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— ¿Cuántas veces le tengo que decir que nada de escándalos dentro del bar? —preguntó molesto Griff a Emz— no me ocacione más problemas de los que ya tengo, Emz.

— ¿Pero cuál escándalo? Yo no hice nada.

— Silencio, ¿o prefiere que se quede sin trabajo? —Emz guardó silencio— esto le va a descontar un día de sueldo. Váyase.

— ¡¿Un día entero, don Griff?!

— Así es, deje de quejarse y váyase.

Emz suspiró de nuevo, resignada. Salió de ahí con lágrimas en sus ojos y se encontró con Peny quien era la administradora del bar.

— ¿Y usted por qué llora? Eso es lo que pasa cuando se mete con un hombre casado, mamita. Más le vale que esto le sirva de lección de vida, para que no se olvide que a veces hay que ubicarse en su lugar y que hay gente que no le conviene.

— Mire, Peny, yo... No necesito que me sermoneen, por eso mejor me voy...

— Cuidado cómo se dirige a mí, niña, que yo estoy sobre todos los mariachis de aquí y por ende, sobre usted.

Ella puso los ojos en blanco y se fue a llorar sobre el comedor que tenían para cenar en el bar. Ahí estaba Sam, el trompetista, también tenía un apodo como casi todos: El Sentimental. A diferencia de la GRAN mayoría, él no era mujeriego y para él solamente existía una mujer: su esposa.

También en la misma mesa, estaba la mesera Tara, quien le leía las cartas a Sam con respecto a su sueño de viajar a México.

— ¿Ya me escuchó, Sam? ¡Este año se va para México! —le dijo con emoción Tara.

— Ajá... —el anciano estaba muy distraído viendo triste a la niña que había visto crecer. Emz seguía sollozando.

— ¡Sam!

— ¿Qué sucede, Tara?

— ¡Qué este es el año, se va para México!

— ¡¿En serio?! ¡¿Escuchaste, Emz?! ¡Este año me voy para México! —Emz sorbió su nariz y asintió.

— Sí, sí lo escuché. Me alegro por usted, se lo merece, Sam —respondió. Justo en ese momento apareció Edgar, y la miró con disgusto cuando notó sus lágrimas.

— Yo se lo advertí, mi princesita —le recriminó y se sentó a su lado— ¿no le dije? ¿No le dije que mantuviera a raya al inepto de Bull?

— Por favor, Edgar, guarde silencio. No es su problema —El Coloso frunció su ceño.

— Mi princesita, le voy a dar un consejo: a la próxima, quiero que me ponga a un rival de verdad. No quiero otro doctorcito Blanco, yo quiero un hombre de verdad que me dé la talla —lo decía con mucho orgullo, él de verdad creía que Emz era de su propiedad.

— Le recuerdo que no soy nada suya.

— Todavía no —hizo ese comentario como si fuera un recordatorio— pero es solo cuestión de tiempo, para que se dé cuenta que el hombre de sus sueños y anhelos, soy yo.

Emz rodó sus ojos.

— Y te voy a enseñar a querer, porque tú no has querido —cantó la icónica parte de la canción de José Alfredo Jiménez—. Ya verás lo que vas a aprender, cuando vivas conmigo.

Y se fue riendo triunfante, como si con eso se hubiera ganado el corazón de Emz. Cuando Emz, en realidad, solo le dio asco y puso sus ojos en blanco.

Mientras que, en la ciudad de México, se encontraba el comandante Rico buscando un automóvil con dinero y al que no tardó en encontrar. Ese dinero, más que evidente, era dinero lavado. Era un auto amarillo que venía desde los Estados Unidos y tenía entre la funda mil millones de dólares. Cuando lo encontraron, buscaron la empresa a la que pertenecía. La empresa se llamaba: AutoSservicios.

Era la empresa de Emiliano.

Aunque, la empresa no solo era manejada por Emiliano, sino también de sus amigos: Buster, Byron y... Fang.

Ellos tres se dedicaron todo el tiempo a lavar dinero con la empresa de Emiliano.

Lo usaron. Así de simple.

Pero él no lo sabía, obviamente.

— Debemos buscar a todos los involucrados, teniente Piper —dio la orden a la rubia y joven policía.

— Sí, mi comandante —contestó contenta por el gran hallazgo de su oficial al mando. Se sentía muy orgullosa.

La mejor manera de atacar era infiltrándose en la despedida de soltero que tendría Fang. Todos estaban en el edificio principal de la empresa de Emiliano (menos Byron, ya que no pudo llegar), y ya estaban a punto de llegar las mujeres de dudosa reputación que habían contratado.

Ahí es donde entraba la policía.

Piper se estaba arreglando en una patrulla con ropa muy corta. Estaba sonrojada por la pena que le causaba usar ese tipo de vestimenta. A su lado estaban otras dos oficiales.

— ¿Ya están en posición, teniente? —preguntó el comandante Rico por el Woki Toki.

— Sí, mi comandante —respondió también por el Woki Toki—. ¡Ay! Se me ven los kilos que subí... —Piper encendió molesta de nuevo el Woki Toki—. ¡Comandante! Ésta me la debe y en grande, ¿me oyó?

— Sí, sí la escuché, teniente Piper —Rico rodó su ojo.

La patrulla entró y todos aplaudieron e hicieron comentarios un poco subidos de tono cuando salieron las policías con su ropa escotada y bastante atractiva. Empezaron a bailar al ritmo del saxofón.

— Escoje la que quieras, Fang —dijo Buster dándole un golpe en la espalda a su amigo.

— Tú puedes escoger a la quieras, Fang —dijo Emiliano con una risa— menos a la del medio —se refirió a Piper—. ¡Porque esa gordita gringa de en medio es para Bustercito!

Todos rieron ante ese comentario, menos las oficiales quienes miraron preocupadas a Piper y ella fue a la que menos risa le dio ese chistesito.

Entonces, Emiliano se llevó a su mejor amigo Carlos a un lugar más privado para platicarle de algo que según él era importante.

— ¿A dónde vamos? Hay tres mujeres allá abajo y tú... ¿Te quieres meter a revisar papeles? —rio El Primo. Ambos llegaron a la oficina de Emiliano.

— Es que es importante —rio también Emiliano— ¿viste el coche amarillo que está allá afuera?

— ¿Ajá? ¿Qué tiene de especial ese carro?

— ¡Qué es tuyo!

— ¡¿Cómo?! ¿Mío...?

— Sí, es tuyo. Firma este documento y es de tu propiedad, Primo.

— Emiliano, yo... no sé cómo agradecerte.

— No debes agradecerme nada, solo firma y es todo tuyo, amigo mío —El Primo sonrió y no dudó ni un segundo en firmar. Se dieron un abrazo y decidieron volver, pero fue entonces cuando escucharon que se estaba formando un escándalo en donde se encontraban todos los hombres con las "stripers" en plena despedida.

Se encontraron a la muchacha que Emiliano había tildado de "Gordita Gringa" apuntando con un arma real a Buster.

— ¡Las manos sobre la cabeza! —dijo con voz amenazante la rubia y lo empujó contra el muro con una patada justo en la espalda con su tacón negro.

— Bueno, ya, ya... Ya estoy aquí —dijo Buster obedeciendo.

Emiliano y Carlos se miraron el uno al otro confundidos. Entonces, Fang les hizo señas para que salieran de ahí. Los dos corrieron en dirección a Fang.

— ¿Qué está sucediendo? —preguntó Carlos.

— Las stripers son policías reales —respondió Fang y El Primo lo vio con obviedad.

— De eso ya nos dimos cuenta... ¿Pero qué hacen aquí? ¿Y por qué arrestan a Buster?

— No tengo tiempo para explicar —decía con voz agitada Fang— ¡váyanse!

— ¿Por qué nos vamos a ir? El que nada debe, nada teme —replicó Emiliano.

— Llama a Byron, él te explicará. Váyanse, a menos que quieras que te lleven preso, Emiliano.

Emiliano se espantó. ¿Él? ¿En la cárcel? ¡Imposible! Nunca hizo nada ilegal. El Primo se preocupó por su mejor amigo y ambos llegaron a la conclusión que sí, tal vez era mejor que se largaran de ahí. Pronto se arreglaría la situación. Más con un excelente abogado como lo era Byron.

Salieron huyendo de ahí. Se subieron a un taxi esperando encontrarse con Byron después de que Emiliano lo llamara. Así lo hicieron en su apartamento y Emiliano quería respuestas de inmediato.

— Dime, ¿qué es lo que he hecho mal? —preguntó Emiliano— ¿de qué me acusan para que llegue la policía?

— Emiliano... —Byron tomó aire— te están acusando de ser cómplice en un lavado de dinero.

— ¡¿Qué?! —exclamaron Emiliano y El Primo.

— ¡Yo soy inocente! —volvió a exclamar Emiliano.

— ¡Emiliano es incapaz de hacer algo así! —lo defendió El Primo.

— Las pruebas dicen todo lo contrario —se excusó Byron—. Emiliano, las pruebas son contundentes. ¡Ya las investigué!

— ¿Pero me acusan de qué...? —susurró Emiliano— ¡no hice nada, maldita sea!

— Escucha, lo mejor será que salgas del país ahora mismo.

— ¿Salir de México?

— ¡Sí! Vete del país, ¿por qué no vas a Brasil? ¿No tenías un viaje programado para allá?

— Sí, pero es para la próxima semana...

— Toma el primer vuelo que se te presente y sal de inmediato.

— Pero, Byron... —se interpuso El Primo— ¿no crees que las cosas van a empeorar si Emiliano huye?

— ¡Por supuesto que no! Es mejor que se vaya y yo me encargaré de limpiar su nombre. Será por su bien: estar fuera del país por unos días y que su abogado se va a encargar de todo.

— ¿Estás seguro? —volvió a preguntar El Primo no confiando mucho en Byron.

— Sí lo está —dijo Emiliano— es mi mejor abogado, confío plenamente en él y si dice que es mejor que me vaya, pues es lo mejor. ¡Taxi!

Emiliano volvió a tomar el taxi y se fue al aeropuerto. Ya ahí, no habían vuelos para Brasil a esa hora, por lo que tuvo tomar un vuelo a Colombia y después, desde Colombia tomaría otro vuelo a Brasil.

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Tenía completo el capítulo y dije: por qué no publicarlo? Jajajaj bueno, espero que les haya gustado y que lo estén disfrutando. Les mando un abrazo desde Guatemala y espero se la estén pasando genial en diciembre. Ya saben, martes y sábado un nuevo capítulo :D

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