Capítulo 13
La casa está en completo silencio. Solo el leve sonido de las hojas agitadas por el viento se cuela por la ventana. Poe está dormido, acurrucado entre los cojines. Me acomodo en el sofá, con una manta sobre las piernas y Rebecca en mis manos, la tenue luz de la lámpara proyectando sombras suaves en las paredes de madera.
Paso las páginas, dejándome envolver por la historia, por la forma en que la protagonista parece atrapada en un lugar que la intimida y la atrae al mismo tiempo. La mansión de Manderley, los secretos que guarda, la imponente sombra de Rebecca... Es como si los detalles de la novela y la atmósfera que me rodea se fusionaran, llevándome a pensar en mi propia llegada a Lirium y en los secretos que también parece guardar este pueblo.
Me pierdo en una frase que describe a la protagonista: "A veces se sentía como si no encajara en ningún lugar, como si los fantasmas de un pasado que no era el suyo la observaran desde las sombras..." Me detengo un momento, pensando en lo mucho que esas palabras parecen resonar en mí.
Al llegar aquí, estaba convencida de que encontraría respuestas. O al menos, de que tendría el espacio para descubrir quién soy sin todo lo que dejé atrás. Sin embargo, hay momentos en los que me siento igual que la protagonista de la novela: desplazada, una desconocida en una historia que apenas empiezo a comprender.
Suspiro, apartando la mirada del libro y observando la penumbra de la habitación. Es curioso cómo este lugar, tan acogedor y familiar por ser la casa de mi abuelo, aún me hace sentir como una extraña. Supongo que es porque, en realidad, también soy una extraña para mí misma.
—¿Qué opinas, Poe? —susurro, dándome cuenta de que su presencia me reconforta más de lo que pensaba. Es como si él también fuera un reflejo de esta casa: una criatura herida, que ha encontrado un refugio temporal para sanar.
El cuervo ladea la cabeza, como si entendiera mis palabras, y me suelta un pequeño graznido a modo de respuesta. Me río suavemente y vuelvo a la lectura, aunque mis pensamientos siguen divagando.
Pienso en la conversación de esta tarde con Victoria. Su propuesta de enseñarme a coser, de compartir conmigo algo que le apasiona, me hizo sentir que, por fin, estoy formando una conexión aquí. Por primera vez en mucho tiempo, alguien se ha tomado el tiempo de conocerme, de mostrar interés en mí sin juzgarme ni exigir nada a cambio. Y eso me da una especie de paz, un alivio inesperado.
Cierro el libro y me recuesto en el sofá, escuchando el viento que parece recorrer el bosque alrededor de la casa. Me pregunto qué diría mi familia si me viera ahora, buscando respuestas en un lugar tan alejado de ellos, en un mundo que parece tener su propio ritmo y sus propios secretos.
Quizás Lirium sea exactamente lo que necesito. Un lugar donde nadie me conoce, donde los días se sienten más largos y tranquilos, y donde tengo el tiempo, finalmente, para descubrir quién soy y qué quiero.
Me acomodo en el sofá, lista para dejarme llevar por el sueño, cuando escucho un ruido en el exterior, algo que no pertenece al sonido del viento ni al crujido de la casa. Me incorporo lentamente, mis sentidos alerta. El silencio vuelve, pero mi corazón late con fuerza.
Miro hacia la ventana, y ahí, en la penumbra, veo una figura. La sombra se mueve, y en un breve parpadeo me doy cuenta de que alguien me está mirando, observándome desde el otro lado del cristal. Me quedo paralizada, el miedo helándome la piel, sin saber si estoy viendo bien o si es un juego de mi imaginación.
Pero no. La figura está ahí, en la penumbra, con los rasgos ocultos por la oscuridad, pero lo suficientemente cerca como para que note que se trata de una persona.
Un escalofrío recorre mi cuerpo y, en un acto reflejo, me pongo de pie rápidamente, y mi movimiento parece asustar a la figura, que de inmediato sale corriendo hacia el bosque. No tengo ni un segundo para reaccionar; mis manos están temblando mientras busco mi teléfono, tratando de calmarme lo suficiente como para llamar a la policía.
—¿Policía? —Mi voz suena más temblorosa de lo que quiero—. Hay... había alguien en mi casa, vi a alguien en la ventana. Estoy sola y... creo que salió corriendo hacia el bosque.
La voz al otro lado de la línea me asegura que enviarán una patrulla de inmediato. Trato de tranquilizarme, respirando profundamente, aunque mi corazón sigue golpeando con fuerza en el pecho. Me siento pequeña en esta casa, rodeada por la inmensidad del bosque y el misterio de la noche.
No pasan más de diez minutos antes de que las luces de una patrulla iluminen la entrada. Los faros de la policía atraviesan la oscuridad, llenando el lugar de destellos que parpadean sobre las paredes de la casa, y escucho el sonido de los pasos firmes de los agentes que bajan de la patrulla.
Uno de los policías, alto y serio, se acerca a la puerta mientras el otro empieza a rodear la casa con una linterna en mano, revisando cada rincón de la propiedad.
—¿Está usted bien, señorita? —me pregunta el policía, y trato de asentir, aunque sé que mi expresión aún muestra el miedo que sentí hace unos minutos.
—Sí... estoy bien. Solo... no sé quién era. Lo vi en la ventana, pero se fue corriendo hacia el bosque en cuanto se dio cuenta de que lo había visto.
El oficial asiente, tomando nota de mis palabras, y yo observo cómo su compañero sigue inspeccionando la zona, su linterna moviéndose entre las sombras. Escucho voces afuera, y en un momento veo que el otro policía está hablando con alguien, y al acercarme un poco me doy cuenta de que, al borde de la propiedad, están Luca y Dante. Han aparecido de la nada, y noto en sus rostros una mezcla de preocupación y alerta.
Dante es el primero en acercarse, con una expresión seria que no le había visto antes.
—¿Estás bien? —me pregunta, y su tono tiene una firmeza que me hace sentir un poco más segura, aunque aún estoy temblando.
—Sí, pero... no sé quién era. Vi a alguien en la ventana, y luego desapareció en el bosque.
Luca me observa con la mandíbula tensa y el ceño fruncido.
—Vimos las luces de la policía desde el camino. —Su voz es más grave que normalmente—. ¿Tienes alguna idea de quién podría ser?
Niego lentamente, mirando hacia la oscuridad del bosque, intentando sacudirme la sensación de ser observada.
—No, no tengo ni idea. Fue... todo tan rápido.
Uno de los policías se acerca, y su expresión nos confirma lo que temía.
—No encontramos a nadie en las inmediaciones, pero mantendremos una patrulla cerca. Quizá fue alguien que pasó por aquí sin intenciones reales, pero si vuelve a ver algo extraño, no dude en llamarnos de nuevo.
Asiento, agradecida pero aún temblorosa. Dante y Luca permanecen a mi lado, observando cómo la policía revisa la zona una última vez antes de volver a la patrulla. Las luces de los faros iluminan el bosque una última vez antes de que desaparezcan en la distancia, dejando la casa sumida de nuevo en el silencio nocturno.
Me doy cuenta de que estoy aún sosteniendo el borde de mi bufanda, como si fuera una cuerda de la que me aferro para no perderme en el miedo. Dante lo nota y me lanza una sonrisa, pero su tono sigue siendo serio.
—Lili, ¿quieres que nos quedemos un rato? Podemos asegurarnos de que todo esté en calma antes de que te quedes sola.
Luca asiente, su mirada ausente.
—Podríamos revisar el perímetro, ver si hay algún rastro o algo que nos diga quién estuvo aquí —propone, mirando hacia el bosque con una expresión pensativa.
Me siento algo más tranquila, agradecida de que estén aquí conmigo.
—Gracias... de verdad —murmuro, y aunque trato de sonreír, sé que mi expresión aún refleja el susto que me llevé.
Los observo mientras empiezan a revisar los alrededores de la casa, sus linternas brillando en la oscuridad. Luca se acerca al borde del bosque, iluminando la zona donde vi desaparecer a la figura. Examina el suelo con la linterna, con una calma que parece casi meticulosa. Dante, por su parte, revisa los alrededores de la ventana, su expresión seria y atenta. A diferencia de su actitud despreocupada habitual, esta noche parece completamente enfocado.
Después de unos minutos, Luca se gira hacia mí y se acerca lentamente.
—Parece que hay algunas pisadas aquí, pero con la oscuridad y el terreno húmedo, no podemos ver mucho más —dice, señalando una leve huella en el suelo, apenas visible a la luz de su linterna—. Puede que no haya sido más que alguien de paso... aunque no tiene sentido que estuviera tan cerca de tu ventana.
Dante se cruza de brazos y frunce el ceño, mirándome con una mezcla de curiosidad y seriedad.
—¿Seguro que no has notado nada extraño antes? —pregunta con voz firme, sin intención de ocultarlo o suavizarlo—. Alguien que te haya estado observando, algún detalle que se te haya escapado.
Sacudo la cabeza, aún un poco desorientada.
—No, nada... —respondo, mi voz temblorosa. Luego trato de calmarme—. O al menos, nada que yo haya notado. Todo estaba tranquilo hasta que... hasta que vi esa sombra.
Dante y Luca intercambian una mirada, y en sus expresiones percibo una especie de acuerdo silencioso, como si ambos estuvieran preparados para protegerme, aunque apenas nos conozcamos.
Dante parece notar mi inquietud, porque se cruza de brazos y me mira con esa expresión suya, mezcla de confianza y desafío.
—No me gusta cómo te veo, encanto —dice, con un toque de picardía en su voz, pero también con algo genuino detrás—. Si esta casa te da más miedo que comodidad esta noche, podemos quedarnos. Los dos. No sería la primera vez que me acomodo en un sofá incómodo.
Luca se acerca y coloca una mano en mi hombro, transmitiéndome una calidez que me hace sentir un poco más segura.
—Es una buena idea —añade con suavidad—. Podemos quedarnos en el sofá. Así no te sientes sola, y si pasa algo, estaremos aquí.
Miro a ambos, sorprendida por la oferta. La sola idea de no pasar esta noche completamente sola me hace sentir un alivio enorme, pero al mismo tiempo, hay una parte de mí que duda. No quiero imponerme, aunque la calidez de sus palabras me tranquiliza más de lo que esperaba.
—¿Estáis seguros? No quiero molestaros... —murmuro, aunque una parte de mí desea aceptar la oferta sin pensarlo demasiado.
—No es molestia, Lili —responde Luca, su voz tan firme como amable—. Además, estamos más cerca de lo que piensas. Y Dante no exagera con lo del sofá; hemos dormido en peores sitios.
Dante sonríe, como si se sintiera orgulloso de lo que acaba de decir, y me lanza una mirada que mezcla diversión y seriedad.
—Exacto. Además, no sería un gran protector si te dejo aquí después de algo como esto. Así que, ¿qué dices? —me pregunta, inclinando la cabeza ligeramente mientras me observa con esos ojos oscuros que parecen siempre al borde de un desafío.
Siento que la calidez de su presencia, combinada con la serenidad de Luca, llena el espacio que antes estaba ocupado por el miedo. Me doy cuenta de que, aunque llevo poco tiempo en Lirium, hay algo en ellos que me hace sentir que puedo confiar.
—Está bien... Gracias, de verdad. —Mi voz suena más tranquila de lo que esperaba, y les sonrío ligeramente.
—Perfecto —dice Dante, dejando caer su chaqueta sobre el respaldo del sofá como si ya estuviera en casa—. Luca, tú te encargas de buscar algo que podamos usar como almohadas. Yo me aseguro de que esta señorita se sienta como una reina en su propia casa.
Luca suelta una pequeña risa mientras sigue las instrucciones de Dante, y yo no puedo evitar reír también, aunque mi corazón sigue latiendo con fuerza por todo lo que ha pasado.
En cuestión de minutos, ambos han improvisado un pequeño campamento en el salón. Dante se acomoda en el sofá, con las piernas extendidas, mientras Luca se sienta en una de las butacas, apoyando los pies en la mesita de café. Poe, que había permanecido en silencio hasta ahora, grazna desde su rincón, observándolos con curiosidad.
—¿Ese es tu guardián nocturno? —pregunta Dante, señalando a Poe, que parece poco impresionado por la situación.
—Algo así —respondo, sintiendo una pequeña chispa de humor en medio del caos de la noche.
Luca, que había estado observando en silencio, me lanza una mirada tranquilizadora.
—No te preocupes, Lili. Nosotros nos encargamos de cualquier cosa que pase esta noche. Tú intenta descansar, ¿vale?
Asiento y me envuelvo en mi manta, sentándome en el sofá junto a Dante antes de levantarme y dirigirme hacia mi habitación. Mientras cierro la puerta, escucho el bajo murmullo de sus voces hablando entre ellos, y siento cómo el miedo comienza a disiparse.
Por primera vez en la noche, me recuesto en la cama con la sensación de que no estoy sola, y de que, pase lo que pase, hay personas aquí dispuestas a protegerme.
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