Capítulo 16




La idea tomó forma en pocos días.

    Con la boda como objetivo, la sugerencia de Jessica con el fuego, y el descubrimiento de solventes de Day, el plan estaba casi completamente trazado.

    Nolan afinaba detalles, especialmente aquellos que incluían invitados, porque aunque la parte central del plan ,era arderlo todo, no querían cargar con una tragedia en la consciencia.

    Esa tarde, los tres repasaban lo recorrido hasta el momento. Jess observaba un grupo de hojas esparcidas en el suelo. Imágenes obtenidas por medios cuestionables, de la bandeja de mensajes de Murphy. Ni Day ni Jessica preguntaron a Nolan, ¿cómo lo había logrado? Eran lo suficientemente sensatas como para temer la respuesta.

    Nolan tomó una de las hojas, recorrió con el dedo la imagen con las decoraciones de seda sobre unos pilares. Tomó el marcador rojo y trazó unas equis en diferentes lugares.

    —Aquí es donde vamos a colocar los líquidos —dijo tajante.

    —Pero ya habíamos dicho que en los de la entrada —replicó Jess, ligeramente irritada.

    —En estos pilares habrá menos riesgo de accidentes —defendió él.

    —Lo has cambiado tres veces...

    —Porque encuentro lugares menos arriesgados. Por eso planeamos —argumentó malhumorado.

    —Pues por más que quiera seguir planeando, de verdad no puedo más por hoy. Tenemos casi tres horas aquí sentados, y a mí ya me duele el trasero.

    —Tienes razón —reconoció Day—. Me hace falta mover las piernas.

    —¡Vamos de compras! —celebró Jess, llevándose una mueca de Day y la sonrisa de Nolan que la observó—. No me mires así, podríamos buscar vestidos. Yo no tengo aún el mío, y dudo que tú sí.

    —¿De qué hablas? Yo tengo mi vestido desde hace semanas. Papá lo eligió.

    —Hablo del vestido para el baile de fin de curso. Dios, Day. Este plan te está consumiendo, ¿dónde tienes la cabeza?

Ella se rascó la cabeza confundida, cayéndole encima ese evento que tenía completamente olvidado.

    —Faltan pocos días... —reconoció en un hilo.

    —¡Exacto! —respondió sarcástica—. Menos mal, solo debes preocuparte por un vestido y no por conseguir una pareja.

    Day y Nolan se miraron consternados.

    —Porque van a ir juntos... ¿Cierto? —preguntó desorbitada.

    —Eh, la verdad es que... —comenzó Nolan, inseguro.

    —Claro que no iremos juntos —respondió Day, como si la afirmación de Jessica la ofendiera.

    Nolan se revolvió en su lugar y se miró los dedos, pensativo, analizando si su reacción le gustaba del todo. Reacción que a ella, no le pasó desapercibida.

    —No podemos —explicó nerviosa—. Por las cosas como están, será mejor pasar inadvertidos. La gente no ha parado de especular sobre nosotros.

    —Es que son muy monos —canturreó Jess, provocando que Nolan ocultara una sonrisa con una mueca.

    —No está en discusión, Jess —replicó ella.

    —¿Entonces irán con alguien más?

Nolan frunció el ceño, pero antes de que replicara, Day respondió:

    —Solos. Iremos solos.   

    Jessica la fulminó con la mirada y dejó caer los hombros.

    —Es una idea horrible, Day. La costumbre es ir acompañados. Eso es aún más raro.

    —Yo fui solo el año pasado —interrumpió Nolan con una serenidad que desconcertó a la pelirroja.

    —Sí, bueno... Eres Nolan Tate. Podrías llevar una gallina de acompañante y nadie tendría problema.

    Él arqueó una ceja escéptica.

    —¿Y eso qué? Yo soy Day Murphy y me importa un grano de arena lo que diga la escuela.

    —Uy —exclamó su amiga sorprendida—. Todo esto te tiene muy brava. ¡Genial, me encanta!

    Day puso los ojos en blanco, y continuó analizando los papeles en el suelo.





    Los días pasaron, y se dijo que le daba igual el montón de estudiantes que pasaban por ahí, invitando a chicas con rosas solitarias, o con simple nerviosismo. La actitud acalorada de los estudiantes por ese bendito baile, la estaba abrumando, aunque se negara a admitirlo.

Era tarde cuando Day acomodaba a prisa sus cuadernos para correr al vestidor, mientras fingía escuchar el parloteo lleno de cotilleos de Jessica, cuando un grupo cercano reventaba carcajadas chillonas y eufóricas. El par de amigas no pudo ignorar al grupo de uniformadas darse empujones y bromear como unas tontas, liberando hormonas por donde pasaban.

Day le dedicó una mirada nefasta, a la que Jessica respondió ocultando una risita bajo su palma. Estaba en toda su disposición de ignorar a las porristas escandalosas, cuando escuchó algo que le tensó hasta los dedos.

    —¡No me puedo creer que vayas con Tate! —chilló una de ellas.

    Day giró el cuello tan rápido, que sintió el tirón muscular. Observó la melena castaña de Madi menearse orgullosa por semejante afirmación. Jess desencajó la mandíbula, y negó furiosa, segura de la sarta de mentiras que decía la menuda mosca muerta.

    —Bueno, no era ninguna sorpresa. Después de todo, ya todo el mundo sabe que salimos —canturreó Madi al resto del grupo.

    Jessica expandió sus aletas nasales, apretó los puños y alzó la pierna para iniciar su marcha contra la castaña bruta que se marchaba por el pasillo. Day tiró del cuello de su blusa evitando que lo hiciera, provocando que esta tosiera, y se llevara ambas manos al cuello, sintiéndose ahogada.

—Ni se te ocurra —sentenció la rubia.

—¿¡No la has oído!? —chilló asfixiada.

—Tú y yo sabemos que esa boba miente.

—¡Pero si no para de presumir con engaños! ¡Mira cómo mueve el culo cuando camina orgullosa! ¡Parece un ganso!

—Pues deja al ganso que diga lo que quiera. Al final irá sola al baile y quedará como una tonta.

—Tonta me siento yo dejándola irse con esa cara arrogante...

—Venga, vamos, que tenemos que reunirnos para continuar con el plan. No tenemos tiempo para esto.

Y Day intentó ignorar los cotilleos a su alrededor durante el día. Pero parecía que todos habían elegido tener como único tema de conversación, a Nolan y Madison. Se preguntó furiosa, ¿cómo no podían ver que él siempre mantenía una distancia notoria y saludable de la chiflada esa?

Logró pasarlos por alto un par de días, concentrándose en sus estudios, en la novela que leía en conjunto con Jess, en el plan, en cualquier tontería. Pero solo porque los cotilleos eran inocentes, especulaciones.

Esa mañana, en la biblioteca, sintió el primer atisbo de una rabia incontrolable.

Su amiga y ella analizaban libros esparcidos por la mesa, decidiendo por cuál iniciar, cuando la conversación a un lado llamó su atención.

—¡No te creo! —chilló la morena.

—¡Te lo juro! Estaban en el baño dándose caña —dijo la otra, saboreando sus palabras.

—¿Tate? Ese tío cada vez tiene menos vergüenza —juzgó la otra.

Day y Jess giraron sus cuellos de golpe y en sintonía, fulminando al par de estudiantes que chismorreaban sin disimulo.

—Bueno, Madi está buenísima. Seguro que no aguantó más para meterle mano en el instituto.

—Yo me dejaría meter mano —añadió la otra divertida.

—¡Sh! —riñó Day, como si ser la bibliotecaria fuera su trabajo, y llevándose como respuesta, la mirada incrédula de Jessica.

Ella se encogió de hombros avergonzada, por lo que decidió recoger los tomos de la mesa y salir de la biblioteca con su amiga pisándole los pasos.

—¿No eras tú la que se pasa diciendo que ignoremos los chismes?

—¡Es diferente! ¿No oíste? ¡Lo están tergiversando todo!

—Bueno, sí... Pero así son los chismes, Day. Cada persona le añade algo de sazón, hasta que queda un revoltijo sin pies ni cabeza. Tú sabes que Nolan no haría algo así.

—¡Lo sé! —respondió furiosa—. Pero es que... es que... que lo imaginen así... —gruñó.

Jessica ahogó una carcajada en la palma de su mano, y se llevó un codazo en las costillas como riña.

—¡Perdona! —replicó divertida—. Es que es muy gracioso verte celosa.

—No estoy celosa —respondió filosa.

—Entonces deja que sigan diciendo que Nolan se besa con Madi y medio equipo de porristas, ¿qué más da?

¿Qué más daba?, se preguntó Day. Lo daba todo. Le enfurecía de pronto, que la gente se sintiera con la libertad de adjudicar hazañas a Nolan. ¿Con qué finalidad? No lo comprendía, pero igual le ardía en la boca del estómago.

Tragó saliva, regresando la efervescencia en su garganta por donde llegó.

—Vale. Tienes razón, que inventen lo que quieran. Nosotras tenemos otras cosas que hacer.

Jess asintió orgullosa, con el atisbo de una risa pícara en sus labios. Una risa que debió contener todo ese día y el siguiente, porque el cotilleo estaba en cada esquina y en cada boca. Y su amiga, rechinaba los dientes un poco más con cada hora pasando.

La acompañó como siempre a los vestidores, y justo cuando el resto de animadoras salieron del lugar, cotilleando y riendo por el último chisme que involucraron al mismo par, unos besos, y manoseos que algunas aseguraron ver, Day lanzó su blusa furiosa dentro de su casillero, y resopló ruidosa.

—Cada vez aumentan más —señaló Jess, esta vez, preocupada también.

—¿Tú crees? —respondió sarcástica—. ¿¡Cómo puede salirse tanto de control!? Hace un par de días era una supuesta invitación al baile, ¡ahora están follando en el colegio!

Day ya no podía ocultar la rabia en sus palabras, y su amiga se encogió de hombros, sintiendo repentina pena por la situación que claramente la ahogaba.

—No hay mucho que podamos hacer... —dijo en un terrible intento por hacerla consciente de la postura en la que se encontraba.

—¡Ya lo sé, Jessica! —gritó histérica, y rápidamente bajó el rostro, avergonzada de su arrebato—. Es solo que...

Jess posó una mano en su hombro y le dedicó una sonrisa cálida y tensa.

—Quisiera que Nolan lo desmintiera.

—Day, amiga, te adoro, lo sabes. Pero fuiste tú quien estuvo de acuerdo con él en mantener las cosas así.

—También lo sé... Pero...

—Los celos son normales.

Dejó caer los hombros y suspiró resignada, y admitiéndose por dentro, que sí, probablemente eran celos, por más vergüenza que eso le diera.

—Vamos al entrenamiento —alentó Jess—. Me quedaré en las gradas, por si me necesitas.

—Gracias —respondió en un hilo.

Y así se fueron. Con Day apretando los puños a su costado, y forzándose a levantar el rostro con un falso orgullo, y su amiga observándola preocupada por el rabillo del ojo.

En el campo, la rubia se dedicó a calentar. A disfrazar la cólera con dolorosos estiramientos, calentando los músculos para enfriar su pecho. Y estaba funcionando. Por unos minutos, dejó de darle vueltas a las cosas. No sabía si por los ejercicios, o porque en realidad todas las porristas estaban demasiado ocupadas calentando el cuerpo como para continuar parloteando estupideces.

    Irá bien, se dijo. Era cuestión de que el tiempo pasara, que el baile sucediera, y cuando todos vieran que tanto Madi como Nolan, aparecieran solos, los cotilleos desaparecerían. O mejor... Cambiarían. Quizás especularan que habían roto, dando fin a cualquier idea de ese par juntos. O quizás... quizás supusieran que Nolan tenía otra chica, y se preguntaran quién podría ser la misteriosa novia.

Se mordió la sonrisa y un frenesí le erizó la piel, al repetir la palabra en su cabeza: novia.

    Era una tontería, lo sabía. Novia era una palabra que sentía incluso escasa, para lo que eran ellos. Novia era una palabra impensable, de hecho. Al menos no mientras compartieran el mismo techo. Encajó sus uñas en las palmas, riñéndose por dentro. Por permitir a su imaginación, viajar lo suficientemente lejos como para hacerse daño. Negó la cabeza para sí misma, y cuando elevó la vista, lo vio entrar.

    A él y a todo el equipo.

    Pero Nolan... Trotaba con la vista hacia el frente, el cabello oscuro y humedecido rebotándole en las cejas, los músculos firmes, corpulentos, bien delineados, se tensaban en cada paso que daba. Las hombreras haciéndole lucir una espalda ancha, poderosa, acentuando su delgada cintura. Y los pantaloncillos ceñidos a sus muslos fornidos, la hicieron tragar con esfuerzo, como si intentara tragar un puño de arena.

    Lo había visto jugar millones de veces, desde que era un crío, pero ese día, se veía de muerte. Tan sólido y masculino, con cada línea corporal sólida dibujada en el cuerpo. No sabía si eran por los reconocidos celos, o por escuchar su nombre en boca de todas, pero el deseo de tocarlo, de hacerlo suyo, la hizo apretar los muslos, y morderse las ganas en el interior de sus mejillas.

Más tarde, se dijo.

    Sus ojos oscuros se encontraron con los de ella, ruborizándola, como si, a través del campo, él hubiera podido oler su deseo. Elevó la palma como saludo, y alzó una comisura en una perezosa sonrisa. Day devolvió el saludo, sonriente y acalorada, pero su semblante se quebró cuando vio a Madi, interponiéndose entre ambos, mostrándole la espalda y saludando, segura de sí misma, de que el gesto de Nolan, era para ella.

    Apretó tanto los puños que le temblaron a los costados, escuchó el propio rechinar de sus dientes, y los ojos le escocieron. Volteó a ver a Jess a las gradas, quien se encogió de hombros y le dedicó una sonrisa que pareció más una mueca.

    —¡Qué guapo es! —chilló una.

    —Son el uno para el otro —respondió otra.

    —Lo sé, lo sé —se pavoneó Madi.

    Y Day fúrica, dilató sus fosas nasales.

    —¿Será que vamos a entrenar algún día en lugar de tontear? —gruñó molesta.

    Madison arqueó una ceja, y deslizó la mirada de sus pies a sus ojos, haciendo una mueca.

    —Estás de mal humor, Murphy —canturreó ella con desafío—. Te hace falta con quien desestresar.

    Algunas animadoras rieron, y ella sentía que algo dentro quería reventar. Tragó saliva, y se obligó a sonreír, filosa y con llamas en los ojos.

Eso convirtió el entrenamiento, en uno feroz. En una muda competencia entre su capitana, Madi, y ella, una animadora cualquiera de primer grado.

Day saltaba con todas sus fuerzas, llegando más alto y abriendo las piernas más que nadie. Comenzó a atraer las miradas de las porristas, y el ceño fruncido de Madi. Y eso, darse cuenta de que podía dar más, y ser más, le encendió algo dentro, forzando a su cuerpo y dejando el alma en el campo.

Los músculos le escocían, pero lo sentía como un placer doliente a cambio del premio en su ego. Incluso, algunos jugadores ralentizaban el paso para observar la práctica, más ruda y acalorada que de costumbre.

    Madison lo intentaba y maldecía entre dientes, cuando no lograba las piruetas igual de limpias que Day. Comenzó a enfurecerse que una novata la opacara de esa manera, y sobre todo, frente a todos. Y justo cuando la rubia realizó un triple salto, sin siquiera despeinarse un mechón de su moño apretado, llevándose el asombro de las chicas y algunos deportistas, apretó la mandíbula, giró hacia el campo, donde Nolan acababa de anotar un punto y corría por la orilla de la cancha, junto a ellas.

    Madi besó su palma y la alzó al aire en su dirección, acatando la mirada de todos los presentes, y una sonrisa tensa de Nolan, que desdibujó al perderse en la lejanía junto a sus compañeros.

Sonrió satisfecha, de la atención y que, aunque Nolan no le devolvió el gesto, al menos no lo negó. Y miró a la rubia, con semblante victorioso, mientras ella la fulminaba con los ojos vidriosos.

—Sigue entrenando así, Day —dijo con saña—. Quizás algún día atraigas la mirada de alguien tan guapo como Tate. Aunque... Bueno...

    Se lamió los dientes y sonrió ponzoñosa, mientras algunas chicas reían a sus espaldas.

    —Para que alguien así voltee a verte, debes dejar de vestirte como una retardada.

    Y por si sus palabras no hubiera ya avivado el fuego, fue la risa de sus compañeras lo que terminó de incinerar su mecha interna. Lanzó rabiosa los pompones al suelo y se fue a largas zancadas al campo, con la mirada filosa en su objetivo, sin parpadear, fulminándolo enfurecida, como si todo fuera su culpa y del uniforme que le marcaba cada curvatura de sus músculos.

    Miles le dio un codazo a su amigo, alertando de lo que se avecinaba, y Nolan, al verla, desorbitó la mirada, pues no recordaba ver a Day tan colérica como en ese momento.

    —D-Day —dijo nervioso—. ¿Estás b...?

    Pero ella sujetó su rostro y clavó sus labios a los de él. Ni siquiera cerró los párpados, sorprendido, mientras Day se daba gusto en un acalorado beso, que él terminó correspondiendo, robotizado y confundido.

    Ella despegó su boca y le dedicó una mirada felina, salvaje. Tan feroz e irracional, que despertó en Nolan, un hambre primitiva por más. La elevó de las asentaderas, para enredar sus alargadas piernas en su cadera, y la beso con euforia.

Varios silbidos, risas, y una que otra leperada, resonaron a sus espaldas, pero ninguno de los dos hizo caso, por atender los lametones y mordiscos que repartían sin disimulo.

Entre jadeos, lograron separar unos escasos milímetros de sus bocas. Y, mientras el aliento de ambos les acariciaba el rostro, las puntas de sus narices se rozaban curiosas,y sus miradas brillantes e imantadas, se gritaban desde las pupilas.

Fueron inevitables las sonrisas que extendieron, extasiados y sintiéndose, por al menos una vez, completamente libres.

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