Capítulo 17
—Day... —llamó Nolan.
Ella caminaba de un lado a otro en su habitación, respiraba entrecortado y frotaba sus manos, frenética.
—Dios mío, ¿en qué estaba pensando? Van a hablar, van a hablar... —repetía por quinta vez esa noche.
—Day... —llamó con paciencia.
—Estoy enloqueciendo, sí, no hay otra explicación. Van a hablar, van a hablar...
—Day —dijo con firmeza, intentando captar su atención, pero ella continuaba balbuceando, sin parar de andar de aquí para allá.
Nolan se puso de pie, se acercó a ella, la observó, desquiciándose sin parar de repetir lo mismo, la detuvo por los hombros, y la besó.
Retiró el rostro y observó su semblante turbado.
—Van a hablar, Nolan. ¡Van a hablar! —dijo en un hilo aterrado, y él volvió a besarla.
—Tranquilízate —murmuró junto a su boca.
—No puedo —confesó fracturada—. La he cagado. La he cagado durísimo.
—Day, ya basta. Así no vas a llegar a ningún lado.
Dejó caer la cabeza en su pecho y se permitió llorar, presa del estrés.
—Perdóname —lloriqueó entre sus brazos.
—Por lo único que deberías disculparte, es por no contarme lo que te estaba pasando.
Besó su coronilla y acarició su espalda, de arriba a abajo.
—No podía —dijo en un lamento—. Fui ya la que alentó a que continuaras con las mentiras...
—¿Y qué? La gente puede cambiar de opinión.
—No cambié de opinión. Pero es que esa tonta... Esa... —gruñó molesta—. Pavoneándose por ahí, diciendo que eras suyo, inventando una sarta de tonterías...
Nolan no pudo contener la carcajada enternecida que liberó. Acarició su rostro con los pulgares y le sonrió.
—Por si no te había quedado claro, soy tuyo.
Resopló derrotada y cerró los párpados.
—Ya lo sé... —confesó agotada.
—¿Sería mucho pedirte que me cuentes la próxima vez que te sientas mal por algo? Incluso si son celos irracionales.
—No eran... —se apresuró a responder a la defensiva, pero se quedó callada, avergonzada—. No vale la pena que lo niegue. Sí, fui una irracional.
—Así es —dijo divertido—. Pero han sido los celos más deliciosos que he visto.
Y adornó su confidencia con unos besos húmedos en su cuello.
—Nolan... Tenemos que pensar qué hacer...
—Mmm... —respondió despreocupado, mientras lamía el camino hacia sus pechos.
—Nolan, por favor.
Retiró su rostro, mordiéndose el labio inferior, como si le costara contener las ganas de besarla. Le sonrió satisfecho, y le acarició una mejilla.
—Ya lo tengo solucionado —anunció con picardía.
—¿Qué?
—Quizás no vaya a encantarte la idea, pero dadas las circunstancias desesperadas...
—Tengo miedo —dijo insegura.
Y tuvo más miedo cuando vio a Miles atravesar el arco de la cafetería, donde se reunían siempre para planear el altercado de la boda.
—¿Miles? —cuestionó Jessica a su lado.
—¿Qué hay? —saludó despreocupado, dejando caer su fornido cuerpo en una silla, que bajo él, lucía diminuta.
—¿Vas a ayudarnos con la boda de mi padre? —preguntó Day incrédula.
—¡Oh no! Ni loco —respondió confiado—. Yo voy a ser tu novio.
Day frunció su rostro en una mueca que hizo reír a Nolan. Jessica bailó la mirada de uno en uno, como si de pronto todos hubieran enloquecido.
—Miles se hará pasar por tu novio para evitar sospechas —explicó Nolan con paciencia.
—¿Cómo va a evitar sospechas? Si todos los vimos succionarse la cara a medio entrenamiento.
—Lo mismo dije yo —bromeó Miles—. ¡Qué espectáculo!
—Cierra la boca —sentenció Nolan—. Diremos que fue un reto.
—No estoy entendiendo nada —interrumpió Day.
—Nolan piensa decir que yo llevo la vida tras tus piernas flacuchas, y al negarme hacer algo para ganarme tu ñoño corazón, quisieron tocarme las pelotas dándome celos entre ustedes.
—Las ofensas están de más —señaló Nolan irritado.
—O sea... ¿Qué besas al interés de tu amigo para forzarlo a actuar? —cuestionó Jess ofendida—. Es la idea más tonta que he escuchado.
—La mente de los machos es un misterio —bromeó el moreno.
—La mente de los machos es una mierda —respondió ella.
—Nadie va a creernos esa tontería —dijo Day.
—Quizás no, quizás sí —analizó Nolan—. Pero es mejor que dejar las cosas como están.
Day liberó el aire con frustración, insegura de esa decisión.
—Oye, estoy haciendo un esfuerzo aquí —replicó Miles—. ¿Sabes cuántas chicas van a parar de atenderme por considerarme un hombre comprometido?
—Cerdo —escupió Jess, llevándose una simétrica y orgullosa sonrisa del moreno.
—S-Supongo que sí... Es mejor que nada —admitió Day con hombros caídos.
—Tío... —rezongó Miles—. Mira lo que me haces hacer, rogarle a una chica para que salga conmigo. Qué ofensa.
Nolan le dio un manotazo en la cabeza.
—No vas a salir con ella, imbécil.
—Ya lo sé, caradura. Qué carácter...
Jess contuvo una carcajada.
—Entonces, ¿estás de acuerdo? —cuestionó Nolan.
Day asintió, encogiendo un hombro, insegura.
—Bien. Porque ya hicimos correr el chisme —anunció tajante, llevándose una mirada filosa y fulminante de Day—. No me mires así, había que moverse rápido antes de que el chisme llegara a oídos de nuestras madres.
—Dios... —dijo Jess—. Esto es un caos.
—Lo es —confirmó Miles—. Pero bueno, ¿al menos van a contarme desde hace cuanto están juntos?
Nolan puso los ojos en blanco y Jessica reventó una carcajada.
—Yo te lo cuento otro día con algún trago —anunció Jess.
—¿Me estás invitando a salir, rojita?
Hizo una mueca de desprecio y le alzó el dedo medio como respuesta.
—Voy por café —anunció Day con frustración, y Nolan le siguió los pasos.
En el mostrador y con la seguridad de estar junto a personas que desconocían su situación, enredó el brazo en su cintura y le besó un hombro, a lo que ella se tensó y miró para todos lados.
—¿Estás seguro de que podemos confiar en él?
—Lo estoy, ¿no confías en Jessica?
—Claro, pero es que Miles se ve tan...
—¿Imbécil? —ella asintió con una mueca—. Oh, lo es. Es un completo imbécil. Pero un imbécil leal, y es mi amigo desde siempre.
—Lo sé, pero no es lo mismo... Nunca lo has llevado a casa.
—¿Para qué escuche a mamá quejarse de los hombres a cada segundo? Paso.
Se encogió de hombros en una disculpa silenciosa.
—Espero que funcione.
—Lo hará.
Y la realidad es que Day, no le creyó.
Hasta que el reloj de la pared indicó la hora de marcharse a clases, Miles alzó la palma hacia ella, con una amplia y blanca sonrisa. Pasó saliva incómoda, miró a Nolan esperando su aprobación, recibiendo como respuesta, una sonrisa y un guiño despreocupado. Tomó su mano, y caminaron los cuatro hacia el instituto.
Cada paso que daba, era una mirada nueva escudriñándolos. Se sintió tan observada como un animal en el zoológico, se sentía tan incómoda, que caminar se le dificultaba, y casi le parecía escuchar el rechinar de sus rodillas, rehusándose a andar tan pegada al cuerpo robusto de Miles.
Su acompañante, en cambio, iba encantado. Saludando y riendo como si fuera una celebridad, sin soltarle la mano, aun y cuando algún chico se burlaba de él.
Todos se la estaban tragando, completa y sin preguntas. ¿Cómo podían ser tan ciegos?, se preguntaba Day. Primero, las mentiras de Madi, y ahora esto. Nada tenía sentido, y aun así, se tragaban todo sin cuestionar, como unos salvajes.
Llegaron al casillero de la rubia, Miles le plantó un beso en la mejilla y le guiñó un ojo divertido, mientras ella torcía el gesto horrorizada. Nolan gruñó con la garganta a su espalda y le dedicó una mirada filosa.
—No exageres tu actuación, Miles —sentenció furioso.
—Me tomo en serio los favores, tío.
—Tómatelo demasiado en serio y no te van a quedar dientes en esa sonrisa de pendejo —bramó por lo bajo.
—Caray, así pagan mi ayuda. Qué mal agradecido —burló divertido y se marchó a ridículos saltitos.
Day se limpió la mejilla con asco y miró a Nolan, quien no le quitaba la vista de encima al bruto que se perdía entre la multitud de estudiantes. Y si sus ojos fueran dagas, Miles ya estuviera despedazado en el piso.
—No puedo creer que ese pelmazo sea tu amigo —replicó Jessica.
—Yo tampoco —respondió él—. Será solo hasta que las aguas se calmen.
—Eso podría tardar meses, Nolan —respondió Day incómoda.
—Pensaré en algo, ahora concentrémonos en la boda, por favor —respondió irritado—. Ya hablaré con ese idiota.
—Entonces... —interrumpió Jess—. ¿A las tres dónde siempre?
—A las tres, donde siempre —aseguró él.
Pero ese día fue lo más difícil que hizo Day en su vida. Tener que aparentar una relación, mentir ante los cotilleos. Nolan le recordó su manera de desviar las mentiras: no digas la verdad, pero tampoco mientas. Sonaba fácil, pero, aunque comprendía la teoría, se le daba de pena.
Así que, cuando el timbre de salida retumbó en el colegio, Day agradeció al cielo, y se marchó cuantos antes, con cada músculo agarrotado y tenso. Su mejor amiga ya la esperaba en el árbol de la entrada, con una sonrisa tensa y unas palmadas en la espalda para consolarla.
—Esto está siendo horrible —confesó cabizbaja.
—Bueno, nena... Fuiste tú quien se lanzó a comerse a ese hombre frente a todos.
Day la fulminó con la mirada y ella encogió un hombro despreocupada.
—¡Hey, chicas! —celebró Miles cuando la vio entrar en la cafetería.
—¿Tú qué haces aquí? —cuestionó Day irritada.
—¿Así tratas a tu novio?
—No estamos en la escuela, así que podemos parar con el jueguito —gruñó Nolan a su espada, mientras sujetaba una charola con cuatro cafés.
—Y yo que comenzaba a disfrutarlo —bromeó mientras tomaba una de las bebidas y la bebía acelerado—. ¡Mierda!
Sacó la lengua y apretó los ojos, dejando claro que el líquido estaba demasiado caliente.
—Genial, esperemos que eso te impida hablar por un rato.
—No tienes tanta suerte, Tate.
Jess y Day tomaron asiento, recibiendo los vasos de cartón aislante y soplando a la bebida.
—Entonces... ¿Si vas a ser parte del plan? —preguntó la pelirroja.
—No lo sé, Nolan no me invitó, pero ahora que estoy involucrado en todo este chisme, quiero al menos ser espectador.
—¿Por qué? —cuestionó Day incrédula.
—Estoy aburrido, cariño —respondió sonriente y guiñándole un ojo.
—Entonces cállate y escucha —ordenó Nolan.
Y pronto tenían la mesilla del café llena de papeles, notas de compra, planos mal dibujados por ellos mismos, hojas con textos escritos, borroneados, y vueltos a escribir. A Miles le costó encontrar el hilo de la historia, pero después de un rato de escucharlos y observar los papeles sobre la mesa, pudo comprender casi por completo el plan.
Frunció el ceño e hizo una mueca.
—Mierda... —dijo incómodo, interrumpiendo el parloteo de los otros tres.
—¿Qué? —preguntó Nolan confundido.
—¿No les parece... demasiado?
—¿Ahora tienes miedo? —burló Jess—. ¿Tú? ¿El capitán grandulón del equipo?
—Estas son palabras mayores, rojita. Si sale mal, podríamos ir a la cárcel.
—No saldrá mal —defendió Nolan—. ¿No pusiste atención? Para eso es la fase dos del plan, para garantizar que no haya gente.
—Demasiada gente, dirás.
—Con Jessica teniéndote como apoyo, conseguirán que no haya nadie.
—¡Oh! ¿Así que ahora estoy involucrado? —replicó ofendido.
—Tú quisiste estar aquí, ahora muérdete un testículo y aguántate.
—Están locos.
—Estamos, ya eres parte —sentenció Jess.
—Mierda... —gruñó entre dientes—. ¿Cuándo es esto?
—Siete días —respondió Day sombría.
—¿Al menos me dejarán robarme una botella de la boda?
—Si quedan —respondió Nolan con seriedad.
Y Miles tuvo que tragar saliva con esfuerzo asimilando esa lúgubre afirmación.
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