⸙ Días de lluvia.
Hay que saber que no existe país sobre la tierra donde el amor no haya convertido a los amantes en poetas.
-Voltaire.
El sonido de la lluvia era algo lindo de escuchar. Más cuando querías serenidad y tranquilidad en tu mente, donde nada más necesitabas escuchar las gotas golpeando superficies sólidas, y que lo único que olieras fuera el olor a tierra mojada filtrandose en la habitación. Muchos dicen que el sonido de la lluvia los tranquiliza, los calma y hasta algunos se atreven a decir, que el sonido de las tormentas les quita el estrés, dejándolos descansar de cualquier caos que se asome. Ella le encantaba de cierta manera. ¿Quien se atrevió a decir que los días donde él sol era tapado por las nubes, eran feos? Nada más no los sabían disfrutar. Algunas personas gozaban cuando los días nublados aparecían y con eso una lluvia caía por toda la ciudad; los hacía sentir más tranquilos, el estrés se iba y hasta sentían como la inspiración florecia muy dentro de sus cuerpos. Samantha le gustaba la lluvia, escuchar el sonido de como las gotas golpeaban su ventana le entretenía y saber que tenía todo un día libre para poder disfrutar de series o alguna que otra siesta, le encantaba.
En sus manos se encontraba una taza caliente de café y sus pies se encaminaban hasta el sofá que estaba enfrente de un ventanal algo grande, donde solía disfrutar de alguna lectura. Pero esta vez no fue para leer algún libro, sino para disfrutar de la lluvia que golpeaba levemente su ventana. Las piernas colgaban de uno de los brazos de su sofá y su cabeza se posó en el respaldo de éste. Sus ojos divagaban por el paisaje mostrado desde afuera, y el aroma a café subía hasta su nariz, transformando un ambiente calmado y sereno; donde nada más se escuchaba por cada rincón de la habitación el sonido de la lluvia.
Pensaba en sus sentimientos más escondidos de su mente, pensaba en lo que sentía y en la confusión en la que se sometió. Solamente quería algo de claridad, quería saber que le estaba pasando y por qué todo tenía que ser tan confuso. ¿No les pasa que a veces sienten tanta confusión que quieren de una vez estar tranquilos? ¿Tener la mente clara y saber que siente su corazón? Los sentimientos pueden ser buenos, malos, confusos, irreales y hasta fantasiosos. Son sentimientos que se encuentran en nuestra alma, aunque la mayor parte de nuestros sentimientos no los elegimos nosotros. Sino que, los elige nuestro corazón, y hasta ni siquiera podemos evitarlo, no podemos pararlo y negarle a nuestro dichoso corazón que pare con esos sentimientos. Una vez que estas flechado no hay vuelta atrás. Pero ¿es cierto que nuestro corazón elige amar o querer a alguien que conocemos hace muy poco? Esa pregunta se encontraba en lo más profundo de la mente de Samantha. Se lo venía preguntando desde hace algunos días, cuando en un momento dado una pelinegra de un metro sesenta y tres, con pecas y unos hermosos ojos marrones, apareció en su vida a revolucionar cada rincón de ella.
¿Que es lo que sentía por aquella pelinegra? ¡Dios! Si fuera tan fácil esa pregunta obtendría una respuesta. Pero no sabe muy bien que siente en estos momentos. Quizás siente confusión. No le puede gustar alguien que conoció hace poco... ¿O sí? Tantas preguntas habitaban en su mente, y mientras que la taza de café iba hacia su boca, trataba de encontrar alguna que otra respuesta a sus incógnitas. Pero la vida tenía razón, no podes escojer de quien sentís algo o de quien no. El corazón lo elige y a veces puede ser muy cruel, por que si la otra parte no siente lo mismo, te destrozara el alma en pedazos. Y ese era su miedo, perder a alguien tan maravilloso como lo era Ronnie Mcguire.
Cómo quisiera ella que todo fuese más fácil, que todo fuese más sereno y claro en su mente. No le gustaba tener sentimientos de confusión y de no saber que es lo que quería. Se sentía como una adolescente que no sabe que carrera tomar. En cierta parte vendría ser igual ¿No? Samantha no sabe si tomar la carrera de sentir algo por aquella pelinegra, o si dejar las cosas como una amistad. Aunque ya era tarde para escoger, ya no hay una marcha atrás. Desde que los ojos color miel y los ojos color marrones se mezclaron hubo una conexión de forma inesperada, algo hizo click en sus vidas.
Es tan jodido sentir confusión por una persona, pero esa confusión la taparia el revuelo de mariposas en su estómago y la forma de bombear que tenía su corazón cada vez que su voz se filtraba por sus oídos o cuando la veía a los ojos. Pará Samantha, Ronnie era como un libro, por fuera una portada muy inefable e interesante y no podía esperar más por saber que tenía escrito por dentro, que tenía lo más profundo de su alma y descubrir el por qué le interesaba tanto.
Quizás su confusión en algún momento se iría, quizás si la veía una vez más podría descubrir por qué su corazón la eligió a ella y no a otra persona. Y ahí es donde entendería todo.
Las gotas golpeaban la ventana de su habitación y su café casi frío ya no emitía olor, pero Samantha se quedó ahí, en su lugar. Cerrando sus ojos por un momento y dejándose llevar por el ruido de la lluvia, calmando sus pensamientos, su estrés y dejando que su mente se calmara y dejara de pensar tanto. A veces las garras de los sentimientos nos atrapan, haciendo que ocupen el mayor tiempo del día en nuestras cabezas. Y pensamos ¿que pensamos exactamente? Pensamos si nuestro corazón eligió bien o eligió mal, si nuestros sentimientos son buenos. Nos hacen dudar, pero también nos hacen sentir bien, amados queridos, nos hacen sonreír cuando vemos un mensaje de aquella persona, nos hacen suspirar y sentir un torbellino de emociones todas juntas.
Que egoísta es el corazón que no nos deja escoger nuestros sentimientos, que egoísta son nuestros sentidos al no dejarnos evitar que se nos escape una sonrisa o un suspiro. Pero que egoísta somos nosotros que no evitamos todo esto, por que de cierta manera nos gusta, nos atrae. Por que es así, la confusión y el peligro nos atrae, nos encanta. No tiene nada de malo sentir algo por alguien, es lindo y más cuando demostramos nuestros sentimientos. Es lindo enamorarse, aunque no saber si el otro siente lo mismo, nos va carcomiendo por dentro y nos hace dudar, nos hace sentir desconfiados y ansiosos.
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