⸙ El arte de conocerse.
El pitido de la máquina de café sonó haciendo que la pelirroja se levantará de su asiento y dejara el libro sobre el mostrador. Su taza de café ya estaba lista. Sus dedos tomaron la taza sintiendo como esta estaba caliente, y cuando acercó sus labios al borde de esta, sintió el aroma del café, tal y como a ella le gustaba. Un martes a las doce y cuarenta se encontraba en su biblioteca, disfrutando de su café y del libro de la semana pasada que no había logrado terminar de leer. Mientras que sus clientes se encontraban en las mesas sumidos en los libros que habían tomado. En sus caras se notaba la intriga y el desespero que tenían, al parecer ya querían saber el final. Aunque ella recomendaba disfrutar de la lectura, sufrir paso a paso y tener una montaña rusa de emociones con cada capítulo que pasaba.
Y un poquito más al fondo se encontraba la sección de niños, pero esta vez la biblioteca Volkova era visitada por una escuela de niños de preescolar. Estos se encontraban sentados en círculo con una maestra sentada en uno de los extremos. Ellos estaban intrigados por lo que la señora le estaba leyendo, se les notaba en sus rostros que estaban disfrutando de su día y eso a Samantha le fascinaba que eso ocurriese.
Le recordaba a cuando era pequeña y su tía le regalo uno de sus libros que hasta ahora guardaba, era su primer libro, la primera vez que se había metido en el mundo de la lectura para nunca más salir de ahí. Estaba agradecida, y por cada capítulo que pasaba su rostro se llenaba más de emoción, enojo, tristeza, alegría, frustración y más emociones que ella no podía explicar con tan sólo ocho años. Sin duda, la sensación más linda de la pelirroja era ver su rostro plasmado en cada cliente que entraba, le traía muchos recuerdos de su infancia. Apoyo un codo en el mostrador y tomó un sorbo de su taza de café admirando cada mesa, disfrutando del sonido de la música clásica que sonaba en los parlantes para relajar el ambiente.
13:27 p.m
Su lectura fue interrumpida al oír como la campanita que se encontraba en la puerta sonó con firmeza, aquel sonido le avisaba a la pelirroja que una nueva alma curiosa de los libros se asomaba por la biblioteca, por lo que tuvo que alzar su mirada al frente. Se encontró con alguien de espaldas cerrando la puerta, era una mujer de estatura baja. Su cabello ondulado caía delicadamente por su hombros y por fin pudo descubrir su rostro cuando esta se daba vuelta y decir que esta lucía hermosa, le quedaba corto. El rostro de la mujer parecía haber sido esculpido por unos bellos ángeles, era delicado, unas pecas decoraban desde sus pómulos hasta su nariz y unos brillantes ojos marrones la miraban con amabilidad con algo de timidez, aunque también se notaban un poco cansados y aún así eran impresionantes. Dejó a un lado el libro, pero mantuvo su taza de café a su lado cuando la mujer se acercaba hasta ella con sus manos guardadas en los bolsillos de su saco.
──¡Hola! Muy buenas tardes, mi nombre es Samantha y le doy la bienvenida a la biblioteca── hablo siendo la primera en romper el hielo y le sonrío a la mujer que se encontraba enfrente del mostrador. Esta coloco un brazo sobre la mesa y la miro pensativa.
──Eh, hola soy Ronnie y ando algo desesperada── dijo con seguridad o eso trataba de demostrar la pelinegra, y con resultados negativos ya que la contraria la miraba con una ceja alzada tratando de comprender sus palabras.
Ronnie se encontraba con ciertos baches en su vida artística. Hace días que no lograba la inspiración necesaria para lograr hacer una obra, y ya sus pinceles la andaban extrañando. Lo que necesitaba ella era distraerse un poco y cuando te digo que hizo de todo para que la inspiración llegue, es de todo. Escucho música desde la clásica a la pop, se relajo, meditó, salió a caminar y nada lograba que se relajase y pudiera crear aunque siquiera una simple línea, todo se veía imposible para la más baja y cada vez su frustración crecía aún más.
──De acuerdo, pero ¿cómo podría ayudarte yo?── Debido a la situación en la que se encontraban no pudo evitar soltar una pequeña risa nerviosa. En situaciones como estas, Samantha era de las personas que no sabían reaccionar de una manera, por lo que su impulso era reírse de forma nerviosa o en la mayoría de las veces de forma incomoda.
──Bueno es que, yo soy una artista, las que hacen retratos y esas cosas...── se trató de explicar Ronnie tratando de entenderse y rascando su nuca con nerviosismo, un acto que trataba de convencerla de que lo estaba haciendo bien. ──Y ahora mismo no tengo inspiración para hacerlo y no tengo nada que me saque del bache en el que estoy, entonces me dijo una amiga que podría leer un libro que quizás pueda ayudarme── alzó sus hombros mostrando en su rostro, además de preocupación, un poco de frustración y enfado, ya que era la primera vez que le ocurría. Respiro hondo y un mechón de su cabello colgó desde su frente, coloco este detrás de su oreja y miró con impaciencia a la pelirroja esperando a que esta la pudiera ayudar.
──Tratare de ayudarte, creo que en algunos de nuestros estantes tenemos algo, acompañame y te muestro── sonrió tratando de trasmitirle un poco de tranquilidad.
La pelirroja camino donde Ronnie para posar una mano en su espalda y así guiarla hasta donde estaban las estanterías del local, en el cual ya algunas personas se encontraban escogiendo sus libros, o mejor dicho escogiendo su mejor aventura. Habían como unas seis estanterías y cada una tenia una categoría distinta; iba de romance a terror, de misterio a fantasía y así sucesivamente para que tu pudieras elegir lo que más te llamara la atención y pudieras leer algo con lo que te sintieras verdaderamente cómodo. Se colocó a un lado de ella y su mirada se posó en el perfil de la pelinegra, y mientras esta se encontraba admirando los estantes con curiosidad, ella admiraba la linea perfecta de su mandíbula y las siluetas de sus labios que no eran tan finos, pero aún así eran bonitos, delicados, simples, se veían suaves. Mordió su labio al pensar que los de la pelinegra se parecían a blancas nubes del cielo, Samantha se encontraba divagando mientras que la otra observaba.
──Creo que iré por esta estantería── dijo haciendo que la pelirroja dejara de ver su perfil y viera hacía la estantería que Ronnie escogió. Asintió carraspeando con delicadeza su garganta y avanzaron ambas hasta los libros que estaban ahí.
──Yo creo que este te podría servir── Le enseñó el libro número veintitrés de la estantería y se lo extendió con amabilidad a la mujer que andaba dispersa viendo otros libros que estaban enfrente, pero cuando se dio cuenta que esta la llamaba enseguida le prestó atención yendo hasta la ojimiel que tenía el futuro libro que la ayudaría en sus problemas, o trataría de hacerlo.
Ronnie sujeto entre sus manos el libro y lo miro con curiosidad. La portada le llamaba mucho la atención. La emoción por leerlo ya estaba naciendo en ella, y esperaba con todo que este libro la ayudase a despejarse y salir del bache de la inspiración en el que se había sumergido la pelinegra y en el cual no podía salir aún.
──Espero que de verdad te ayude.
──Si, yo espero eso también── risueña habló haciendo que Samantha se contagiase y soltara una pequeña risa. Con sus finos dedos tomo unos mechones de su cabello y los corrió a un lado mientras que sus pies caminaban hasta una de las mesas que estaban en el local, para después sentarse en la silla que estaba libre. Se sintió algo cohibida cuando corría la silla haciendo sonar un poca esta, provocando que varias personas, que se encontraban leyendo su libro, levantarán su cabeza para ver quién provocó ese ruido tan fastidioso como el chirrido de una silla.
──Bueno, te dejo para que puedas leer y concen...── rápidamente fue interrumpida por la mas baja de las dos que la miraba fijamente a sus ojos intimidandola un poco.
──Puedes acompañarme si quieres── preguntó con timidez haciendo que Samantha le creciera un poco el nerviosismo. Y es que de alguna otra forma Ronnie quería compartir unos segundos más con la mujer, y no sabía por qué, pero tenía esa extraña sensación de quererla cerca, de querer compartir algunos segundos con la pelirroja. Y a Samantha en ninguna ocasión le habían pedido compañía en la biblioteca, era la primera vez y se sentía algo nerviosa, no por que la estuviese invitando a pasar un buen rato, sino por que iba a estar frente a frente a una hermosa mujer. ──Si quieres, sino no hay problema── Ronnie se notaba un poco arrepentida al no notar respuesta de la chica.
──Si quiero, claro── afirmo la pelirroja con una pequeña sonrisa en su rostro y asomó una de las sillas que se encontraba en otra mesa y se sentó al lado de la otra. Coloco su codo en la mesa y poso su mejilla en su mano sosteniendo esta, mientras que sus ojos se perdían en las pequeñas pecas que tenia Ronnie.
──Entonces... ¿Te encuentras en un pequeño bache artístico?── preguntó tratando de bromear con la situación.
La chica saco su cabeza de la primera pagina del libro y se encargo de admirar el rostro de quien le había preguntado y jamas encontró en su vida a alguien con los ojos tan hermosos como los que tenía Samantha. Era una mezcla entre verde y marrones. Un color para ella únicos, pero perfectos en quien los tuviese.
──Si, es tan triste sentirse sin inspiración, pero a la vez frustrante. Por que sientes que no puedes salir de allí, es como si te sintieses atrapado en una pequeña caja.── se explicó con un leve puchero en sus labios y que a Samantha le parecían adorables mientras que estaba muy atenta a lo que decía.── Y he intentado de todo, te lo puedo jurar por quien más quieras y ni siquiera las tazas de café me ayudaron, ni las caminatas nocturnas de cuarenta minutos que he dado. Todo se siente tan abrumador.
──Se lo que se puede llegar a sentir, pero tranquila, no dejes que esos baches maliciosos te cieguen y no te permitan crecer como artista── le dijo con ternura la pelirroja y con una sonrisa formándose en sus labios, mientras que con sus dedos alcanzaron la mano de Ronnie que se encontraba posada sobre el libro, y con delicadeza acarició en forma de círculos su piel provocando en la otra un leve sonrojo en sus mejillas. Sabía bien lo que se sentía no poder seguir con algo que recién arrancas por esos problemas que te ciegan y no te dejan seguir. ──Lo que te recomendaría es que no te fuerces, deja que la inspiración llegue, con calma, con comodidad y serenidad y tarde o temprano podrás salir de ese gran problema.
──Lo haces sonar tan fácil──suspiro pasando sus dedos por sus ojos con cansancio y soltando una pequeña risa. ──Es que soy de esas personas tercas, de esas personas que aunque no tenga inspiración lo harán igual y siendo que los resultados obviamente serán terribles.── rodeo sus ojos cerrando el libro que ya era algo de segundo plano y se enfoco en la mujer que tenía en frente y que al su parecer, gracias a las facciones de su rostro, parecía ser alguien joven. ──Sin ofender, ¿Que edad tienes?── pregunto sin ningún problema. Ronnie era así, directa y simple, no le molestaba hacer este tipo de preguntas y para ella no era un problema. Sin embargo, lograba medir sus palabras y preguntarlas con educación, ya que al parecer habitaban en este mundo personas que no les agradaba que le preguntaran su edad, causando molestia e incomodidad en la persona.
──No me ofende, tengo veintiséis años, ¿Me veo tan mayor?── dijo con una risita posando su mano en la mesa y alzando una de sus cejas.
── Oh, no no, claro que no. Te ves muy bien── exclamo la pelinegra pero sus mejillas se tornaron de un color rosado cuando se dio cuenta que la había alagado y la contraria se rio.
── Pues muchas gracias, corazón ── le sonrió con ternura y acaricio su mejilla. Aquella acción hizo que Roonie se sonrojara aún más de lo que ya estaba y eso a Samantha le daba muchísima ternura. ── ¿Y tú? ¿Que edad tienes? ── pregunto para alivianar la situación que para la otra era un poco vergonzosa.
──Veinticuatro, dos menos que tu, siempre soy la más chiquita de todos mis amigos y de altura también── bromeó cruzando sus brazos sobre el pecho haciendo reír a la otra. Samantha extendió sus dedos y tomo entre estos la mejilla de la otra apretando con suavidad, como una abuela a su nieta. ──Me haces acordar a mi abuela── solto una carcajada la pelinegra contagiando a la otra.
Después de un rato largo de charlas e idas y venidas de argumentos, dándose la oportunidad de poder conocerse y hablar un poco sobre ellas mismas, hablar de sus cosas favoritas, de sus series televisivas que miraban, y la pelirroja hasta le contó que tenía un cachorrito siberiano el cual le prometió que lo podía conocer ya que noto el entusiasmo en el rostro de la más baja. Al parecer a esta le encantaban los animales y sobre todos los perritos. Ronnie se tuvo que ir, ya que la biblioteca estaba por cerrar por que el sol se había despedido y le daba lugar a la luna, que con su paso llegaba la oscuridad a cada punto de la ciudad de New York, también unas lindas estrellas estaban esparcidas por el cielo azul. Ya era el momento de marcharse, su tiempo llegó a un fin y también se tenía que alimentar, con más motivo aún está se tenía que largar, pero no dudaba que este había sido un gran día, donde en su mente unos ojos color miel no querían abandonar su cabeza. Antes de marcharse y sin olvidarse, pidió la dichosa tarjeta que contenía el número de la biblioteca y así poder llevarse el libro que Samantha le recomendó, para poder salir del bache en el que estaba, esta tarjeta le permitía devolverlo cuando ya lo hubiese leído por completo.
Llegando ya la medianoche y luego de poder digerir una cena, estaba una Ronnie pensativa, tirada en su cama y con sus dedos cruzados sobre su pecho sin poder dormir. Esos ojos color miel habían penetrado su mente, insertándose en sus ideas, logrando que no dejara de pensarla y cuestionandose cada acción y palabras que pasaron en este día. Al parecer la pelirroja no queria abandonarla, cada vez que parecía en su mente una sonrisa se asomaba en el rostro de esta, haciendo que sus pómulos se alzaran hacia arriba y sus ojos se achinaran. Nunca antes había conectado así con una persona. Pareciera ser una estupidez para otros, pero para ella no lo era, era algo mágico, algo increíble que jamás le pasó. Para Roonie, Samantha era tan linda, como para Samantha lo era Ronnie y es que algo sucedió cuando estás dos conectaron sus miradas, algo sucedió en el mundo y en ellas dos, algo hizo conexión. No se sabía que, pero era obvio que Roonie por curiosa quería saberlo y lo iba a cumplir.
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