Cap 1: Un nuevo comienzo


Cuando la última caja del camión es descargada, suelto un gran suspiro apoyándome en el sofá de la sala. Mi hermano menor, Taehyung, me observa desde su lugar en el sillón individual con una copa de vino en sus labios. Yo estoy sudando, con el cabello anudado en lo alto de mi cabeza y con ropa deportiva, mientras que él se ve estupendo y sin un pelo salido de su moño mientras me observa con una ceja alzada. Si no fuera por el hombre que contraté para ayudarme a llevar mis cosas de la casa de mi ex novio hasta aquí, no habría sobrevivido a subir cinco pisos (en ascensor por supuesto).

Desde que llegué, dos horas atrás, Taehyung se dedicó a apilar las cajas en mi nueva habitación. Yo fui el que hizo los cinco viajes desde el camión hasta mi habitación junto al señor de la mudanza para que fuera más rápido.

—Creo que podría necesitar una mano —digo con voz entrecortada, respirando fuerte y con una mano en el pecho. Como si eso ayudara a calmar mi agitada respiración.

—Tengo mis dos manos ocupadas —murmura Tae de vuelta, cogiendo su copa de vino con las dos manos para indicar su punto. No hace acopio de levantarse, sino todo lo contrario, extiende los pies delante de él y se cruza de piernas para mayor comodidad—. Voy a descansar un ratito más.

No ha hecho más que descansar desde que lo desperté de su siesta. El señor de la mudanza se demoró en sacar las cosas del departamento donde vivía, con mi ex novio, y por esa razón vinimos tarde aquí. Debí saberlo siendo hoy viernes por la noche; el tráfico es terrible. Justo ahora mismo me apetece tomar un largo baño con aromatizantes y tomar una copa de vino mientras me relajo en el agua, pero mi hermano no tiene una tina. Es una cosa que extrañaré de mi antiguo departamento.

No es fácil mudarme cuando ya estaba acostumbrado a mi vida con Taemin. Era fácil estar con él, se había convertido en una rutina. Me despertaba en su cama, a su lado cada mañana y tomaba una ducha rápida, luego íbamos juntos al trabajo. Al terminar nuestra jornada laboral llegábamos al departamento y teníamos toda la noche para nosotros. Los fines de semana íbamos a beber unas copas con nuestros colegas del trabajo, o hasta íbamos a algún club a pasarla bien, bailando toda la noche. Esa era nuestra rutina. Y estaba bien con ella. Demasiado bien.

—Gracias por la ayuda —murmuró con sarcasmo a mi hermano y el me saca la lengua.

Con esfuerzo me agacho a coger la última caja de mis pertenencias y camino hasta mi nueva habitación en el departamento de mi hermano, que una vez fue mío también. Las paredes de color blanco siguen igual de pulcras, mi cama está en su sitio, pero los cajones del closet y tocador están vacíos. No sé si mis energías sean suficientes para terminar completamente con la mudanza el día de hoy.

En el suelo hay otras nueve cajas, todas llenas de ropa y accesorios. Incluso de libros, revistas y hasta obsequios que Taemin me regaló. No soy una persona apegada emocionalmente. Así que tener un peluche de mi ex no me hará llorar por la noche, ni tampoco me llenará de cólera por haberme dejado. No me produce nada, nunca nada lo hizo. Durante mi adolescencia mis ex novios siempre pensaron que era una persona fría, poco romántica y hasta seco. La verdad es que empezaba a pensarlo. Seis largos años con Taemin y no había derramado una sola lágrima luego de escuchar pronunciarlo «hemos terminado» la semana pasada, justo después de negarme ser su esposo. Me había botado no solo del trabajo y de su departamento, también de su vida, y yo ni siquiera parpadeé. Hice lo que cualquier persona con dignidad haría. Asentí, cogí mis cosas y me largué de allí con la dignidad y el orgullo intacto. No era de los hombres que le rogaban a su pareja. No. Mi madre me enseñó más que eso.

—En media hora salimos —dice Tae cortando mis pensamientos desde el umbral de mi puerta. Sus ojos verdes como el de nuestro padre me miran con curiosidad. Desde pequeños hemos sido unidos, y le agradezco tanto por siempre apoyarme. Con él jamás soy frío, sino todo lo contrario. Podría decir que mi hermano menor es mi debilidad, el único que me saca ese entumecimiento y frialdad del corazón. No solo por su personalidad vivaz, también porque es mi único mejor amigo en el mundo.

—No sé si tenga ánimos para salir, Tae —declinó, señalando las cajas. Recuerdo oírlo decirme que hoy tendrá una noche de copas con sus colegas de la editorial donde trabaja. La reunión será en un bar conocido de la zona y yo estoy invitado. Con todas estas cajas a mi alrededor y con las energías por el suelo, ni siquiera una noche de copas podría sacarme de aquí—. Creo que pasó.

Tae no desestima la oportunidad en acercarse a mí para mirarme con ojo crítico. Aquella mirada suya me inquieta. Es como si me analizará y pudiera leer mis pensamientos. Ciertamente podría hacerlo, porque es el único que me entiende a la perfección. Sabe si estoy mal o no con solo lanzarme una de sus miradas. Lo ha hecho desde siempre, y hasta ahora no ha perdido el don.

—¿Es por Taemin? —hace la pregunta que menos esperaba. El mejor que nadie sabe que todo esto es por él. Por su culpa. Aunque no me quito de esa culpabilidad, tanto él como yo cometimos errores. Pero yo no fui el inmaduro que se molestó por un rechazo y en un arranque de ira botó a su pareja a la calle. Sí, ese fue él. Le frunzo el ceño a mi hermano sin saber a dónde quiere llegar—. ¿Aún no dejas de pensar en él, por eso no quieres ir de copas conmigo?

Tae debería saberlo mejor.

—No —casi escupo la palabra fuera de mi boca—. Solo estoy cansado.

Es en parte verdad. La otra media parte es mentira, porque sí, es por Taemin. Una noche como esta estaríamos saliendo a bailar en algún club o bebiendo licor hasta la inconsciencia. Es difícil alejarlo completamente de mi mente y mi vida cuando tengo seis años impregnados de recuerdos, todos de él. No solo fue mi novio, empezó como mi mejor amigo, y hoy ni quisiera pudo mirarme a la cara cuando fui a sacar mis cosas de su casa. Él siempre fue impulsivo. Mala suerte, porque yo también lo soy. No lo pensé mucho cuando me dijo adiós. No soy de los que ruegan.

—Bueno, irán hombres guapos —dice el sonriéndome—. No hay nada mejor que sacar un clavo con otro.

Ruedo los ojos, riéndome de su sugerencia. Sé perfectamente su posición sobre Taemin, a Tae jamás le cayó bien.

—Eso lo sabrás tú mejor que nadie —me burlo.

Tae se queda en silencio ante mi broma. En vez de contestarme deja una copa llena de vino sobre mi tocador.

—Para que disfrutes tu noche. —Sale de allí y camina por el pasillo hasta que no escucho más sus pasos. Le prometí acompañarlo, pero no tengo ánimos para salir. Quiero pasar mi noche con tranquilidad y si es posible dormir temprano y despertar al día siguiente con todas mis cosas en su lugar.

Jamás le pediría a Tae que se quedara para ayudarme. Además, él sabe lo mucho que yo aprecio mi soledad. Mucho más después de haber terminado con Taemin. Es lo que más necesito ahora: soledad y tranquilidad.

Tres horas después ya no pienso igual. Tae se fue horas atrás y me dijo que si cambiaba de opinión que lo llamara. Mientras veo la mitad de mis cajas vacías en el suelo, me lo pienso muy bien antes de tomar mi decisión. Cojo el teléfono y le mandó un mensaje mientras me desvisto para bañarme. Dejo mi teléfono cerca por si suena, pero cuando salgo, no hay llamadas perdidas suyas y ni un solo mensaje. Me cambio rápidamente a un pantalon apretado, pero sexi de color negro, me calzo en unos zaparos con tacon del mismo color, mis favoritos: los classic wyatt,

me coloco un polo de color blanco con la parte delantera dentro de mi pantalon, el resto afuera, Recuerdo haber ahorrado cuatro meses de mi sueldo para comprármelos. Cuando llegué a la tienda con una sonrisa feliz, salí de igual forma, pero con una bolsa de diseñador en mi brazo y la caja de mis zapatos dentro, Taemin todo el camino a casa estuvo malhumorado criticando mi compra. Algunas palabras se repetían varias veces: "mucha plata derrochada en unos zapatos". Como era mi dinero, gracias a mi trabajo y mi esfuerzo, le callé la boca rápidamente para que no arruinara mi momento.

Odio que cada recuerdo que tengo él esté incluido.

Gracias a mi buena memoria recuerdo perfectamente el nombre del bar al que Tae dijo ir. No sé si son las siglas o realmente se llama Magic Shop, pero no me preocupo cuando Tae no me responde, básicamente porque estoy en camino y espero encontrarlo allá. Llamo a un taxi y busco la dirección del bar con el nombre en el buscador de Google y gracias a las indicaciones llegamos veinte minutos después, también gracias al puto tráfico. Antes de entrar al resto-bar (una mezcla de restaurante y bar) vuelvo a revisar mi teléfono en busca de señales de Tae, pero ni siquiera me ha dejado en visto.

Con esfuerzo jalo la puerta, donde hay una señal de abierto, pero tropiezo al darme cuenta de que no se jala, sino que empuja. Quedó como un idiota, pero nadie nota mi error debido a la gran cantidad de personas que hay dentro. Meto un mechón de mi cabello castaño tras la oreja y observo todo esperando encontrar a mi hermano. No tengo esa suerte.

Como las mesas están ocupadas al ser viernes por la noche, elijo ir al bar para sentarme en las altas sillas. Desde mi puesto observé el local con detenimiento, esperando encontrarlo, pero mi ilusión cae. Solo hay música a un volumen moderado mientras las personas comen en sus lugares junto a sus amigos, mientras el sonido de las conversaciones logra acallar por algunos instantes el de la música. No hay rastro de Tae y eso empieza a preocuparme. Saco mi teléfono y vuelvo a marcarle. Para mi sorpresa esta vez no timbra, de frente va al buzón de voz como si hubiera declinado mi llamada.

Le escribo otro mensaje tecleando con furia.

Estoy en MAGIC SHOP, ¿dónde rayos estás?

Al instante se conecta y me responde.

Tae: Creí que no irías, ya me fui de allí.

Ruedo los ojos. Tanto para nada. Como no me dice para volver o si está en camino a casa, tecleo de nuevo.

Yo: Me quedaré un rato :)

Tae: ¡¡¡Diviértete!!! ;)

Guardo mi teléfono en el pequeño bolso sobre mi regazo y vuelvo la vista al frente para pedirle al barman una bebida. Después de unos segundos logró captar su atención, pido un ron con coca cola y espero a que la prepare. Balanceo mis pies enfundados en mis zapatos favoritos, con el ritmo de la música y le sonrió al barman cuando pone mi bebida sobre la barra. Sin mucho miramiento tomo un par de sorbos sintiendo la frialdad y el licor en ella, sintiendo el alcohol quemarme la garganta.

Una extraña sensación me invade cuando dejo el vaso medio lleno de mi bebida sobre la barra. Es una extraña sensación como si fuera observado desde hace rato. Por el rabillo del ojo busco la fuente de aquella mirada, pero me quito aquellas ideas de mi cabeza cuando no encuentro a nadie mirándome.

En el tercer vaso la inquietud de ser observado es algo que ya no puedo ignorar. Giro mi cabeza hacia la derecha y veo que a tres asientos de mí hay un hombre. Uno que está mirándome fijamente como si esperara a que yo lo hiciera, inclinado en la barra. Cuando nuestros ojos chocan me sorprende ver que sonríe de lado, como si nos conociéramos. Pero yo jamás he visto a este hombre en mi vida. Nunca. Lo recordaría de ser así. Tiene una magnitud que atraería a cualquier chica o chico, porque desprende sensualidad con aquel rostro tan masculino y guapo. Su atrayente principal parece ser ese, pero realmente es aquella mirada suya como si fuera un depredador buscando a su próxima presa. Sus ojos mieles miran los míos y luego bajan para recorrerme todo el cuerpo. No me mira de una manera normal, sino como quisiera desnudarme. He visto esta mirada en muchos hombres, pero jamás vi a alguien hacerlo de forma tan descarada luego de pillarlo. Como él está en lo suyo, decido yo también mirar su rostro. Su cabello negro como la noche es lo primero que llama mi atención del sujeto, luego, su mandíbula cuadrada. Al subir a sus ojos volvemos a encontrarnos y esta vez sonríe mostrando sus dientes blancos y derechos. Una sonrisa digna de un hombre que parece haber ido recientemente al dentista y que cuida muy bien su salud dental. La clase de hombre que me gusta. Lástima que también sea la clase de hombre que no me fijaría. Uno descarado y demasiado coqueto para mi gusto. Lo que sí me gusta de él, y no dejo de observar, son los hoyuelos que tiene, uno en cada mejilla que lo hace ver inofensivo, incluso tierno.

Está vestido con un traje negro y con los primeros botones abiertos de su camisa. Él sabe que es sexi y no le importa nada.

Decido despacharlo con la mirada. Ya saben, aquel gesto de ojos que hace una persona cuando algo o alguien la fastidia. Vuelvo mi vista al frente, satisfecho con tener los asientos a mi lado ocupados por hombres lo suficiente mayores como para que sean mi padre. Apuro mi tercera copa sintiendo los estragos del alcohol hacerme afecto al sentir un leve mareo al bajar la cabeza para sacar mi tarjeta del bolso.

—A mi cuenta, Rob —dice una voz profunda y masculina a mi lado. Levanto la cabeza con rapidez y no me sorprendo al ver al hombre de antes justo a mi lado. Por el rabillo del ojo lo había visto venir. Además, estos hombres, con apariencia como la suya, les gusta ser el cazador. Aman cortejar a su presa, perseguirlo, pero sin asustarlo. Si es que yo soy el suyo, ya podría tener a mi clavo justo al lado. El hombre guapo y apuesto saca de su billetera una tarjeta American Express y se la tiende al barman.

Me sonríe de lado y yo aprovecho para mirar sus hoyuelos.

Maldito sea, amo los hoyuelos.

—Gracias —respondo con una sonrisa inocentona y voz cantarina. Si este hombre quiere ser mi clavo no pondría objeciones. Pero para llegar a eso necesita pasar unas cuentas pruebas, no saldría con cualquiera. Carraspeo—. Por pagarme las bebidas.

Cruzo las piernas, y a escondidas también los dedos de mis manos rogándole al cielo y a cualquier deidad en el mundo, que este hombre no sea un baboso.

—De nada —responde sin despegar su sonrisa. Hasta ahora parece un tipo normal sin mucha pretensión o incluso coquetería. Solo la forma en cómo me miró anteriormente, como si quisiera arrancarme la ropa y follarme ahí mismo. Ahora está mirándome con normalidad, como si antes no me hubiera desnudado con esos ojos mieles que tiene—. ¿Vienes por aquí a menudo?

Mi burbuja se pincha. Demasiado bueno para ser verdad, ¿cierto?

sacudo la cabeza

—Tus pobres habilidades de conversación me están espantando. —Tomo el último sorbo de mi bebida y empujo mi tarjeta de vuelta al bolso—. Gracias por las bebidas. Fue un placer.

—Espera, no, no te vayas —dice con rapidez pero sin parecer desesperado. Hay algo en su profundo tono de voz que me hace detener mis movimientos para mirarlo. Cuando lo hago una sonrisa de lado se forma en su mejilla—. Empecemos de nuevo.

alzó una ceja

—Bien —le concedo, solo por sus hoyuelos—. Empecemos de nuevo. ¿Cómo te llamas?

De nada vale empezar "de nuevo" cuando ni siquiera sé su nombre.

—Jungkook. —Extiende su mano y yo la aprieto, sintiendo la firmeza en su agarre. Una corriente me atraviesa cuando sus ojos vuelven a recorrerme.

—Minnie —respondo sin querer revelar mi nombre completo, solo mi apodo—. ¿A qué te dedicas?

Suelta mi mano y yo trato de ignorar el pinchazo de desilusión que me embarga al no sentir más su piel en la mía. Si aquel tocamiento me produjo más de lo que debería, no imagino lo que este hombre podría causarme besándome.

—Negocios —responde con un encogimiento de hombros. Por su mirada evasiva siento que no está siendo del todo sincero—. ¿Y tú?

—Estoy desempleado —Decido ser sincero porque al parecer Jungkook no quiere ser más preciso con su trabajo—. Estoy teniendo malísimos días, la mala suerte está de mi lado.

—Pues yo creo que la buena suerte acaba de llegarte —responde con esa sonrisa suya desarmada, la que muestra esos hoyuelos en sus mejillas.

se señala

—¿Tú eres mi buena suerte? —Trato de no rodar los ojos, pero mi risa gana—. ¿Por qué eres mi buena suerte?

—Puedo distraerte —murmura acercándose, pero sin invadir mi espacio personal. Desde esta distancia cercana puedo sentir la fragancia masculina que su cuerpo destila.

Como me he quedado callado, pienso un rato antes de saber qué responder.

—¿Ah sí? —Inclino la cabeza—. ¿Cómo harás eso?

Esto es un coqueteo en toda regla.

No despego mis ojos de los suyos para que capte mis señales. Él parece hacerlo cuando asiente sonriendo luego de un guiño conocedor de su parte. Ha ganado y lo sabe. Yo lo supe desde que miré sus hoyuelos.

Es la primera vez que pondré en práctica la frase "un clavo saca otro clavo" y estoy emocionado por hacerlo con este hombre que parece saber lo que está haciendo. Ya con sus bebidas y las mías pagadas, se levanta y yo también, caminando a una distancia prudencial hasta salir del restobar. Una vez fuera puedo notar la calle un poco silenciosa. Es más de medianoche. Siento que su brazo se desliza detrás de mi cintura como guiándome por la acera. El valet se acerca con un auto BMW de lujo color plateado y le entrega las llaves a mi... clavo de esta anoche. Ni siquiera sé cómo llamarlo.

Lo haré por su nombre.

Jungkook me acompaña al lado de mi puerta y me hace subir. Lo hago y luego él rodea el auto para subirse. Dentro se forma un silencio inquietante, en donde él ni siquiera enciende el auto.

—¿Tu casa? —pregunta en un murmullo.

niego

—Mi hermano está allí, mejor a la tuya —miento. Ni siquiera sé dónde rayos está Tae, pero no quiero que estemos en todo el mambo (ya sabes, haciéndolo) y que el aparezca. Aunque admito que me asusta irme con un desconocido a su casa—. Espera, ¿cómo sé que no eres un violador y asesino de Hombres desempleados? Mira que tengo mala suerte. Podrías ser mi verdugo.

Jungkook se ríe. Saca su billetera del bolsillo del pantalón de su traje y busca algo en ella, luego me lo tiende. Es su licencia de conducir. En él sale su nombre completo y una fotografía suya que sí le hace justicia.

Jeon Jungkook

Fecha de nacimiento: 14 de febrero de 1993.

Ciudad: New York.

Rápidamente quito mi vista de su licencia para mirarlo.

—¡Naciste en el día del amor! —señalo entre risas.

A él no le hace gracia. Enciende el auto.

—Qué suerte la mía, ¿verdad? —replica como si aquello fuese un suplicio.

—Qué romántico y fácil debe ser para ti coquetear ese día.

Mientras conduce por la calle no despega los ojos del frente. No sé cuánto ha bebido Jeon Jungkook, pero noto que está lo suficientemente sobrio como para conducir con tranquilidad.

—Es fascinante la cantidad de personas que se enternecen ante ese hecho —responde luego de varios minutos en silencio. No dice más, y yo tampoco. Nos mantenemos en silencio y yo no le devuelvo su licencia hasta que él se detiene en un edificio moderno y muy bonito. Con un control remoto logra abrir la puerta del garaje y mete su auto estacionándolo en un lugar. Bajo de allí con las piernas temblorosas por la anticipación. Me guía de la misma forma que antes, con una mano en la parte baja de mi espalda, hacia el único ascensor que se ve.

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