Capítulo 20
El motor de la Ducati se ha apagado, pero el eco del rugido todavía resuena en mi cabeza. El bosque está a kilómetros de distancia, y sin embargo, siento como si su sombra nos hubiera seguido hasta aquí. Luca está junto a la moto, ajustando los guantes con movimientos automáticos, pero sé que está igual de tenso que yo.
Yo me quedo mirando el horizonte. El aire aquí debería sentirse más ligero, pero todo lo que puedo pensar es en esa factura, en las iniciales de Ian, y en el rostro encapuchado que nos observó. Es como si todo se estuviera desmoronando, como si cada pieza que creía conocer de mi hermano estuviera dando lugar a algo más oscuro y desconocido
—¿Qué hacemos ahora? —pregunto, rompiendo el silencio. Mi voz suena débil, pero Luca parece entender que no estoy pidiendo un plan. Estoy pidiendo respuestas.
Él se gira hacia mí con una mirada fija y penetrante. Hay algo en sus ojos que me hace sentir pequeña, como si pudiera ver a través de mi fachada de valentía.
—Primero, necesitamos pensar. —Se pasa una mano por el cabello, su tono más suave ahora—. Esto no es algo que podamos resolver en un día, Lili. Y, sinceramente... no quiero que te metas más en esto.
—Es mi hermano —respondo automáticamente, con un tono más firme del que esperaba. Mis manos están cerradas en puños a mi lado, como si me estuviera preparando para pelear por Ian incluso en este momento.
—Lo sé. —Luca suspira, acercándose un paso más. Ahora está tan cerca que puedo oler su fragancia de pino y musgo—. Pero esto no es solo sobre Ian. Es peligroso. Y tú... —Hace una pausa, como si no supiera cómo seguir—. No quiero que te pase nada.
—Ya me está pasando —Las palabras salen antes de que pueda detenerlas. Y es verdad. Cada nueva pieza de este rompecabezas duele más que la anterior. La factura, las iniciales, la conexión con algo tan turbio como la mafia de las apuestas... Ian no es el hermano que recuerdo, y darme cuenta de eso está rompiendo algo dentro de mí.
Luca no responde de inmediato. En lugar de eso, simplemente se sienta en un tronco caído junto al camino y me hace un gesto para que me siente a su lado. Al principio dudo, pero finalmente me dejo caer junto a él, sintiendo cómo el cansancio y la tensión me golpean de golpe.
—Habla conmigo. —Su tono es más suave ahora, como si supiera exactamente lo que necesito.
Me quedo en silencio por un momento, mirando las hojas que caen lentamente de los árboles. Hay tanto dentro de mí que no sé por dónde empezar. Finalmente, respiro hondo y dejo que las palabras fluyan.
—No sé quién es Ian. —Mi voz suena frágil incluso para mis propios oídos—. Siempre pensé que lo sabía, pero ahora... no sé qué pensar. No sé si lo que recuerdo de él es real o si solo estaba viendo lo que quería ver.
Luca asiente lentamente, como si entendiera exactamente a lo que me refiero.
—Ian siempre fue complicado. —Murmura, mirando al suelo como si estuviera recordando algo lejano—. Incluso en el grupo, siempre parecía tener un pie fuera, como si estuviera buscando una salida antes de que las cosas se pusieran feas. Y cuando finalmente lo hizo... —Hace una pausa, su mandíbula apretándose por un segundo—. Bueno, digamos que dejó un caos detrás.
—¿Qué tipo de caos? —pregunto, aunque no estoy segura de querer saber la respuesta.
—Deudas, promesas rotas... enemigos. —Su voz es baja, pero cada palabra pesa como una piedra en mi pecho—. No te lo estoy diciendo para que lo odies, Lili. Lo estoy diciendo porque quiero que entiendas en qué estamos metidos. Esto no es un juego. La gente que está detrás de Blackline... no son el tipo de personas que olvida.
Me quedo mirando el suelo, procesando sus palabras. Quiero defender a Ian, decir que no puede ser tan malo como parece, pero las pruebas están ahí, en la factura, en las iniciales, en los secretos que ha dejado tras de sí.
—¿Crees que todavía está vivo? —pregunto finalmente, mi voz apenas un susurro.
Luca me mira, y por un momento, su máscara de tranquilidad se resquebraja. Veo algo en sus ojos, algo que no puedo identificar, pero que me dice que él también está luchando con esa misma pregunta.
—No lo sé. —Admite, su voz tan baja que apenas puedo oírla—. Pero quiero creer que sí.
El silencio cae entre nosotros de nuevo, pero esta vez no se siente incómodo. Es un silencio lleno de comprensión. Me inclino hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas, y dejo que mi mente divague. No sé cuánto tiempo pasa, pero finalmente me doy cuenta de algo: Luca no se ha movido de mi lado.
Y por alguna razón, eso me da fuerzas.
El aire fresco parece más frío ahora, como si el peso de lo que acabamos de hablar hubiera robado parte del calor del día. Luca se levanta del tronco y me tiende la mano, ayudándome a ponerme de pie. Aunque el contacto dura solo unos segundos, siento la calidez de su piel contra la mía, un recordatorio de que no estoy sola en esto.
—Deberíamos volver a Lirium —dice, su tono más pragmático que antes—. Quizá alguien allí sepa más sobre Blackline.
—¿Alguien como quién? —pregunto, sintiendo cómo mi voz tiembla ligeramente.
—Conozco a alguien. —Se pasa una mano por el cabello y me ofrece el casco.
No digo nada. La idea de que alguien más esté involucrado en esto me pone nerviosa, pero si hay una posibilidad de acercarme más a Ian, no puedo dejarla pasar.
De regreso en Lirium, el pequeño pueblo parece incluso más tranquilo de lo normal. Las calles están vacías, y solo unas pocas ventanas muestran luces cálidas. Luca detiene la moto frente a un bar en una esquina. Es un edificio viejo, con una fachada de madera desgastada y un letrero que cuelga torcido. La música suave y el murmullo de conversaciones se filtran por la puerta entreabierta.
—¿Aquí? —pregunto, bajándome de la moto con incredulidad.
—Sí. —Luca apaga la moto y se quita el casco, mirándome con una expresión seria.
Veo una cara conocida moviéndose en el interior del local. Victoria, Lleva un delantal negro que le cubre la parte delantera de los tejanos, una camisa blanca y un lazo rosa que le recoge la parte superior del cabello en un peinado adorable.
—¿Victoria? —repito, confundida.
—Trabaja en el bar. Conoce a mucha gente, y algunos de sus clientes están más involucrados en esto de lo que imaginas. Si alguien sabe algo sobre Blackline, es ella.
Frunzo el ceño, sintiendo cómo mi pecho se aprieta ante sus palabras. Victoria no es alguien que venda información. Es directa, leal, y siempre ha sido una de las pocas personas en mi vida con las que siento que puedo ser completamente yo misma. La idea de traerla a esto no me sienta bien.
—No sé si ella querrá hablar de esto —digo, más para mí misma que para él.
—Solo hay una forma de saberlo. —Luca se encoge de hombros y se dirige a la entrada, dejándome sin opción más que seguirlo.
El interior del bar tiene el mismo ambiente acogedor de siempre: luces cálidas, un aroma a madera vieja y tabaco, y el suave murmullo de conversaciones mezclado con la música de fondo. Victoria está detrás de la barra, moviéndose con su eficiencia habitual mientras sirve cervezas y sonríe a los clientes habituales.
Victoria se mueve con eficiencia mientras atiende a los clientes, y levanta la vista para vernos cuando la puerta se cierra a mis espaldas.
—¡Lili! —exclama, dejando lo que estaba haciendo para acercarse a mí con los brazos extendidos—. ¿Qué haces aquí? Pensé que estarías en tu bosque encantado.
Su tono es ligero, pero hay un calor real en su voz. Me abraza brevemente antes de mirarme a los ojos, evaluándome como siempre hace.
—Te necesito, Victoria. —Mi voz tiembla un poco, pero intento mantener la compostura.
Su sonrisa se desvanece ligeramente al notar mi seriedad. Mira a Luca, quien está a unos pasos detrás de mí, con los brazos cruzados y una expresión neutral.
—¿Qué está pasando? —pregunta, ahora más cautelosa.
—Victoria. Necesitamos hablar. —El tono de Luca es directo, pero no agresivo.
Victoria me mira, evaluándome con rapidez, antes de asentir.
—Vamos a la parte de atrás. —Se quita el delantal y se dirige a una puerta detrás de la barra, indicándonos que la sigamos.
El cuarto trasero es pequeño y desordenado, con cajas apiladas en una esquina y una pequeña mesa con dos sillas. Victoria se apoya contra la mesa, cruzando los brazos mientras nos observa.
—¿Qué pasa? —pregunta, mirando fijamente a Luca.
—Es sobre Blackline. —Luca va al grano, sacando la factura del bolsillo de su chaqueta y mostrándosela.
Victoria la toma, frunciendo el ceño mientras la examina.
—Esto no es algo que quiera tener en mis manos —dice finalmente, devolviéndosela a Luca—. ¿Dónde la conseguiste?
—En el bosque —responde él, esquivando los detalles—. Creemos que Ian está involucrado.
Victoria suelta un suspiro, frotándose la frente con una mano.
—Si Ian está metido con ellos, está en problemas. —Su tono es grave, y siento que mi pecho se aprieta al escuchar sus palabras—. Blackline no deja salir a nadie, y menos si tienen algo en su contra.
—Es mi hermano. —Dejo que mis palabras caigan< entre nosotras, observando cómo la confusión se apodera de su rostro.
—¿Ian? ¿Tu hermano? —pregunta, sus cejas frunciéndose mientras busca una conexión.
Asiento, y siento que mi garganta se aprieta. Victoria me observa durante un momento, sus cejas todavía fruncidas mientras procesa lo que acabo de decir. Finalmente, se cruza de brazos y su expresión se endurece, pero no de forma hostil. Es una mezcla de preocupación y cautela.
—Lili... —comienza, pero luego hace una pausa, como si estuviera eligiendo con cuidado sus palabras—. ¿Tienes idea de lo que estás haciendo?
—No completamente —admito, mi voz temblando ligeramente—. Pero no puedo quedarme sin hacer nada. Es mi hermano, Victoria. Si hay alguna posibilidad de ayudarlo, necesito intentarlo.
Victoria suelta un suspiro pesado y se apoya más contra la mesa. Sus ojos oscuros se deslizan hacia Luca por un breve segundo antes de volver a mí.
—Blackline no es algo que quieras enfrentar a ciegas. —Su tono es firme, pero no frío—. Ellos no olvidan y no perdonan. Si Ian está involucrado con ellos, significa que hay mucho más en juego de lo que ves ahora.
—¿Tú los conoces? —pregunto, sintiendo cómo mi corazón late más rápido.
Victoria asiente, lentamente, como si el gesto en sí mismo fuera una carga.
—Viví en la ciudad antes de venir aquí, ¿recuerdas? —Su voz se vuelve más baja, casi un susurro—. Allí, oías cosas. Nombres, historias. Blackline era uno de esos nombres que siempre aparecían en los círculos equivocados. Gente que jugaba con fuego y terminaba quemándose.
Me quedo mirándola, tratando de reconciliar la imagen de la Victoria que conozco con la que habla ahora. La intensidad en su rostro es algo que nunca había visto antes.
—¿Y tú? —La pregunta sale antes de que pueda detenerla—. ¿Estuviste involucrada?
Victoria niega con la cabeza de inmediato, aunque su expresión se oscurece.
—No directamente. Pero conocí a gente que sí. Algunos lograron salir, otros... —Hace una pausa, tragando con dificultad—. Otros no tuvieron tanta suerte. Fue una de las razones por las que me fui. Aquí, todo es más simple. O eso pensé.
El silencio cae entre nosotras, cargado de todo lo que no se está diciendo. Finalmente, Victoria se endereza y me mira con una determinación renovada.
—Hay alguien que podría ayudaros. Un hombre llamado Jack. Estuvo en ese mundo hasta que decidió salirse. Vive cerca del lago, en una cabaña apartada. Si alguien puede deciros cómo manejar esto, es él. Pero os advierto: Jack no es fácil de tratar, y no es exactamente el tipo de persona que da ayuda gratis.
—¿Sabes si sigue en contacto con ellos? —pregunta Luca, su voz firme pero neutral.
Victoria lo mira por un momento, evaluándolo, antes de responder.
—Eso es algo que tendréis que averiguar por vuestra cuenta. —Su tono es cortante, como si la idea de hablar más sobre Jack le resultara incómoda—. Pero tened cuidado. Si Blackline descubre que estáis moviéndoos, no dudarán en venir a por vosotros.
—Gracias, Victoria. —Mi voz apenas es un susurro, pero ella asiente como si entendiera exactamente cuánto significan esas palabras para mí.
—Ten cuidado, Lili. —Su mirada se suaviza mientras me observa. Luego, se gira hacia Luca—. Y tú, cuídala.
Luca asiente, su expresión tan seria como siempre, pero hay algo en sus ojos que me dice que no necesita que se lo repitan.
Cuando salimos del bar, el aire frío me golpea como un balde de agua helada. A pesar de la advertencia de Victoria, siento una chispa de esperanza. Hay alguien que puede ayudarnos. Al menos, es un comienzo.
Luca me entrega el casco y monta la moto sin decir una palabra. Lo sigo, y el rugido del motor rompe el silencio de la noche mientras avanzamos por una carretera que parece perderse en la oscuridad. Las curvas del camino se suceden una tras otra, y el bosque, aunque lejano, parece seguirnos como una sombra silenciosa. No puedo evitar sentir que estamos adentrándonos en algo más profundo, algo del tipo del que no se vuelve atrás. Mis manos se aferran a la cintura de Luca, pero mi cabeza está llena de preguntas.
Victoria tenía razón: esto no es un juego. Blackline no es solo un nombre. Es una amenaza, una red que atrapa y no suelta. Y cada paso hacia Jack, hacia este desconocido que podría tener respuestas, me pone los nervios a flor de piel.
El rugido de los motores llega antes que las luces. Primero, es como un eco distante que reverbera en el aire frío del bosque, pero luego, el sonido crece, llenando todo a nuestro alrededor. No puedo evitar sentir un escalofrío mientras la Ducati desacelera. Luca detiene la moto en el borde del camino y apaga el motor.
—¿Qué pasa? —pregunto, subiéndome la visera y mirando a mi alrededor.
Luca no responde de inmediato. Su mirada está fija en el sendero que se abre a un claro más adelante, donde los destellos de luces intermitentes rompen la oscuridad. Finalmente, suspira.
—Es una carrera. —Dice las palabras como si pesaran toneladas.
Siento que mi pecho se aprieta. Sin decir nada más, desmonta de la moto y avanza hacia el claro. Yo le sigo, aunque mis piernas se sienten más pesadas con cada paso. El claro está iluminado por los faros de varias motos, todas alineadas en la tierra. Hay gente por todas partes, algunos revisando los motores, otros simplemente mirando, como si no hubiera nada más emocionante que ver a alguien jugándose la vida a esa velocidad.
Mis ojos recorren la multitud hasta que lo veo. Dante está apoyado contra su Suzuki negra que parece recién salida del taller. Lleva el casco colgado del brazo y está hablando con un chico que no reconozco, pero cuando me ve, su sonrisa despreocupada aparece como si la tuviera guardada solo para mí.
—¿Qué haces aquí, encanto? —pregunta Dante, dejando a su acompañante a medias y caminando hacia nosotros. Sus ojos oscuros brillan con algo entre curiosidad y picardía, pero hay un trasfondo que no consigo descifrar.
Siento a Luca tensarse a mi lado. Su presencia, tan sólida y protectora como siempre, contrasta con la energía caótica de Dante, que parece moverse al ritmo de un motor invisible.
—¿Qué crees que hacemos aquí? —responde Luca antes de que yo pueda decir nada. Su tono es seco, casi cortante.
—Estamos de paso —respondo, intentando mantener mi voz neutral, aunque siento cómo mi corazón late con fuerza. Estoy siendo vaga a propósito, pero Dante no parece convencido.
Dante se detiene a unos pasos de nosotros, y aunque su sonrisa no desaparece, sus ojos se desvían hacia Luca por un segundo antes de volver a mí.
—No sabía que venías con escolta. —La burla en su voz es sutil, pero suficiente para que el ambiente se cargue de electricidad.
—Déjalo, Dante. No estamos aquí para esto. —Luca da un paso adelante, colocándose ligeramente entre él y yo.
—¿Para esto? —Dante levanta una ceja, fingiendo sorpresa—. ¿Para qué exactamente? ¿Para disfrutar un poco de la vida? —Mira hacia las motos alineadas en el claro, su sonrisa ensanchándose—. Porque si me preguntas, eso es justo lo que necesita nuestra querida Lili. Un poco de adrenalina.
—¿Ah, sí? ¿Y crees que tú eres el indicado para dármela? —replico, cruzándome de brazos. No sé por qué lo digo, pero las palabras salen antes de que pueda detenerlas.
Dante parece encantado con mi respuesta. Se lleva las manos a los bolsillos y da un par de pasos más cerca, hasta que puedo distinguir el leve aroma a cuero y menta que siempre le acompaña.
—Dímelo tú. —Su voz baja un poco, como si estuviéramos compartiendo un secreto. Sus ojos se clavan en los míos, y por un instante, siento que el resto del claro desaparece.
—Basta. —Luca rompe el momento, su tono firme como una barrera que no está dispuesto a dejar cruzar.
Dante se gira hacia él, y aunque su expresión sigue siendo ligera, hay un brillo en su mirada que no había visto antes. No es hostilidad, pero tampoco es pura camaradería.
—Tranquilo, hermano. —La palabra suena extraña en sus labios, como si llevara algo más detrás—. Solo estaba charlando.
—No estamos aquí para charlas. —Luca vuelve a colocar una distancia entre Dante y yo—. Esto no tiene nada que ver contigo.
Dante se ríe, un sonido bajo y vibrante que parece resonar en mi pecho. Niega con la cabeza y se pasa una mano por el pelo oscuro.
—Claro que no. Porque si tuviera algo que ver conmigo, seguramente lo sabríais, ¿no? —Se gira hacia mí de nuevo, y la intensidad en sus ojos me deja sin aliento—. Pero si alguna vez decides que necesitas algo más emocionante que un paseo tranquilo por el bosque, ya sabes dónde encontrarme.
Antes de que pueda responder, alguien desde el grupo de motos llama a Dante. Él levanta una mano, sin apartar la mirada de mí, como si no quisiera dejar el momento todavía.
—Tendrás que disculparme, princesa. Tengo una carrera que ganar. —Se gira hacia Luca con una sonrisa ladeada—. Cuídala bien, ¿vale? No querrás que se aburra.
El rugido de su Suzuki llena el aire antes de que pueda replicar. Lo veo montarse en la moto con una gracia que parece casi ensayada, y luego desaparecer hacia la línea de salida. Me quedo allí, mirando cómo las luces traseras se pierden en el polvo, mientras mi corazón sigue latiendo con fuerza por razones que no quiero analizar demasiado.
—¿Qué demonios fue eso? —murmura Luca a mi lado, rompiendo el silencio.
—No lo sé. —Mi voz suena más débil de lo que esperaba. Aprieto los puños y miro a Luca, buscando algo que me ancle a la realidad—. Pero no puedo dejar de pensar que hay algo más detrás de todo esto.
Luca no dice nada, pero su expresión tensa y la forma en que mira hacia el horizonte me dicen que está tan preocupado como yo.
El rugido de las motos desaparece a nuestras espaldas mientras dejamos el claro atrás. Mis pensamientos siguen revueltos, atrapados entre las palabras de Dante y la incertidumbre que rodea a Ian.
Luca desacelera y toma un desvío que no reconozco. La carretera se estrecha, y el bosque a nuestro alrededor parece más denso bajo la luz de la luna. Finalmente, detiene la moto en un pequeño camino de tierra que lleva a una casa que apenas distingo entre los árboles.
—¿Qué hacemos aquí? —pregunto, bajándome de la moto con cautela.
—Es tarde. No tiene sentido ir a por Jack ahora. —Luca apaga el motor y se quita el casco. Su voz es más suave, pero sigue cargada de seriedad—. Mañana lo haremos con la cabeza más fría.
Miro alrededor, reconociendo los contornos familiares de la casa. Mi casa.
—No tenías que traerme aquí... —murmuro, aunque mi corazón se siente más ligero al saber que estaremos a salvo, al menos por una noche.
Luca me lanza una mirada tranquila mientras se quita los guantes.
—Tú necesitas descansar. Y yo también. —Hace una pausa antes de añadir—: No te preocupes, Lili. Mañana seguiremos con esto.
No sé si me lo dice para calmarme o porque realmente lo cree, pero decido no discutir. El aire frío me envuelve mientras nos dirigimos a la puerta, y por primera vez en horas, siento una chispa de calma. Aunque sea temporal.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top