⸙ Samantha Volkova.

Biblioteca Volkova, Ciudad de New York, 9:30 a.m

Los mechones de su cabello rojizo bailaban sobre el aire cuando el viento los movía; Su bici se detuvo adelante de aquella biblioteca con estética y con un color marrón sencillo y agradable a la vista. Una sonrisa se asomó en sus rosados labios cuando sus dedos se posaron sobre el picaporte de la puerta y el aroma tan característico de los libros y al café llego a su nariz haciéndola sonreír de manera instantánea. Después de tantos años trabajando en aquella librería aquel aroma se volvió una parte importante de su vida, un motor que le daba esas ganas importantes de seguir con la rutina que había creado en su vida y que con tanto esfuerzo construyó.

Luego de entrar dio una media vuelta sobre sus pies para controlar de que todo estuviera bien y en su lugar para después colocar el letrero de abierto para que las personas pudieran entrar de una vez a la biblioteca.

Sus finos dedos pasaban lentamente por la estantería número seis del local buscando aquel libro que la ayudaría a pasar la tarde; se detuvo a llegar al libro número 36 de la estantería ─Cabe destacar que Samantha, como ya tenía mucho tiempo en su biblioteca, se sabía en que puesto estaba cada libro y cual era el número de como estaba─ Sus dedos alcanzaron el tan conocido libro "El fantasma de Canterville" del famoso Oscar Wilde, esa obra era una de las favoritas de Samantha. Apasionada por el terror y el misterio aquel libro era de su fascinación y ya era la tercera vez que se lo leía. No muchos lectores les gustaba repetir libros, pero a ella si, y más si este era uno de sus favoritos.

Camino hasta el mostrador con su libro en mano y con la mirada puesta en una cafetera ¿café y libros? Una perfecta combinación para la pelirroja. Dejó la obra en la mesa y se dirigió hasta la cafetera donde colocó su taza negra para que cuando prendiera la máquina, el café saliera disparando hacía adentro de está. El aroma enseguida inundó el ambiente, haciéndolo más relajado, más tranquilo y especial, tal y como a ella le gustaba.

Se sento en su silla de madera color marrón y tomó el libro entre su mano derecha, y con la otra alcanzó la taza para poder llevar el borde de esta hasta sus labios dando un largo sorbo, dejando que el líquido caliente bajara por su garganta, despertando cada uno de sus sentidos.

9:50 a.m

Faltaban diez para las diez de la mañana, Samantha quitó la vista del libro cuando la pequeña campanita que estaba en la puerta había sonado dándole aviso que alguien estaba por entrar al local, el primer cliente de la mañana. Sonrió de manera amable cuando la puerta se abrió por completo dando a conocer una pequeña figura que venía tomado de la mano de una señorita que no pasaba más de los veintiocho años.

La puerta se cerró y las dos personas se acercaron al mostrador, Samantha se acomodo en su silla y soltó el libro apartandolo hacía un lado de la mesa junto con la taza de café, mientras que el niño no dejaba de analizar y seguir cada movimiento de esta.

──Muy buenos días y bienvenidos a la biblioteca Volkova, soy Samantha y estoy aquí para servirlos ¿Que necesitan?── dijo la pelirroja con aires de amabilidad mientras cruzaba sus dedos por el mostrador.

La pelinegra que tenía en frente se acercó con su niño tomado de su mano y le sonrió a Samantha. ──Hola, buen día── hizo una mueca hacía un lado y miró al pequeño para después verla a ella nuevamente. ──Mire, es que quisiera llevarme o alquilar dos libros, uno para mi y otro para mi hijo, más bien uno infantil para el.

──Claro que sí. Podría darle una tarjeta que es para alquilar los libros de la biblioteca y así pueda llevárselos para su casa en un tiempo determinado, siempre y cuando pueda regresarlos con un buen estado── exclamó la ojimiel mientras abría uno de los cajones donde guardaba las tarjetas, y sacó una de ellas donde tenía allí las explicaciones y a un costado el número de la biblioteca. Se la dio a la mujer y sus ojos fueron nuevamente al niño que se notaba un poco tímido al esconderse detrás de la mamá, le dio una sonrisa para después volver su mirada a la más grande.

──Si, si, me parece perfecto y ten por seguro que serán bien cuidados── asintió mientras que su mano hacia un lado su cabello para que esté no molestara su rostro.

──Entonces ya tiene la libertad de poder escoger el libro que usted desea, la sección infantil está un poco más al fondo donde se encuentran los banquitos y sus estanterías.

La mujer que aún desconocía su nombre le pidió que la ayudase a escoger un libro, ya que era principiante y recién arrancaba a leer. Ella gustosa se levantó de su silla y comenzó a caminar delante de ellos para poder guiarlos hasta la estanterías de la sección de libros para más grandes. ──¿Alguna categoría que le llame la atención?── alzó una ceja mientras que su mirada iba hacia la mujer y está le respondió diciéndole que le fascinaba el romance. Sus dedos pasaban por los libros acomodados hasta llegar a un libro que a esta le podría encantar y es que además que tenía un bonito prólogo, la portada era muy interesante y es como dicen "No juzgues un libro por su portada".

──Creo que este te podría gustar── saco el libro de allí y se lo extendió, mientras que el niño se soltaba finalmente de la mano de su mamá y se iba curioso hacia la sección colorida de los cuentos infantiles.

──Gracias, creo que si, se ve bastante interesante── asintió risueña la mujer.

──De nada, estoy para servirles── Fueron interrumpidas por un niño que venía corriendo con alegría hasta donde estaban ellas.

── ¡Mira mamá! Este es el cuento que leímos en la escuela── exclamó el niño con entusiasmo mostrándole con alegría el cuento a su madre que le dio rápidamente toda su atención.

── Muy buena elección, pequeño. Pinocho es un lindo cuento── comento Sam con una risita dirigiéndose al niño que asentia entusiasmado y tironeando de la blusa de su mamá.

── ¿Lo podemos llevar, mami? Porfi── sus pequeños labios se transformaron en un tierno puchero.

──Está bien, llevaremos estos dos, por favor.

──No hay problema, déjenme que les firmó la boleta── La pelirroja tomó el libro de romance y fue hasta donde estaba el mostrador donde fue seguida por una mujer y un niño que venía con un cuento abrazado a su pecho como si se lo fuesen a robar. Agarro un pequeño papel donde anotó el libro de romance y el número de la tarjeta con el cual lo alquilaban para después devolvérselo a la señora. Extendió su mano hasta el niño para que este le diera el libro y pudiera anotarlo, pero este negó aferrándose más al libro, con miedo de que jamás se lo diesen. ──Cielo, lo anotó en este papel y te lo devuelvo── dijo con una sonrisa para tranquilizarlo y le mostró el papel donde ya tenía el otro libro.

── Santino, dáselo por favor y te lo devuelve── reprochó la madre hacia el niño. Este en desconfianza se lo extendió a Samantha ─Que finalmente supo el nombre del niño─ y esta lo tomó, para después anotar este en el papel y devolvérselo al niño que sonrió de inmediato.

──Espero que disfruten de su lectura.

Le dio la tarjeta y una bolsita con diseño para que pusieran sus libros allí.

──Muchas gracias, Samantha.

──De nada, estoy para servirlos── alzó su mano en forma de saludo cuando estos dos se iban hacia la puerta haciendo que la campanita volviera a sonar, el último en despedirse fue el niño que le sonrió y alzó su manito también saludándole. ──Adiós Santino.

10:36

Otro día en la vida de Samantha Volkova, llena de libros y café, y más encima en un lugar que amaba con todo su ser. Se acomodo nuevamente en su silla, tomó la taza de café entre sus dos manos y su mirada se perdió en el frente fijándose como las personas iban y venían delante de su local, y como los autos pasaban imaginandose que se irían a su trabajo o a descansar a sus casas.

Frunció su ceño fijándose que su café se había puesto tibio después de esperar tanto tiempo en su mostrador, por lo que tuvo que dejarlo a un lado, ya que un café frío perdía toda la magia de su sabor y además por que luego le dolería el estómago.

No tuvo que esperar tanto para que nuevos clientes entrarán a la biblioteca, algunos eran nuevos y a otros ya se les veía la cara de conocido, muchos se dispersaron por las diferentes mesas de las secciones de libros para poder escojer su favorito.

Tomó nuevamente el libro de "El fantasma de Canterville" y se volvió a sumergirse en la lectura de Oscar Wilde, escuchando las hojas de los libros pasar de un lado a otro y el sonido de las bebidas que los clientes estaban tomando, haciendo que el ambiente sea aún más tranquilo, sereno y especial para la pelirroja.

"La lectura nos regala mucha compañía, libertad para ser de otra manera y ser más" ──Pedro Laín Entralgo.

🌙

¿Cuál es su aroma favorito?

Saludos.
Lulú.

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