40: Revelaciones
Al cuarto día de estar en Long Beach decido quedarme aquí por siempre, aunque solo podemos estar dos días más. El tiempo se me ha hecho tan eterno junto a Baxter que es como si hubiéramos estado aquí mucho más que cuatro días.
Por las mañanas hacemos lo mismo, despertamos y desayunamos en el restaurante frente al mar. Al mediodía nos metemos al mar y pasamos gran parte de la tarde en la playa. Por la noche volvemos a nuestra habitación y tenemos todo el tiempo del mundo para disfrutar del otro. Al amanecer volvemos a hacer lo mismo, y en cuatro días nuestra rutina ya está marcada.
Esta vez decidimos pasar más tiempo en la playa, porque al día siguiente será nuestro último día y aunque no queremos irnos de aquí el deber nos llama. No podemos seguir escapando de la realidad.
El sol se pone y el atardecer nos baña con su luz naranja. En el mar hay una franja de ese color que hace que el océano se vea rojo gracias al reflejo que da directamente sobre el agua. Me echo sobre la tumbona en la arena, al lado de Baxter, y sonrío. Su piel naturalmente bronceada ahora mismo está roja por haber pasado todos estos días bajo el sol. A pesar de haberle aplicado bloqueador solar, y él a mí, nada ha impedido que nos tostemos como dos calamares en estos pocos días.
—Ven aquí —susurra cuando estoy por taparme. El sol está por ocultarse, es momento de irnos, como lo hemos estado haciendo desde que llegamos. Luego iremos a bañarnos y a cenar.
—Oye —murmuro tendiéndome a su lado cuando me hace espacio en su tumbona, como no es tan grande quedo con las piernas sobre las suyas y mi brazo aplastado contra el suyo. Mis senos también están despachurrados contra su pecho.
Sonríe. Coge un mechón suelto de mi cabello y me lo coloca tras la oreja.
—¿Estás feliz?
Su pregunta me hace sonreír.
—Claro que sí. ¿Tú, lo estás? —Inclino la cabeza—. ¿Y a qué se debe esa pregunta?
Mira un momento el atardecer ante nosotros.
—Sí, lo estoy, pero estos días se me han hecho eternos y quiero que siga así. No quiero volver a la realidad, pero mañana tenemos que volver.
Hago puchero.
—Ni me lo recuerdes. —Entierro mi rostro en su cuello, cuando hablo, mi voz sale amortiguada—. ¿Crees que podamos vivir aquí por siempre? No es necesario volver al trabajo mañana, ¿no crees? Y como tú eres el jefe podemos estar de vacaciones para siempre. ¿Qué dices?
Se ríe.
—Me encantaría pasarme toda una vida aquí contigo, pero tenemos que volver, no podemos desaparecer por siempre.
—Ojalá pudiéramos.
¡Zas!
Mi trasero recibe un golpe con la palma de su mano. Me alejo sorprendida.
—No te me pongas melancólica —dice con voz de mando, pero la sonrisa de lado en sus labios delata su diversión. Quiero empujarlo de la tumbona, pero lo cierto es que ese azote me calentó en vez de enfurecerme. Mi trasero arde por el golpe y mi rostro también, pero de vergüenza, por las pocas personas de la playa privada que han tenido que observar eso. Baxter no se fija en nadie, solo en mí. Soba mi trasero con mimo mientras los niveles de calor en mi piel aumentan—. Hoy es nuestra última noche y hay que disfrutarla al máximo. ¿Qué tal si cenamos en el restaurante del hotel?
Cada noche hemos cenado en nuestro pequeño apartamento, en el comedor que hay. Todo para tener más intimidad. Así que su propuesta me toma por sorpresa.
—¿Quieres ir a cenar allí? —pregunto—. ¿En una cita?
—Sí. Nunca hemos tenido una —dice divertido—. En todo este tiempo nunca te he llevado a cenar fuera, me siento un idiota. Ven, vamos a alistarnos. Tengo que llevarte a una cita.
Antes que pueda moverme él se levanta y me lleva consigo; colgada sobre su hombro como si fuera un saco de papas. Inmediatamente la sangre se me sube a la cabeza.
—¿Estás loco? —exclamo cuando empieza a caminar riéndose. La gente nos mira al pasar mientras van de un lugar a otro en familia. Puedo sentir la mirada de todo el mundo en mí, especialmente en mi trasero, que puede ser visto por cualquiera, y dado que Baxter me ha pegado un azote apuesto a que está rojo. Esta vez lo golpeo yo en el trasero, con fuerza, pero no se inmuta. Me remuevo como un bicho—. Bájame ya, Bax, puedo caminar sola. ¡Baxter!
Ni caso, continúa su camino hasta nuestro hotel y se desvía hacia las escaleras de nuestra habitación.
—Ya casi llegamos.
Cuando entramos a la habitación y me deja en el piso, lo miro mal.
—Serás tonto. ¡Todo el mundo ha tenido que verme el culo mientras me cargabas!
Abre sus ojos de más, como si no se lo hubiera pensado.
—Joder.
—Sí, joder. —Refunfuño mientras entro a la habitación. Me miro en el espejo dándome la vuelta para ver detrás, miro horrorizada que mi nalga derecha está marcada.
Quiero maldecirlo y soltar mil palabrotas, pero me callo. Lo cierto es que me ha gustado. Me muerdo el labio mientras me meto a bañar. Una vez que estoy limpia y con una toalla alrededor de mi cuerpo y otra en mi cabello, Baxter está en la habitación esperando pacientemente.
Me fijo en que aún sigue en su bañador, su pierna rebota contra el suelo en una señal de impaciencia, o nerviosismo, mientras mira la televisión.
—Ya puedes bañarte.
Antes de meterse al baño me besa y con un guiño prometedor se mete a duchar. Mientras estoy en la habitación voy a hacia el closet y saco el único vestido que Megan ha empacado. No es un vestido formal, sino todo lo contrario; es veraniego y de color blanco con flores pequeñas, tan largo que sé que tapará mis piernas. Lo que me gusta de él es que tiene un ligero escote y en lado derecho hay una abertura en donde se verá mi pierna bronceada.
Está ligeramente arrugado, pero me sirve. Cuando me lo pongo me calzo mis sandalias blancas y sonrió frente al espejo.
Me maquillo ligeramente, sin nada de base porque me arde un poco el rostro, luego empiezo a secarme el cabello. En ese momento Baxter sale de la ducha. Me lo quedo mirando un rato, disfrutando de las vistas.
—Estás guapísima —dice.
Alzo una ceja.
—¿Solo guapísima? —Me pongo de pie y camino con decisión hasta él. La toalla que tiene puesta alrededor del cuerpo cae peligrosamente de sus caderas mostrando un poco de aquellos músculos ondulantes.
—Hermosa.
—Mmm —Me pongo de puntitas—. ¿Qué más?
Mi cabello es un desastre porque aún no termino de arreglármelo, pero a él no le importa.
—Sexi. Espléndida. La mujer más hermosa que he visto. —Me rio contra sus labios por sus palabras.
—Vaya, gracias. —Lo beso, pero me alejo antes de que este beso llegue a algo más y nunca salgamos de aquí—. Vamos que me muero de hambre.
—Y yo también, pero no de comida
Me alejo de él para que pueda dar un paso más. Estar a su alrededor es un peligro. Nos hemos bañado y no necesitamos ensuciarnos de nuevo. Por muy apetecible que eso suene, realmente tengo hambre. No he comido nada desde el almuerzo y ya anocheció.
Por suerte Baxter no insiste y se retira al baño con una muda de ropa, no sin antes mirarme con esos ojos mieles que me derriten, su mirada está llena de promesas para cuando volvamos a la habitación.
En cuanto entramos al restaurante sé que ya todo ha sido orquestado. Un mozo nos lleva a nuestra mesa reservada y cuando vuelve trae consigo una botella de vino. Nos sirve en las copas, luego se retira, dejándonos solos. El restaurante en la playa está lleno; hay familias, amigos y parejas. El entorno es cálido, a pesar de la brisa del mar, se siente un ambiente privado ya que todos hablan en voz moderada aunque la música en vivo es un buen punto de por qué se siente tan acogedor estar aquí.
—¿Cuándo hiciste todo esto? —señalo a nuestro alrededor, interesada en su respuesta.
—Anoche. —Sonríe—. Llamé a recepción y...
—No, no me refiero a esta cita. Me refiero el haber venido aquí, a la playa. ¿Cómo se te ocurrió todo esto y por qué mi hermana no me lo dijo? Últimamente se está haciendo muy buena en guardarme secretos.
—Fue algo de último momento —carraspea. Toma otro sorbo del vino mientras esperamos nuestra cena—. Hablé con Megan un día antes para pedirle que guarde tus cosas porque había reservado unos días en la playa para estar contigo. No lo dudó. Fue un pequeño secreto para sorprenderte.
—Y lo estoy —digo rápidamente—. Lo estuve. Estar aquí estos días se ha sentido muy liberador. Realmente necesitábamos estos días para estar a solas en un lugar tan hermoso como este.
—Me alegra haberte complacido. —Me sonríe.
Ahora es más fácil sonreírnos. Hace unas semanas no habría podido, ahora me es tan fácil hacerlo cuando estoy con él que casi me olvido de lo que nos pasó. Casi.
Como si Baxter supiera a donde se han ido mis pensamientos se estira en su asiento y me toma la mano para apretármela.
—Eh, estamos en nuestra primera cita. No podemos estar tristes.
—Es muy fácil decirlo.
Se le ve contrariado, pero cuando vuelve a hablar lo hace con una pequeña sonrisa mostrando sus hoyuelos.
—Hagamos esto; durante toda la cita hablaremos como si recién estuviéramos saliendo. ¿Qué te parece? Es un nuevo comienzo, debemos empezar de cero. Hablemos de todo, pero lo que nos pasó, no. Tenemos esta noche para olvidarlo, hagamos que valga la pena solo este instante. ¿Sí?
No puedo negarme ante aquello. Tampoco quiero. Lo que sí deseo con todo mi corazón es volver a empezar, olvidar lo malo y solo aferrarme a lo bueno. Así que su solicitud de hacer esta cita como si recién saliéramos es suficiente para hacerme sacudir de los recuerdos y concentrarme en el ahora. En nosotros.
—Vale —digo asintiendo.
Nos traen nuestra comida; un delicioso bistec de carne con especias para ambos.
Durante toda la cita conversamos de nosotros como si realmente nos estuviéramos conociendo por primera vez. Aprendo mucho de Baxter en estas tres horas que en todo el tiempo que hemos estado juntos. Aprendo que su color favorito es el verde, por las hojas que brotan en verano al recibir el sol. También aprendo que sus papás tenían el hábito de leerle cuando era un niño, y que por eso «El principito» se convirtió en su libro favorito. Hasta ahora lo es. Aprendo que ahora su género favorito es el misterio, y que secretamente ama todas las historias de Agatha Christie. Sé que tiene una habitación llena de libros en casa de sus abuelos, herencia de sus padres. También sé que decidió continuar con el legado de la editorial porque era una forma de estar más cerca de sus padres, de lo que le enseñaron cuando era niño: que las historias almacenadas en los libros son tan valiosas como nuestra vida, porque a pesar de que son ficticias, uno las puede hacer realidad.
En aquellas horas sentada frente a él en un restaurante de Long Beach con la playa frente a nosotros, descubro que Baxter Cole es mucho más. Aprendo sus cosas favoritas, sus comidas, sus preferencias, sus sueños, sus metas, todo por lo que ha pasado y lo que quiere que pase.
Ver que tenemos algunas cosas en común hace que la conversación siga fluyendo. Siento que, aún cuando nos conocimos en circunstancias apresuradas, nuestros corazones desde ese instante ya latían en sincronía.
Lo siguen haciendo.
Cuando salimos de allí para hacer una caminata por la arena me quito las sandalias para deslizar mis pies en la orilla del mar. Baxter a mi lado hace lo mismo quitándose loa zapatos y doblando la basta de su pantalón para que el agua no lo moje.
Caminamos de la mano sin dejar de hablar de cosas triviales, hasta que nos detenemos en la playa desierta sentándonos cada uno en una tumbona. La brisa del mar hace que mi vestido serpentee y se enrede entre mis piernas, es por eso que las cruzo y me recuesto en el respaldar.
—¿Alguna vez creíste que te enamorarías de mí? —pregunta cortando el breve silencio que se ha formado. Lo miro de lado con curiosidad. Sus ojos mieles están fijos en el mar oscurecido, solo la luna refleja sobre ella dejando una estela de luz a su paso.
—¿Sinceramente? No —respondo con franqueza. El momento de sincerarse no tiene fin. Es como si hubiéramos abierto nuestra caja de Pandora. Y me siento segura admitiendo en voz alta lo que pienso, expresar mis sentimientos en voz alta con un hombre es algo que nunca antes he hecho. Solo con él—. Cuando terminé con mi ex pensé en olvidarme de los hombres por un tiempo. Quería hacer algo por mi vida. Había desperdiciado seis años de mi vida al lado de alguien que no me amó lo suficiente, y que yo tampoco. Quería vivir mi vida, pero no sabía cómo empezar. Megan me ayudó empujándome al mundo de la editorial, ese en el que quería estar, pero nunca tuve el valor. Y tomé una buena decisión al vivir con ella. —Sonrío al recordar la noche que mi hermana me invitó a una noche de copas con sus colegas, y los futuros míos, pero que yo me negué por haberme mudado ese misto día a su apartamento y estar cansada. Baxter me mira un instante con picardía, recordando exactamente lo mismo que yo—. Ya ves, el día que me mudé con ella fue cuando te conocí. Y no te voy a mentir, me pareciste guapísimo, pero no pensé en enamorarme. Creo que esa palabra no la había usado desde el instituto. Y ahora, no puedo pensar en otra cosa cuando pienso en ti. ¿Así es el amor, no? Ocurre cuando menos te lo esperas. Ya que nos estamos sincerando, quiero que sepas que lo que dije aquella noche es mentira; eso de que podría estar sin ti. No es verdad. Si tuviera la opción de volver a pasar todo lo que pasamos, lo haría una y mil veces, porque al final siempre te tendré a ti.
Me horrorizo al verlo con ojos acuosos, mirando el océano sin inmutarse. Parece estar debatiendo algo en su interior, si decírmelo o no, así que yo espero intranquila mientras lo veo luchar.
—Yo también —murmura con voz ronca—. A pesar de todo, a pesar de lo que perdimos, a quién perdimos, volvería a elegirte. Una y otra vez. Porque cuando te conocí y me enamoré, supe lo que es realmente el amor. —Hace una pausa en la que se toma del cabello—. Yo también perdí a un hijo. No contigo, antes, con Sarah. Cuando estábamos juntos, luego de casarnos, descubrimos que estaba embarazada. A pesar de no haber sido planeado fui el hombre más feliz del mundo. Cuando fuimos al hospital luego de varias semanas la doctora descubrió que el bebé tenía malformaciones por unos exámenes que le hicieron. En ese momento me dolió muchísimo saber eso, pero quería hacer lo que fuera para que aun así fuera un bebé feliz, con nosotros, pero a ella no le hizo mucha gracia saberlo. Quería un bebé perfecto, sin ninguna enfermad ni complicación. Así que un día se fue y cuando volvió ya había abortado a nuestro bebé. No... me lo preguntó, no me dijo nada. Lo hizo a escondidas, sin importarle lo que yo pensara. Tal vez fue una buena decisión porque el bebé nacería mal y sería complicado, pero aun así me dolió. A ella no le importó, para ella fue como deshacerse de algo que tenía que hacerse, algo malo. Estuve semanas triste, llorando la perdida de nuestro bebé mientras que Sarah estaba más preocupada en pensar qué dirán sus amigas al enterarse.
—Oh, Baxter...
Mi pecho se apretuja con cada instante que pasa. Instintivamente me muevo hacia él entrelazando nuestras manos y mostrándole todo mi apoyo y dolor por lo que le pasó. Ahora lo entiendo, más que nunca.
—Así que cuando supe que tú estabas embarazada me preocupé, pero cuando la doctora nos dio la ecografía y lo vi, fui mucho más feliz que nunca. —Niega con la cabeza—. Perder a otro bebé me ha vuelto loco. Lo mío es una maldición. A veces pienso que es una señal de que no estoy hecho para ser padre. —Respira agitado, como si estuviera a punto de bullir—. ¿Qué es lo que pasa conmigo? ¿Dios no quiere darme la oportunidad de ser padre? Me ha arrebatado a dos de mis hijos y no sé si pueda soportar tener otro y pasar por lo mismo. No podría.
—Eh, amor —susurro para llamar su atención. Se me encoge el corazón y todo mi cuerpo tiembla cuando lo veo derramar lágrimas. Yo estoy igual que él, llorando por su pérdida y la nuestra. Pero el odio y el dolor que hay en aquellas palabras me rompe más—. No hay nada de malo contigo. Bax, mírame. No hay nada malo contigo —enfatizo—. Lo que pasó con Sarah fue algo horrible, lo sé. Y lo nuestro también, pero eso no significa que sea un castigo para ti, porque sino también lo sería para mí; yo también lo he perdido. Pero en estos días he aprendido a tu lado que somos capaces de vencer este dolor, juntos, y hacer un futuro nuevo. Lo que pasó ya está en el pasado y de nada sirve que sigas llevando esta culpa en el corazón, solo lograrás más dolor. Deja esa carga, trata de superarlo, yo sé más que nadie que al principio será difícil, pero yo estaré contigo. Puedes apoyarte en mí, no dejaré que pases esto solo. Ya lo hiciste una vez, ahora me tienes a mí.
Las lágrimas que salieron de sus ojos mieles se detienen cuando se las seca en su camisa, mojándola. Cuando me sonríe es una sonrisa triste, pero a la vez feliz. Algo inexplicable, pero poderoso.
—Gracias, Madie. No sé si lo sepas, pero desde que llegaste a mi vida me has salvado.
Sonrío.
Ídem, Baxter.
Al volver caminando por la arena siento que nuestros corazón ahora están más conectados que nunca. En completo silencio volvemos a nuestra habitación, en donde dormiremos por última vez antes de volver mañana a la realidad. Una realidad que es a su lado. Y la estoy deseando.
Cuando salgo del baño habiéndome lavado el rostro y los dientes, camino por la suave alfombra con los pies descalzos. Baxter entra a la habitación al mismo tiempo que yo, llevando consigo su celular. Ya es de noche, pero yo he decidido mantenerlo apagado, por lo menos hasta mañana, que será nuestro día de volver a casa.
Mis ojos echan chispas al verlo con el torso desnudo, sacando una camiseta de dormir de su maleta para dármela. Los pantalones que se ha puesto para nuestra cita ahora los tiene desabrochados, casi colgando por sus caderas. Deja su celular en la cómoda de la habitación y se recuesta en la cama contra el respaldar.
Me dejo caer a su lado con el rostro sobre su pecho. Debe ser mucho más de medianoche, pero ninguno tiene sueño. Estamos sumidos en nuestros pensamientos mientras sostenemos nuestras manos. No puedo dejar de pensar en lo que me ha contado en la playa. Mi corazón sufre con él, no puedo imaginar perder dos veces la ilusión de ser padre. No podría soportarlo. Apenas soporté esta vez, no podría enfrentar una segunda. Y aun así, Baxter está aquí, luchando por sobreponerse a esa tristeza.
La camiseta que estoy usando es suya, pero no me queda tan grande. Puedo sentir nuestras piernas enredar y rozarse. Disfruto de ello mientras hago pequeños círculos en su pecho desnudo. La brisa del mar entra a raudales por el balcón abierto de la habitación.
—No me quiero ir —murmuro. Su pecho sube y baja bajo mi rostro. Me apoyo sobre mi codo y lo miro—. Me he acostumbrado a esta burbuja y a vivir en la playa. ¿Crees que podamos quedarnos aquí por siempre?
Se ríe, acomodando mechones de mi cabello tras la oreja.
—Lo haría si pudiéramos, toda la vida si es posible. Pero tenemos que volver.
—Extrañaré estar aquí contigo, sin nadie fastidiándonos. —Lo miro—. Amo la ciudad, pero estar aquí en la playa es liberador.
—Yo también extrañaré estar aquí contigo, especialmente extrañaré follarte contra la pared.
Suelto un grito ahogado. Baxter sonríe de lado.
Pero no me quedo atrás.
—Y yo extrañaré chuparte la polla en el balcón. —Por poco se atora con su saliva. Bajo mis muslos puedo sentir que su miembro empieza a despertar. Inmediatamente le lanzo una sonrisa orgullosa—. Extrañaré meter mi mano en tu pantalón y tocarte hasta que te vengas, cada mañana antes de ir a la playa.
Y como lo describo, lo hago.
Meto mi mano en su pantalón desabrochado sintiéndolo caliente y duro en mi palma. Todo lo hago para provocarlo. Escucho la fuerte inhalación de Baxter cuando empuño su erección y aprieto ligeramente.
—Mierda.
—Oh, vaya. Es tan tarde... —Suelto su erección dándome la vuelta—. Vayámonos a dormir, mañana tenemos que salir temprano para regresar.
Incluso antes que pueda bajar la cabeza para recostarme en la almohada siento que me alza como a una muñeca de trapo hasta estar echada sobre el colchón con él encima mío.
—Y una mierda dormir, no antes de que te folle esa boca tan traviesa que tienes.
Quiero reírme, pero de mi boca solo sale un leve quejido. Esta tensión que hemos estado manteniendo desde antes de salir a la cita solo ha crecido conforme ha ido pasando las horas. Ahora está crepitando y ansiando desatarse por completo.
De pronto dejo de estar sobre el colchón y paso a estar sobre la alfombra a los pies de la cama de dosel. Baxter se sienta al borde.
—De rodillas.
Maldita sea, si fuera otra circunstancia lo mandaría de paseo, pero ansío esto tanto como él. Aun así no lo hago tan fácil.
—Prefiero estar así.
Sus ojos centellan furia al oírme.
—Madison...
—No me gusta que me den órdenes.
—Pues te aguantas.
—Serás tonto... —digo, pero hago lo que me pide, con su ayuda. Me toma del brazo al ver que estoy por ponerme de rodillas. Siento la suavidad de la alfombra rozármelas, tal vez más tarde las tenga rojas, pero justo ahora eso no me importa. Mi misión está entre sus piernas, y planeo hacerlo gozar como él quiere.
Se levanta un momento y se quita los pantalón y el bóxer, dejándome con el rostro frente a su entrepierna. Dedica unos instantes a quitarme la camiseta y acomodarme el cabello, y yo, como buena mujer, dejo que lo haga.
Se vuelve a sentar al borde del colchón. Mis dedos cosquillean por que empiece a tocarlo ya. Contengo el aliento al contemplar toda su longitud y el firme grosor. Se me hace agua la boca. Levanto la vista y tras mis pestañas puedo ver su mirada oscura y cargada de deseo.
Se sujeta la base de la erección con una mano, mientras que sostiene mi nuca con la otra, empujándome la cabeza hasta que el glande hace contacto con mis labios. Instintivamente abro la boca y cierro mis ojos, dejando que ingrese toda su longitud por mi boca. Lo rodeo, saco mi lengua y lo alcanzo.
Inspira entre dientes murmurando algo bajo su aliento.
Sin darle tiempo a recuperarse abro la boca y me la meto hasta el fondo todo lo que me permiten nuestras manos unidas sobre la base. Quito su mano de ahí y coloco la mía, como si estuviera marcando territorio. Aprovecho para subir y bajar sobre su polla, deslizando mi boca por toda su longitud hasta el fondo de mi garganta. Él parece saber que me gusta eso, porque sujeta mi nuca cada vez que yo me retiro para entrar con fuerza.
Rozo con mis dientes hasta la punta y vuelvo a clavármela con ganas. Todo con lentitud, disfrutando de su agonía por unos momentos. Él no me fuerza a ir más rápido, pero yo se lo compenso con un movimiento rápido para luego continuar con ello. Empiezo a bombear a consciencia, con rapidez y fuerza aumento la velocidad subiendo y bajando.
Él mueve sus caderas y me sujeta con fuerza la nuca, para no dejarme ir. Pero no lo haré, estoy disfrutando de esto tanto como él. Puedo oír sus gruñidos roncos que van directos a mi punto de placer entre mis piernas. Mis pezones están duros, pero ahora no es mi momento, es el suyo.
Puedo notar que se está conteniendo de no empujarme con su mano y clavármela hasta atragantarme. Tiene la mandíbula fuertemente apretada y la cabeza echada hacia atrás. Su cuello tirante, los músculos de sus brazos se contraen. Todas esas señales me indican que está por llegar al límite.
Me retiro lentamente haciendo un sonido gracioso al soltarlo, reparto besos por la punta y luego por toda su longitud.
—¿Quieres correrte, verdad, Bax? —murmuro a centímetros de su polla, aún en mi mano. Saco mi lengua y lo lamo, ganándome siseadas suyas.
Está sudando, como si estuviera agonizando bajo mis caricias. Nunca había visto nada fascinante hasta él. Respira entrecortadamente mientras me mira desde su lugar. Sus ojos siguen encendidos, ardiendo de deseo.
Antes que pueda decir algo más Baxter vuelve a levantarme del suelo. Sin decir nada me empuja sobre la cama. Gimoteo cuando sus manos se clavan en mis muslos, buscando con desesperación mis bragas. Las arranca fuera de mí.
—Agárrate fuerte, Madison —susurra con el rostro hundido en mi cabello. Hago lo que me pide, me agarro a sus hombros clavando mis uñas en él. Su voz suena cerca de mi oído y me produce cosquillas, pero en vez de soltar una risita suelto un gemido cuando baja sus manos para palmear mi sexo—. Me excita tanto sentirte tan mojada, y solo por chuparme la polla. Ahora te voy a follar.
Abro las piernas lo más que puedo.
El calor en la habitación es casi insoportable. Lo único que se oye son nuestras respiración aceleradas y las olas del mar chocar entre ellas.
Introduce su dedo en mi interior. Aprieto mis labios para evitar gritar, pero él niega.
—Grita, Madison, quiero que todos te oigan.
El dedo desparece de mi interior y, un segundo más tarde, abro mucho los ojos porque me clava la polla hasta el fondo, de una solo estocada. Estoy llena de él.
—¡Baxter! —grito su nombre. Responde mi gemido con una estocada lenta.
—Sí, así —murmura contra mis labios al oírme gemir su nombre.
Sigue embistiéndome sin piedad, entrando y saliendo de mí con lentitud, como si quisiera torturarme. Rodeo mis piernas en sus caderas para sentirlo más profundo. El cambio es notable, puedo sentirlo hasta la empuñadura.
Aprieto mis párpados con fuerza.
Se siente tan carnal, pero a la vez tan intenso, que noto que es totalmente diferente. Es profundo, sí. Es carnal, sí. Pero también es amoroso, por la forma en como me mira a los ojos mientras se mueve en mi interior. Aleja mis manos de sus hombros y las sostienes entre las suyas, entrelazando nuestros dedos y poniendo nuestras manos encima de mi cabeza.
Mis tetas bailan al ritmo de sus embestidas feroces.
Pero esta vez es diferente.
No como la otra vez contra la pared, tampoco como esta mañana en la ducha, o el día anterior, y el otro; donde fue duro y alimentado por pura lujuria. En donde la conexión era más pasional. Esta es suave, casi dulce, y aunque una parte de mi quiere ir cada vez más rápido y duro, sé que no está bien.
Sé lo que es esto.
Este lento, tranquilo sexo no es una follada bruta. Es una cruda emoción, y lo siento por la forma en que me besa mientras se mueve. En la manera en que sus dedos sujetan los míos, en como me mira; casi reverentemente.
Por la forma en que mi corazón deja de latir cuando nuestros ojos se encuentran.
Jadeo.
—Dímelo, Madison.
Tardo unos segundos en salir de esta niebla de placer para concentrarme en sus palabras.
—¿Qué? —Es todo lo que puedo balbucear.
—Dímelo de nuevo, dime que me amas.
Sonrío tontamente. Pero borro mi sonrisa al sentirlo clavarse en mí con fuerza, embestida tras embestida aumentando el ritmo sin darme tiempo para recuperarme. Lo siento en cada parte de mi ser, lo siento en mi vientre cuando golpea mis nalgas. El golpeteo de nuestros cuerpos en lo único que escucho.
—Te amo, Baxter —suelto con locura entre gemidos entrecortados.
Veo su deseo en los ojos, lo noto en la lengua, donde aún tengo rastro de su sabor. El aire cargado de sexo y todos mis sentidos sobrecargados por la intensidad de nuestro placer.
Sus músculos se endurecen, flexiona el brazo y suelta mis manos para acariciarme los pechos.
—Y yo a ti, Madison. Te amo.
Mis piernas tiemblan, se bloquean por el climax que se abre paso por mi cuerpo. Su polla se hincha en mi interior, mis paredes se aprietan a su alrededor. Alzo la cabeza bruscamente cuando sus dedos tiran de mis endurecidos pezones. El pináculo de placer se asoma, estoy a punto, y sé que él también.
—¡Santo cielo! —exclama Baxter, antes de correrse gruñendo mi nombre. Dobla su cuerpo sobre el mío, sus últimas estocadas son torpes y poco controladas. Me corro a su alrededor, viendo estrellas tras mi ojos cuando el orgasmo se apodera de mi cuerpo. Me mantengo en ese lugar sintiendo que su esencia se derrama en mi interior, llenándome al correrse.
Baxter se desploma a mi lado, como si fuera un saco de papas siendo tirado desde lo alto.
Apenas puedo sonreír, el orgasmo me ha dejado bloqueada. Nada sale de mi boca, me siento embobada, completamente plena y sonriendo como una idiota. Baxter desliza un brazo por mi cintura, entierra su rostro en mi cuello y me besa allí. Dejo de pensar, ni siquiera puedo abrir la boca.
Dejo que él me abrace, porque mi mente está como hipnotizada. La follada que hemos tenido ha sido de lo más intensa y perfecta.
Estoy donde tengo que estar. Realmente estoy en casa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top