6
El Primo ahora estaba en el reclusorio. La única visita que recibía, además de su abogado, era la de su enfermera, Rosa. La sonrisa del Primo siempre se alargaba cada vez más que le veía.
— Rosa... —suspiró El Primo al verla una tarde— ¿cómo estás?
— Eso no me lo pregunte a mí, Carlos. Usted, ¿cómo está? ¿Se siente bien? —sonrió ella tanto como él.
— Muy bien, pese a las circunstancias... Pronto saldré, limpiaré mi nombre y Emiliano también —Rosa frunció su entrecejo y dejó atrás su sonrisa.
— ¿Estás seguro que Emiliano no es culpable? Él huyó. Tú no. ¿No te parece extraño?
— Emiliano huyó porque el licenciado Byron se lo aconsejó. No quiero hablar del tema, hablemos de otra cosa...
Rosa no tocó más el tema. Pero no soportaba que El Primo esté pagando por los actos de otro.
Hablando del "otro", Poco no tardó en enterarse que encarcelaron a su mejor amigo. Fue un día después de lo sucedido que se enteró por medio de un Café Internet. Empezaba a tenerles pavor a esos lugares, ya que sólo recibía malas noticias. Sus amigos en un reclusorio, no tenía ni un dólar para comer, estaba en el extranjero y huyendo además. Todo iba empeorando.
Poco estaba tan decepcionado que no le animó el toque de puerta que hizo Emz como la mañana anterior. Apenas quiso hablar, pensó en dejarla ahí para que se fuera y no hablarle cruelmente, ella no se lo merecía. Aunque tampoco se merecía que la dejaran parada como idiota. Así que habló:
— Pase... —dijo sin pararse, miraba el techo tan triste que se podía suponer que sufrió una gran pérdida.
— Buenos días, Poco —dijo sonriente Emz con unas flores nuevas en sus manos— ¿cómo amaneció?
— Bien... Digamos... —Emz cambió las flores del pequeño florero que le había regalado. Ella se dio cuenta de inmediato que algo andaba mal, y se sentó en la orilla de la cama.
— ¿Le sucede algo?
— No... —Poco suspiró y se sentó a su lado— bueno, sí. Me llamaron de México... Ya no voy a recibir la lana que me dijeron, mi familia dijo que no podía enviármelo.
— ¿Lana? ¡Ah! ¡La plata! ¿El dinero, es decir, que ya no se va a México?
— No, ya no vuelvo.
Emz se sintió tan mal por dentro, no porque ese mexicano tuviera tan mala suerte, sino porque muy, muy, MUY en el fondo de su corazón, le alegraba que no se fuera tan rápido.
— ¿Y qué va hacer ahora? No tiene trabajo...
— No sé, no sé... —Poco se dejó caer con sus manos en sus cuencas— ya no sé... No sé qué hacer... —Emz se mordió el labio. Sonrió al tener una idea.
— ¿Y si trabaja en el Bar Garibaldi?
— ¡¿Qué?!
— ¡Sí! ¡Como mariachi! ¡Usted puede cantar incluso mejor que Edgar!
— Mire, yo solo canto por hobby, no para ganarme la vida.
— Pero es su última opción, o dígame, ¿de qué más puede trabajar? Porque de mecánico hay muy pocas vacantes.
— Pues no sé, quizá de ayudante de cocina o conserje del bar donde trabaja, no sé... Creo que cualquiera esos puestos, menos mariachi, no estoy hecho para ser cantante profesional.
¿Cantante? ¡Bah! No pasaría de ser un reconocido empresario de México a ser un... un... mariachi.
— Está bien, está bien —Emz negó con su cabeza suspirando— venga conmigo al bar y veremos si don Griff tiene una vacante para usted.
Esa noche, Poco fue a buscar a Emz a su casa. Tocó el timbre a las 7:00 pm., a la hora que Emz le dijo que fuera, y esperó. Quien le abrió no fue su ángel, sino Mortis quien lo miraba con cierta sospecha.
— Buenas noches, joven —le dijo y le lanzó una mirada despectiva.
— Buenas noches, señor Mortis.
— Como que las cosas no le salieron bien, Emz ya me contó lo sucedido.
— Sí... Tal parece que me seguirán viendo aquí por unos días, semanas, meses quizá...
— Y como que se pegó mucho a mi sobrina, ¿no es así? —Mortis ahora rio como si ver a Poco le recordara algo... Mejor dicho, a alguien— yo conocí a un sujeto que se apareció de repente y conquistó el corazón de alguien a quien yo amaba demasiado...
— No, no confunda mis intenciones con Emz. No he sobrepasado su confianza que me da con su sobrina, nos acabamos de conocer y...
— Las mismas palabras —interrumpió Mortis— me dijo el marido de mi hermana menor. Ella cayó en los brazos de un mariachi, ¿y para qué? Pará vivir mal, siendo engañada con mil y una mujeres distintas, llorando todas las noches esperando a su esposo llegará después de dar serenatas, dándole la espalda a todos y a mí.
— Pero no soy mariachi...
— Aunque no lo sea —volvió a interrumpir— Pedro y usted tienen algo en común: los dos son extraños que se aparecieron de la nada. Cuidado con mi sobrina, eso es todo.
— ¡Tío Mortis! —dijo Emz saliendo sonrojada— él y yo no somos nada, deja de molestarlo, y deja de hablar así de mi papá. Vamos, Poco.
El camino al bar fue en silencio, hasta que Poco quiso romperlo.
— Entonces... Su tío pensó que usted y yo... —no continuó esperando respuesta de Emz. Ella puso sus ojos en blanco y bufó.
— Mi tío es muy celoso, lo era con mi mamá, según lo que me contaba mi papá. Y yo, soy su única familiar.
— Ah... ¿Quiere decir que cada vez que la intente visitar debo soportar ese tipo de comentarios?
— Sí, lo lamento, comprendería si ya no quiere verme ni en pintura...
— ¿Realmente vale la pena escuchar esos comentarios con tal de ver a mi ángel de la guarda...? —se preguntó Poco fingiendo que se lo pensaba mucho mirando el techo—. Mmm... Sí, sí vale mucho la pena.
Emz se sonrojó tanto, que se cubrió el rostro con ambas manos. Poco se rio por lo tierna que se veía y pronto llegaron al Bar Garibaldi.
Era temprano, el bar no abría sino a las 9:00 pm., el ensayo iba a comenzar para el grupo de mariachis. Edgar daba órdenes mientras se en tomaban los violines, aunque lo dejó de lado al ver de reojo llegar a Emz con el cliente de la otra noche. Su expresión fue de todo, menos amistosa.
— El bar no recibe clientes hasta las 9:00, mi princesita —le dijo acercándose a ellos. Lanzó una mirada coqueta a Emz y otra de desprecio a Poco. Era impresionante la velocidad en que eso sucedía, era como si ese mexicano despertara un profundo odio en su ser.
— Hoy Poco no viene como cliente, Coloso —le dijo Emz a Edgar— hoy viene a pedir empleo.
— ¿Empleo? —Edgar soltó una carcajada irónica— ¡upa! Además de meterse al bar a tomar, se viene a meter a la tarima.
— No, él no viene como mariachi —defendió Emz— él viene a pedir un trabajo diferente a lo que nosotros hacemos.
— Sí porque para ser un cantante de rancheras, se necesitan pantalones, lo que es aparentemente lo que le falta al éste —volvió a reír—. ¡Gray! ¿Dónde está mi bebida que te pedí?
De inmediato, un mimo vestido de mariachi con una guitarra hizo acto de presencia y le entregó su bebida a Edgar sonriendo. Poco sintió extraño ver a un hombre disfrazado con otro disfraz encima.
"Perdone el retraso, Coloso", puso en un pizarrón que llevaba además de su guitarra.
— Más le vale que no se repita, Mañanitas —dijo Edgar a Gray con ese apodo.
— ¿Mañanitas? —preguntó en voz alta Poco. Emz rio entre sus colmillo y le susurró:
— Ese apodo es por lo tarde que llega a todos lados. De milagro hoy vino antes que usted y yo.
— Un buen apodo de macho, cosa que usted no conocerá nunca, mi apodo no lo tengo solo colgando tampoco —se rio Edgar y se dirigió a los músicos—. ¡Manada, tiene 15 minutos de descanso! Solo porque nuestra princesita le dio por llegar tarde... Mira a quién le pregunta cuáles fueron los cambios que hicimos hoy.
Emz rodó sus ojos. Todos celebraron ese descanso y se fueron a tomar un agua ardiente para empezar bien la noche. Sam y Colt empezaron a jugar dominó, así que Emz se acercó a ellos con una sonrisa. Le dio un beso en la mejilla a los dos a manera de saludo y les presentó a Poco.
— Él es Poco, es amigo mío, vino de México y... —Sam no dejó continuar a Emz y se puso de pie para estrechar la mano de Poco.
— Carnalito, es un placer conocerte —dijo con un fuerte apretón— me gustaría decirte que me alegro encontrarme a otro como nosotros, un mero mexicano —señaló a Colt y éste aguantó la risa por el acento mexicano que estaba imitando su papá.
— Me hace también feliz encontrarme con mi gente, compadre —dijo de veras feliz Poco. Colt no aguantó más y estalló en risas. Lo mismo pasó con Sam y Emz.
— No, ellos no son mexicanos como usted —dijo Emz a Poco—. Colt, "El Mil Amores", es hijo de Sam. A él le decimos "El Sentimental". Son de Medellín.
— Medellín —dijo Colt— de Colombia, y como no somos ricos capitalistas, no andamos viajando de nuestro país a otro —se rio el pelirrojo.
— ¿Ricos capitalistas...? —se confundió Poco.
— Colt es sindicalista —le susurró Emz y Poco asintió comprendiendo—. ¿Puede quedarse con ustedes mientras voy a hablar con don Griff? —les dijo a los dos hombres. Ambos a sintieron e invitaron a Poco jugar dominó con ellos.
Emz fue directo a la oficina, sin embargo, se encontró con Colette en pleno camino. Se chocaron los hombros sin querer y Colette miró con asco a Emz.
— ¿Sabe lo asqueroso que es tocar a los muertos? —le dijo con dramatismo la albina.
— Perdone... —respondió Emz y trató de irse.
— ¿Vino hoy con su mexicano? —hizo que se detuviera.
— No le importa.
— Sí vino con él —Colette rio entre sus colmillos— ¿estar saliendo con dos hombres a la vez? ¡Ja! Eso ni yo lo haría.
Emz ignoró esos comentarios denigrantes y entró a la oficina de Griff. Él estaba llenando unos papeles y esperó a que terminara para hablar.
— Buenas noches, don Griff —dijo ella tosiendo para llamar su atención.
— Buenas noches, Lucerito —la llamó por el apodo que los mariachis le habían puesto— ¿qué se le ofrece?
— ¿Recuerda al mexicano al que le prestamos el teléfono la otra noche? —Griff la miró con sospecha.
— No me diga que quiere que se lo prestemos otra vez...
— No, no es eso —repuso— pasa que necesita empleo y se preguntaba si podía servir en la cocina o de mesero a algo...
— ¿Mesero? Ya tenemos suficientes. En la cocina no hay necesidad de otro.
— Pero lo atracaron hace poco, además que no puede volver a México porque no tiene papeles...
— ¡Aparte de todo es indocumentado!
Emz guardó silencio, ya no tenía ni idea de cómo convencerlo. Hasta que recordó la canción: La Mano De Dios, canción que ella y Poco cantaron frente al retrato de su papá.
— ¿Y de cantante?
— ¿El mexicano canta?
— ¡Sí! Lo escuché cantar una vez, me recuerda mucho a mi papá.
— ¿A su papá? —preguntó asombrado — ¿está segura? ¿No me lo está diciendo sólo para que le dé el empleo?
— No —negó de inmediato— él canta magníficamente. Solo escúchelo, no quedará decepcionado.
Griff se lo pensó unos segundos antes de responder, poniendo más nerviosa a Emz.
— Bien... Prepare a su mexicano —cedió— más le vale que no me haga perder el tiempo. Avísele al Coloso que prepare a los demás mariachis para que lo acompañen a cantar.
— Muchísimas gracias... —ella ya se iba corriendo de la emoción, pero se detuvo en corto al escuchar a Griff.
— Otra cosa... Que El Coloso escoja la canción —Emz tragó en seco y asintió.
Conociendo a Edgar, le escogería a Poco una canción tan complicada que lo haría arrastrarse a sus pies.
No se equivocó en absoluto.
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