⸙ Quizás y solo quizás.

¿En quien se inspiró? Una pregunta fácil que salió de los labios de aquella morena, que aún esperaba respuesta de la más baja. Pero para Ronnie era algo difícil de explicar, o quizás no. Quizás era fácil de explicar, más de lo que ella pensaba, pero no encontraba la manera de darse a entender y es que las palabras desaparecieron de su mente. Se esfumaron tan rápido como el humo de un cigarrillo en una ventosa noche de invierno. No sabía que decir sin trabarse en el transcurso y su rostro se torno pálido, como si hubiese visto un fantasma que corrió por la habitación y se llevó sus palabras, las palabras que precisamente usaría para darse a entender. ¿Como le diría a su mejor amiga que esos ojos no eran unos ojos cualquiera? Sino que, eran los ojos color miel más bellos que alguna vez en su vida pinto, y que eran de nada más, ni nada menos, que los ojos de la chica que le había hablado minutos antes cuando estaban en el comedor. Maddie esperaba impacientemente que de la boca de ésta saliera algo como un susurro, murmullo o lo que todos estábamos esperando. Unas simples palabras.

──¿Te encuentras bien, cariño?── pregunto confundida y deseando saber leer mentes, para que por lo menos pudiera descifrar lo que su mejor amiga, que ahora parecía haberse convertido en un ente, estaba pensando. Pero por más que pudiera no lo lograría. Se levantó de su lugar y fue lentamente hasta la pelinegra, aún con su mirada confusa.

──Uhm...si, si estoy bien ¿por que?── Luego de finalmente salir de su gran trance, cruzó sus brazos por encima de su pecho y trató de no cruzar sus ojos con los de su amiga, para evitar que se ponga nerviosa.

Aún confundida y sin creer que estaba bien, alzó uno de sus cejas la morena y tomó el mentón de la contraria, obligándola a que cruzarán miradas. ──¿Segura? Como que te fuiste a otro plano astral── respondió, pero ahora era ella que quería respuestas.

──Si, lo estoy. No pasa nada── asintió poniéndose un mechón rebelde detrás de su oreja.

──¿Y bien?── cruzó sus brazos ──¿De quién son esos ojos? O más bien en qué o quién te inspiraste── Una morena completamente curiosa volvía a repreguntar.

──En nadie particular...o quizás si. Pero no tiene importancia── Trato de zafarse de las garras curiosas de su mejor amiga ──Ven, vamos a ver una peli...── Probablemente hubiese seguido su recorrido a la puerta, pero una mano sujeto su brazo provocando que se diera vuelta, volviendo al mismo lugar en el que estaba antes.

──Usted señorita, no se va hasta que me diga. No será tan difícil ¿o sí? ──elevó una de sus cejas.

──No, no es difícil de explicar, sino en darme a entender. Es que es algo que me venía rondando en la mente desde hace días y solo lo plasme en un lienzo ¿esta mal?── frunció su ceño, pero en Maddie algo hizo click, ya sabía con certeza por donde venía la mano.

──¿Son los ojos de la chica que me dijiste allá abajo?

──No...── susurró aun sabiendo que era mentira.

──¿Son los ojos de la chica que me dijiste allá abajo?── volvió a repetir elevando una de sus cejas tratando de sacarle la verdad a Ronnie.

Luego de eternos segundos de silencio de parte de la más baja, decidió que ya no había marcha atrás y que ya todo era inevitablemente visible para la morena. ──Si, son sus ojos── bufo rodando sus ojos y dándose la vuelta, por que un lijero rubor andaba apareciendo por sus mejillas.

──Ay, Ronnie...── habló con una voz chillona tratando de parecer dulce ──No tiene nada de malo, cariño── Se acercó hasta está y la abrazo por detrás, posando su mentón sobre su hombro. ──Me parece un muy lindo detalle de tu parte. Se nota que te inspiraste por que te quedó muy bello.

──¿No te parece algo loco?── susurro mirando de reojo a la contraria.

──Pará nada, es un detalle que si me lo hubieses hecho a mi, yo ya estaría muerta de amor── sonrió acariciando el hombro de Roonie.

──Eres una tonta── carcajeo junto con la morena, para después volver a quedarse unos segundos en silencio.

──¿Ella lo sabe?

──No...── negó ──No se si deba saberlo, y me da curiosidad y a la vez miedo que lo sepa.

──De seguro que si lo sabe le va a gustar. Pintas hermoso, Ronnie── le aseguro a la pelinegra con una sonrisa de oreja a oreja.

──Ni tan hermoso, Maddie── se encogió de hombros.

──Bueno...no eres un picasso, pero pintas bien, normal. Supongo── bromeó la morena entre risas.
──Eres una idiota── rodeo sus ojos negando.

──¿Te parece si hacemos un picnic afuera? Como en los viejos tiempos ¿te acuerdas?── tomó su mano delicadamente para salir de aquella habitación que tan nerviosa había puesto a la pelinegra.

«"Como en los viejos tiempos"» unas palabras que dejó pensando a la pelinegra, palabras que la hacía recordar a todos los momentos vividos con su mejor amiga. A las charlas infinitas que ambas tenían bajo las estrellas, en los secretos que se contaban y que solo de testigo estaba la luna. Aquella luna que también fue testigo de sus primeras lágrimas ocasionadas por el tan famoso desamor. Testigo de largas charlas, de amores platónicos imposibles, de enamoramientos prohibidos, de abrazos y perdidas que quedaron en un triste olvido. Alabada sea la luna, tan prestigiosa y espectadora de la más fiel de las amistades. Una amistad que perduró en el tiempo entre secretos y sinceras verdades. Amistad que a pesar de las horas, los días y los años, duró tanto que prometía tener una competencia de años, prometiendo envejecer con sus manos unidas, a pesar de los baches que se interpongan en sus vidas. Algo tan lindo y especial las unía a ambas. El cariño, la paciencia, la ternura y la lealtad que se tenían.

Pero esta vez fue distinto. La luna no fue la espectadora esta vez. Le tocó a él cielo ser el testigo, y a continuación las nubes acompañaban un hermoso picnic, bajo los rayos que se filtraba por las hojas de los árboles y se interponia en la vista de dos mujeres que se encontraban reposando en un mantel. Ambas posadas en el hombro de la otra. Disfrutando su reencuentro, gustando de gloriosos chismes, encontrados bien guardados en lo más profundo y que luchaban por salir a la luz. De vivencias ocurridas mientras se encontraban separadas, pero los días que no estaban juntas ya no importaba, lo importante es que aunque estuvieron separadas, el fuego de la amistad aún seguía vivo, latente e inefable, luchando por mantenerse prendido. Los días de soledad se quedaban en la oscuridad y era reemplazado por sonrisas alegres, miradas sinceras y risas que llenaban el fondo de sus almas, provocando que hasta su corazón se pusiera alegre.

Así más que nada lo era la amistad. Esos días de soledad donde no la tenías, cuando se veían era mágicamente cambiado por sonrisas sinceras y experiencias únicas, que aunque sólo duraban unos minutos, solía parecerse cómo eternidades. La amistad lo es todo, esos momentos de chismes, de risas, de abrazos y lágrimas derramadas, de travesuras y diversión alocada, y lo más importante que es la sensación de hacer de todo por esa amistad que tan amada y apreciada era. Por más que te enojes con esa persona, tarde o temprano ese enojo pasará y será remplazado por la disculpa. Por que el cariño y el amor vence al enojo, vence hasta la frustración y es ahí donde llega la palabra que tanto nos cuesta decir; Perdón o perdoname. La fortaleza de una amistad derriba los muros de la distancia; si la amistad es querida, más vale oro que unos simples kilómetros de separación. La dedicación lo es todo en estos tiempos, pero lo importante es la comprensión y la paciencia para que la llama de esa relación jamás sea extinguida.

──¿Tu crees que en algún momento nuestra amistad acabará?── pregunto una curiosa pelinegra, mientras que sus dedos alcanzaban los de la morena y los entrelazaba sobre la sábana.

──No te libraras tan fácil de mi, Mcguire── respondio segura dejando que una risa saliera de sus labios y se voltearan a ver, quedando frente a frente. Y sin decir nada, ni con un motivo alguno, ambas se pusieron a reír, a carcajear, dejando que el bello sonido de esas risas uniéndose, calmara la sensación de inseguridad, llenando el alma de alegría.

La amistad más unida será, si el cariño prevalece ante todo obstáculo.
Y el cielo, las nubes y el sol era testigo de tal mefluo amor.

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