Capítulo 25
El aire salado de la playa aún impregna mi piel mientras caminamos hacia las motos. El rugido de las olas se mezcla con mis pensamientos, que están muy lejos de aquí. La conversación con Dante y Luca ha dejado un peso en mi pecho, uno que se siente a partes iguales como esperanza y temor.
—Lili, deberíamos volver —pregunta Luca mientras me ofrece el casco, sus ojos miel fijos en los míos con una mezcla de preocupación y algo que no puedo identificar.
—Sí, necesitamos organizar esto. —Mi voz suena más firme de lo que me siento.
Dante, que ha estado ajustando su chaqueta de cuero, se acerca y extiende una mano hacia mí, como si dudara si decir algo más. Finalmente, se limita a asentir, dejando que la luz de la luna ilumine su expresión seria.
—Sí. La noche es nuestra mejor aliada. —Su tono es bajo, pero no hay rastro de duda.
Subo detrás de Luca, sintiendo la solidez de su torso bajo mis manos mientras me agarro a él. Por un instante, noto cómo su cuerpo se tensa ligeramente, como si mi cercanía le provocara algo que intenta ocultar. Su fragancia amaderada, mezclada con el aroma de la noche, me envuelve y, a pesar de todo, encuentro un pequeño consuelo en ello.
El viaje de regreso es diferente al de antes. Las luces de la carretera iluminan el asfalto como una cinta infinita que se extiende ante nosotros. El motor de la moto vibra bajo mi cuerpo, enviando una sensación de adrenalina mezclada con melancolía. Puedo ver a Dante en el espejo retrovisor, su figura destacándose bajo las luces intermitentes de los postes. Casi olvido que hace unas horas estaba inconsciente en el hospital a causa de un accidente, pero la moto abollada de Dante me lo recuerda, por si a caso.
—¿Cómo te sientes? —La voz de Dante resuena en mi casco, suave pero cargada de preocupación.
Me toma un momento responder. La verdad es que ni yo misma estoy segura de cómo me siento. Pero el simple hecho de escuchar su voz, incluso en este contexto, me da algo a lo que aferrarme.
—Bien... creo. —Mi tono vacila al principio, pero luego me obligo a sonar más firme—. Gracias por estar ahí, Dante.
Él suelta una risa baja, un sonido que parece envolverme como un cálido abrazo incluso a través del casco.
—No tienes que agradecerme. Tranquila, no me voy a ninguna parte.
Miro hacia las luces de la ciudad a lo lejos, parpadeando como estrellas terrenales, mientras el aire frío de la noche acaricia mi rostro a través de la visera del casco.
—¿Luca está bien? —pregunto, mis palabras brotando casi sin pensarlo.
—Tan bien como siempre. —Dante responde con un tono despreocupado, aunque puedo notar una pizca de rivalidad en su voz—. Aunque estoy seguro de que no le gusta tanto compartir el protagonismo.
Río suavemente, sacudiendo la cabeza.
—¿Qué haría yo sin vosotros dos? —bromeo, aunque hay una verdad subyacente en mis palabras que no puedo ignorar. Aunque no hace mucho que los conozco, siento que han dado un vuelco de ciento ochenta grados en mi vida.
—No tienes que descubrirlo. —Su respuesta llega rápida, casi automática, pero con un matiz de calidez que me deja sin palabras por un momento.
El ritmo de la música techno que suena en el casco de fondo acompaña el viaje, llenando los silencios entre nuestras palabras. La carretera parece interminable, pero la sensación de estar en movimiento, de avanzar hacia algo, me da fuerzas.
—Estamos cerca. —dice Dante finalmente, su voz volviendo a un tono más pragmático—. Cuando lleguemos, descansa un poco. Lo que venga después necesitará tu cabeza clara.
—Lo mismo va para ti. —respondo, intentando ocultar la sensación que me oprime el pecho.
El rugido constante de la moto, el aire frío de la noche que acaricia mi rostro y la presencia de Luca entre mis brazos hacen que todo lo demás parezca distante. Hemos dejado atrás la playa, pero la sensación de ese momento sigue conmigo. Miro de reojo el reflejo de Dante en el retrovisor. Su postura relajada contrasta con su intensidad, siempre atento, siempre alerta.
En un semáforo en rojo, se acerca un poco más a mi lado, dejando que nuestras motos queden casi en paralelo. A pesar del casco, puedo sentir su mirada fija en mí.
—Encanto, ¿puedo decirte algo? —su voz llega a través del intercom, grave y cargada de una seriedad que no esperaba.
—Claro. —Mi respuesta es automática, pero mi pecho se aprieta al percibir el tono de su voz.
—A veces, la vida no se trata de encontrar un camino seguro. Se trata de encontrar a alguien con quien no te importe perderte. —Hace una pausa, con su mirada fija en mi detrás de la oscura visera—. Alguien que sea tu refugio, pero también tu tormenta. Porque, al final del día, no se trata de estar a salvo... sino de estar vivo.
El semáforo cambia a verde, y Dante acelera antes de que pueda responder. Mi mente se queda atrapada en sus palabras, repitiéndolas una y otra vez mientras lo seguimos. Hay algo en su tono, en la forma en que lo dijo, que me hace cuestionarme todo. No solo lo que siento por él, sino también lo que siento por Luca.
¿Qué significa para mí estar viva? ¿Qué significa tener a alguien que sea mi refugio... y mi tormenta?
Finalmente, llegamos a casa. Las motos se detienen al frente y el rugido de los motores se apaga, dejando un silencio que parece más denso de lo habitual. Me quito el casco mientras bajo de la moto, mis piernas ligeramente tensas por el viaje. Dante aparca justo al lado, desmontando con una gracia que parece natural en él.
Luca también se quita el casco y me mira con una mezcla de preocupación y alivio.
—¿Estás bien? —pregunta, y hay algo en su tono que hace que la pregunta suene más íntima de lo que esperaba.
—Sí, estoy bien. —Respondo, ofreciéndole una pequeña sonrisa que espero sea suficiente para calmar sus preocupaciones.
Dante se acerca, apoyando una mano en el manillar de su moto mientras nos observa a ambos.
—Vamos adentro. Tenemos mucho que hablar. —Dice, su tono más serio que de costumbre.
Entramos a la casa, el aire cálido contrastando con el frío de la noche. Me siento en el sofá, dejando que la tensión acumulada en mis músculos se relaje un poco mientras Luca y Dante se acomodan en las sillas cercanas.
—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —pregunta Luca, rompiendo el silencio.
Respiro hondo, reuniendo mis pensamientos antes de hablar.
—Tenemos que llegar al líder de las apuestas. Es la única forma de encontrar a Ian. —Digo, mi voz firme a pesar del nudo en mi pecho.
Luca frunce el ceño, cruzando los brazos mientras considera mis palabras. Dante, por su parte, se inclina hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas.
—Sabemos que es peligroso. —Dice Luca finalmente—. Pero no podemos quedarnos de brazos cruzados.
—Exacto. —Asiento, mirando a ambos—. Las reuniones donde organizan las apuestas podrían ser clave. Si logramos infiltrarnos, podríamos encontrar algo... o a alguien que nos lleve a Ian.
Dante suelta un leve suspiro, su mandíbula apretándose.
—Es arriesgado. —Comienza con tono grave—. Pero tiene sentido. Si Ian está realmente atrapado en esto, ese líder es nuestra mejor oportunidad de llegar a él.
El silencio que sigue es pesado, pero cargado de una determinación compartida. Finalmente, Luca asiente, su mirada fija en la mía.
—Entonces lo hacemos. Pero tenemos que planearlo bien. Esto no será como lo del muelle. Tendremos que estar preparados para cualquier cosa.
Dante asiente también, y por primera vez en mucho tiempo, siento que estamos completamente alineados.
—Sea lo que sea, Lili, no te preocupes. Lo conseguiremos. —Dice Dante, su voz baja pero cargada de una sinceridad que hace que mi pecho se apriete.
Miro a ambos, sintiendo una mezcla de gratitud y aprehensión. Ian sigue ahí fuera, y aunque el camino por delante es incierto, sé que no lo recorreré sola.
El reloj en la pared marca las dos de la madrugada cuando terminamos de trazar los primeros pasos de nuestro plan. La casa está sumida en un silencio casi absoluto, roto solo por el ocasional crujido de la madera y el susurro de nuestras voces. Sobre la mesa del comedor hemos desplegado mapas, notas y una lista de todo lo que creemos que necesitaremos para enfrentar lo que viene.
Luca se inclina hacia adelante, su dedo trazando un recorrido en un mapa que Ian nos dejó.
—Si las reuniones son en esta zona —dice, señalando un callejón industrial a las afueras de la ciudad—, es probable que encontremos algo que nos lleve al líder. Pero no podemos entrar sin información previa.
Dante, que está sentado con los brazos cruzados, asiente lentamente.
—Podemos acercarnos y observar. Nadie nos reconocerá si somos cuidadosos. —Hace una pausa y suelta una risa breve, sin humor—. Bueno, a menos que alguien haya hablado sobre nosotros después del muelle.
—¿Crees que lo hicieron? —pregunto, incapaz de ocultar la preocupación en mi voz.
Dante gira su mirada hacia mí, sus ojos dorados brillando con intensidad.
—En este mundo, todo se filtra. —Dice, encogiéndose de hombros—. Pero eso no significa que no podamos adelantarnos a ellos.
Luca, más pragmático, revisa su teléfono para confirmar la ubicación exacta.
—Por lo que sabemos, el líder de las apuestas organiza todo desde las sombras. Si logramos llegar a él, quizá podamos negociar... o al menos descubrir dónde tienen a Ian.
El nombre de mi hermano flota en el aire, y por un momento, nadie dice nada. Mis pensamientos regresan a las imágenes del muelle, a las palabras que escuché cuando estaba inconsciente. Ian sacrificándose, Ian luchando por mantenernos a salvo. Una determinación renovada me atraviesa.
—¿Y si nos preparan una trampa? —pregunto, mirando a ambos—. ¿Y si usan a Ian como carnada para atraparnos?
Luca se endereza, su mirada fija en la mía.
—Entonces estaremos preparados. No vamos a dejar que te pase nada, Lili. —Su voz es firme, pero hay algo en su tono que me hace sentir que sus palabras tienen un peso más personal.
Dante golpea suavemente la mesa con los nudillos, llamando nuestra atención.
—Lo único que importa ahora es movernos rápido. Cuanto más esperemos, más peligro corre Ian. —Sus ojos se oscurecen un poco al decir esto, y por un instante, parece que algo más está acechando en su mente.
—Tienes razón. —Digo, dejando que mi voz sea un recordatorio de lo que está en juego—. Pero no podemos hacerlo solos. Si vamos a ese lugar, necesitamos apoyo o al menos una forma de salir rápido si las cosas se ponen feas.
Luca asiente, pero su expresión sigue siendo seria.
—Victoria puede ayudarnos desde la distancia. Conoce a las personas del pueblo lo mejor que nadie. Podemos pedirle que nos dé más información sobre conversaciones sospechosas o cualquier detalle que pueda servirnos.
Dante se levanta, estirándose mientras toma su casco de la silla cercana.
—Bien, entonces tenemos un plan. Primero nos preparamos, luego observamos, y si es seguro, actuamos. Pero recuerda, Lili... esto no es solo sobre Ian. Si vamos a hacer esto, tenemos que estar listos para enfrentar lo peor.
Sus palabras son un recordatorio brutal de la realidad en la que estamos. No hay garantías, y cada paso que damos nos acerca más al peligro. Pero también sé que no hay vuelta atrás. Ian nos necesita, y aunque el miedo me carcome, no dejaré que eso me detenga.
Luca toma mi mano brevemente, tiene las manos cálidas y firmes.
—Descansa un poco. Mañana será un día largo. —Dice, antes de soltarme y dirigirse hacia la puerta.
Dante me lanza una mirada antes de seguirlo.
—Dormir está sobrevalorado. Pero tú haz caso. —Dice con una sonrisa ladeada, su tono más ligero, pero con una chispa de preocupación.
Dante se levanta, tomando su casco de la silla cercana, pero en lugar de dirigirse hacia la puerta, se detiene, cruzándose de brazos con una expresión seria.
—No podemos dejarte sola esta noche. —Su tono es firme, sin rastro de la ligereza que había mostrado hace un momento.
Luca asiente lentamente, su mirada moviéndose entre Dante y yo.
—Tiene razón. Después de lo que pasó con el furgón, el accidente, y el encapuchado... está claro que estás en el punto de mira. Si alguien quiere acercarse a Ian, pueden usar cualquier cosa contra él... incluida tú.
Mi corazón se aprieta ante sus palabras, pero no puedo negar que tienen razón. El peligro parece estar siempre un paso detrás de nosotros.
—Entonces, ¿qué hacemos? —pregunto, cruzándome de brazos mientras trato de mantener la calma.
—Nos quedamos. —Responde Luca de inmediato, como si la decisión ya estuviera tomada. Su voz es tranquila pero implacable.
—¿Y si necesito un respiro? —intento bromear, pero mi voz tiembla ligeramente.
—Entonces tendrás dos guardaespaldas para acompañarte. —Dante me lanza una sonrisa ladeada, pero sus ojos están serios, casi duros.
—No es negociable, Lili. —Dice Luca, acercándose a la ventana y corriendo las cortinas para echar un vistazo afuera—. No me voy a arriesgar a que algo te pase mientras dormimos cómodamente en nuestras camas.
Sus palabras, aunque estrictas, están cargadas de una preocupación que me calienta el pecho. No estoy acostumbrada a que alguien cuide de mí de esta manera, y la sensación es abrumadora.
—Está bien. —Suspiro, aceptando la situación—. Pero si alguien escucha mi ronquido, queda prohibido mencionarlo mañana.
Dante suelta una risa suave, aliviando un poco la tensión.
—Te prometo que ni yo ni Luca vamos a mencionar tus ronquidos. Pero si son los suficientes como para asustar a cualquiera que se acerque... entonces tendrás que agradecérnoslo.
—Tú haces guardia primero, bocazas. —Responde Luca, pasando junto a Dante con una mirada que mezcla exasperación y camaradería.
Antes de que pueda procesar lo extraño pero reconfortante de la escena, Dante toma una posición junto a la puerta, su mano descansando sobre el marco como si estuviera listo para actuar en cualquier momento. Luca se sienta en el sofá, cruzando los brazos sobre el pecho, pero no de una forma relajada. Está atento, como si cualquier ruido pudiera ponerlo en pie de inmediato.
—Descansa, princesa. —Dice Luca, sin mirarme esta vez. Su tono es tranquilo, casi como una orden.
Asiento, sonrojándome y sabiendo que discutir sería inútil. Me dirijo a mi habitación intentando enfriar mis mejillas.
El móvil vibra junto a mi almohada, rompiendo el silencio sepulcral de la habitación. Al desbloquear la pantalla, veo un mensaje de Luca.
Luca: ¿No puedes dormir, princesa?
Sonrío. Desde que empezamos esta locura, Luca ha usado ese apodo más de lo habitual, como si lo dijera solo para sacarme una sonrisa.
Lili: ¿Y tú qué haces despierto? ¿No te estabas quejando de que la vida me convierte en un peligro constante? Ahora parece que tú tampoco duermes.
Su respuesta no tarda en llegar.
Luca: Estoy en el sofá. Este colchón de aquí tiene más baches que tus planes.
Río en voz baja, intentando pasar desapercibida.
Lili: ¿De verdad? Mis planes no tienen baches. Son emocionantes.
Luca: Ajá, ¿como el "vamos a infiltrarnos en un muelle en mitad de la noche"? Muy emocionante.
Ruedo los ojos, pero no puedo evitar sonreír.
Lili: Ese era un buen plan. Pero no estás ayudando mucho a que me duerma, ¿sabes? Ahora estoy pensando en lo horrible que debe ser mi sofá.
Luca: Es horrible. Pero, tranquila, princesa. Sobreviviré por ti.
Hay algo en esa frase, dicho con su mezcla típica de broma y sinceridad, que hace que mi corazón dé un pequeño vuelco.
Lili: Si tanto te molesta, podrías haberte ido a casa.
Luca: ¿Y perderme la oportunidad de vigilar que no salgas volando por la ventana a medianoche? Ni lo sueñes.
Lili: ¿Qué clase de cosas crees que hago por las noches?
Luca: Cosas que me hacen tener canas antes de los 30.
Suelto una risa y dejo caer la cabeza en la almohada. Sus respuestas siempre tienen ese toque que logra desarmarme.
Lili: Si alguna vez tienes canas, seguro que te quedan bien.
Luca: ¿Crees que seré un viejito guapo?
Lili: Lo digo con seguridad absoluta.
Luca: Ya me lo imagino. Paseando por la playa con mi bastón, contándole a todo el mundo que sobreviví a años de tus locuras.
Suelto una carcajada, olvidando por completo el cansancio, los problemas y la tensión acumulada del día.
Lili: No creo que llegue a tanto. Seguro que te hartas de mí antes.
Luca: Imposible.
Su respuesta es tan simple que me deja sin palabras por un momento.
Lili: ¿Imposible?
Luca: Completamente. Si me hartara de ti, ¿qué haría? ¿Volver a ver películas solo?
Lili: ¿Y quién ha dicho que veas películas conmigo?
Luca: No he dicho que lo haga, he dicho que lo haré. Cuando todo esto pase.
Parpadeo, sorprendida por la facilidad con la que hace esa promesa, como si fuera lo más natural del mundo.
Lili: ¿Y qué película planeas invitarme a ver?
Luca: Eso depende. ¿Puedo elegir o eres de las que obligan a ver dramas de tres horas?
Lili: Depende. ¿Eres de los que se quejan en voz alta durante toda la película?
Luca: Nunca. Soy un caballero.
Río otra vez, esta vez más suave, y me acomodo bajo las sábanas.
Lili: Vale, vale. Pero tú eliges las palomitas.
Luca: Perfecto. Aunque aviso, mis palomitas son famosas por ser las mejores del mundo.
Lili: Eso suena a que echas todo el bote de mantequilla encima.
Luca: Y un poco más.
La imagen de él en una sala de cine, riendo mientras me pasa una bolsa de palomitas absurdamente grasienta, se instala en mi cabeza. Por alguna razón, esa simple idea me hace sentir más ligera, más tranquila.
Lili: De acuerdo, Luca. Me apunto.
Luca: Te lo haré pasar tan bien que querrás venir conmigo al cine todas las semanas.
Lili: No seas tan optimista.
Luca: Nunca subestimes mi encanto.
Su respuesta me hace reír de nuevo, y me doy cuenta de que mis párpados empiezan a sentirse pesados por primera vez en horas.
Luca: Buenas noches, princesa. Sueña con cosas bonitas.
Lili: Buenas noches, príncipe.
Dejo el móvil sobre la mesita de noche, con una sonrisa aún en los labios. Sus palabras, simples pero tan llenas de calidez, son lo último que pienso antes de quedarme dormida.
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