Capítulo dos
--Buenas noches padre --Mencionaron Estados Unidos y Canadá al unisono, mientras ingresaban a la casa, Reino Unido continuó revolviendo la salsa para la comida.
--Buenas noches chicas --Respondió sin mucho ánimo, el cansancio no le permitía percibir correctamente todo, ya se había cortado los dedos en dos ocasiones, no fueron graves, pero si eran preocupantes-- ¿Cómo les fue en la escuela hoy? --Preguntó con la ligera esperanza de sacar un pequeño tema de conversación.
Pero las pisadas sobre las escaleras que daban al primer piso le dieron a entender que estaba nuevamente sólo en la planta baja. Suspiró.
El tic-tac del reloj lo estaba volviendo loco, el trabajo y el agotamiento de estar en la esfixíante casa lo comenzaba a desesperar. Por alguna razón, sus ojos no podían enfocar correctamente, y su mente parecía perdida, lo único que lo estaba obligando a cocinar en estos momentos era para que sus hijos comieran.
<Necesito terminar la comida, después podré ir a dormir> Se consoló dejando de revolver la salsa para servirce un vaso con agua, el nudo en su estómago del asco que le generaba el olor de la comida era grande.
--Hola padre --Saludó Nueva Zelanda junto a Australia a su lado.
--Hola chicos --Devolvió el saludo con la mejor sonrisa que pudo imponer en su rostro que sólo sentía grandes deseos de devolver-- La comida va a estar lista en unos minutos --Informó, para ver los fideos que ya casi estaban.
Silencio. Los tres se mantuvieron en un pequeño silencio, donde Nueva Zelanda y Australia intercambiaban de miradas y Reino Unido de espaldas apagaba las hornallas de la estufa para servir la comida.
Y ese pequeño silencio le advirtió a Reino Unido las próximas palabras que dirían sus hijos.
--Nosotros ya cenamos, padre --Advirtió la más pequeñas-- Esperamos con Australia que mis hermanas y tu disfruten de la comida.
Sólo pudo tragar el nudo que se formó en el cuello, esforzándose por mantender una tonada tranquila y que los pensamientos que empezaban a invadir su mente salieran a la luz.
--Esta bien chicos, buenas noches.
--Igualmente padre --Respondieron al unisono, subiendo rápidamente las escaleras sin siquiera notar algo más alla de las manos rojas de Reino Unido por quemarse con las ollas calientes.
Irónicamente, ese ardor en las manos pudo sacarlo de sus pensamientos, independientemente de que pudiera lastimar sus manos a causa de esa imprudencia. Porque sintió el dolor, pero no reaccionó al mismo, no al menos físicamente.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top