6: Propuestas decentes
Aquel día al llegar a casa, mi hermana Megan estuvo en su habitación toda la tarde y parte de la noche. Le compré pastillas e hice sopa para que se la tomara. Ni bien la terminó, volvió a su habitación para seguir durmiendo. En su estado de ánimo y la gripe que tenía, no quiso soltarme ningún detalle o historia del viaje que ella y Johann hicieron hasta aquí. Así que me comí las uñas –metafóricamente– ansiando saber qué es lo que había ocurrido.
Aquella noche duermo como una bebé. Ni bien toco la almohada quedo profundamente dormida. Y lo que me despierta es el timbre del departamento. Por la noche duermo con la puerta abierta por el calor, por lo que el resonante sonido me alerta tanto, que despierto asustada y me golpeo la mano con la mesita de noche de al lado. Como todo está oscuro, calculo que aún es de madrugada.
No sé quién está detrás de la puerta del departamento, pero un asesino no. Porque los asesinos no tocan puertas, ¿o sí? Mi mente recién activa fórmula mil ideas de quién es, así que cuando la abro y veo a Johann y Baxter frente a mí al abrir la puerta, lo primero que hago es fruncir el ceño.
—Mierda, estoy soñando —exclamo con frustración. Me sobo los ojos, pero cuando los abro, ellos siguen allí, impecables y con trajes; camisas bien planchadas y corbatas anudadas correctamente—. ¿Qué demonios?
Compruebo la hora en el reloj que cuelga en la pared del comedor, comprobando que son las cuatro y quince de la madrugada.
Johann me mira con pena.
—Hola, Madison. Estoy aquí para ver a Megan, ayer estaba muy mal y me preocupé. Quise llevarla al hospital, pero ella... —Levanto una mano, cortándolo abruptamente.
Miro a Johann y luego a Baxter, ambos vestidos para el trabajo y yo en pijama semi transparente y tan corto que me siento desnuda. Me cruzo de brazos al notar que mis pezones se translucen, pero es peor porque eso hace que Baxter baje la mirada.
—No importa —digo con voz ronca de recién levantada. Seguro tengo el cabello hecho un desastre y mi aliento es malísimo, pero no me importa. Han interrumpido mi sueño en un día de semana cuando lo único que quiero hacer es dormir mis siete horas completas. Señalo el pasillo hacia la habitación de mi hermana—. La habitación de Megan es la primera puerta. Toca antes de entrar, probablemente te golpee si interrumpes su sueño, pero eso te lo dejo a ti.
Los dejo a ambos en el marco de la puerta y yo camino humillada de saber que probablemente están viéndome el trasero. Aunque estoy con mucho sueño y letargo como para que me importe. Ni bien llego a mi habitación me tumbo en la cama y reanudo mi sueño.
☾ ☾ ☾
Normalmente despierto con el sonido de la alarma en mi teléfono, pero eso no ocurre cuando abro mis ojos. Ni bien lo hago, sé que es porque siento la presencia de alguien más aquí. Entrecierro mis ojos al notar la luz entrar por la ventana y luego, poco a poco, mi visión se va haciendo nítida.
Veo a Baxter y lo único que atino a hacer es gritar.
—¡Mierda! —Me llevo una mano al pecho por el susto, a sabiendas de que ya he sentido una presencia, pero sin imaginar que sería él. Está a unos metros cerca de mí, a los pies de mi cama y con las manos en los bolsillos, viéndose sumamente divertido. Y caliente. Una combinación para nada buena. A aquello súmale mi estado de recién despertada, malhumorada por interrumpir mi sueño y obtienes a una Madison muy molesta—. ¿Qué carajo haces en mi habitación?
—No sabía que fueras tan grosera por la mañana.
Reí. Porque si pensaba que era grosera con solo esas palabras, no me conocía en lo absoluto.
—Eso pasa cuando una persona entra a mi habitación, sin mi permiso, y me observa dormir. —Cubro mi cuerpo con las sábanas. Ahora que estoy totalmente despierta y mis cinco sentidos están alertas, puedo decir con seguridad que mi pijama es demasiado delgado como para que Baxter pueda ver mis duros pezones. Por la mirada curiosa que me lanza al recorrer mi cuerpo cubierto, sé que está pensando en nuestra noche. Y seguro se pregunta por qué me cubro cuando ya lo ha visto todo. Bueno, ahora es mi jefe y por mucho que queramos repetir, no es correcto—. ¿Puedes irte? Ni siquiera sé por qué sigues aquí.
Sale de su estupor.
—Acompañé a Johann aquí porque le trajo algunas cosas a tu hermana para que se mejore. Medicinas, sopa caliente y algunos regalos más.
Alzo mis cejas, enternecida con la idea.
—¡Ouuuu! —Mi voz sale chillona—. Qué amable de su parte. Johann es el hermano bueno.
—Y tú la hermana que está buena.
Touché.
Al principio no reacciono. No hasta que noto que los ojos de Baxter han caído donde estoy juntando la sábana contra mí. Asustada bajo la mirada viendo con horror que la sábana ha caído hasta mi cintura, mostrando mis pechos apenas cubiertos por mi pijama de seda.
—¿Te podrías ir, por favor? —Casi ruego con voz queda sin mirarlo a los ojos. Siento mis mejillas arder. Eso significa que estoy tan roja como el color de mis uñas—. Necesito cambiarme.
—Claro —dice saliendo de mi habitación—. Te espero afuera, en media hora salimos.
Cierra la puerta y yo corro al baño.
A pesar de que Baxter me ha dado media hora para estar lista, salgo de mi habitación quince minutos después. Lista y con ganas de empezar el día. Me cuelgo el bolso al hombro y entro en la sala con mis tacones resonando como un eco en nuestro departamento.
Baxter está en el sillón, con su celular, lo que parece ser tecleando algo en él. Johann está a su lado, con las piernas y brazos extendidos, tiene los ojos cerrados, pero se abren inmediatamente cuando llego a ellos desde atrás.
—¿Viste como está Megan? —pregunto. Johann parpadea como si recién se hubiera despertado. Me alejo para darle su espacio y repito la pregunta.
—Está bárbara —responde. Baxter se ríe—. Me refiero a que ya está mucho mejor, pero aun así va a faltar hoy. Quiere tener un día de descanso.
Ajá.
Asiento, no tan convencida con lo que ha dicho.
Además, me siento renuente al dejar que me lleven al trabajo. Porque si lo hacen, tendré que tomar el bus de vuelta, y yo odio tomar transporte público.
—Bueno, tú estás muy preocupado por mi hermana, ¿no? —Es una pregunta retórica, pero lo he atrapado con la guardia baja. Sus mejillas se tiñen de rojo, como es de piel blanca se nota de inmediato. Lo que me hace sonreír. Johann Cole bien podría ser de mi edad, lo que me hace fácil llamarlo por su nombre. Aparte tiene una jovialidad y sonrisa sincera que al instante te hace sentir segura y cálida.
Si Megan está tan desesperada en no enamorarse de él, le será muy difícil. Tanto como para Johann olvidarla.
—Yo... yo no... —tartamudea viéndose perdido.
Baxter se ríe.
—¡Es porque a Johann le gusta Megan! —exclama tan fuerte que siento que estoy viendo a un niño. Su actitud infantil me hace reír. Johann de inmediato se abalanza sobre su hermano mayor que está sobre el sofá. La intención de Baxter está clarísima que ha sido para que Megan lo escuche. No sé si lo hizo, pero ella ya lo sabe, más que nadie. No necesita que lo anden gritando cuando se nota de inmediato por la forma en cómo Johann la mira siempre que está alrededor.
Me siento como si fuera una adolescente con dos hermanos pequeños peleando. Johann, con la camisa bien planchada al igual que Baxter, trata de teclearlo en el sofá para tirarlo al suelo como su venganza. Como eso no funciona, lo golpea suavemente –o eso creo yo– mientras forcejean por tomar el control.
—¡Ya paren! —grito al notar que no se detendrán. Camino hacia la cocina y cojo la escoba del armario de herramientas. Vuelvo a la sala y veo que ellos siguen en su tonta pelea. Blindo la escoba entre ellos para separarlos, pero sin querer hacerles daño. Funciona—. ¡Un poco de decoro, por favor!
Se separan, con la respiración agitada. Me miran con diversión al ver una escoba en mi mano. Abro la boca para comenzar con un sermón sobre el comportamiento en una casa ajena y con una mujer en la habitación próxima, enferma, pero la voz de alguien me detiene.
—¿Mads? —pregunta mi hermana. Volteo, al mismo tiempo que los hermanos Cole se sientan lado a lado sobre el sofá como si nada sucediera. Ella los mira—. ¿Qué pasa?
Poco a poco bajo la escoba en mi mano para apoyarla en el suelo, sonriéndole.
—Solo barría. —Aprieto mis manos sobre el palo de madera para no ahorcar a los infantiles hermanos por despertar a mi hermana, quien viste un pijama tan... infantil, que escucho una risa que termina en tos. Por supuesto, proviene de Baxter. Yo también me reiría si no estuvieran los jefes. Nadie más que yo tiene derecho a burlarse de mi hermana. Ella lleva un pijama enterizo de gato, incluso tiene una cola en su trasero—. ¿Qué haces despierta, Meg?
—Escuché gritos. —Mira a Baxter, pero no a Johann. Él tampoco la mira, sus ojos están enfocados en su hermano.
Me encojo de hombros. No voy a delatar a Johann, pero tampoco le mentiré.
—El señor Cole solo estaba fastidiando a su hermano. —Decido no tutear a Baxter, por lo menos no en presencia de su hermano. Sería raro hacerlo frente a Johann, y por muy distraído que esté ahora, noto que aún no sabe nada de lo que pasó entre su hermano mayor y yo. Eso me sorprende. Yo corrí a contárselo a mi hermana, él parece habérselo callado—. Johann me ha dicho que te vas a quedar.
Se abraza a sí misma.
—Sí, aún no me siento bien. —Escapa de mi mirada, a sabiendas de que la conozco muy bien y puedo percibir muy fácilmente sus mentiras. Si esto lo está haciendo por evitar a Johann, me temo decir que es demasiado tarde para eso.
Me acerco a ella. El reloj en la cocina indica que es hora de partir si no quiero quedar atrapada en el tráfico de New York. Le beso en la mejilla sintiendo su piel caliente y me despido de ella en susurros. Conocedora de dónde se encuentran las llaves del auto, voy allí y las cojo, metiéndolas en el bolsillo de mi saco delantero. Luego me doy la vuelta.
—¿Vamos? —pregunto con una sonrisa que no siento para nada. Que nuestros jefes estén en el departamento me crispa los nervios. Y ni siquiera es algo anormal que sepan dónde vivimos, el problema es que jamás los hemos invitado.
Mientras los hermanos conversan en el ascensor yo trato de no apretar mis manos. De vez en cuando y con disimulo, Baxter quien está frente a mí, se me queda mirando. Quiero enfrentarme a él y pedirle que deje de hacerlo porque me inquieta, pero prefiero callar y no hacer un escándalo frente a su hermano. En cuanto salimos del ascensor, al primer piso del sótano del estacionamiento, camino junto a ellos, pero no me detengo cuando ellos llegan al auto de Baxter y sigo mi camino haciéndome a la loca.
—¿Madison? —me llama Baxter—. El auto está aquí.
Dibujo una sonrisa dulce en mis labios antes de dar media vuelta.
—Pero el mío está más allá. —Señalo el auto que Megan y yo compramos años atrás con nuestros ahorros cuando recién nos mudamos a este edificio. Sonrío al notar el fastidio en el rostro de Baxter, pero tiene la decencia de no decir nada. Y todo porque su hermano está aquí. Eso de Johann siendo testigo sirve un montón. Me despido de ambos con la mano—. Nos vemos en el trabajo.
Camino rápidamente hacia el auto y entro, respirando con alivio al ver el BMW de Baxter salir con rapidez de la plaza donde estaba estacionado, haciendo sonar el motor en un ronroneo. Yo me doy el tiempo de ponerme el cinturón de seguridad y música en los parlantes para luego prender el motor. Demoro en llegar a la oficina aproximadamente veinte minutos debido al tráfico de las calles, pero cuando llego, noto que el estacionamiento está lleno, por lo que logro poner el auto en un lugar alejado del ascensor por el que subiré. Antes de bajar del auto, me acomodo el cabello y miro mi reflejo en el espejo retrovisor viendo que todo esté en orden. Cuando estoy satisfecha salgo, y llego a las afueras del ascensor donde hay varias personas esperando. Miro la hora en mi celular sin preocuparme de llegar tarde porque estoy con siete minutos de diferencia. En cuanto el ascensor se abre varias personas se apresuran en entrar, como yo también, pero de repente soy tomada del codo.
Me doy la vuelta sobresaltada viendo a Baxter. Abro los ojos de más por su asalto, pero no puedo hacer nada cuando me toma con suavidad del brazo pidiéndome que lo siga en silencio. Veo que el ascensor está lleno por lo que dejo que me guíe a lo que parecen ser las puertas de emergencia de las escaleras.
En cuanto cruzamos esas puertas, veo con asombro que las escaleras que llevan arriba son tantas que me marea mirarlas. El lugar está iluminado solo por las luces de emergencia, y es tan solitario que me pone los pelos de punta saber que estoy encerrada aquí con Baxter.
—¿Qué quieres? —pregunto al notar que no habla. Me cruzo de brazos—. ¿Me has traído aquí para nada?
—Te he traído aquí para hablar.
—Si tanto querías hablar conmigo, ¿por qué no lo hacemos en tu oficina? ¿Es necesario aquí? —No solo me pone de los nervios estar aquí sola con él, sino la tensión que ambos emanamos.
—Quiero hablar de nosotros —murmura.
Internamente jadeo. ¿Nosotros?
—No hay un nosotros —digo casi riendo—. No sé a qué te refieres.
En este caso hacerme la tonta es lo único que puede quitarme de encima a Baxter. No pensé que iba a ser tan... intenso. Y me refiero intenso a la forma en cómo quiere llegar a mí. ¿Es tan difícil entender la frasecita "solo por una noche"? Persiguiendo y diciéndome cosas bonitas no logrará nada.
El suspiro frustrado de Baxter por mi negativa me hace sonreír.
—¿Podemos hablar cuando termines de trabajar? —pregunta, insistiendo—. Podemos ir juntos a...
—No —lo corto, dándome cuenta de sus intensiones—. Yo... no puedo. Tengo que llegar a casa y cuidar de Megan. Además, no sería correcto ir a algún lugar con mi jefe.
—Solo quiero ir a tomar algo contigo, tal vez un café o...
—No. No vamos a follar de nuevo.
—Yo no he dicho eso —dice con firmeza, lo que me hace exaltar.
—No lo has dicho, pero lo pensaste —le acuso, sabiendo que puedo estar en lo correcto como no. Lo principal para mí es que Baxter Cole se entere de una buena vez que entre nosotros no volverá a pasar nada—. Mira, tuvimos una buena noche la semana pasada, pero hasta ahí llegó. Tal vez si no fueras mi jefe podríamos repetir o plantearnos algo más, pero no. Eres mi jefe y lo nuestro jamás va a poder ser. Además una de las estipulaciones en el contrato dice claramente que las relaciones entre el personal están prohibidas.
La sonrisa engreída de Baxter me hace enfurecer más.
—¿No crees que esa regla ya la rompimos? Ni siquiera aplica para nosotros.
—¡Basta de hablar sobre nosotros! —exclamo fuera de mí. Si no funciona rechazarlo tal vez funcione actuar como una loca—. ¡Si tanto quieres acostarte con alguien, ve y hazlo!
Se acerca tan rápido a mí que me veo obligada a retroceder, eso no lo amedrenta, avanza hasta acorralarme contra la pared, pero sin rozarme un solo dedo.
—Quiero esto contigo, Madie, con nadie más. ¿Aún no lo entiendes?
En mi mente mis pensamientos van de un lado a otro. Especialmente alarmándome que esto está mal. Tan mal como puede estarlo siendo yo la acorralada y mi jefe el que lo hace. Pero a pesar de eso no puedo evitar sentir el mismo deseo que estoy segura le corroe el cuerpo en este instante.
Dejo de pensar en cuanto Baxter pone una mano sobre mi mejilla para fijar mi rostro y mirarlo. En ese preciso instante dejo de pensar y actúo. Me acerco, rozando mis labios con los suyos provocando que inspire más rápido. Ambos estamos con la respiración entrecortada por la cercanía entre nuestros cuerpos. Presiono mis labios haciendo el mínimo contacto con los suyos. Él inhala con fuerza, mostrando lo mucho que desea esto, al igual que yo.
—Estás loco si piensas que me podrás tener de nuevo —susurro contra sus labios. Dicho eso lo empujo con fuerza y sonrío como si no me hubiera afectado su cercanía, viendo su rostro anonadado. Me satisface saber que lo he sorprendido. Le hago una seña de despedida mientras me dirijo a las puertas para salir de aquí—. Nos vemos luego, señor Cole. —Suelto con zalamería.
Luego salgo de allí rápidamente y con el corazón latiéndome de prisa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top