12. Esencia compartida
El sonido de la puerta siendo golpeada una y otra vez con tanta intensidad que retumba como un tambor, me asusta. Primero me pregunto quién coño es el que quiere derribar mi puerta y luego me entran ganas de darle un bofetazo a quien sea que se atreve a armar tanto escándalo un lunes por la madrugada.
Estoy hecha una furia y con intenciones de coger el móvil y llamar a la policía sin más preámbulos, pero la respuesta a mi pregunta llega mucho más rápido de lo que esperaba, porque a los pocos segundos, escucho una voz nerviosa que llama por mi nombre sin cesar. Me quedo de piedra por un momento porque esa voz la conozco. Tiro las mantas a un lado con rapidez y salgo disparada hacia la entrada del piso sin siquiera ponerme las chanclas, golpeándome en el proceso con la esquina de la cama. ¡Joder! El dedo meñique palpita de dolor pero aprieto los dientes resignada y me dirijo cojeando hacia mi destino.
Lo que me encuentro cuando llego no es para nada una sorpresa. Estefan me espera con los brazos cruzados y una ceja levantada que implica una ligera molestia pero al mismo tiempo, curiosidad.
—¿Qué mierda? —susurra con mil preguntas reflejadas en su recién despertado rostro.
—Ponte algo —digo de vuelta, mirándole el torso desnudo y los pantalones de dormir que amenazan con caer de sus caderas ante cualquier movimiento abrupto.
Pero Estefan solo me mira sin decir nada, y a mí lo único que me queda hacer es poner los ojos en blanco y respirar profundo. Tengo a dos cabezotas a mi alrededor: Uno que no piensa mover ni un músculo de su cuerpo hasta que averigüe lo que sucede; y otro, que no está dispuesto a darle un respiro a la pobre puerta hasta que yo la abra.
—Eric, ¡para ya de golpear la puerta! —grito para que me escuche desde donde estoy.
De inmediato, el retumbar cesa para dar paso a un momento de silencio y, luego:
—Vale. ¿Puedes abrir, por favor?
Suspiro.
—Un momento.
Veo que Estefan aún está de pie y con los brazos cruzados, plantado en el suelo de madera como un gran y poderoso árbol. Sé que no se moverá de allí hasta que vea de qué se trata todo esto.
Es tan sobreprotector. Y cotilla.
Con un suspiro, camino los pocos pasos que me alejan de la puerta dispuesta a escuchar lo que Eric tenga que decir, pero consciente de que para mí, esta será la última ocasión en la que hablemos de nosotros si él insiste en no abrirse conmigo.
Mi corazón palpita con fuerza por todos los posibles resultados de esta pronta conversación. Presiono el botón del pequeño mando que está colgando de la pared para desbloquear la puerta y, con determinación, la abro.
Un Eric con la respiración agitada hace juego con el cabello despeinado y la camiseta básica blanca que se adhiere a su cuerpo bailando en sintonía con cada respiración que toma, mientras que ambos brazos se extienden a cada lado del marco de la puerta. No puede haber mejor vista que esta. Pero lo que más me desconcierta, son sus ojos. Siempre he pensado que Eric transmite tanto con la mirada que con solo echar un vistazo, puedes imaginar lo que está sintiendo. En este momento, veo una furia contenida, una fiereza que camina de un lado a otro queriendo salir para atrapar a su presa.
No pude haber imaginado que me gustaría tanto esta versión de él.
—¿Qué quieres? —pregunto con una voz plana.
—¿Me dejas pasar?
Lo pienso por un momento, hasta que hago un gesto con la mano y me muevo hacia la izquierda permitiéndole la entrada.
Una vez dentro, Eric y Estefan se aproximan en una sintonía que parece practicada, observándose sin decir una palabra, como si estuvieran teniendo una conversación que solo se manifiesta en sus cabezas. Estefan, aunque está de brazos cruzados, mantiene una postura relajada, con la cabeza algo ladeada y el pelo de delante cayendo por un lado de su rostro. Estoy casi segura que puedo ver una pequeña sonrisa que se va formando poco a poco. Eric, por otro lado, muestra un frente totalmente opuesto, con las manos en los bolsillos y ojos juzgadores.
Por un momento, desliza su mirada por el torso desnudo de Estefan, y luego, echa un vistazo rápido en mi dirección, para volver a ubicar su interés en Estefan, pero esta vez, da un paso hacia adelante, acercándose a mi mejor amigo.
Pongo los ojos en blanco.
—Eric, ya estás aquí. Ahora dime qué es lo que quieres.
Eric desvía la mirada hacia mí, pero se toma su tiempo antes de hacerlo, observando una última vez a Estefan que se encuentra ahora sonriendo en toda su amplitud.
—Quiero hablar contigo. A solas —puntúa.
Veo a Estefan, que asiente varias veces con lentitud. Luego dice:
—Iré a mi habitación, pero estaré escuchando. —Señala con el dedo índice a Eric, al mismo tiempo que le mira con ojos achinados, como advirtiéndole de algo que solo él sabe.
Si no estuviese en esta extraña situación, con Eric y su postura un tanto amenazadora hacia la persona que lo señala, me hubiese reído.
Un ligero click se escucha al cabo de un minuto, evidencia de que Estefan ha entrado a su habitación.
—Decías... —emito sin paciencia.
—Yo... —mira al suelo, retorciendo sus manos una y otra vez.
—Eric, son las dos de la madrugada y debo salir de casa dentro de cinco horas. Lo siento, pero no estoy para rodeos. Solo di lo que tengas que decirme y terminamos esto rápido para que así todos podamos descansar.
—No quiero que esto termine.
—¿Qué cosa?
—Tú y yo.
—Oh, pues vaya, me estoy enterando que hay un tú y yo. Mira por dónde.
Eric hace una mueca ante mi tono sarcástico.
—Lo siento —dice, observando mis iris con unos ojos que solo pueden decir verdad—. Siento haberte hecho enfadar por algo que es completamente razonable. Sé que no he sido el mejor comunicador y entiendo, realmente entiendo que quieres respuestas.
—Vale, muy bien. Disculpas aceptadas. ¿Es todo? En caso de que así sea, ya puedes marchar.
Mis palabras le hacen exaltarse, confundido por mi tono de voz, quizás.
Se acerca aún más hasta donde estoy.
—¿Por qué me hablas de una forma tan fría? —dice de forma dolida.
Y es allí donde exploto.
—¿Qué por qué? ¡Joder, porque es que no me hablas, no me dices nada! Aún estando aquí, no me estás diciendo nada, Eric. ¡Tus respuestas son demasiado vagas y estoy cansada de sacarlas con cuchara! Te pregunté si te atraía y ni a eso pudiste contestar. ¿Pero sabes qué? Hasta aquí he llegado. No pienso seguir dándote oportunidades para que te abras y me digas qué coño pasa contigo. ¡No puedo..!
Es entonces cuando Eric me coge por los hombros.
—¡No me atraes, joder! ¡Me gustas! ¿No lo entiendes? ¡No puedo dejar de pensar en ti! Todo lo que hago es porque quiero ser mejor por mi, por ti. ¡Y me hierve la sangre cuando te veo al lado de alguien que no soy yo! ¡Me desespero cuando no te tengo junto a mi! ¡Me confundes!, ¡me molestas!, ¡quiero..! —Se restriega la cara con desespero y luego me mira con intención—. Quiero consumirte por completo y que existas solo para mí. ¿Lo entiendes? No sé qué hacer cuando te tengo así, frente a mí. Mis dedos cosquillean por querer tocar cada parte de tu cuerpo, de tu alma.
—¡Basta! —me suelto de su agarre—. Deja de decirme todas estas cosas. ¡¿Por qué lo haces?! ¡¿Por qué vienes a mí cuando decido por primera vez olvidarme de ti?!
—¡Porque me mata saber que será la última vez! Porque no quiero alejarme de ti. Porque no puedo. Porque quiero permanecer aquí para siempre —me toca el pecho, justo donde se encuentra mi corazón—, pero tengo miedo de que me rechaces porque no sabes quién soy. No del todo. Hay una parte de mí que sé que no podrás soportar, pero que yo vivo con ello cada maldito día de mi vida. Y no quiero que lo hagas. Quiero que seas feliz, libre, sin ningún tipo de atadura u obligación, quiero que...
—Eric —lo detengo—, ni siquiera me has dado la oportunidad de saber qué pasa para que yo pueda decidir qué es lo que quiero hacer. ¡Joder, es que siempre haces lo mismo! ¡Basta ya! Deja de tratarme como una persona que no puede afrontar las cosas. Dime eso que tanto temes porque no puedo seguir en este tira y afloja, Eric. Ya te lo he dicho. No pienso hacerlo. Esta es tu última oportunidad.
Eric me fulmina con una mirada indecisa, llena de miedo.
Pero justo cuando creo que no dirá nada, su mirada cambia a una que solo puede significar determinación.
—Tengo una enfermedad llamada «Trastorno bipolar».
Arrugo las cejas en confusión.
—Vale... No sé mucho sobre esta enfermedad, pero creo que con medicación se puede manejar, ¿no?
—No es tan sencillo. Los que sufrimos de bipolaridad tenemos fuertes cambios de humor. No podemos controlarlo, una vez tienes un episodio, éste puede durar una semana, e incluso variar. Nada es específico, o sistemático. Es... es difícil de sobrellevar.
Aturdida, camino hasta el sofá, tomando la mano de Eric y llevándolo conmigo. Varios recuerdos vienen a mí con rapidez. Aquellos momentos en los que veía discutir a mi hermano y a Eric, u otras veces en las que no llegaba a encontrarme con Eric por ciertos períodos de tiempo. Entonces algo en mi mente hace click.
—Por eso dejaste la universidad —digo con lentitud, estupefacta—. Por eso tu extraño comportamiento conmigo el día de tu cumpleaños. Por eso tantas cosas...
Eric asiente con tristeza y yo solo quiero acercarme y envolverlo entre mis brazos. Quiero que permanezca allí por siempre. Protegido. Así que lo hago. Él me abraza de vuelta con fuerza, hundiendo su cabeza en mi pecho, como si quisiera escuchar los latidos de mi corazón. Luego, levanta la cabeza, y en un susurro, dice:
—No me dejes. No te marches, por favor.
—No lo haré.
—No sabes cómo me pongo cuando tengo un episodio...
—Eric, no lo haré —aseguro.
—Dime que no te arrepentirás de esto —emite con gravedad.
Niego repetidas veces, porque joder, ¿cómo me pregunta esto? Me acaba de confesar algo sumamente delicado y nada de eso podría hacerme cambiar de opinión respecto a lo que siento por él.
—No lo haré.
—Júralo.
Lo miro con confusión.
—Júralo —repite con vehemencia.
Le respondo acercando su rostro al mío. Mirando a sus ojos y, poco a poco, guiando mis labios hacia los suyos. Eric exhala una bocanada de aire, como si hubiese estado conteniendo la respiración desde mucho antes de venir aquí. Entonces cierra los ojos y con una caricia a mi mejilla, me besa con lentitud, con delicadeza. Yo hago lo mismo, compartiendo un beso que transmite comprensión y promesas
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top