de ella.

-Mamá. _Las primeras lágrimas brotaron.

-Agatha, mi dulce Agatha. _Su voz se escuchaba diferente, cálida y suave como un susurro.

-¿Cómo es que estás aquí?

-El Supremo me ha permitido venir para advertirte.

-¿Sobre qué? _El temor me invadió.

-Se acercan tiempos de oscuridad hija, una sombra se cierne sobre ti y Reivel. Pasarán momentos muy difíciles, pero deben permanecer juntos. No desfallezcan.

"Se acercaban tiempos de oscuridad" _Repetí mentalmente, por qué no me sorprendía.

-Agatha, debes dejar salir tu don, eres una bruja muy poderosa, tanto que hasta la Bruja Madre te teme, tú puedes encausar el orden a las cosas.

-Pero, ni siquiera sé cuál es mi don, no se manifestó en la iniciación.

-Extiende tus manos. _Me pide. Obedezco y ella posa las suyas sobre las mías sin tocarlas.

-Cierra los ojos hija.

Lo hago y de inmediato siento como una clase de energía me recorre por completo, es una sensación electrizante pero no dolorosa. Una gentil brisa me cubre provocándome pequeños escalofríos.

Al abrirlos mamá ya no encontraba conmigo.

-"Mamá" _La llamé, sin darme cuenta que casi gritaba. "Mamá" _Repetí angustiada.

La puerta se abrió encontrándose mi mirada con la de Reivel, detrás de él, Adriel inspeccionaba la habitación buscando a alguien.

-¿Qué ha pasado Agatha? He sentido una presencia.

-Ha sido mi mamá, estuvo aquí.

-¿Qué te dijo?

-Que se acercan tiempos oscuros y que una sombra se cierne sobre nosotros. Que debemos permanecer juntos y....

-¿Qué más Agatha?

- Sabía sobre mi otro don de bruja. Impuso sus manos sobre las mías y creo que, ya sé cuál es.

Ambos pusieron sus ojos sobre mí pero no me importó, salí deprisa de la choza llegando al claro. Levanté mis brazos cubriéndome una ráfaga de viento, las hojas de los árboles se movieron a mi compás, la tierra se removió de sus cimientos, todo a mi alrededor giraba, piedras, ramas desprendidas. De un pozo cercano a la cabaña, el agua salió como si una explosión la empujara hacia afuera y me rodeó como si fuese parte de mí. Mis ropas se incendiaron sin hacerme daño, no me quemaban.

-¡Oh por Dios! _Exclamó Adriel anonadado.

Reivel sólo me observaba realmente sorprendido.

Sonreí para mis adentros, al fin conocía mi don, yo podía manipular los elementos. Ahora entendía el por qué era tan peligrosa.

-Prepárate Sarangel, pronto nos veremos cara a cara.

Me fui relajando y todo volvió a la normalidad. Adriel se encontraba con la boca abierta y Reivel pensativo.

-¿Cómo has hecho eso? _Indagó Adriel eufórico.

-No lo sé. _Respondí con sinceridad.

-Entremos anochece. _Aconsejó Reivel dándonos la espalda. Adriel y yo intercambiamos una mirada y en silencio lo seguimos. 

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