Capitulo Único
-Adivina quién ha venido a visitarte, Imara -escucho cómo mi hermana cierra la puerta principal tras de sí.
-¿Quién, quién? -se acerca una voz infantil desde el pasillo hasta que la pequeña figura de una niña despeinada con cinco años de edad y un uniforme con las faldas de la camiseta libres, me mira con sus grandes ojos verdes y no pasa mucho tiempo para que corra hacia mí con los brazos abiertos de par en par y una sonrisa chimuela.
-¡Tía Irena!
-Hola Imara -la levanto envuelta en un abrazo mientras ella ríe-, ya era hora de venir a visitar a mi sobrina favorita ¿No crees?
-¡Sí! -proclama alegre.
. . .
-¿Cómo te fue en la escuela, Imara?-le pregunto mientras le coloco su frazada de Oswald, el conejo de la suerte.
-Bien, nos hablaron sobre por qué el mar es azul, pero no entendí muy bien. -habló dudosa al tiempo que yo encendía la pequeña lámpara de la mesita- Tía Irena, ¿por qué el mar es azul?
La miro sin saber qué decir, sus ojos verdes brillan entre la oscuridad de la habitación.
-Bien, pues, verás, esa respuesta es algo complicada y yo no... -su mirada se une con la mía, sus ojos emanan curiosidad, supongo que no veo por qué no darle una repuesta- yo no sé si será buena idea contarte esa historia. ¿Sabes? Es cosa de mayores-hablo mirando el techo causando exactamente la impresión que deseaba en mi sobrina.
-¡Dime! ¡Por favor! -suplica ella- Ya soy grande, puedo escuchar cosas de mayores.
-Bien, supongo que ya que eres una niña grande, no hay problema.-Me siento a un costado de la cama y le sonrío...
«-Hace muchos años, el cielo y el mar estaban unidos, nada los podía separar. Ellos estaban enamorados. El cielo se pintaba de muchos colores para el mar, y en él, se reflejaban cada uno de ellos; juntos, eran hermosos, se volvían infinitos. Durante las noches, no había qué temer, ya que las estrellas se unían para danzar creando constelaciones de todas la formas imaginables. Ellas eran tan brillantes que ni el sol se atrevía a asomarse por su fuerte fulgor. Todo esto, mientras el cielo y el mar las observaban alegres; la vida para ellos era perfecta, hasta que la tierra ya no quiso ver lo felices que eran. Celosa, la tierra se volvió más pequeña, llevándose consigo al mar. Ahora el cielo estaba muy lejos de su amado, triste, se arrancó sus colores, quienes huyeron, ya no había razón por la cual debían adornar al cielo.
-Si el mar no está ahí para hacerlo feliz, ¿quién lo hará? -dijeron mientras se alejaban. Solo un color se mantuvo quieto mientras sus compañeros se alejaban de él: el azul. No quiso marcharse, ya que es más conocido por ser la imagen de la tristeza. El pintó con su ser todo el cielo, representando su agonía y soledad. El cielo y el mar nunca se volvieron a unir, lo único que les quedaba debido a su lejanía era observar las estrellas danzar, pero incluso ellas parecían haber perdido su brillo. Ya que el mar también estaba triste, empezó a reflejar la tristeza de ambos volviéndose azul incluso en sus profundidades.
Solo en pocas ocasiones, después de ver al cielo llorar causando la lluvia, los colores se reunían para abrirse paso en el potente azul, creando un denso, pero hermoso arcoíris para alegrar al cielo y al mar. Es solo entonces, que ambos vuelven a ser infinitos, solo ahí pueden amarse y sentirlo como la primera vez. El mar es azul porque está feliz de representar el amor que les queda a ambos, es azul, para ser uno con el cielo otra vez.»
. . .
Fue entonces cuando ella volvió a mi mente, y recordé que se había ido; ella habría amado esta historia: nuestra historia.
. . .
-Mami, ¿la tía Irena me puede llevar a la escuela hoy? -oí decir a Imara mientras yo le servía leche en su cereal. Miré a mi hermana para saber su respuesta y ella me miró a mí.
-Lo lamento, cariño, pero tu tía está muy cansada por el viaje y está de vacaciones, mejor déjala descansar, ¿sí?
-No hay ningún problema. En realidad quisiera volver a ver la vieja escuela. Yo la llevaré, tranquila -mi hermana lo pensó unos segundos y luego asintió.
. . .
Creí que la encontraría ahí, pero nunca volvió.
· · ·
-Tía Irena, ¿por qué el mar y el cielo se enamoraron? -volteé hacia Imara confundida- ¿Por qué no? -la cuestioné.
-Es que, no lo sé, creo que eso es imposible porque el mar es solo agua y el cielo es, bueno, pues no está vivo, así que no puede ser posible que se amen.
Miré a mi sobrina confundida, ella es muy joven, ¿cómo es posible que a tan corta edad no crea en el amor?
-Bien, dime, Imara, ¿los animales están vivos?
-Sí
-Muy bien, ¿y las plantas?
-Mmm -lo pensó dudosa- sipi.
-Excelente, ahora dime, ¿las plantas se mueven?
-No, creo que no
-¿Las has visto hablar? ¿Comer?
-No.
-Ahora, las plantas están vivas, ¿no? Tú lo sabes, yo lo sé, todos lo saben, pero dime, si las plantas no se mueven ni hablan, al igual que el cielo y el mar e incluso la tierra, ¿cómo me puedes asegurar que no están vivos?
No hubo respuesta.
· · ·
Amelia...
No podía dejar de pensar en ella, se suponía que los años de psicología servirían, pero me encuentro aquí nuevamente, justo donde la esperaba, justo donde supe que no volvería, justo cuando supe que la había perdido y no la recuperaría.
Me encontraba observando el cielo desde el tejado de la antigua casa de mi familia. Yo salí de casa a temprana edad por mis problemas, así que mi hermana la heredó de mis padres. Solo hacían falta unos minutos para que iniciara lo que sería un hermoso atardecer. Recordaba cuando subía a escondidas usando la vieja escalera de mi padre, siempre acompañada de mi mejor amiga Amelia. Ella y yo éramos las mejores. Una vez que estábamos juntas nada nos podía separar, normalmente se dice que los hijos vuelven locos a los padres, pero nosotras casi incendiamos el vecindario en un par de ocasiones: hasta los vecinos fruncían el ceño al vernos.
Justo ahora, no sé cómo debería sentirme, mientras observo el cielo oscurecer es como si nuestro pasado se olvidara. Ya nadie la menciona, es como si nunca hubiera existido. Me pregunto, ¿hablarán de mí una vez que me haya ido? Es más probable que nunca lo sepa, pero creo que ya no importará, tan solo espero encontrarme con ella luego del dolor, para poder querernos por siempre, creando universos y mudando los colores más hermosos, mientras reímos alegres, como lo éramos antes, como debimos serlo siempre...
Doy un paso al frente, un poco más cerca del borde del tejado.
Nunca podré olvidar nuestras risas mezcladas, al igual que siempre recordaré nuestras travesuras, las ocasiones en las que cantábamos hasta quedar sin voz, nos desvelábamos hasta morir, el cómo le cantaba sus canciones favoritas camino a la escuela desde el otro lado de la calle, sus expresiones, su sonrisa, sus abrazos, incluso creo poder recordar su fragancia, ese olor a canela se apodera de mis fosas nasales otra vez.
Me coloco de espaldas al vació.
Como ahora, sé que ella adoraría observar el cielo conmigo justo ahora, ella diría que es hermoso, ella me abrazaría, ella me diría que todo va a estar bien. Si pudiera, ella no habría muerto en ese accidente.
Cierro los ojos.
Sé que me está observando desde el ya estrellado cielo, daría lo que fuera por tenerla a mi lado como antes, quisiera ser infinita a su lado.
· · ·
Ahora la brisa me abraza, es un aroma hermoso, tan familiar, lo que ven mis ojos es una vista fantástica, las estrellas han vuelto para festejar y ella me observa desde las alturas con una sonrisa; una vez en sus brazos, ya no hay nada a nuestro alrededor, solo nosotras, por siempre, mientras yo me vuelvo el mar y ella el cielo.
A mi amiga, a quien extraño más que nada en este mundo.
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