38: Sin culpas
Miro a Baxter, luego de vuelta a Devan. Esto es tan incómodo que quiero meterme bajo el sofá y no salir de allí nunca más. Es la situación más comprometedora en la que he estado. Ni siquiera se compara con el momento en el que Johann y Megan nos vieron Baxter y a mí en una posición que nadie debería ver.
No. Esto es mucho peor.
Mi ex y mi actual novio en la misma habitación.
Es una pesadilla.
—¿Y? —Baxter parece completamente interesado. Alza las cejas mirándonos de hito en hito a mí y a Devan. Escucho el resoplido de Devan a mis espaldas. Bax frunce el ceño, comenzando a resquebrajarse su interés y comenzando a exasperarse—. ¿No contestarás la pregunta, Madison?
No parece molesto, pero tampoco feliz.
No sé cuánto ha escuchado la conversación. Pero no debe ser nada bonito haberme encontrado a mí con mi exnovio en mi apartamento. Yo hubiera estado echando chispas de furia si la situación hubiera sido al revés. Así que decido ser sensata.
No hagas lo que no quieres que te hagan. El dicho es una mierda, pero es cierto.
Me giro hacia Devan.
—Tienes que irte.
—¿Es él, verdad?
—Sí, yo soy el novio, Baxter Cole. —Baxter se está divirtiendo de lo lindo con su aura de poder. Alza el mentón hacia Devan colocando sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón—. Y mi novia ha dicho que te vayas.
La forma en cómo pronuncia eso me hace pensar que es para marcar territorio, como si fuera un perro. Me pone incómoda estar en esta situación. Baxter no le tiende la mano. Ni siquiera hace el amago de sonreírle. Lo mira con el ceño fruncido, como si lo retara a decir algo más.
Devan sabiamente no le responde nada.
—Me voy. —Me mira, y aunque eso enfurece a Baxter porque lo hace acercarse a mí. Devan me sonríe con tristeza—. Ojalá no hubiera sido tan orgulloso, Madison, ojalá no te hubiera dejado ir. Te amaba, pero fui un imbécil contigo. Lo siento mucho.
No espera a que le responda, me planta un beso en la mejilla y me sonríe por última vez antes de caminar entre Baxter y yo para irse. Puedo sentir la furia que emana de Baxter, ni siquiera lo disimula cuando da un portazo detrás de Devan al salir.
Cuando se gira hacia mí se despeina el cabello y respira profundamente un par de veces.
No sé qué decir sobre lo que ha escuchado, así que abordo el tema sin hacerlo realmente.
—No sabía que estaba aquí, ya estaba fuera de mi apartamento cuando subí por el ascensor —le explico, más que todo para llenar el silencio que se ha formado. Un silencio tenso que me tiene ansiosa.
Pasado unos segundos se sienta en el sillón con un golpe seco y coloca los codos sobre sus rodillas mientras mira el suelo.
—¿De verdad no te quieres casar conmigo?
Suelto una risita nerviosa. Camino hacia él y me siento en el lado opuesto del sofá. El ambiente ha caído en algo mucho más profundo.
—No sé a qué viene esto, Bax, yo...
—Solo responde la pregunta, Madison.
Vaya, nada de «bonita» o «Madie».
Si no está molesto no sé qué otra cosa podría ser.
Decido sincerarme.
—Me separé de Devan porque no quise casarme. Y no porque fuera él, simplemente no me veo en un matrimonio. ¿De acuerdo? No me quiero casar, ni ahora ni en un futuro cercano. No sé si en algún momento cambiaré de opinión, pero por ahora no es lo mío.
Por extraño que parezca decirle esas palabras hacen que una opresión me llegue al corazón, pero aparto el sentimiento y vuelvo a centrarme en él. Baxter no me responde, se queda en el mismo lugar mirando el suelo con una expresión tan desconsolada que parece ser como si alguien hubiera pateado a su cachorro.
—¿Y se puede saber por qué?
—¿Por qué qué?
—¿Por qué huyes del matrimonio? —Alza la cabeza y clava sus ojos en los míos—. ¿Acaso tienes fobia al compromiso por algo que sucedió? ¿Es algún trauma?
Me río.
—¡Claro que no! Una mujer puede querer tener una relación con alguien sin querer casarse. Joder, ni que fuera una obligación.
—¿De verdad no quieres la cosa del matrimonio, la boda, el apellido...?
—No —respondo empezando a irritarme—. Aunque no lo creas, ese no es el sueño de toda mujer. ¿Hay algún problema con eso? Y no, no tengo un puto trauma ni fobia al compromiso, simplemente es algo que no quiero. ¿Es tan difícil de entender? Las mujeres no estamos obligadas a casarnos.
—¿Es decir, te quieres quedar sola algún día?
—No es lo que he dicho.
—Pues eso parece.
—¿Es tan difícil para un hombre entender que el matrimonio no es el sueño de cada mujer? Por lo menos el mío no.
—¿Es decir que quieres estar en una relación tonteando por años sin comprometerte formalmente a pertenecer a una vida junto a tu pareja? ¿Eso es lo que me estás diciendo? —Abro la boca para replicar, pero él no termina—. Para que cuando pase algo, lo más mínimo, te puedas ir para que seas libre. Irte de su vida como si nada hubiera pasado. ¿Por eso no quieres un compromiso verdad, por eso no quisiste tener una relación formal conmigo, no? Para que te vayas cuando quieras.
—Baxter, estás confundiendo las cosas. Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Que no me quiera casar no significa que no quiera estar a tu lado. Somos novios, ¿no? En estos meses hemos pasado cosas que jamás había pasado con nadie en mi vida. Nos amamos, ¿no es eso suficiente?
Gira el rostro para dejar de mirarme.
—No, no lo es.
Aprieto mis labios.
—¿De verdad? —murmuro con la voz compungida—. ¿Que nos amemos no es suficiente para ti? ¿Qué más quieres? ¿Matrimonio, boda?
Su silencio es toda la respuesta que necesito.
Me pongo de pie sin nada más que decir y voy por el pasillo hasta mi habitación. Paso de largo el baño en donde mi peor pesadilla ocurrió, no queriendo que los malos recuerdos nublen de nuevo mi vida y la oscurezcan. Desearía poder borrar de mi memoria los últimos instantes que viví allí pero no hay vuelta atrás.
Dejo mi mochila sobre la cama ordenada y saco toda la ropa sucia, guardando dentro de ella más ropa limpia. Lo hago mecánicamente, pero cuando la cierro mi mano se detiene sobre ella. Después de lo que le dije a Baxter, ¿querrá seguir conmigo? No lo culparía si no quisiera. Mi ex me dejó en cuanto me negué a casarme con él.
Reúno mi ropa sucia en mis brazos y voy al cuarto de lavandería para dejarlo en el cesto. Cuando vuelvo a mi habitación la puerta está abierta y dentro se encuentra Baxter, sentado en la cama con los codos sobre sus rodillas.
—Maldición, soy un imbécil —dice caminando hacia mí. Cuando llega pone sus manos en mi cintura y yo automáticamente me aferro a sus hombros. Sus ojos color miel me miran—. Confieso que oírte hablar con tu ex sobre mí no fue nada lindo, pero peor aún fue cuando te escuché decir que no quieres casarte conmigo.
—Baxter, no es...
—Shh —susurra. Besa mis labios en un contacto suave que me hace cerrar los ojos al sentir su caricia. Me siento mil veces mejor cuando estoy en sus brazos—. Ya sé, bonita. Pero te amo. Si estamos juntos ¿por qué un maldito papel y una boda por la iglesia tendrían que sellar nuestro amor? Nada será suficiente para eso, solo nosotros.
Oírlo hablar así hace que quiera llorar. Al parecer mis hormonas aún no se controlan del todo porque la sensación que ahora mismo me embarga amenaza con hacerme sollozar.
—Te amo, Madie, y nada va a confirmar ese hecho más que yo. —Ese beso es bálsamo para mi apretujado corazón.
Me río entre besos.
—Creí que luego de una decepción amorosa como la que tuviste te haría cambiar de opinión en cuanto al matrimonio.
—No exactamente, pero ya viste quién me lo ha hecho replanteármelo. —Me estremezco bajo su escrutinio, no lo dice como un reproche, pero se siente como uno. Me empino para darle otro beso.
—Estaremos bien. No necesitamos una boda ni estúpidos papeles para esto. Solo a nosotros dos amándonos mucho. ¿No te parece?
—Mm hmm —murmura él contra mis labios, volviendo a besarme. Mi corazón ya no se siente apretujado ni como si le hubieran caído mil ladrillos encima. Me siento fresca, más liviana. Y todo por él.
—¿Estás seguro que no te arrepentirás de esto? —vacilo—. Quiero decir, cualquier mujer se moriría por casarse en un iglesia y tú quieres...
—Lo único que quiero es a ti y ya te tengo, Madie. No necesito nada más para ser feliz.
No creo poder amar más a este hombre, pero con lo que ha dicho mi pecho se hincha de amor. Y ahí obtengo mi respuesta: sí, por supuesto que aún puedo amarlo más.
☾ ☾ ☾
—Así que tú eres la famosa Madison, la Madison de Baxter. —Famosas palabras que escucho ni bien salgo del cubículo encontrándome de súbito con Sarah, la ex esposa de Baxter, y que ahora mismo se encuentra en el baño apoyada en la pared del lavabo esperando por mí.
Me asusto de ello. Heidi hizo lo mismo; me esperó fuera del baño y no trajo nada bueno, ¿es algo de arpías eso de buscarte en el baño? Me estremezco de solo pensarlo. Una persona normal te abordaría en un lugar público y abierto, y dado que solo estamos las dos en el baño, no me siento cómoda estando allí.
Y lo peor, ha tenido que oírme orinar y bajar el excusado.
Eso no es raro ni nada.
Le sonrío con frialdad.
—Sí. —Es todo lo que digo.
Esta mujer frente a mí tan despampanante que ama llamar la atención y ser una mandona me sonríe como si fuera su mejor amiga.
—Soy Sarah, mucho gusto, Madison —murmura. No me estrecha la mano, y yo tampoco hago ademán de estrechársela. Lo que sí hago es darme la vuelta y lavarme las manos.
La miro a través del espejo con cierta curiosidad.
—Eres la ex esposa de Baxter —comento.
Se ríe.
—Eh, sí, sí. —Hasta su risa parece falsa. Hoy se ha vestido con un traje de pantalón y saco a juego de color rojo. Y, oh sorpresa, su ropa está demasiado apretada, parece dos tallas menos—. Pero todo el mundo está hablando de ti ahora.
Alzo una ceja.
—Espero que sean cosas buenas.
—En esta editorial siempre es así. No esperes nada malo de nadie, excepto de..., bueno, no importa. —Pega una sonrisa en su apretado rostro y no sé si es real o está fingiendo. Aunque parece más lo segundo—. Me alegra conocer a la nueva novia de Baxter. No eres como esperaba.
Me crispo al oírla.
—¿Qué?
—No me malinterpretes. Esperaba conocer a alguien estirada y petulante, pero pareces ser buena chica.
Sus palabras me sorprenden. Acaba de describirse completamente en dos palabras.
—¿Ese es el tipo de Baxter?
—Lo era hasta mí. —Se ríe de nuevo, yo la miro fijamente sin hacer otra mueca. Estoy tan desconcertada por ella y su actitud agradable que no doy crédito a lo que oigo—. Mira, me parece increíble que seas diferente. Baxter se merece a alguien como tú.
Estoy a poco segundos de jalarme de los pelos. ¿En qué mundo paralelo he caído? ¿Sarah siendo cordial conmigo?
—Si tú lo dices. —Me encojo de hombros.
Nota que estoy sorprendida con su actitud, así que se acerca a mí con una sonrisa de lado.
—Mira, Madison, sé que hemos empezado con mal pie. No quiero que creas que soy una presumida, pero no suelo llevarme bien con gente que no conozco. Y no planeo hacerle la vida imposible a ti ni a Baxter, estoy aquí para trabajar. No sé si lo sabes, pero yo también he invertido en esta editorial cuando estuve con Baxter y por eso reclamé mi parte en el divorcio, me la merezco. Y espero que podamos llevarnos bien. No te digo que seamos grandes amigas porque sería incómodo, pero tampoco quiero que seamos enemigas.
Caray, tal vez me golpeé la cabeza de verdad con una pared y todo esto es una ilusión.
—Eh, sí, claro, por supuesto —titubeo. Sarah sonríe.
—Perfecto. Nos vemos por ahí, Madison. Adiós.
—Adiós —murmuro desconcertada, pero ella ya no me escucha porque ya está yéndose.
Antes que yo pueda salir la puerta del baño se abre y entran Tracy y Megan riéndose. Me miran y sonríen con complicidad, pero inmediatamente fruncen el ceño al ver mi rostro.
—La zorrazah de Sarah acaba de salir de aquí, ¿te dijo algo? ¿te molestó? —pregunta Tracy a punto de sacar las armas. Al parecer mi hermana ya le contó el chiste que yo no encontré gracioso. Mierda, me estoy volviendo una amargada en cuanto a chistes.
—No, no —digo apresuradamente—. En realidad, Sarah fue amable conmigo. Incluso amigable.
Tracy me agarra las manos.
—¿Qué te dijo? —increpa—. Esa zorra no puede ser amable ni siquiera con su madre. Cuando es así de agradable es porque trama algo. ¿Qué te dijo?
Les cuento brevemente la pequeña charla y tanto mi hermana como Tracy están sorprendidas.
—Algo se trae entre manos —afirma Megan asintiendo—. Alguien que es tan falsa como ella puede parecer feliz con cualquiera cuando por dentro está armando un plan.
—¿Plan? —pregunto confundida—. ¿Para qué?
Tracy niega.
—No tengo idea, pero algo trama.
—¿Con Heidi? —pregunto con los dientes apretados al oír el nombre de esa mujer. La misma que quiso despedirme y no pudo.
—Oh no, no tienes que preocuparte más por ella. Baxter y yo estamos preparando su carta de despido junto a la abogada. Esa mujer tiene los días contado aquí, y Sarah no puedo hacer nada.
Me alegro y me siento aliviada al mismo tiempo. Tener que verla todos los días a la hora del almuerzo y aguantar sus miradas asesinas es lo último que necesito, así que estoy contenta de saber que muy pronto dejará de trabajar aquí. Es lo menos que se merece ya que quiso despedirme con fotos y videos que ella misma había hecho de Baxter y yo. Toda una loca.
Se escucha que alguien toca la puerta con sus nudillos. Las chicas y yo nos miramos.
—¿Bonita, estás ahí?
Es Baxter.
Sonrío.
—Sí, estoy aquí.
La puerta se abre. Baxter entra como si tuviera el derecho de estar aquí pero se detiene a medio camino cuando ve que Tracy y Megan están conmigo.
Me mira.
—¿Estás lista?
Me acomodo el cabello en un gesto de nerviosismo antes de asentir. Tracy nos sonríe con diversión.
—Eh, pillines, ¿a dónde van?
—Tenemos cita con la ginecóloga —explico, pero no entro en detalles. Tengo una cita con ella en una hora para que revise que no tenga ninguna infección. Las relaciones sexuales están fuera del menú hasta ahora, pero si la doctora nos da el visto bueno hoy, no dudaré en saltar sobre Baxter ni bien tenga la oportunidad. Dos semanas es demasiado tiempo para estar separada de la intimidad.
Me despido de mi hermana y Tracy, ellas me dedican sonrisas alentadoras y yo me voy con Baxter en dirección al auto. En el camino al hospital le cuento mi breve encuentro con Sarah. Él se muestra confundido por la actitud de su ex y francamente yo no sé qué pensar. No quiero ser una paranoica, pero tampoco quiero ser una confiada. Baxter me asegura que si esa mujer se trae algo entre manos se las verá con él. Yo decido callarme ante lo que me dijo Megan sobre los dos hermanos Cole yendo donde la abogada porque no quiero darle falsas esperanzas. Además, son ellos quienes deben ver aquel asunto, y si no le han dicho nada a Baxter hasta hoy es por algún motivo.
Cuando llegamos donde la ginecóloga y ella me hace un chequeo exhaustivo, haciéndome preguntas incómodas y dolorosas de responder, me da el visto bueno. Me receta unas vitaminas y me aconseja que si quiero volver a embarazarme debo acudir a ella o a mi doctora obstetra, la que estuvo atendiéndome anteriormente. Me pongo verde al oírla, pero sabiamente me quedo callada. En mis planes no está tener un hijo pronto. El dolor es reciente, la herida aun no sana.
Cuando salimos de allí me extraño cuando Baxter toma la ruta para mi apartamento y no al suyo.
—¿No vamos a tu casa? —pregunto.
—Confía en mí. —Es todo lo que responde, seguido de un guiño.
Me pregunto qué podría hacer en mi casa, pero las dudas se me van cuando detiene el auto en la acera de mi apartamento. Veo con sorpresa que Megan, mi hermana, está allí esperándonos con una mochila en mano. Hace una seña al auto, pero por las ventanas tintadas no nos ve. Bajo la ventanilla al ver que ella habla, pero no la escucho.
—¿Qué haces aquí, no deberías estar en la editorial? —pregunto confundida, pero ella me ignora. La he visto hace dos horas allí, me parece rarísimo ahora verla aquí afuera. Sigue con la misma ropa del trabajo, lo que significa que tal vez acaba de llegar.
—¡Aquí está todo! —exclama. Baxter le abre la puerta de atrás y ella se monta sin dudarlo. Me abraza de lado con fuerza.
Con unos besos más en mi mejilla ella salta del asiento para despedirse de Baxter de la misma manera.
—Cuida de ella, cuñado. Diviértanse. ¡Mucho!
—¿De qué hablas, Meg?
Me besa en la mejilla con una risita de conspiración y sale del auto. Miro a Baxter confundida, pero él sonríe de lado, feliz de andarse con secretitos con mi hermana.
Toma la mochila entre sus brazos y me la tiende. La cojo sin salir de mi estupor. Baxter se ríe de mi expresión, pero vuelve a dirigir la mirada al frente para encender el auto y partir de allí.
—¿Qué es esto? —pregunto estupefacta cuando veo que dentro de ella hay varias mudas de ropa, algunos vestidos, un par de bikinis y bastante ropa interior, especialmente lencería. Mi rostro se pone rojo mientras revuelvo mis cosas. Megan no se ha olvidado de nada; incluso ha guardado mi maquillaje y productos para mi cabello.
—Son tus cosas. —Bax se encoge de hombros, sin perder la sonrisa de suficiencia.
—Ya lo sé, bobo. Me refiero a por qué hemos venido a recoger mis cosas empacadas por mi hermana. Ya hemos venido ayer por más cosas, ¿lo recuerdas?
Y no solo debe recordar eso, sino también el momento en que Devan vino a verme, y luego todas las cosas que pasaron luego. Aunque eso no lo menciono ni por asomo.
—Sí, lo recuerdo perfectamente. Pero esta ropa la vas a necesitar para donde nos dirigimos ahora.
Miro la carretera frente a mí. Casi grito cuando Baxter acelera para meterse en la interestatal. ¿Está loco? Su apartamento es al otro lado de la ciudad.
—¿A dónde estamos yendo?
—Es una sorpresa.
—No me jodas, ¿a dónde estamos yendo?
Su sonrisa no flaquea ni un segundo con mi exigencia. Es más, sonríe con mayor diversión.
—Ya lo verás.
Quiero saltar sobre él y ser yo quien dirija el auto, pero me contengo. Si Baxter está dirigiéndose a otro lugar y ha hecho que mi hermana empaque ropa para mí, no se lo voy a negar. Por mucho que me muera de la curiosidad por saber nuestro destino, es Baxter quien tiene el control ahora. Y admito que una corriente de agitación por la sorpresa me tiene emocionada.
Baxter enciende la radio y cuando una canción de pop que acaba de salir hace unas semanas suena en los altavoces del auto, me río porque comienza a cantarla desafinadamente.
Me irrito al verlo tan feliz luego de lo que nos pasó. Es la primera vez luego de ello que lo veo más feliz y relajado, completamente entregado al momento; que es básicamente cantar a todo pulmón una canción pegadiza de pop. En unos segundos le hago compañía y nuestras voces se unen para cantar la dichosa letra.
Nos reímos a carcajadas cuando terminamos. Mi corazón retumba con fuerza dentro de mi pecho. Siento felicidad, y por primera vez, la tristeza no se hace presente. Ni la culpa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top