Capítulo 3: Cambios

Daniel:

El fin de semana ha pasado por completo y aquí estoy de nuevo en este interminable lunes, aunque las clases no fueron tan pesadas el día de hoy, primero porque el profesor Robert con el que tenemos hasta la salida no ha venido y segundo solo falta una hora para irme a casa. Mi turno en el café ha pasado rápido el día de hoy; debe ser porque me pase toda la mañana esperando a la chica de la computadora, sin embargo, ella no apareció el día de hoy. Al menos en mi horario.

Mierda.

Creo que debería cambiar mi horario de universidad para venir por las noches y así quedarme el día entero en el café. Vaya aquí estoy queriendo modificar todo mi horario por una chica.

Una chica increíblemente bella.

Aunque ayer domingo he intentado mantener mi mente ocupada estudiando, haciendo tareas, viendo películas e inclusive limpiando, pero nada me ha funcionado. Sigo recordando su bello rostro, la pequeña charla que tuve con ella y como no olvidar la servilleta, cosa que he guardado en uno de los cajones de mi escritorio.

Me estoy perdiendo, o tal vez ya estoy perdido. Digo esto porque a diario trato con chicas en el café y ninguna se me ha metido en la cabeza con esta chica que ni siquiera se su nombre. Tal vez sea eso, si llego a saber cuál es su nombre tal vez no piense tanto en ella, pero que cosas digo.

Estoy pensando cosas bien ridículas.
Observo a mis compañeros quienes siguen debatiendo sobre la fiesta que se tenía que ser acabo, digo tenía que ser por que no hubo ninguna fiesta ya que nadie se puso de acuerdo en nada, por lo que se tuvo que dejar para este fin de semana.

—Yo digo que se tiene que hacer en la casa de Paty—opina Sebastián.

—No, yo creo que debe ser en la casa de Alicia—opina esta vez Andrés.

—Pues yo creo que la casa de David es la indicada—interviene Alex.

Niego con la cabeza y vuelvo perderme en mis pensamientos, o mejor dicho en la chica de la computadora, como extraño verla teclear esa cosa.
A veces quisiera que mi yo de hace un año aparezca y me dé una bofetada, no es porque me la merezca, sino porque me hace falta para así volver a la realidad y no estar pensando en una chica que vi dos veces seguidas en el café.

—¿En qué piensas tanto? —la voz de Amanda una compañera de clase me hace despertar.

—¡Amanda!

—¡Daniel! —me vacila ella.

—¿Cómo estás?

—Estoy bien—me contesta—. No podría decir lo mismo de ti.

—¿Qué yo? —ella asiente—. Yo estoy bien.

—Pues la verdad no pareces estarlo.

—Estoy bien, solo ando pensativo.

—Entiendo—eso significa que no va a insistir en el tema, eso me tranquiliza porque no tengo ganas de hablar de mis pensamientos.

—¿Cómo te va todo? ¿Trabajo? ¿Estudios? ¿Casa?

Me acomodo bien en mi silla para escuchar el largo monologo que mi compañera va a narrar.

No me equivoque cuando dije que era largo, pues Amanda se pasó contándome punto por punto como le iba en todo. Primeramente, me hablo de su trabajo en el centro comercial de la ciudad, me ha comentado que le va bien que incluso ha recibido un aumento y que su jefa es muy buena-esa parte sentí mucha envidia-y que la ha apoyado mucho para crecer en el negocio. Luego prosiguió en los estudios, me conto que piensa estudiar la carrera de psicología el próximo año ya que como estamos estudiando ciencias de la educación ella piensa que la psicología va a ser de gran aporte cuando tengamos que tratar con alumnos complicados. Incluso me dijo que piensa hacer una presentación en la clase para que todos vayamos a estudiar la carrera, no estoy muy de acuerdo con lo último, pero no le dije nada para contradecirla, puesto que no quería iniciar una discusión con mi compañera de clase.

Por ultimo me hablo de su familia, con una enorme sonrisa me dio la noticia de que su madre había salido del hospital por problemas de diabetes, ahora ya ha vuelto a su casa y podrá recibir sus dosis de insulina diaria en su hogar. Me dijo que ella misma lo hacía.

Y eso fue todo, Amanda es genial, siempre está para ayudarte en cualquier cosa, hasta en sus peores días te regala una sonrisa para que el tuyo sea mejor. No suelo hablar mucho con ella, ya que por lo general la única que habla es ella y siempre de temas académicos, ella es esas personas que si no están haciendo algo más se pasa todo el tiempo estudiando, ahogándose en esos enormes libros que tiene, pero no solo lee, sino que también hace apuntes. Es muy aplicada, diría que es la mejor de la clase.

La coordinadora general de nuestra facultad ingresa a la sala de clases interrumpiendo con nuestra conversación, no era tan animada que digamos, pero me servía para no pensar tanto en esos cabellos grises de la chica de la computadora. No solo nuestra conversación, sino también el murmullo que había en la sala había parado.

—Buenas tardes queridos estudiantes—nos saludó Lilian la coordinadora, nadie responde al saludo así que prosigue de inmediato—. He venido para notificar sobre el motivo de la ausencia de su profesor y a informar sobre algunos cambios que tendremos desde esta semana.

De nuevo nadie dice nada, tan solo nos quedamos mirando a nuestra secretaria. Miro de reojo a algunos compañeros y veo que están a punto de dejar caer una baba. Bueno, ¿Quién no?, digo la coordinadora es muy hermosa en verdad, a sus treintaicinco años es toda una modelo con esa figura bien trabajada, además que es soltera. Por eso creo que es la chica ideal de muchos alumnos en este lugar.

—La primera parte—prosigue ella—. El profesor Robert se ha ausentado debido a un inconveniente familiar que lo mantendrá fuera de la universidad por varias semanas. Mientras tanto el reemplazante del mismo será la profesora Sabrina.

Todos asienten en aprobación, nunca hemos tenido con la profesora Sabrina, de hecho, no sabemos mucho de ella, solo sabemos que enseña algunas materias en el primer año, siempre la vemos pasar por los pasillos con su típica botellita personalizada de agua en la que lleva las fotos de su esposo y dos hijos.

—Segundo punto—dice ahora abriendo la carpeta que traía en las manos—. Tendremos algunos cambios en su horario de clases desde esta semana—todos ponen máxima atención—. Los lunes y miércoles el horario será de cinco y media de la tarde hasta las nueve y cincuenta—se escucha algunos murmullos entre los alumnos—. Martes, jueves y viernes el horario será de las cuatro de la tarde hasta las ocho y media de la noche.

De nuevo algunos murmullos se hacen audibles dentro del salón hasta que son interrumpidos por la coordinadora.

—En verdad lamento mucho esto chicos. Estoy al tanto de que muchos de ustedes trabajan y esto podría perjudicarlos, pero son decretos de la dirección—dice ella con una tonalidad tan suave—. Pueden retirarse, el cambio se aplica desde mañana—cierra su carpeta y se retira de la clase.

Veo que Sebastián la sigue con la mirada con la boca casi abierta, entonces tomo un pañuelo que tenía guardado en mi mochila y se lo lanzo, el pedazo de tela le cae por la cara. Este me mira con el ceño fruncido.

—Para que te seques la baba—le digo y todos estallan en risas.

—Maldito idiota—me dice en medio de una risa lanzando de nuevo el pañuelo.

Todos guardamos nuestras cosas y salimos de la clase para luego salir de la universidad también. Apenas son las cinco y media de la tarde, el sol esta radiante y caluroso como lo suele ser siempre en esta época.

Me acerco a la parada del autobús justo a tiempo ya que este acaba de llegar y algunos estudiantes ya lo estaban abordando. El viaje en bus es bastante tranquilo, por lo general no viajamos entre muchos. Al menos en esta hora del día.

Decido bajarme cerca del café para tomar algo antes de irme a mi casa.
O más bien para ver si ella está ahí dentro.

Ingreso al local y busco de manera rápida aquella cabellera grisácea examinando todo el lugar de un vistazo. Sin embargo, ella no está.
Me siento en una de las mesas como un cliente más esperando que alguien venga a atenderme.

Instantes después llega Rosa junto a mí.

—Bienvenido al Café EL Paraíso. Desea tomar algo señor—me dice esta en un tono divertido.

—¿Por qué estas atendiendo tú? —le pregunto extrañado—¿Qué pasan Erik?

—Bueno en primer lugar. Estoy cubriendo el puesto de Erik—me contesta primero—. Segundo. Erik ya no trabajara con nosotros.

—¿Pero por qué?

—Fue despedido por Heayden.

Esto último me sorprende aún más. Aunque con la actitud de nuestra "Jefa" cualquiera puede ser despedido.

—¿Y cuál es el motivo de su despido?

—Pues, llamo para decir que no podía venir hoy. Entonces Heayden le dijo que no es la primera vez que llama para ausentarse y lo despidió.

Así de simple.

—Pero según se, él dependía mucho de este trabajo—Rosa se encoge de hombros—. ¿Qué va a pasar con el ahora?

—Ni idea—espeta ella—. No había parado a pensar en ello con tanto trabajo aquí. Ella no me dijo mucho, solo me llamo par que lo cubra hasta que ella encuentre a alguien para reemplazarlo.

—Ya—asiento con la cabeza—. ¿Te parece si vamos a verlo?

—Cuando termine mi turno dentro de media hora.

—Me parece bien.

—Señorita, la cuenta por favor—la llaman desde otra mesa.

—¿Vas a querer algo o simplemente me vas a esperar aquí?

—Un café negro sin azúcar estaría bien. 

Mi amiga asiente para luego ir a atender a los de la otra mesa.

Vaya esto sique es inesperado. Pensé que los cambios de horario de mi universidad serían los únicos cambios que tendría en mi rutina esta semana. Ahora se suman los cambios de compañeros en el trabajo.

Ya me comienzo a preguntar quién será el reemplazo de Erik.

Odio la palabra reemplazo, al menos cuando se trata de una persona y no así de un objeto. Digo no es lo mismo decir, voy a reemplazar mi laptop vieja por otra nueva que decirle a una persona voy a reemplazarte porque ya no me sirves.

Sin dudas el señor Jones no habría permitido esto.

No veo la hora de que regrese.
Minutos después Rosa viene a dejarme una taza de café y se va inmediatamente ya que la llaman de otra mesa. Definitivamente ha tenido una tarde atareada.

Los minutos pasan y finalmente su turno termina. Despues de pagar por el café salimos del local para ir a la casa de Erik, la cual no se encuentra tan lejos de lugar, solo unas diez cuadras más o menos. Durante el camino mi compañera se ha mantenido en silencio, con la mirada pegada a la acera por donde caminamos.

—Rosa.

—¿Si?

Ni siquiera levanta la vista cuando la llamo, algo está pasando aquí.

—¿Estas bien?

—Claro—me contesta de forma algo cortante.

—¿Segura?

Esta vez no responde, solo asiente con la cabeza. Eso es una señal de que le sucede algo, ella no ha es de expresarse mucho por lo general

―Sabes que cuentas conmigo para lo que sea ¿no? ―vuelve a asentir―. No dudes en acudir a mi si quieres hablar o algo así.

―Gracias.

El silencio regresa, a nosotros, el sonido de nuestras pisadas, los automóviles pasando y pasando, son los únicos ruidos que escuchamos mientras estamos por llegar a la cuadra donde vive Erik.

―¡Sólo estoy preocupada!―me dice de repente Rosa―. La universidad, mi familia, el trabajo. Estoy estresada.

―Te entiendo.

―Y la insoportable de Heayden que nos habla como si fuéramos sus putos esclavos―resopla con algo de furia. 

Heayden se ha convertido en nuestro dolor de cabeza en las últimas semanas.

―A veces pienso desaparecer por un día―espeta ahora―. Pero luego recuerdo las tantas responsabilidades que tengo en un día y se me pasa.

Rio un poco y al parecer se le contagia ya que la escucho soltar una leve carcajada.

―Es enserio quiero irme lejos a veces.

―No te culpo a todos nos pasa.

Llegamos a la casa de Erik con el ánimo de Rosa cambiado, no diría al cien por ciento, pero al menos ya no está con la cabeza gacha todo el tiempo.

Tocamos la puerta con unos leves golpes, al cabo de unos segundos más tarde Erik nos abre.

―Hola chicos.

―Hola Erik―le saluda Rosa.

― ¿Quieren pasar?

―Claro―contesto y nos adentramos al interior de su casa hasta llegar a la sala.

―Siéntanse como en su casa―nos dice sentándose en uno de los sofás― ¿Y qué los trae por aquí?

Compartimos una mirada rápida con mi amiga antes de que comience a hablar:
―Bueno, es que Rosa me contó lo sucedido.

― ¿Qué cosa? ―pregunta Erik.

―Lo del café―explico―. Heayden te ha despedido.

―Ah si eso―mi amigo baja la mirada algo apenado.

―Por eso hemos venido―interviene Rosa―. Para decirte que cuentas con nosotros para lo que sea.

―Lo que sea.

Nuestro ahora ex compañero asiente 

―Gracias chicos―no dice―. Les agradezco mucho esto.

―No es nada, seguiremos siendo amigos.

―Eso espero.

― ¿Cómo harás con los gastos?  ―inquiero con algo de preocupación por su situación― ¿Vas a buscar otro trabajo?

―De hecho, ya tengo otro trabajo―contesta.

― ¿Tan rápido? ―pregunta mi compañera con el ceño fruncido.

―Para mi suerte.

En verdad que tiene suerte, con lo difícil que es encontrar trabajo hoy en día, con tanta gente buscando y buscando a diario.

― ¿Dónde trabajaras? ―pregunte con curiosidad.

― ¿Se acuerdan de mi amiga Leyla? ―los dos asentimos―. Pues hace unos meses sus padres abrieron un nuevo restaurante y me dijo que necesitaban un camarero. Así que acepte.

―Nos alegra que ya tengas trabajo―comenta Rosa.

―Pierdes un trabajo y ya tienes otro en el mismo día.

Erik solo se ríe:
―Supongo que van a traer alguien para reemplazarme―dijo cambiando la situación del tema.

―Así es―le contesto Rosa haciendo una mueca―. Por el momento yo soy tu reemplazo hasta que venga el nuevo o la nueva.

―Ya veo.

― ¿Qué paso exactamente?  ―pregunte queriendo saber detalladamente lo que ha provocado el despido de mi amigo. Rosa ya me lo dijo, sin embargo, me gustaría escucharlo hablar a él.

―Bueno. Unas horas antes llame a Heayden para pedirle permiso esta tarde. Mi madre quería ir al hospital para que le revisen la presión ya que no se sentía bien―hizo una pausa luego siguió narrando―. Quisimos esperar primeramente que Alicia llegase, pero entonces mama comenzó a sentir un fuerte dolor de cabeza acompañado de unos vértigos.

―¿Entonces la llamaste? ―pregunte ahora.

―Sí, no tuve más remedio―contesto apenado―. Pero, ella estaba de mal humor como siempre, entonces comenzamos a discutir, ella me dijo cosas yo tampoco me quede callado. Eso solo empeoro todo―algo que Heayden odia es que le contestes, si es que lo haces mientras te esta dando un largo y absurdo monologo, solo vas a agravar más la situación―Después de discutir más en el teléfono me dijo que no valoraba mi trabajo y que muchos querían estar en mi lugar.

―Esa se ha vuelto su frase desde que se hizo cargo del café―comento mi compañera.

― ¿Y después como termino despidiéndote? ―pregunte esta vez. Realmente estaba bien curioso por lo que había pasado.

―Me iba a decir que estaba despedido, corte la llamada apenas iniciaba a pronunciar las palabras mágicas―los tres reímos un poco ante lo último―. En ese momento no me importaba nada, solo quería que mi madre llegue al hospital. Creo que todos hubiésemos hecho lo mismo—y tenía razón, todos hubiésemos hecho lo mismo, sin importar nada mas―Y eso fue todo, mi historia en el Café El Paraíso llego a su fin de esta manera, después de casi siete años trabajando allí ¿Quién lo diría no?

Yo solo me dedique a asentir con la cabeza. 

―Supongo que tendrá que indemnizarme―es cierto, Erik lleva trabajando allí más tiempo que yo―. Pero no quiero ese dinero.

― ¿Por qué no?

―Si podría serte útil para cualquier cosa―añadió Rosa.

―Prefiero dejar las cosas así―obviamente esto se trataba de orgullo más que nada―. Además, mi madre ya está bien, es lo que importa.  

Rosa y yo compartimos una mirada rápida de culpabilidad, a los dos se nos había pasado por completo preguntar por el estado de salud de su madre. Estábamos tan sumidos en saber cómo fue despedido que nos olvidamos por completo de la señora Claudia.

― ¿Dónde está ahora? ―pregunte de inmediato.

― ¿Podemos pasar a saludarla? ―pregunto ahora Rosa.

―No se preocupen―contesto Erik con una sonrisa―. Está durmiendo, les dejare sus saludos cuando despierte.

Aunque nos sentíamos culpables al menos ahora nos aliviamos un poco, pero tendremos que remediar esto, ya lo hablare con Rosa después.

―Las cosas están complicadas sin el señor Jones―suelta de la nada Erik―. Digo personalmente no tengo nada en contra de su hija a pesar de que me haya despedido y todo. Pero creo que no está lista para administrar el lugar y manejar el personal.

―Estas en lo cierto―coincido plenamente con su opinión―. Digo su padre solo esta medio dia en el local y todo iba de maravilla.

―No se la pasaba controlándonos en todo nuestro horario laboral. Y esto apenas comienza―masculla mi compañera.

Todos asentimos en silencio, aunque quisiéramos que el señor Jones regrese, todos sabíamos que no volvería por el momento, ya que estas fechas son especiales para él. Lo más probable es que regrese en una semana o dos, quien sabe siempre se tarda un poco más.

Rosa le echa un vistazo a su reloj, lo que me hace entender que ya quiere irse a casa, entonces me apresuro en decir:
―Bueno, creo que ya debemos irnos.

—Así es, ya se está haciendo tarde.

—Bien, los acompaño a la puerta—dice Erik poniéndose de pie.

Una vez a fuera nos despedimos de él.

—Gracias por venir chicos.

—No es nada, cuentas con nosotros para lo que sea.

—Tu solo llámanos y aquí estaremos.

Después el cierra la puerta y nosotros nos empeñamos en caminar a casa. Definitivamente se estaba haciendo tarde, al día no le quedaba ni una hora, era cuestión de minutos para que la noche caiga por completo.

—Al menos alguien tiene todo en orden—musita Rosa mientras caminamos de vuelta hacia nuestras casas.

—Sí, desde ahora ya no tendrá que aguantar a Heayden―ambos soltamos una carcajada—. Creo que envidio esa parte.

—Yo también.

—Pero no pienso dejar el café—digo firmemente—. Después de todo lo que hizo el señor Jones por nosotros. No pienso dejarlo.

—Mientras evitemos a Heayden todo va a estar bien—me dice ella.

—¿Te acompaño a casa? —le pregunto para cambiar de tema, ya que no me apetece en nada hablar de Heayden.

—Está bien.

Sin más comenzamos a caminar hacia la casa de Rosa, ella vivía a unas doce cuadras del café.

Las farolas de la calle se habían prendido al caer la noche, definitivamente el día ha terminado y mi cabeza la recuerdo mientras me hago centenares de preguntas sobre ella.

¿Cómo ha sido su día?
¿Qué estuvo haciendo?
¿Tuvo un buen día?

Me siento tonto al estar  pensando en alguien que quizás no regrese al café. En ese momento sentí una inexplicable sensación de angustia al hacerme la siguiente pregunta:

¿Será que ya no va a volver al café?









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