Capítulo 17

Dante me tiende el casco, y al ponérmelo siento la familiar vibración de la moto mientras se prepara para arrancar. Subo detrás de él, apoyando las manos en su cintura para estabilizarme, pero apenas arranca, mis brazos instintivamente se aprietan más fuerte alrededor de su torso.

La noche es fresca, y el aire golpea mi cuerpo con fuerza a medida que Dante acelera. El rugido del motor retumba en mis oídos, una banda sonora constante que hace latir mi corazón al ritmo de la carretera. Cada curva es una coreografía entre nosotros, su cuerpo inclinándose y el mío siguiéndolo con naturalidad. Es imposible no sentir la conexión, la intimidad que surge al compartir este espacio tan reducido y vulnerable.

Mis dedos se aferran a su chaqueta de cuero, y aunque estoy bien sujeta, no puedo evitar ser consciente de lo cerca que estoy de él, del calor que irradia incluso a través de las capas de ropa. La adrenalina de la velocidad y la cercanía me confunden; una parte de mí quiere disfrutar del momento, mientras otra me advierte que me estoy dejando llevar demasiado.

Dante desacelera ligeramente al llegar al bosque, las luces de la moto iluminando el camino estrecho. Todo parece más íntimo aquí, como si el mundo se redujera a nosotros dos y la oscuridad que nos rodea. No dice nada, pero el movimiento de su cuerpo al conducir tiene algo casi hipnótico, como si estuviera tan concentrado en el camino que olvidara que estoy detrás.

Cuando finalmente llegamos a mi casa, apaga el motor y se quita el casco, su cabello negro cayendo en mechones desordenados sobre su frente. Baja de la moto y me ofrece una mano para ayudarme, pero esta vez no lo necesito.

—¿Qué tal el viaje, encanto? —pregunta con una sonrisa, su tono cargado de una confianza que parece natural en él.

—Intenso —respondo, intentando mantener la compostura mientras me quito el casco—. Pero creo que empiezo a entender por qué te gusta tanto.

Él se ríe suavemente, cruzándose de brazos mientras observa la casa a mis espaldas.

—Tienes buen gusto para las emociones fuertes.

Antes de que pueda responder, algo llama mi atención. En el porche, a la luz tenue de una lámpara, veo a Luca, de pie con las manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero. Su postura es relajada, pero su mirada está fija en nosotros.

—¿Luca? —pregunto, sorprendida.

Él se adelanta un par de pasos, asintiendo en mi dirección, pero sin apartar la vista de Dante.

—Vi que saliste y pensé que sería buena idea asegurarme de que volvieras bien. —Su tono es tranquilo, pero hay algo en su mirada que delata una preocupación que no logra ocultar.

—Como puedes ver, ha llegado perfectamente bien —interviene Dante, su sonrisa ahora más contenida, casi desafiante.

Luca no responde, pero su silencio es más elocuente que cualquier palabra. La tensión entre ellos se siente en el aire, y me encuentro atrapada en medio de dos energías completamente opuestas.

—Bueno, creo que es un buen momento para irme. —Dante rompe el silencio, dándome una última mirada cargada de algo que no logro descifrar del todo—. Que descanses, encanto.

Sube a su moto, y el rugido del motor corta el silencio de la noche. Le observo mientras desaparece en el camino, la tensión en mi pecho aflojándose ligeramente cuando el sonido se desvanece por completo.

Luca se acerca, sus ojos miel ahora suaves mientras me mira.

—¿Estás bien?

—Sí, estoy bien. —Intento sonreír, pero siento que todavía me pesa la intensidad del momento.

—No deberías dejar que te meta en su mundo —dice, su tono bajo pero cargado de una sinceridad que me sorprende.

—Luca... no es tan simple.

Él asiente, como si entendiera más de lo que dice.

—Lo sé. Pero no quiero que te pierdas en algo que ni siquiera nosotros terminamos de entender.

Nos quedamos en silencio por un momento, y finalmente decido cambiar el tema, o al menos desviar la conversación hacia algo menos denso.

—¿Qué haces aquí tan tarde?

Luca se encoge de hombros, su expresión suavizándose.

—Solo quería asegurarme de que estabas bien. No lo sé... me dio esa sensación.

La calidez de sus palabras me desarma, y sin pensarlo demasiado, doy un paso hacia él, dejando que mi voz salga más suave.

—Gracias, Luca. De verdad.

Él me mira, y aunque su postura sigue siendo tranquila, hay algo en sus ojos que parece debatirse entre decir algo más o quedarse en silencio. Finalmente, rompe la tensión con una pequeña sonrisa.

—No tienes que agradecérmelo.

Antes de que pueda responder, Poe grazna desde el interior de la casa, interrumpiendo el momento y haciéndonos reír suavemente.

—Parece que Poe también estaba esperando que volvieras —comenta, señalándolo con un gesto de la cabeza.

—Sí, creo que se está acostumbrando a tenerme cerca. —Sonrío mientras camino hacia el porche y me apoyo en la barandilla. Poe emite otro graznido, como si estuviera opinando sobre nuestra conversación.

Luca se acerca, apoyándose junto a mí, lo suficientemente cerca como para que pueda sentir su presencia, pero sin invadir mi espacio.

—¿Y tú? ¿Te estás acostumbrando a este lugar? —pregunta, su tono suave pero con esa sinceridad que siempre parece acompañarlo.

—Un poco. Aunque... —Hago una pausa, buscando las palabras correctas—. Todavía siento que hay cosas aquí que no termino de entender.

Luca asiente, como si comprendiera perfectamente lo que quiero decir.

—A veces lleva tiempo. A mí también me pasó.

—¿Aquí? —pregunto, girándome hacia él.

—En la vida. —Sonríe levemente, pero hay un matiz en su tono que me hace pensar que está hablando de algo más profundo—. No siempre sabes lo que estás buscando, pero de alguna manera, terminas encontrándolo.

Lo observo en silencio por un momento, intentando descifrar las capas que parece esconder tan bien. Hay algo en su manera de hablar, en la calma que proyecta, que me hace sentir segura, pero también curiosa.

—Luca... ¿por qué sigues aquí? —pregunto finalmente.

—¿Aquí en Lirium o aquí contigo? —Su respuesta es rápida, pero su tono no tiene ni un rastro de burla.

—Las dos cosas.

Él se toma un momento antes de responder, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.

—En Lirium, porque es el único lugar que se siente como casa, aunque a veces me recuerde demasiado a lo que he perdido.

—¿Y conmigo?

Luca me mira, y por un instante, parece que va a desviar la mirada, pero en lugar de eso mantiene el contacto visual, su expresión completamente seria.

—Porque no puedo evitar preocuparme por ti.

Su sinceridad me toma por sorpresa, y siento cómo el calor sube a mis mejillas. Antes de que pueda decir algo, él se aparta un poco, mirando hacia el bosque oscuro que nos rodea.

—Además —añade con un tono más ligero, casi como si quisiera aliviar la tensión—, alguien tiene que asegurarse de que Poe no te vuelva loca.

Me río suavemente, agradecida por el cambio de tono, pero sus palabras anteriores siguen resonando en mi mente.

—Hoy fui al gimnasio con Dante. —Dejo caer la frase como si no tuviera demasiada importancia, pero en realidad estoy probando su reacción.

Luca se queda en silencio por un momento, su expresión tranquila transformándose en algo más serio, más contenido.

—¿Ah, sí? —Su tono es neutro, pero noto el matiz frío en su voz—. ¿Y qué tal?

—Me enseñó a golpear, a liberar tensiones. Fue... interesante. —Intento sonar ligera, pero me doy cuenta de que mis palabras no están teniendo el efecto que esperaba.

—¿Interesante? —repite, cruzándose de brazos mientras fija la mirada en un punto distante—. Eso es lo que hace Dante, ¿no? Siempre tan interesante.

—Luca... —Suspiro, sintiendo cómo la atmósfera se tensa—. No es lo que piensas.

—¿Y qué pienso? —pregunta, girándose hacia mí, sus ojos miel ahora más oscuros bajo la luz tenue del porche.

—No lo sé. Pero siento que estás enfadado conmigo, y no entiendo por qué.

—No estoy enfadado contigo, Lili. —Su tono es más bajo ahora, pero la frialdad aún está ahí—. Solo... no entiendo por qué siempre te dejas llevar por su mundo.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Quiero decir que Dante tiene una forma de arrastrar a las personas a su caos. Lo he visto antes. Lo he vivido. —Hace una pausa, y cuando habla de nuevo, su voz tiene un filo que nunca le había oído antes—. Y no quiero que te pase lo mismo.

Sus palabras me golpean con fuerza, y por un momento siento cómo mis ojos se llenan de lágrimas. Antes de que pueda detenerme, doy un paso hacia él y lo abrazo. Al principio, Luca se queda rígido, como si no supiera qué hacer, pero poco a poco siento cómo sus brazos se levantan, rodeándome con cuidado.

—No estoy intentando arrastrarme a nada —murmuro, con la voz rota mientras las lágrimas empiezan a correr por mis mejillas—. Solo estoy intentando entender este lugar, a vosotros, a mí misma.

Luca no dice nada, pero su abrazo se vuelve más firme, como si quisiera protegerme de algo que no puede controlar. Me quedo así por un momento, dejando que las emociones fluyan, hasta que finalmente me separo, limpiándome las lágrimas con las manos.

—Lo siento... —digo, intentando recomponerme.

—No tienes que disculparte. —Su voz es más suave ahora, y cuando me mira, sus ojos han recuperado esa calidez que tanto me calma—. Pero, princesa, tienes que tener cuidado. Este lugar puede ser... complicado.

—Lo sé. —Asiento, tomando aire para calmarme—. Y por eso necesito entenderlo. Necesito entender todo lo que me rodea.

Luca se queda en silencio, observándome con una expresión que parece debatirse entre querer decir algo más y dejarlo pasar. Finalmente, soy yo quien rompe el silencio.

—Creo que... parte de mí vino aquí porque pensé que podía encontrar respuestas. —Bajo la mirada, jugando nerviosamente con mis dedos—. Respuestas sobre mi hermano.

—¿Tu hermano? —pregunta, con un tono que mezcla curiosidad y preocupación.

Asiento lentamente.

—Se fue cuando yo era pequeña. Simplemente... desapareció. Solo me dejó con postales, pequeñas pistas de que estaba bien, pero nunca lo suficiente como para encontrarlo. —Levanto la mirada, encontrándome con sus ojos—. Encontré algo en casa que creo que era suyo. Y no sé por qué, pero siento que todo esto está conectado de alguna manera.

Luca no dice nada al principio, pero su mirada parece más intensa ahora, como si estuviera procesando algo que no quiere compartir.

—¿Qué encontraste?

—Una carpeta. Y unos guantes. Estaban escondidos en una estructura en el bosque. Creo que... estuvo en la casa antes de que yo llegara.

Luca asiente lentamente, su expresión volviéndose más pensativa.

—¿Y crees que sigue aquí?

—No lo sé. Pero quiero averiguarlo.

Luca me observa, inclinando ligeramente la cabeza como si estuviera calculando algo. Entonces, sin vacilar, da un paso hacia mí.

—Vale. —Su tono es decidido, más fuerte de lo que esperaba—. Lo primero es averiguar cuánto tiempo estuvo en la casa. Si dejó eso, puede que haya más cosas. ¿Revisaste bien?

Me quedo en silencio por un momento, pensando en la carpeta y los guantes que encontré.

—No todo. Solo por encima del escritorio de mi abuelo. Me sentí un poco... abrumada.

Luca asiente.

—Entonces volvamos allí. Mañana, con calma, revisamos cada rincón de esa casa. Si estuvo aquí, puede que haya dejado algo más que pistas. Algo que te diga por qué volvió.

—¿Volvamos? —repito, sorprendida por su implicación.

—No vas a hacerlo sola, Lili. Esto es importante para ti, y yo... quiero ayudarte. —Hace una pausa, su tono se suaviza, pero mantiene esa firmeza característica—. Quizá no lo encontremos todo en un día, pero al menos sabremos por dónde empezar.

—Pero Luca, no quiero molestarte ni hacer que pierdas tu tiempo...

—No es una molestia. —Me interrumpe, su voz directa pero tranquila—. Esto no es algo que debas hacer sola.

Sus palabras me tocan más de lo que esperaba, y siento cómo mis ojos vuelven a llenarse de lágrimas. Sin pensarlo, doy un paso hacia él y lo abrazo de nuevo, esta vez con más fuerza.

—Gracias, Luca. —Mi voz se quiebra un poco, pero no intento ocultarlo.

Él parece sorprenderse al principio, pero rápidamente corresponde al abrazo, sus brazos rodeándome con cuidado, como si supiera exactamente lo mucho que necesito este momento.

—No tienes que agradecerme —murmura, su voz baja, casi un susurro.

Nos quedamos así por un instante, con la brisa fresca de la noche acariciándonos y el sonido de Poe graznando suavemente, como si estuviera aprobando nuestra decisión. Finalmente, me separo, secándome las lágrimas con el dorso de la mano mientras intento recuperar la compostura.

—¿Por dónde crees que deberíamos empezar? —pregunto, mi voz más firme esta vez.

Luca sonríe levemente, inclinando la cabeza hacia la casa.

—Por lo que encontraste primero. La carpeta. Y después, cada rincón que pueda haber pasado desapercibido.

Asiento, sintiéndome más animada ahora que sé que no estoy sola en esto.

—De acuerdo. Mañana temprano.

—Perfecto. —Su sonrisa se amplía un poco, y hay algo en ella que me hace sentir una extraña mezcla de calma y fortaleza.

Poe emite otro graznido, rompiendo el momento, y ambos nos reímos suavemente.

—Será mejor que entres. Es tarde, y tú también necesitas descansar —dice Luca, dándome un último vistazo, como si quisiera asegurarse de que estoy realmente bien.

—Sí, tienes razón. Mañana.

Él asiente y se gira para marcharse, pero no sin antes lanzarme una última mirada desde el borde del camino.

—Buenas noches, Lili.

—Buenas noches, Luca.

Lo veo desaparecer entre las sombras del bosque, y por primera vez en mucho tiempo, siento que mi corazón va a destrozar mis costillas.

La casa está en silencio, salvo por el crujido ocasional de la madera al asentarse y los leves graznidos de Poe, que parece medio dormido en el respaldo del sofá. Me recuesto en la cama, pero mi mente no para. Los guantes. La carpeta. La idea de que Ian pudo haber estado aquí, viviendo entre estas mismas paredes. No puedo dejarlo pasar.

Me levanto, poniéndome una sudadera sobre el pijama, y cojo una linterna pequeña. No quiero encender las luces; hay algo en la penumbra que hace que esta búsqueda se sienta más auténtica, como si estuviera siguiendo los pasos de Ian.

El escritorio de mi abuelo está en la esquina del estudio, donde la luz de la luna se filtra a través de las ventanas, dándole un aspecto casi fantasmal. Poe, que se ha despertado, me sigue, saltando de un mueble a otro, como si entendiera que algo importante está por suceder.

Sostengo la carpeta entre mis manos, sintiendo el peso del cuero desgastado. Aguanto la respiración antes de abrirla de nuevo. Hay facturas viejas y notas escritas a mano, casi todas con la letra de mi abuelo. Pero al pasar las hojas, algo diferente llama mi atención: un mapa. Es pequeño, casi como un esquema, pero reconozco los contornos de Lirium. Algunas áreas están marcadas con círculos y flechas, aunque no entiendo qué significan.

—¿Qué estabas buscando, Ian? —susurro, pasando los dedos por los trazos.

Sigo revisando la carpeta y encuentro algo más: un trozo de papel doblado entre las páginas. Lo abro con cuidado y veo un mensaje breve, escrito en una letra que no reconozco.

"Nos vemos en el mirador cuando sea seguro. No traigas a nadie."

Mi corazón da un vuelco. El mirador... ya he estado allí. ¿Ian también? ¿Quién le escribió esto?

Poe emite un graznido, como si quisiera apurarme. Dejo el mensaje en su sitio y cierro la carpeta, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Algo está sucediendo, algo que no logro conectar del todo, pero que está más cerca que nunca.

Mientras vuelvo al dormitorio, un pensamiento cruza mi mente: no estoy sola en esta búsqueda. Luca estará conmigo mañana, y eso, por alguna razón, me reconforta.

Me recuesto en la cama, mirando el techo mientras escucho el viento en los árboles. La imagen de Ian no se va de mi cabeza, pero ahora está acompañada por una nueva sensación: esperanza.

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