6 ♡

Luego de comenzar nuestro trabajo, Anton se aburrió rápidamente y se fue momentos después a su habitación para hacer Dios sabe qué cosas. Cuando bajó de nuevo yo ya había preparado todo y cuando le pedí que al menos me ayudara a colocar los frijoles en los vasos, me dio una mirada incrédula mientras pasaba el tiempo simplemente observando su teléfono.                         

Tal vez Yuna habría sido mejor, al menos no tenía ninguna expectativa para ella.                         

—Eres de lo peor. —me quejé a la vez que acomodaba los frijoles. Las comisuras de los labios de Anton se curvaron hacia arriba cuando alzó su vista de su teléfono, mis mejillas rojas mientras él me miraba divertido.                        

—¿Hecho? —preguntó con los ojos desafiantes y yo dejé escapar un gruñido frustrado con las manos hechas puños.                         

—Eres tan... —comencé antes de sacar el aire retenido de mis pulmones, disipando mi ira mientras cerraba los ojos frotando firmemente el puente de mi nariz. —¿Sabes qué? No importa. ¿Tienes un armario oscuro o un armario donde puedas guardarlos mientras brotan? Sólo tendrán que estar allí durante una semana.                        

—Vas a almacenar eso... —señaló alzando una ceja. —¿En mi casa?                         

Con una sonrisa tensa y rígida en mi rostro, miré al más alto a los ojos con los nudillos blancos mientras apretaba la caja entre mis manos.                         

—Si me hubieras ayudado con el proyecto lo hubieras sabido. —pronuncié lentamente. Anton soltó una profunda risa y se encogió de hombros, levantándose de la silla antes de guardar su teléfono en su bolsillo trasero. Me sorprendió cuando extendió su brazo sobre el mostrador para quitarme la caja de las manos, sosteniéndola con ternura en un brazo mientras subía las escaleras fuera de la cocina.                          

—Podemos usar mi armario, debería haber espacio allí. —sugirió, mis pasos estaban vacilantes por detrás.                        

—¿Tu guardarropa? —pregunté débilmente, palideciendo conforme íbamos subiendo las escaleras. —No tiene que ser tu guardarropa. Cualquier armario oscuro funcionaría.                         

—El mío es un armario oscuro. —contestó sonriendo un poco ante mi indecisión frente a su puerta. —¿Nervioso? —interpeló con voz divertida cuando abrió la puerta de su habitación y entró. Girándose abrió la puerta un poco más sin dejar de burlarse.   
                     
—Estoy bien. —respondo rápidamente, apretando las manos nuevamente cuando entré. Me ericé al escuchar la risa baja de Anton por mi oreja cuando pasé junto a él y la puerta se cerró al pasar.                        

Al mirar alrededor de la habitación me di cuenta de que nada había cambiado desde la última vez. Las paredes todavía estaban verdes, el ventilador todavía giraba débilmente, los carteles todavía estaban pegados en las paredes y su escritorio todavía estaba cubierto de montones de papel viejo y libros. La ropa todavía estaba esparcida por la habitación salvajemente pero afortunadamente la mía no estaba entre los restos esta vez.                          

Mirando su cama, tragué saliva al notar las mismas sábanas de ese día, las mismas almohadas, la misma manta que caía sobre el suelo y que Anton probablemente la pateó durante la noche de verano. Mis dedos picaban por tocar sus sábanas. Sentí que se me secaba la boca cuando aparté los ojos de la cama sólo para golpear mi nariz contra el fornido pecho de Anton quien de repente estaba muy cerca de mí. Su aroma natural me envolvió y me dio hipo sobresaltado cuando tropecé hacia atrás. La parte posterior de mis piernas golpeó el marco de su cama, el borde se estrelló contra la curva de mi rodilla haciendo que mis piernas se doblaran y mi cuerpo cayera. Las fuertes manos contrarias trataron de agarrar las mías mientras caía pero mi peso terminó arrastrándolo conmigo.                                

Volví a golpear el suave colchón con las piernas colgando a un lado, abrí los ojos y encontré a Anton mirándome. Sus brazos atraparon mi cabeza entre ellos, los tatuajes oscuros subieron en espiral y desaparecieron debajo de su camisa oscura que colgaba holgadamente alrededor de su pecho, revelando la parte superior del mismo que subía y bajaba suavemente. El cabello castaño caía de su cara y sus piernas estaban enredadas con las mías al borde de la cama.                                                               

La sensación de su cuerpo encima del mío me hizo temblar, causando que abriese mi boca con los ojos muy abiertos al darme cuenta de que mi cuerpo conocía este sentimiento. Antes de que pudiese registrarlo, mis manos se levantaron y mis dedos rozaron las mejillas de Anton. La sensación de su piel debajo de ellos envió una fuerte sacudida a través de mí directamente desde mi núcleo, tal como lo recordé.        

Y realmente deseé no haberlo hecho.         

Flashback   

Me balanceé sobre mis pies cuando la luz brilló en mis ojos, me sentí estremecer mientras murmuraba para mí mismo. Empujándome a través de la multitud que se movía en olas imprudentes a mi alrededor, tropecé al otro lado del pasillo principal hacia un pasillo separado donde había mucha menos gente y mucho menos ruido. Dejé escapar un suspiro de alivio cuando el destello dejó de asaltar mis ojos, mis manos se agitaron frente a mi rostro mientras una sonrisa caída se posaba en mis labios.        

La bebida en mi mano me bajaba por el brazo pero la frescura era refrescante después de caminar entre la multitud sudorosa de personas que giraban abajo. Resoplé cuando mis pies se engancharon en el borde de la alfombra, mi cuerpo voló hacia un lado mientras mis manos se movían salvajemente hacia afuera, golpeando la pared mientras me estabilizaba peligrosamente. Todavía en posición vertical, me deslicé hacia adelante contra la pared y mis piernas temblorosas daban pasos lentos y rezagados hacia adelante.        

Mis dedos pronto golpearon una repisa en la pared y tocaron el pomo de la puerta. Girándolo, di un paso y me arrojé hacia adelante cuando mi pie se resbaló, enviando mi cara directamente al piso. Mi gruñido de dolor fue silenciado por un jadeo sorprendido y femenino que sonó frente a mí. Parpadeando a través de mis ojos cansados y luchando con la oscuridad, vi dos figuras sentadas en un sillón frente a mí. El chico alto estaba recostado en la silla con la camisa descartada, mientras que la fémina estaba sentada a horcajadas sobre sus gruesos muslos con nada más que su ropa interior puesta, su sujetador desabrochado pero aún colgando de sus hombros. Estreché mis ojos mientras sus figuras nebulosas se enfocaban, notando que las manos del chico descansaban sobre las caderas redondeadas de la chica, los dedos deslizándose ligeramente debajo de la cintura de sus bragas de encaje.      

—¿Qué demonios? — la chica casi gritó, con la mano volando hacia su sostén que estaba a punto de caerse, aunque no hizo ningún movimiento para encontrar más de su modestia que se esparció por la habitación. El chico sólo me miró con una pizca de interés, sus ojos mirándome por encima del hombro de la chica mientras silbaba algo con sus brillantes labios rojos como la manzana. El chico tenía manchas rojas y pegajosas del mismo tono esparcidas en su pecho que casi parecían marcas en su piel lisa. Ver las marcas en su pecho me hizo fruncir el ceño con la idea de que se vería mucho mejor sin ellas.        

Con los labios flojos por la bebida, me sinceré y dije justamente eso que pensé. La chica resultó desconcertada cuando su boca se abrió, la pegajosidad de su lápiz labial los hizo golpear audiblemente. Los labios del chico se curvaron hacia arriba y su mano los cubrió poco después, revelando las marcas negras de sus tatuajes que se arrastraban desde su brazo hasta el dorso de su mano.        

—¿Qué demonios te pasa? —espetó la chica, mirándome mientras luchaba por volver a ponerme de pie, logrando hacerlo sólo agarrando las patas de la cama a mi izquierda como palanca. —¡Sal de aquí, asqueroso!

—Arrastrada. —resoplé, mi mano agitando sus palabras mientras yo tambaleaba. —Eso es gracioso. Arrastrada. Cur-eep. Es una palabra graciosa. Muy graciosa. Ja.

—Dije que salgas. —exigió, sus palabras agudas interrumpidas por su propio jadeo de sorpresa cuando el chico la agarró por los muslos, sólo para levantarla lo suficiente como para que él pudiera levantarse del asiento él mismo. Después de que estuvo libre, la dejó caer sobre la silla, su trasero casi desnudo rebotando en la tapicería lujosa. Tirando de su camisa sin decir una palabra, el chico se frotó los restos de lápiz labial que tenía en su pecho con el dorso de la mano cuando la chica se puso de rodillas, presionando la mano contra la espalda del chico. —¿A-Anton? ¿A dónde vas? —preguntó en voz baja, intentando retener al joven con sus brazos, sin embargo, ésta fue ignorada deliberadamente mientras yo reía.                                   

—An-ton. —digo sonriendo un poco a las dos sílabas que rodaban de mis labios, tan fácil bajo la suavidad del alcohol. —Anton. Esa es otra palabra graciosa. Antooooonnn. —alargue riendo mientras daba un paso adelante, mi cerebro no alcanzaba los movimientos de mi cuerpo y comenzaba a inclinarme hacia el suelo nuevamente. Antes de que pudiese enfrentarme a la planta por segunda vez, mi rostro se cubrió con una camisa suave que apenas amortiguaba un pecho duro y plano. Unos brazos pesados ​​se aferraron a mi torso, las manos serpentearon alrededor de mis caderas mientras el cuerpo sostenía mi peso hacia arriba.   

—¡Vaya!—exclamé con la voz amortiguada por el pecho del chico. Girando la cabeza hacia arriba con mis ojos de bobba brillantes y una sonrisa llorosa en mi cara, golpeé mi palma abierta contra los fuertes pectorales del chico en una palmada de disculpa. —Me caí otra vez. Eso es gracioso.     

—Lo es. —me dio la razón y con la boca curvada hacia arriba pasó su brazo por encima de mi hombro, tirando de mí mientras la chica olvidada gritaba a nuestras espaldas.    

—¿A dónde vamos? —le pregunté curioso, apoyándome en el costado del más alto, agradecido de tener una pared en la que apoyarme.      

—A casa. —respondió simple.      

—¿A mi casa? —pregunté de nuevo, frunciendo el ceño. —Mi casa está lejos. Realmente lejos.

—La mía no. —replicó el chico, con voz áspera y crujiente.      

—Oh, eso es bueno. —comenté sin más, tarareando cuando el chico alteró su agarre en mi cadera mientras sacaba un juego de llaves del auto de su bolsillo después de arrastrarme por el jardín delantero, dejando a los otros asistentes de la fiesta dentro de la casa Cuando presionó la cerradura de la puerta, las luces parpadearon dos veces al tiempo para los pitidos alegres, me reí.    

—Bip bip. —imité, golpeando la puerta con la mano. El chico soltó una breve carcajada mientras abría la puerta. Sin que me lo pidiera, desenredé mi brazo del torso contrario y subí desordenadamente al interior, sentándome en el asiento del pasajero. El auto olía a humo de cigarrillo, por lo que dejé escapar un ruido de disgusto y me pellizqué la nariz a la vez que miraba al chico, quien se deslizó en el asiento del conductor a mi lado.      

—Apesta. —me quejé, agitando mi mano delante de mi nariz. El chico solo sonrió un poco y se despegó de la acera, yo fruncí el ceño. —Conducir es malo. Hueles mal, justo como la bebida amarga que me dio Shotaro. Hueles así y no es seguro conducir cuando hueles así.

—Lo es. —respondió con ternura en su voz mientras yo sacudía mi cabeza y agarraba su antebrazo con fuerza.       

—No, es realmente malo. Puedes morir. Puedo morir. Soy demasiado joven para morir. —le dije con los ojos muy abiertos mientras el chico se reía, deteniéndose en una luz roja en la calle vacía. —Te detuviste... ¿Estamos muertos?     

—No lo estamos. —me aseguró con los ojos cayendo hacia donde mis manos estaban entrelazadas alrededor de su brazo. Siguiendo su mirada, tarareé mientras le apretaba suavemente el brazo. El músculo se encontraba bien debajo de mis dedos, y me reí cuando flexionaba levemente su brazo al mismo tiempo que tiraba del volante, el auto rodaba hacia adelante nuevamente. Pasaron sólo uno o dos minutos hasta que Anton se detuvo en un camino vacío, estacionando el auto cuando las luces se apagaron. El auto dejó escapar otro pitido cuando sacó las llaves del encendido y salió del él. Me quejé cuando mis manos se encontraron con el aire, perdiendo el calor de su brazo en ellas.      

Salté cuando la puerta a mi lado se abrió y miré al chico, quien se apoyó en la puerta abierta y me sonrió. Sus dientes eran brillantes en la noche y perfectamente rectos, tenía la sonrisa más hermosa que haya visto jamás. Tragué saliva cuando vi su anillo de labios desaparecer debajo de su lengua mientras lamía los mismos, ofreciéndome una mano fuera del auto. Mirándola con la cabeza inclinada, dudé antes de tomarla. Al mirar de nuevo a los ojos del chico, dejé escapar un suspiro tranquilo.    

—Eres muy bonito. —lo halagué y el chico se rió de nuevo, tomando mi mano entre las suyas mientras yo salía del auto, mis pies golpearon el pavimento antes de chocar contra su pecho nuevamente. Con su otra mano acariciaba mi cabello con suavidad y yo me encontré inclinado sobre su toque, mis manos envolviéndose alrededor de su cintura mientras enterraba mi cabeza en su cuello. —Y eres cálido. Me gusta el calor.

La risa del chico me hizo tambalear de nuevo cuando él echó su cabeza hacia atrás para mirarme a la cara y sus ojos se posaron en mis labios. Bajo su ardiente mirada, mi lengua parpadeó contra los brotes para humedecerlos, muy expectante.      

Me pregunto cómo se sentiría ese anillo labial.      

Alzándome apenas de puntillas, todavía inestable sobre mis pies pero sostenido en su lugar por el fuerte abrazo de Anton, cerré los ojos. Me tensé un poco al sentir que sus dedos me quitaban las gafas de la cara, algunos mechones sueltos revoloteaban contra mis párpados. No había pasado nada de tiempo antes de sentir unos labios suaves que sabían amargos, mezclados con nicotina y la presión de la bebida contra la mía, el tacto fresco del metal me hizo sonrojar.      

—Mgh, se siente bien. —murmuré contra los labios ajenos, sintiéndolos curvarse ante mis palabras.      

—Puedo hacer que te sientas aún mejor, bonito. Si quieres. —me ofreció, pasando uno de mis mechones rebeldes detrás de mi oreja, su anillo de labios todavía rozaba mi labio inferior. Sonriendo levemente, empujé mi boca contra la suya otra vez.      

—Quiero que lo hagas.

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Hasta aquí el capítulo, espero que les haya gustado!!

El siguiente capítulo tendrá contenido 🔞 para que lo tengan presenten y lo esperen con ansias, seguramente lo subiré el domingo. 😼

Si ven algún error no duden en comentar o escribirme. Besitos.

Key

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