Cap 9: Sinceridad ante todo
Detrás de mi ex novio está la mujer que lo acompañaba en el restaurante, ella sigue de su brazo. No tengo otra opción que salir a la calle e ignorarlo. Conozco a Taemin los suficientes años como para saber que no hará nada. Sigo mi camino, cruzado de brazos y aferrándome a mi bolso. Taehyung, Chaewon y Yoongi están por delante, conversando sin darse cuenta de lo que acaba de pasar, gracias al cielo, porque mi hermano hubiera pegado el grito al cielo si lo hubiera visto, armando un escándalo.
Jungkook me sigue. Mientras que Hoseok se adelanta para alcanzar al grupo de mi hermano a unos pasos por delante de nosotros.
—¿Qué pasó? —pregunta Jungkook a mi lado. No me detengo, pero ralentizo mis pasos. No quiero que nadie nos escuche.
—¿A qué te refieres? —Me hago el tonto.
Su mano viaja hasta mi codo, sujetándome para mirarlo a los ojos.
—Ese hombre del restaurante, ¿quién era?
La desfachatez con la que me pregunta, me deja boquiabierto.
—¿Y a ti qué te importa? —siseo aún afectado por la presencia de Taemin. Me alejo de su contacto y continúo mi camino. Estamos a unos pasos de llegar al edificio y no veo las horas de volver a mi puesto de trabajo para olvidarme de todo. Necesito un momento a solas.
—Jimin... —gruñe como si le estuviera acabando la paciencia.
—Jungkook —digo su nombre con el mismo tono de voz. No le hace gracia.
—¿Acaso era tu ex?
—¿A ti qué te importa eso? —Continúo caminando, pero Jungkook tiene otros planes. Sujeta mi cintura con su brazo y me pega a él con delicadeza.
—Me importa, Jimin, porque tú me importas —susurra en mi oído. Con una sacudida lo empujo lejos de mí esperando que nadie de mis amigos o hermano haya presenciado eso. No lo han hecho. Pero aun así no dejo que Jungkook se apegue de nuevo a mí. Lo ignoro y apresuro mi paso hasta llegar a mi hermano, entrelazo nuestros brazos y el parece estar de acuerdo, porque tampoco quiere la atención que Hoseok le está dando.
Cuando llegamos a la editorial, nos dispersamos rápidamente. Todos vuelven a sus puestos de trabajos. Hoseok y Jungkook se meten a sus respectivos despachos así que suspiro aliviado cuando me siento en mi lugar, notando que ambos cierran sus puertas.
Eso significa que respiro de nuevo.
Odio tener secretos con mi hermano, así que lo codeo cuando lo veo concentrado en lo que está leyendo en su computador y le hago una seña.
—Vi a Taemin en el restaurante —suelto de sopetón.
El abre de más sus grandes ojos verdes sin poder creérselo.
—¿Cómo? —pregunta asombrado—. ¿En qué momento? ¿Y por qué no me lo dijiste?
—Estabas muy concentrado tratando de ignorar a Hoseok y Chaewon. —El tiene la desfachatez de mirarme mal cuando digo sus nombres en voz baja, como si no hubiera gritado el nombre de Kook y el mío los días pasados.
—Cállate —sisea bajando la voz—. ¿Quieres que te escuchen?
—¿Estás loco? —hablo en mismo tono bajo de voz frunciéndole el ceño—. Ni siquiera he gritado sus nombres, no como tú lo hiciste el mío y de Jungkook la vez pasada.
—¿Tan rencoroso eres?
Ruedo los ojos, porque sí, mi hermano cree que porque me acuerdo a la perfección de algo soy rencoroso. No lo soy. Solo que me gusta mantener las mentes refrescadas.
—Cállate y escucha el verdadero problema: he visto a Taemin.
El vuelve a estar consternado.
Nos quedamos en silencio, pensando.
—¿Crees que...? —pregunta, sin terminar la oración, pero yo sé a qué se refiere.
—No lo sé, pero creo que lo hará.
Seis horas después mis sospechas se hacen realidad.
Mientras leo los manuscritos que mi jefe me ha encargado, repaso con la mirada el manuscrito que tengo sobre la mesa. El del escritor Jay Park. Lo tengo avanzado, lleno de correcciones y post-it de todos los colores en los márgenes. Tengo la cabeza dividida entre aquel manuscrito, y el que estoy leyendo en la computadora. Sé que no debo leer dos historias diferentes al mismo tiempo, pero necesito terminar cuanto antes la absurda tarea de leer varios manuscritos que Jungkook me dejó.
Taehyung ha salido a comprar. Estoy completamente solo en casa. Y aunque tengo música en volumen bajo para amenizar mis lecturas, no logro concentrarme. Y no es por la música.
Es por Jungkook.
Me exaspera pensar en él, lo tengo metido en la cabeza y no sé cómo soltarlo. De solo recordar nuestra noche juntos quiero repetir. Aquella vez todo fue apresurado y yo estaba un poco borracho, esta vez quiero repetir estando en mis cinco sentidos. Pero no hay forma en que aquello ocurra. ¿Meterme con el jefe de la editorial en la que trabajo? Sería cavar mi propia tumba. Ya me ocurrió una vez, no quiero que pase de nuevo. No quiero repetir mi historia, ya tengo experiencia y sé lo que ocurriría si vuelvo a caer en lo mismo. Conseguiría un corazón roto, un despido y desalojado de mi propia casa. Aquello último no. Pero las otras dos cosas sí, y lo que más me preocupa ahora es mi trabajo, no mis sentimientos.
Esos los puedo frenar, pero no puedo dejar de trabajar.
Puedo morir de hambre, no de un corazón roto.
Mientras medito en aquello, pego un brinco del susto cuando oigo el fuerte ruido del timbre del departamento.
Mi corazón salta. Me levanto con sigilo y voy de puntillas hacia la puerta. Taehyung se ha llevado su llave así que no puede ser el. Me empino y veo a través de la mirilla de la puerta a un hombre. Y es el que más esperaba.
Taemin.
Sabía que vendría.
Lo conozco tan bien que sé que lo haría.
Trato de no hacer ruido y me alejo de la puerta, pero vuelven a tocar el timbre insistentemente.
Si no contesto, sé que se quedará allí hasta que alguien le abra. Me cuadro los hombros como si estuviera preparándome para lo peor, y abro la puerta.
Frente a mí está Taemin.
Verlo me produce un leve cosquilleo.
Por la forma en cómo me trató cuando no quise casarme con él me hizo replantearme si verdaderamente me quiso. Nunca creí que fuera una persona despechada, porque francamente cortar conmigo y mandarme de vuelta a la casa de mi hermano, dejándome sin trabajo, es cosa de imbéciles.
Lo miro de arriba abajo con lentitud, disfrutando de sus ojos arrepentidos. Su cabello oscuro está bien cuidado, como si se lo hubiera cortado hace poco. No tiene vello facial, pero se le asoma un poco, lo que significa que le está creciendo luego de haberse afeitado unos días atrás. Aquello acentúa su mandíbula ovalada. Sus ojos oscuros me miran cuando subo mi cabeza. Está con la misma ropa de la tarde, aquel traje oscuro y los pantalones bien planchados.
¿Quién se los planchará ahora que no estoy?
Me pregunto si la mujer con la que lo vi hoy es alguien cercano a él. En los seis años que estuvimos juntos, conocí a todos sus amigos. En el trabajo, conocí a cada colega suyo. Esa mujer que estaba con él hoy en el restaurante jamás la había visto. Y sin embargo, me produce un retorcijón.
Soy un hipócrita.
—Taemin —digo su nombre con lentitud, esperando sacarlo del trance que parece estar. Si él ha venido aquí a verme, tiene que ser el primero en hablar. Porque no hay forma en que haya venido solo a mirarme sin decirme algo.
—Jimin —murmura mi nombre. Se queda callado por lo que me cruzo de brazos apoyándome en el marco de la puerta. Él mira detrás de mí al departamento. Hace una seña—. ¿Puedo pasar?
Quiero reír. Sin embargo no lo hago.
Suelto un suspiro, si ha venido aquí a sentarse en mi sillón, puede hacerlo en su casa.
—No —digo alto y claro. El rostro de Taemin cae—. No sé a qué has venido, pero yo ya no tengo nada de que hablar contigo.
Hago el amago de entrar al apartamento, pero su voz me detiene.
—Solo quería hablar.
—¿De qué? —pregunto confundido.
Se queda callado, porque tampoco sabe de qué podríamos hablar. Ya nos hemos dicho todo en su departamento, justo luego que rechazara casarme con él. No tenía un anillo, Taemin solo lo soltó como si fuera algo normal. Fue algo como: «¿Entonces, cuándo nos vamos a casar? Creo que ya es hora». Y yo, que en mis planes no tenía casarme, ni ahora ni en un futuro próximo, lo miré como si se hubiera vuelto loco.
Desde que empezamos nuestra relación de pareja le mencioné que no quería casarme. Y no era por él, sino por mí. Fue una decisión que tomé porque me sentía muy bien conmigo mismo, es una filosofía de vida que adopté y me importa una mierda si a alguien le parece estúpido. Como a mis padres.
Se lo dije a Taemin, le advertí que no me casaría, ni con él, ni con nadie. Lo máximo que podría hacer lo hice con Taemin: me fui a vivir con él. Vivíamos como una pareja de casados, y éramos felices, hasta que él decidió que quería más. ¿Papeles que decían que estamos casados, un anillo de por medio y el cambio de mi apellido? Sí, eran cosas que no quería, pero él no entendió.
Hizo una gran pelea de ello. Habló mucho, me sermoneó como si fuera un alumno desobediente, diciéndome lo importante que era el matrimonio en una pareja. Le dije que nosotros ya vivíamos como una, pero sin la gran boda y los papeles. A él no le importó, quería poner un maldito anillo en mi dedo y cambiar mi apellido por el suyo. Le dije que no. Y ya sabemos cómo terminó todo.
Es por eso que no entiendo qué hace aquí, en mi apartamento, buscando hablar conmigo cuando no hay nada de que hablar. Ya me lo dijo todo aquella noche, en donde yo solo lo oí despotricar de mí.
Acabamos todo esa noche. O él lo hizo.
—De nosotros.
Otro hombre que cree que hay un nosotros.
¿Acaso es algo que se inventan o es algo colectivo? ¿De verdad podían ser tan ingenuos?
—No hay un nosotros, Taemin. —Veo que va a replicar, pero lo detengo—. Si me disculpas, tengo trabajo que hacer y no tengo tiempo...
Me detengo porque me interrumpe el sonido del ascensor, que nos indica que alguien acaba de llegar a este piso. Miro más allá de Taemin y casi me caigo de culo cuando veo a Jungkook salir del ascensor y dirigirse en nuestra dirección.
Mi ex novio no nota el cambio sutil en mi postura, está concentrado en suplicar.
—Será algo rápido. O si gustas, podemos tomar un café en algún lugar... —No termina de hablar porque Jungkook lo interrumpe.
—Hola, Jimin. —Por la cara que lleva Jungkook, sé que ha notado a este hombre y que es el mismo con el que nos encontramos saliendo del restaurante hoy a la hora del almuerzo.
Mi ex gira de lado y lo mira de arriba abajo, seguro preguntándose quién demonios es. Jungkook, por otro lado, lo mira con fijeza, sin amilanarse ante la mirada que le está lanzando Taemin como si fuera un intruso sin derecho a interrumpirlo.
Antes que esto se convierta en un completo desastre, pongo una sonrisa feliz en mi rostro que no siento para nada, y miro a mi jefe, tratando que no dispararle mi mirada más mordaz.
—Hola, Kook, ¿viniste por los manuscritos? —Abre la boca, pero no dejo que hable, lo jalo al interior de la casa viendo su rostro sorprendido—. Justo los tengo aquí, pasa, ahorita te los entrego. Taemin, de verdad me tengo que ir, esto es urgente. —Veo su rostro fruncido en una mueca antes de retroceder y cerrar la puerta.
Una vez en la comodidad de mi casa y lejos de Taemin, suelto la respiración que estaba conteniendo y me apoyo contra la puerta. Oigo un resoplido de parte de Jungkook que luego se convierte en risa.
—Me siento algo mal por el tipo.
—No es que sea de tu incumbencia, pero es mi ex novio. —Borra la sonrisa burlona de su rostro y esta vez es mi turno de sonreír. Aún estoy apoyado contra la puerta mientras Jungkook está en medio de la sala, vistiendo cómodamente con un jean, zapatillas y una camiseta. Es la primera vez que lo veo tan formal que me cuesta apartar la mirada.
Estando así, en traje o desnudo, es igual de impresionante.
—Ya no me siento tan mal por él.
Ignoro sus palabras.
—¿Qué haces aquí? —pregunto—. Aparte de visitarme sin ser invitado.
Justo como mi ex novio.
—Charlar —suelta como si nada.
Veo con horror que se sienta en el sillón como si fuera el dueño del lugar. Coloca una pierna encima de su muslo y se echa hacia atrás, con las manos detrás de su cuello.
Lo miro como si se hubiera vuelto loco.
—¿Charlar de qué? —pregunto confundido. Me señala y luego se señala a él. Claro. Sigue con la idea de que entre nosotros hay algo. Lo hubo, pero ya no más. Señalo detrás de mí a la puerta—. Si no tienes nada bueno de qué hablar, adiós, mañana nos vemos en el trabajo.
Se le ve derrotado.
—Jimin...
—Si sigues persiguiéndome, Jungkook, creeré que cometí un error al acostarnos.
—Oh, no, no me vengas con esa mierda de cliché ahora. No fue un puto error. Nunca será un puto error estar juntos —asevera—. Y para que conste, no te persigo, solo te hago ver el error que cometes al no darte cuenta de que somos buenos juntos.
Sonrío.
—Tienes el don de la palabra, pero a mí no me vas a convencer.
—¿De verdad que puedes mirar atrás y hacer como que nada entre nosotros pasó? —Se pone de pie y eso es un error, porque se acerca a mí y me acorrala contra la puerta, poniendo una mano a la altura de mi cabeza, pero sin llegar a rozarme. Solo provocándome, justo como yo hice con él. Roza mis labios con los suyos, y ese único contacto entre nosotros me deja mareado—. ¿De verdad puedes pensar en aquella noche entre nosotros y no sentir nada? Porque desde aquí puedo sentir tus pezones duros. Estás excitado.
Me cruzo de brazos, dando a entender que tiene razón. Y sí, la tiene. Pero que se joda si lo voy a admitir en voz alta.
—No hay nada entre nos...
Pone un dedo sobre mis labios, y no lo quita de ahí al mismo tiempo que habla.
—Mientras más rápido puedas aceptarlo, más rápido podemos empezar a quitarnos la ropa.
Lo empujo ligeramente hacia atrás.
—En tus sueños, Jungkook.
—Exactamente, en mis sueños más húmedos, en donde ambos somos los protagonistas. ¿Qué esperas para aceptarlo? —Vuelve a mí y yo dejo que entierre su cabeza en el hueco de mi cuello, porque soy así de masoquista. Antes que pueda tirar de él para besarlo y mandar al diablo todo para entregarme a él, se retira. Mis dedos pican por detenerlo, pero me digo que es mejor así, poner distancia entre ambos para pensar con mayor claridad. Sus ojos mieles abrazan los míos—. Estaré esperando ese momento, Jimin, y cuando llegue, los dos follaremos como si no hubiera un mañana. No una noche, sino muchos días. Ambos cumpliendo nuestros deseos.
Quiero replicar algo, cualquier cosa, pero me quedo callado.
Mis piernas tiemblan por el simple hecho de oírlo hablar así mientras me mira a los ojos. Lo siento en cada parte, porque anhelo que ese momento llegue.
Me doy golpes mentales apartando los sucios pensamientos de mi cabeza.
Esto no puede continuar, sería un error.
Me retiro de la puerta cuando la abre, antes que se vaya, me guiña el ojo.
—Buena charla, Minnie. Hasta mañana.
Cierro la puerta en su cara.
—Hijo de puta.
Si hay alguna falta ortográfica no duden en avisarme por favor
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